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¿Puede permitirse Argentina acoger una cumbre del G-20?
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costará el doble que las elecciones presidenciales

¿Puede permitirse Argentina acoger una cumbre del G-20?

Desde ayer y hasta el domingo, buena parte de la Ciudad de Buenos Aires permanecerá prácticamente incomunicada a causa de la cumbre del G-20 que alberga

Foto: Un grupo de trabajadores ultima detalles en una fachada antes de la cumbre del G-20 en Buenos Aires, el 27 de noviembre de 2018. (EFE)
Un grupo de trabajadores ultima detalles en una fachada antes de la cumbre del G-20 en Buenos Aires, el 27 de noviembre de 2018. (EFE)

Desde ayer y hasta el domingo, buena parte de la Ciudad de Buenos Aires permanecerá prácticamente incomunicada a causa de la cumbre del G-20 que alberga la capital argentina este fin de semana. Un dispositivo que le ha costado a los argentinos 43 millones de dólares (unos 37,7 millones de euros), incluyendo compras de gases lacrimógenos y balas de gomas, a fin de de impedir altercados y contener y reprimir las protestas antiglobalización. Ocho hospitales de la capital están en alerta ante la “hipótesis de conflicto” que han barajado las autoridades, una poco afortunada metáfora militar que apunta a la posibilidad de que las manifestaciones terminen con episodios de violencia y represión policial.

Muchos centros hospitalarios han reforzado la cantidad de personal sanitario de guardia y han pospuesto cirugías para dejar libres el mayor número posible de camas. Se viralizó, además, un audio por Whatsapp de una pretendida enfermera que aseguraba que “se esperan 1.500 muertos” en estos días y que recomendaba no salir de casa bajo ningún concepto. “Nos quieren meter miedo, pero a la vez están decididos a reprimir con dureza”, concluye un investigador del Comité Nacional de Investigaciones Científicas (Conicet) que prefiere mantener el anonimato.

La sensación es de incertidumbre, y la incógnita es si las autoridades están preparadas para un evento de las características de la cumbre del G-20. No ayudó la polémica en torno a las agresiones que hinchas de River Plate provocaron a jugadores del Boca Juniors el pasado 24 de noviembre, que motivó la cancelación de la final de la Copa Libertadores y que causó perplejidad por la falta de previsión y seguridad que rodeó al superclásico del fútbol argentino. Tres semanas antes, Patricia Bullrich, ministra de Seguridad del Ejecutivo de Mauricio Macri, había afirmado: “Si tenemos un G-20, ¿no vamos a ser capaces de dominar un River-Boca?” La frase se viralizó en las redes y provocó todo tipo de memes: “Dice [Angela] Merkel que el G-20 mejor lo hagamos por Skype”.

Foto: El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed Bin Salman, a su llegada a Buenos Aires. (Reuters)

“No podemos seguir así, gastando más de lo que tenemos”, afirmó el presidente Mauricio Macri a comienzos de septiembre. El peso acababa de desplomarse –ha perdido la mitad de su valor frente al dólar en los últimos meses– y el FMI terminaba por evitar el default con un inédito préstamo por 50.000 millones de dólares. Entre las drásticas medidas de ajuste impulsadas por Macri, éste redujo a la mitad su gabinete: diez ministerios, entre ellos Trabajo y Cultura, fueron absorbidos por otras carteras. El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, anunció que en 2019 deben ahorrarse 6.000 millones de dólares.

El país se enfrenta a la crisis económica y financiera, la escalada de la inflación y el aumento del desempleo mientras las tarifas de los servicios públicos y del transporte siguen subiendo. Es en este escenario que, inevitablemente, buena parte de la sociedad argentina cuestiona la oportunidad de albergar la primera cumbre del G-20 que se organiza en Sudamérica y segunda en América Latina, tras la de México de 2012. El Gobierno de Macri, por su parte, asegura que tanto las reuniones preparatorias como la propia cumbre le están dando gran visibilidad internacional a Argentina, lo que ayudará a la pretendida reinserción del país en la economía global, uno de los grandes objetivos proclamados por el gobierno.

placeholder El francés Emmanuel Macron camina junto a Mauricio Macri rumbo a una rueda de prensa conjunta en la Casa Rosada, el 29 de noviembre de 2018. (EFE)
El francés Emmanuel Macron camina junto a Mauricio Macri rumbo a una rueda de prensa conjunta en la Casa Rosada, el 29 de noviembre de 2018. (EFE)

Una cumbre "austera"

Lo cierto es que el Gobierno argentino ha gastado, según la información facilitada por la Casa Rosada, 112 millones de dólares (unos 98 millones de euros) en organizar esta cumbre; de ellos, además de los 43 millones en seguridad, 40 millones se destinaron a servicios de catering, obsequios –especialmente escogidos, poco austeramente, por la primera dama, Juliana Awada- , limpieza y traducciones; 17 millones se gastaron en las reuniones previas a la cumbre; y 12 millones se dedicarán al pago de los salarios de las personas implicadas en la organización.

El Gobierno macrista asegura que es una cumbre “austera”, algo que resulta difícil de evaluar dado que anteriores organizadores de la cumbre no detallaron sus cuentas, salvo en el caso de Alemania que, para organizar el evento en Hamburgo el año pasado, afirmó haber gastado 90 millones de dólares. Para poner en contexto las cifras, la prensa local publicó que, en 2015, las elecciones presidenciales costaron unos 53 millones de dólares. No parece, entonces, que se trate de una cumbre excesivamente austera y menos en tiempos en los que un gobierno se siente en la necesidad de recortar a la mitad el número de sus ministros –por no hablar de las drásticas reducciones del gasto social–.

En Buenos Aires, los servicios de tren y subte (metro) han sido suspendidos y los de autobuses, limitados; algunas calles del centro y de las zonas de la costanera donde estarán los líderes mundiales que han venido a la cumbre estarán cercados, inclusive, para el tránsito de peatones; y también un aeropuerto, el Aeroparque, permanecerá cerrado estos días. Las dificultades para transitar en la ciudad serán tales que el Gobierno optó por declarar "día de asueto" (no laborable) este viernes, para evitar el caos en el tránsito y facilitar las medidas de seguridad previstas para esta jornada.

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Las organizaciones sociales hicieron en estos días la Semana de Acciones Fuera G20-FMI, una anti-cumbre con mesas redondas que cuestionan la agenda que se discutirá en estos días en la cumbre, y que gira en torno a tres temas fundamentales: el futuro del trabajo, las infraestructuras y la seguridad alimentaria. Muchos movimientos sociales se muestran profundamente críticos con el modelo de austeridad neoliberal que se viene implementando en Argentina y se movilizarán en la capital en la tarde de hoy. Entre muchas otras cosas, cuestionan la presencia del príncipe heredero Mohamed Bin Salmán, que se ampara en su inmunidad diplomática para escapar de las acusaciones por crímenes de guerra y torturas. La delegación argentina de Human Right Watch ha insistido en la oportunidad de abrir una investigación en su contra aprovechando su estadía en Buenos Aires.

Sea como fuere, comienzan hoy dos jornadas intensas en una cumbre que convoca a los ocho países más ricos del mundo, a la Unión Europea y a los países emergentes más influyentes. España, una vez más, acudirá como país invitado. La canciller alemana Angela Merkel será una de las asistentes con una agenda más apretada, con encuentros previstos con Macri, el presidente ruso Vladímir Putin, el chino Xi Jinping y el estadounidense Donald Trump. Este último promete ser algo áspero, no solo por la evidente falta de química entre ambos líderes sino también por las tensiones comerciales entre la UE y EEUU. También está previsto que la canciller se reúna con el primer ministro indio, Narendra Modi, y el jefe del Gobierno australiano, Scott Morrison. Fuentes oficiales alemanas han señalado que no está agendado un encuentro con el presidente francés, Emmanuel Macron, debido a que los que ambos mantienen son frecuentes y las reuniones como la del G20 deben aprovecharse para reunirse con líderes con los que el contacto es menor.

Pero el encuentro que más expectativas de todo tipo había generado, el de Trump y Putin, no tendrá lugar, al menos a priori, después de que el estadounidense lo anulase ayer vía Twitter debido a las tensiones en el mar de Azov y la incautación rusa de tres buques ucranianos con sus tripulaciones: "Dado que los buques y los marineros no han sido devueltos a Ucrania por Rusia, he decidido que lo mejor para todas las partes es que cancele la reunión prevista en Argentina con el presidente Vladímir Putin", escribió. Pero eso no ha despejado totalmente la incertidumbre: como ya ha quedado claro a estas alturas, con Trump nunca se sabe.

Desde ayer y hasta el domingo, buena parte de la Ciudad de Buenos Aires permanecerá prácticamente incomunicada a causa de la cumbre del G-20 que alberga la capital argentina este fin de semana. Un dispositivo que le ha costado a los argentinos 43 millones de dólares (unos 37,7 millones de euros), incluyendo compras de gases lacrimógenos y balas de gomas, a fin de de impedir altercados y contener y reprimir las protestas antiglobalización. Ocho hospitales de la capital están en alerta ante la “hipótesis de conflicto” que han barajado las autoridades, una poco afortunada metáfora militar que apunta a la posibilidad de que las manifestaciones terminen con episodios de violencia y represión policial.

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