Un 'zar de Asia', Irán y China: así lidiará Biden con el reto geopolítico que viene de Oriente
“En general tanto la Administración Biden como la UE prefieren coordinar sus políticas, en la medida de lo posible, de cara a China, algo que la Administración Trump se ha negado a hacer”
El presidente electo de EEUU, Joe Biden, está destinado a mirar hacia el Oriente. Es allí donde está el gran centro de gravedad geopolítico, la fuerza magnética que cada vez más ocupa las mentes del establishment norteamericano: desde el nudo de Irán y sus planes nucleares, hasta la compleja, multipolar y a todas luces inevitable rivalidad con China. A seis semanas de jurar el cargo, Biden ya ha comenzado a trazar las líneas gruesas de la que será su política hacia el continente asiático.
Su primera prioridad en Asia-Pacífico, ha dicho el demócrata, es consolidar el apoyo de los aliados de Estados Unidos y formar una coalición internacional frente a China. Hasta entonces no va a hacer “ningún movimiento inmediato”, por ejemplo respecto a los aranceles del 25% que la Administración Trump ha colocado a la mitad de los productos chinos. Tampoco tocará, según dijo a 'The New York Times', el acuerdo comercial de fase uno firmado por el actual presidente saliente.
La postura de Biden refleja dos facetas: por un lado, la recuperación del multilateralismo abandonado en parte por la Administración Trump. La nominación del francófilo Antony Blinken como secretario de Estado y el propio historial político de Biden testimonian su perspectiva atlantista. Un cambio de aires que la Unión Europea también querría aprovechar. Según un borrador de política exterior obtenido por Financial Times, Bruselas planea ofrecer a Estados Unidos una alianza renovada para enfrentarse al “desafío estratégico” de China.
“En general tanto la Administración Biden como la UE prefieren coordinar sus políticas, en la medida de lo posible, de cara a China, algo que la Administración Trump se ha negado a hacer”, explica por teléfono Farok J. Contractor, profesor distinguido del Departamento de Gestión y Negocios Globales de la Rutgers Business School. “Los cuatro años de Trump han asustado a líderes europeos como [el presidente francés] Emmanuel Macron”.
Los cuatro años de Trump han asustado a líderes europeos como Emmanuel Macron
La segunda faceta de la postura de Biden respecto a China, al mismo tiempo, es la de continuidad. Como escribe Paul Gewirtz, director del Paul Tsai China Center: “La palabra ‘asociación’ básicamente ha desaparecido de las políticas de EEUU y de la mayoría de los debates acerca de China, reemplazada por ‘competición’, ‘rivalidad’, incluso ‘confrontación’”. Una retórica que refleja la escalada arancelaria iniciada en 2018 y el pulso global por las licencias para construir las redes de telecomunicaciones 5G, entre otros conflictos. Una realidad que Biden, que ya adoptó en campaña posturas beligerantes hacia China, no podrá desdeñar.
“No creo que las grandes cuestiones vayan a desaparecer”, explica el profesor Contractor. “De hecho pueden volverse más intensas. Cuestiones como los subsidios del Gobierno chino en apoyo de las industrias, la rivalidad tecnológica y el espionaje industrial o hackeo”. Farok Contractor cree que Biden intentará usar los aranceles como “arma de negociación”, aunque “ambos países saben que los aranceles son como arrojar piedras en el propio tejado, más que un daño a la otra parte”. Los aliados europeos, pese a haber endurecido también su retórica frente a China, serán “más cautos” dada la mayor dependencia económica del gigante.
El antagonismo entre Washington y Pekín continúa proliferando, incluso en el periodo de transición. La Cámara de Representantes acaba de aprobar una ley que permitirá expulsar de la Bolsa de Wall Street a las empresas chinas que no acaten los requisitos de auditoría norteamericanos. La medida, que aún tiene que ser firmada por Donald Trump, habría desencadenado, por parte de Pekín, una agresiva campaña para influenciar al nuevo equipo de Joe Biden. Un esfuerzo “con esteroides”, según ha declarado William Evanina, director del Centro de Seguridad y Contrainteligencia de EEUU.
Un 'zar de Asia'
Otra señal de las prioridades geopolíticas de Biden es que el demócrata está pensando en nombrar un “zar de Asia”: la manera extraoficial de llamar a un ministro ad hoc para una tarea concreta. En este caso, para coordinar la estrategia americana en el continente a través de las diferentes secretarías y agencias del Gobierno federal. Un puesto que podría ser ocupado por Jeff Prescott, antiguo asesor del Biden en asuntos asiáticos durante la presidencia de Barack Obama.
El nombramiento, como indica el artículo que avanzó la noticia, puede ser un guiño a los vecinos de China que necesitan notar la presencia norteamericana. Taiwán, Vietnam, Filipinas, Malasia y Brunei son los países que se rozan con Pekín dadas sus ambiciones territoriales en el Mar de China. Algunos académicos predicen que Joe Biden, además, intentará en algún momento revivir el Tratado del Pacífico: la alianza comercial que ambicionó Barack Obama y que excluiría a China.
Un desafío más inmediato y caliente es el de Irán. Donald Trump deshizo el pacto nuclear con este país, firmado por la Administración anterior junto a Rusia, China y los principales socios europeos, y apostó todo a la carta regional de Israel y Arabia Saudí. Los iraníes se vieron de nuevo con fuertes sanciones y en el punto de mira de Washington, de manera retórica y literal. El pasado enero EEUU asesinó con un dron al general persa más importante, Qasem Soleimani.
Irán en el candelero
Joe Biden ha transmitido su intención de resucitar el pacto nuclear, pero las relaciones bilaterales están en su peor momento desde la Revolución Islámica de 1979. El Gobierno persa ha dicho que, si el presidente demócrata quiere negociar, primero tiene que levantar las sanciones y volver a firmar el acuerdo de 2015. “Estados Unidos tiene que dejar de quebrantar la ley internacional”, declaró el ministro de Exteriores iraní, Javad Zarif. “Eso no requiere negociaciones”.
El reciente asesinato del científico Mohsen Fakhrizadeh, arquitecto del programa nuclear iraní, con un arma activada por control remoto en Teherán, ha sido percibido como una maniobra de Israel para antagonizar todavía más a Irán y evitar un posible nuevo acercamiento con Estados Unidos. Biden ha reconocido que es “difícil de decir” hasta qué punto el homicidio puede complicar sus planes estratégicos.
También está en juego la estrategia en Irak y Afganistán. La Casa Blanca ha ordenado la retirada de 2.500 efectivos de ambos países, una decisión considerada prematura por el liderazgo de la OTAN e incluso por el propio Partido Republicano. Cinco días antes de que Biden sea investido presidente, solo quedarán 2.500 tropas norteamericanas en Irak y otras 2.500 en Afganistán. Todavía no está claro qué tipo de efectivos se quedarán allí ni cuáles son otros detalles de la retirada.
Estas son algunas de las piezas de un tablero revuelto: trastocado por el cada vez menor tamaño económico y militar de EEUU en proporción al resto del mundo, y por una transición de poder empañada por los bulos de fraude electoral diseminados por el presidente saliente, que sigue sin reconocer a su sucesor. Aunque el proceso de cambio de poder ya está en marcha, y con él otra forma de afrontar las relaciones internacionales.
El presidente electo de EEUU, Joe Biden, está destinado a mirar hacia el Oriente. Es allí donde está el gran centro de gravedad geopolítico, la fuerza magnética que cada vez más ocupa las mentes del establishment norteamericano: desde el nudo de Irán y sus planes nucleares, hasta la compleja, multipolar y a todas luces inevitable rivalidad con China. A seis semanas de jurar el cargo, Biden ya ha comenzado a trazar las líneas gruesas de la que será su política hacia el continente asiático.
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