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El camino que abrió Benedicto: ¿planea Francisco dimitir?
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El camino que abrió Benedicto: ¿planea Francisco dimitir?

A pesar de que no está en los planes más inmediatos del papa Francisco, han surgido rumores sobre su dimisión después de la muerte del emérito Benedicto XVI

Foto: El papa Francisco, en el funeral de Benedicto XVI. (Reuters)
El papa Francisco, en el funeral de Benedicto XVI. (Reuters)

Los que hace 10 años criticaban a Benedicto XVI por haberse "bajado de la Cruz" y renunciado como papa, estarían encantados con que hoy hiciese lo mismo quien le sucedió, el papa Francisco. De hecho, están detrás de buena parte de los que ahora están recordando de una manera más o menos sutil que Jorge Mario Bergoglio puede hacerlo ya. Podría dimitir una vez que ha muerto su predecesor, Joseph Ratzinger, sin que ello generase la anomalía de que el nuevo papa se encontrara no con uno, sino con dos eméritos.

Además, sin ningún estatuto que regule exactamente su función y, de esa manera, impida que el ascendiente de uno pueda imponerse al del otro o ser manipulado por los lobbies curiales que pululan en el Vaticano. Algo de esto último ha habido a lo largo de estos casi 10 años de cohabitación entre los dos papas, desde la histórica renuncia del reputado teólogo alemán en febrero de 2013, creándose situaciones incómodas, malentendidos o directamente manipulando la autoridad moral del papa emérito.

Foto: Misa en memoria de Benedicto XVI. (EFE/Martin Divisek)

El funeral de este jueves de Benedicto XVI ha sido el broche que ha cerrado la inédita etapa de los casi 10 años de convivencia pacífica de dos papas en el Vaticano. En una ceremonia que ha durado casi tres horas, presidida por Francisco y oficiada por el decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re —por los problemas de rodilla del papa—, miles de personas se han despedido del que fue líder de la Iglesia católica durante casi ocho años.

Ahora, al analizar cómo será el previsible último tramo del pontificado de Francisco (tiene 86 años, uno más de los que tenía Ratzinger cuando renunció), resurgen esos rumores sobre una posible renuncia que, a pesar de verlo trasladarse en silla de ruedas o caminado con un bastón, no parece estar entre los planes más inmediatos del papa. Tampoco nunca los desechó, es cierto, y ya desde muy pronto alabó el gesto histórico de Benedicto XVI de hacerse a un lado, aunque esto no sea nada extraordinario. Por otro lado, entran en la ecuación las congregaciones religiosas, como la Compañía de Jesús, a la que él pertenece, donde los superiores generales suelen desempeñar su "servicio" —así lo llaman— durante un periodo de tiempo determinado para luego dedicarse a otras funciones, ya sea en la portería, en la cocina o marchándose a misiones.

"No sería una catástrofe"

Así lo manifestó hace unos meses, a su regreso de su viaje a Canadá, una cita muy complicada y que pasó pegado a su silla de ruedas. "No creo que pueda ir al mismo ritmo que antes. Pienso que a mi edad y con esta limitación [refiriéndose a la lesión de rodilla, de la que no quiso operarse] tengo que reservar algo de fuerzas para poder servir a la Iglesia. O también podría plantearme la posibilidad de hacerme a un lado, lo que sinceramente no sería una catástrofe, pues se puede cambiar al papa sin problema", dijo en el vuelo de regreso. Y añadió: "La puerta está abierta, es una de las opciones normales, pero hasta hoy no he llamado a esa puerta, no he dicho: 'Voy a entrar en esta habitación'. No he tenido ganas de pensar en esa posibilidad. Pero eso no significa que pasado mañana no empiece a pensar en ello".

Foto: El papa Francisco ha aparecido en numerosas ocasiones haciendo uso de una silla de ruedas (EFE)

Volvió a repetirlo hace unas semanas, en una entrevista con el diario ABC, al afirmar rotundo que "se gobierna con la cabeza, no con la rodilla". Así que no parece que esa posibilidad vaya a darse de manera inmediata, salvo causa imprevista y que le pueda incapacitar física y mentalmente, para cuyo caso ya ha dejado firmada una carta de renuncia, como aclaró en la citada entrevista.

Imprevistos aparte, la agenda papal tampoco da margen para muchas alegrías a los que sueñan con una renuncia inmediata. A finales de este mes de enero visitará durante una semana el corazón de las tinieblas que son hoy Sudán del Sur y la República Democrática del Congo, viaje pospuesto en 2022 más por razones de seguridad ante el caos en que viven ambos países que por salud, aun cuando la rodilla ya había empezado a amargarle. Luego, en agosto, asistirá a la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa. Y está deseando que Putin le invite formalmente para acudir a Moscú para poder mediar en la guerra con Ucrania, a cuya capital, Kiev, anunció también que quería ir, aunque algún comentario inoportuno por el que ya ha pedido perdón a Rusia ha alejado esa posibilidad por el momento.

2024: una cita clave con el sínodo

Tampoco parece que, si mantiene la lucidez actual, renuncie antes de que concluya el Sínodo sobre la Sinodalidad, el acontecimiento eclesial más importante desde la celebración, en la década de los sesenta del siglo pasado, del Concilio Vaticano II. Se trata de lo más parecido a una consulta democrática a todos los cristianos del mundo sobre la situación y retos de la Iglesia, cuya primera fase comenzó en 2021 y habría de terminar en octubre de este año.

placeholder Funeral del papa Benedicto XVI en el Vaticano. (Reuters)
Funeral del papa Benedicto XVI en el Vaticano. (Reuters)

Sin embargo, Bergoglio decidió alargarla hace pocos meses hasta octubre de 2024 para dar mayor oportunidad a la consulta, participación y análisis de los miles de folios con las propuestas recabadas entre todas las conferencias episcopales del mundo. Tras la celebración de la fase final de ese sínodo en Roma a finales del año que viene, extrañaría mucho que el documento conclusivo con las líneas maestras para la Iglesia del futuro no llevase la firma de Francisco, pues este evento ha sido una de las apuestas personales más decisivas y complicadas que ha afrontado hasta ahora en su pontificado.

Solo la impaciencia de algunos impide ver que Francisco no es un papa aferrado al poder y que sabe dejar espacios a su alrededor para que otros sientan que también lo tienen. "El poder es el servicio", dijo al poco de ser elegido. Lo decía un hombre que acababa de cumplir 76 años, que siendo arzobispo de Buenos Aires ya había tenido que presentar su renuncia al cargo por haber cumplido la edad reglamentaria, y que soñaba con volver a Argentina para ocupar la modesta habitación que le habían apañado en una residencia sacerdotal y dedicarse a visitar enfermos y confesar a quien quisiera contarle sus angustias.

Vivir en Roma como obispo emérito

Algo parecido sueña para cuando renuncie como papa. Quedarse en Roma, que no en el Vaticano, porque, como confesó a los medios de la Santa Sede, él es el "obispo de Roma". Por lo tanto, marcando ya diferencias con lo vivido hasta ahora entre los dos papas, tanto en el lugar de residencia como en el título, pues no quiere ser llamado papa emérito, sino obispo emérito. Son dos pequeños detalles, el título y el lugar de residencia, que marcan una línea divisoria clara, pero que no está fijada en ningún reglamento jurídico ante la cada vez más probable convivencia entre pontífices vivos, lo mismo que sucede con los obispos en las diócesis. Se trata, simplemente, de que cada uno sepa cuál es su papel. En este sentido, se había hablado de que el Vaticano estaba trabajando en un estatuto regulador, aunque luego se desmintió para no dar más pábulo a quienes anhelan la pronta renuncia.

Foto: El Papa emérito Benedicto XVI y el actual Papa, Francisco I. (EFE/Maurizio Brambatti))

Pero lo cierto es que hay ya un borrador, a modo de constitución apostólica, elaborado por un grupo de expertos en derecho canónico de la prestigiosa Universidad de Bolonia, con normas muy precisas, escuetas y perfectamente inteligibles que se exigen al papa que renuncie. Entre ellas, según ha confirmado El Confidencial, "tener especial cuidado en no interferir directa ni indirectamente en las actividades propias del gobierno de la Iglesia universal; fomentar un estrecho vínculo de comunión y obediencia fraterna con el romano pontífice; evitar hacerse presente en los medios de comunicación, o consultar con el romano pontífice la publicación de cualesquiera escritos sobre la doctrina y la vida de la Iglesia, sobre cuestiones sociales, o que puedan entenderse como opiniones en concurrencia con el magisterio pontificio".

Aunque, después de todo, quizá lo primero para lo que tenga que prepararse Francisco en esta nueva etapa sin un papa emérito como Benedicto XVI —del que dijo en una ocasión que "guarda mis hombros y mi espalda con su oración"— sea precisamente soportar el ímpetu de los grupos eclesiales que buscan esa renuncia a toda costa, porque no les gusta el rumbo que trata de imprimir a la Iglesia y esperan que con otro pontífice les vaya mejor de lo que les ha ido con él. Y los rencores cosechados por el papa que vino del fin del mundo no son pocos, empezando en el propio Vaticano, donde solo un 20% de los miembros de la Curia estaría a favor de las reformas llevadas a cabo hasta ahora.

Los que hace 10 años criticaban a Benedicto XVI por haberse "bajado de la Cruz" y renunciado como papa, estarían encantados con que hoy hiciese lo mismo quien le sucedió, el papa Francisco. De hecho, están detrás de buena parte de los que ahora están recordando de una manera más o menos sutil que Jorge Mario Bergoglio puede hacerlo ya. Podría dimitir una vez que ha muerto su predecesor, Joseph Ratzinger, sin que ello generase la anomalía de que el nuevo papa se encontrara no con uno, sino con dos eméritos.

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