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"El hermetismo del Gobierno chino con el virus no excusa la negligencia del nuestro"
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Entrevista a Jaime Santirso

"El hermetismo del Gobierno chino con el virus no excusa la negligencia del nuestro"

El periodista Jaime Santirso vivió el estallido de la pandemia encerrado en Wuhan y ahora publica 'Los primeros días. Un reportero atrapado en Wuhan' (Editorial Altamarea)'

Foto: El periodista Jaime Santirso en Pekín, China, donde reside desde 2014. (Foto cedida)
El periodista Jaime Santirso en Pekín, China, donde reside desde 2014. (Foto cedida)

Un joven reportero español afincado en Pekín viaja hasta la ciudad de Wuhan para cubrir la aparición de un nuevo y extraño virus que tiene cada vez más atención mediática porque provoca una "neumonía de causa desconocida" y parece transmitirse con facilidad. Al aterrizar, olvida avisar a la redacción en España de que ha llegado a destino. Hasta ese momento se han confirmado más de 500 casos y 17 muertes por la enfermedad que provoca el patógeno. Mientras duerme profundamente hasta las ocho de la mañana, el Gobierno Chino decreta el cierre a cal y canto de la ciudad para contener la expansión del virus. Cuando despierta, el periodista se informa de lo ocurrido a través de un artículo de su periódico firmado por una persona con su mismo nombre y comprueba que es demasiado tarde para salir: está encerrado en una cárcel de 11 millones de personas.

El nombre del reportero es Jaime Santirso y lo descrito hasta ahora sucedió entre los días 22 y 23 de enero de 2020. Siguió una semana frenética hasta su repatriación el 31 del mismo mes y una larga cuarentena en el hospital Gómez Ulla de Madrid. Santirso recuerda ahora lo ocurrido en su libro 'Los primeros días. Un reportero atrapado en Wuhan' (Editorial Altamarea) y en esta conversación con El Confidencial. Además, analiza la estrategia china de 'covid cero' que mantiene aislado al Gigante asiático del resto del mundo, mientras la amenaza de que aparezcan nuevos brotes en los próximos días y semanas —durante la celebración del Año Nuevo Chino y los Juegos Olímpicos de Invierno—, se cierne sobre Pekín.

Foto: Vacunas de las empresa china Sinovac. (EFE/Wu Hong)

PREGUNTA. Acabas de volver de Wuhan dos años después. Una visita más corta y relajada que entonces.

RESPUESTA. Podría haber estado más tiempo, pero tuve que acortarlo y hacerlo muy rápido, porque aquí tienen una política de tolerancia cero con los casos y si hay un rebrote corres el riesgo de quedarte encerrado como en 2020. Wuhan es una zona especialmente estricta, pero también Pekín por la próxima celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno. La semana pasada, cuando llegamos, empezó a haber más casos de ómicron por todo el territorio y podía pasar cualquier cosa que me obligara a quedarme allí.

P. Te fuiste a dormir una noche y a la mañana siguiente te habían encerrado en Wuhan. Mucha gente siente que ha vivido a medias los dos últimos años y tiene recuerdos difusos. ¿Cómo ha resistido tu memoria?

R. Toda mi existencia estaba volcada en mirar y contar, cada minuto. Al reconstruir aquellos días me he encontrado con la gran suerte de que yo hago muchas fotos con mi teléfono móvil y gracias a eso he tenido recursos para saber precisamente dónde estaba casi a cada hora. Y, gracias a la intensidad con la que yo estaba viviendo todo lo que sucedía y a que cada momento era diferente, el contenido de esos días es muy, muy, muy claro en mi memoria.

P. ¿Hiciste una foto a la comida? Tiene gracia leer al reportero español que se queda atrapado en Wuhan y lo primero que hace es comer espaguetis.

R. [Risas] Creo que sí, creo que sí. Pero eso fue el segundo día, la primera noche cené unas galletas oreo en el supermercado que estaba al lado del hotel. Cada vez que vuelvo a Wuhan, lo primero que hago es ir a ese supermercado y ver qué tienen.

"No sabemos de dónde vino este virus y probablemente no lo sabremos nunca"

P. Hay diez o quince páginas de libro que parecen de ficción. Si uno hubiera podido leerlo hace 3 años, pensaría que es el comienzo de una novela.

R. Sí, sí, sí, daría para el inicio de una novela surrealista. Pero nuestra existencia estaba en peligro y, de hecho, desde un punto de vista biológico el resultado ha sido bastante menos dañino y destructivo de lo que esperábamos. Los números a nivel global son espeluznantes, pero lo horripilante de verdad es imaginar un virus como este y una tasa de mortalidad superior, pongamos un 10% por ejemplo.

P. En este tiempo has podido reflexionar y revisitar lo ocurrido. En el libro revelas que te sientes culpable por no haber ayudado lo suficiente a una chica que no sabía qué hacer, dónde ir tras el cierre de la ciudad. También por no alertar más cuando volviste a España. Llama la atención que sea el periodista atrapado en el epicentro de una pandemia quien haga autocrítica.

R. He hecho un ejercicio de autocrítica y creo que debería haber alertado más de la gravedad de lo que estaba sucediendo, no ya cuando estaba en Wuhan, que ahí están los artículos, sino a la vuelta. Cuando salí de la cuarentena ya en Madrid estaba más centrado en el alivio de haber escapado de Wuhan que en recordar lo que estaba sucediendo allí, porque yo creía que era evidente. No pienso que adoptar una postura más alarmista hubiera supuesto una diferencia. Pero al mismo tiempo sí que es algo que ahora haría de otra manera si volviera a vivir esa experiencia. El problema no es que las autoridades españolas se hayan equivocado, es que nadie lo ha reconocido, nadie ha dicho nada. O igual sí, y es que yo estoy equivocado, pero no me parece que haya habido un mensaje de: ‘Oye, aquí han muerto equis millones de personas y hay cosas que se podrían haber hecho mejor’. Yo ese mensaje no lo he oído.

Foto: Aplausos durante el confinamiento. (EFE)

P. Tampoco era sencillo informar en esas condiciones y en un país tan hermético.

R. Creo que parte de esa tormenta perfecta que vivimos en los primeros días tiene que ver con el hecho de que este virus surgiera en China. Quizá si hubiera surgido en Dinamarca, la situación hubiera sido diferente y está claro que hay cuestiones por resolver de esos primeros días. La primera de todas es que no sabemos de dónde vino este virus y probablemente no lo sabremos nunca. La segunda, los intentos de encubrimiento de las autoridades locales y regionales en la ciudad de Wuhan y en la provincia de Hubei. Y después la lentitud, por ponerlo en los términos más generosos posibles, de la cúpula del Partido Comunista Chino a la hora de alertar a la comunidad internacional sobre lo que estaba pasando. Son tres cuestiones muy graves y cuando la pandemia pertenezca al pasado y podamos evaluar y entender qué es lo que nos ha sucedido, el punto de partida debe ser dar respuesta a esos tres interrogantes.

También es verdad que el cierre de Wuhan supuso que China comprara tiempo para sí misma, pero también para el resto del mundo. Y eso fue una oportunidad absolutamente desaprovechada. Nuestra clase dirigente, como cualquier otra, veía lo que estaba pasando en Wuhan. Y lo cierto es que cuando el virus llegó aquí, que es verdad que sucedió mucho más rápido de lo esperado, no había absolutamente ninguna preparación. En Wuhan, el Gobierno chino puso en marcha un convoy especial de suministro para asegurar que la población tuviera mascarillas. En España, las autoridades tardaron meses en recomendar el uso de mascarilla, pero es que antes de eso fue desincentivado, algo gravísimo. No podemos escudarnos en el hermetismo del Gobierno chino con el virus para excusar la negligencia de nuestro Gobierno.

"Yo tengo tres dosis de una vacuna china"

P. China quería y quiere mirar hacia adelante. En el horizonte tiene los Juegos Olímpicos de Invierno en menos de 10 días, el año nuevo chino el 1 de febrero. Desplazamientos familiares, llegada de deportistas… ¿Es sostenible la política de 'covid cero'?

R. China desde un primer momento apostó por una política de covid cero, lo cual ha salvado millones de vidas. Creo que eso es algo que hay que reconocer. Si en China no hay virus o no tiene una presencia mayoritaria, es porque es un país que está incomunicado. No es una estrategia que sea sostenible a largo plazo, sobre todo a medida que el resto del mundo, aunque sea por la incapacidad de frenar el virus, va evolucionando hacia la normalidad, también gracias a vacunas más sólidas que permiten convivir con menos víctimas.

Al mismo tiempo, también es cierto que su estrategia ha tenido motivaciones políticas casi centrales, más allá de la cuestión sanitaria. Suelo poner el ejemplo de las vacunas: China desarrolló vacunas propias para el covid, lo cual en un primer momento es una decisión lógica ante las perspectivas de problemas de suministro, etcétera, pero emplean una tecnología menos avanzada que las de ARN mensajero [Pfizer o Moderna] y son menos efectivas. Con el paso de los meses, China ha administrado sus vacunas a toda la población, pero no ha hecho ningún esfuerzo por importar las vacunas occidentales. El proceso para aprobar la distribución de la vacuna de BioNTech producida y administrada por una farmacéutica china que se llama Fosun, lleva congelado desde hace meses. El proyecto de una vacuna de ARN mensajero propia tampoco termina de avanzar. Creo que es una cuestión en la que se hace muy evidente que el Partido Comunista no ha sido capaz de recular para buscar una solución mejor si eso implicaba un mensaje que desde una óptica política no fuera tan halagador.

P. ¿Tú qué vacuna llevas, por cierto?

R. Yo tengo tres dosis de una vacuna china..

Foto: Varias personas esperando en una cola para vacunarse en Shanghái, China. (Reuters) Opinión
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P. Xi Jinping no solo no ha reculado en su estrategia, sino que la lleva al exterior. Esta semana mismo ha anunciado otros 50 millones de vacunas chinas para los cinco -istanes (Kazajistán, Kirguistán, Uzbekistán, Turkmenistán y Tayikistán)

R. La producción de vacunas doméstica tenía y tiene sobre todo una connotación propagandística junto a su exportación masiva al exterior. Exportación, que no donación, porque muchos de los envíos que se han tratado como donaciones en realidad son ventas; el porcentaje de donaciones con respecto a las ventas es ínfimo. Forma parte de una campaña de gestión del daño negativo que causaron los primeros días de la pandemia y que China pone en marcha en marzo de 2020 junto al envío de mascarillas.

P. En el libro terminas señalando el éxito chino, haber sido capaces de escapar otra vez a una gran amenaza global. Pero también dices: no es el final. Continuará.

R. Por desgracia, todavía no ha llegado el final de la pandemia a nivel global. Y es una idea en la que reincido cada vez más cuando hablamos de la estrategia de China con respecto al virus, la historia no ha acabado. Y el hecho de que China haya conseguido de una manera realmente espectacular controlar cada nuevo caso, cada nuevo foco, no debería llevarnos a dar por sentado que eso siempre va a ser así. Sobre todo cuando las cifras de transmisión de ómicron son tan espectaculares y cuando la protección de las vacunas chinas contra esta variante es significativamente menor que la de las vacunas occidentales.

A día de hoy, la realidad es esta: China necesita una transición hacia otra estrategia o un mecanismo que le permita ahorrarse esa transición o seguir aislada sine die. En algún momento, una de esas tres opciones tendrá que ser la elegida y cuál sea tiene muchas implicaciones para el resto del mundo, por su condición de gran potencia emergente que mantiene una posición en la comunidad internacional cada vez más asertiva, política y económicamente, y por la naturaleza de su régimen político. Lo más probable es que China mantenga este aislamiento, por lo menos, hasta principios de 2023, cuando concluye la reunión del órgano legislativo que ratificará el tercer mandato de Xi Jinping. China es un país que ha estado cerrado y volcado hacia sí mismo y con una disminución muy significativa de su comunidad internacional, un país que ya de por sí está menos integrado y no tiene una gran masa extranjera. Es mucho tiempo cerrado para un país totalitario que además, de nuevo, es la potencia emergente. Es un proceso preocupante.

Un joven reportero español afincado en Pekín viaja hasta la ciudad de Wuhan para cubrir la aparición de un nuevo y extraño virus que tiene cada vez más atención mediática porque provoca una "neumonía de causa desconocida" y parece transmitirse con facilidad. Al aterrizar, olvida avisar a la redacción en España de que ha llegado a destino. Hasta ese momento se han confirmado más de 500 casos y 17 muertes por la enfermedad que provoca el patógeno. Mientras duerme profundamente hasta las ocho de la mañana, el Gobierno Chino decreta el cierre a cal y canto de la ciudad para contener la expansión del virus. Cuando despierta, el periodista se informa de lo ocurrido a través de un artículo de su periódico firmado por una persona con su mismo nombre y comprueba que es demasiado tarde para salir: está encerrado en una cárcel de 11 millones de personas.

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