Bombardear no es suficiente: EEUU busca una estrategia en Siria
Republicanos, demócratas, analistas, oenegés. Todo el mundo pide una estrategia, pero nadie tiene una. Estados Unidos parece condenado a transitar una línea muy fina en Siria
La palabra "quirúrgico", según el libro de propaganda militar de Estados Unidos, resuena desde el viernes en Washington, como si un cirujano hubiera sacado un quiste con un corte de bisturí. El cirujano sería Donald Trump, el bisturí un centenar de misiles y el paciente un país afectado por una guerra civil de siete años a varias bandas. La operación estaba clara: destruir tres instalaciones químicas del régimen sirio en respuesta al aparente uso de gas cloro el pasado 7 de abril. Pero ¿cuál es el tratamiento?
"Aplaudo al presidente por emprender una acción militar contra el régimen de Assad, y estoy agradecido a nuestros aliados británicos y franceses por unirse a nosotros en esta acción", declaró en Twitter el senador John McCain, uno de los republicanos más favorables al uso de la fuerza. Luego puso el dedo en la llaga, en la incógnita. "Para tener éxito en el largo plazo, necesitamos una estrategia comprensiva para Siria y para toda la región".
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La antigua viceconsejera de Seguridad Nacional de George W. Bush, Meghan O’Sullivan, tampoco está satisfecha con el bombardeo. "No creo que el ataque aclare la política de Estados Unidos", dijo a 'The New York Times'. Los líderes demócratas respondieron al unísono pidiendo una estrategia y exigiendo a Trump que no interviniera sin consultar al Congreso. "Hoy es un ataque en Siria. ¿Qué va a impedirle bombardear Irán o Corea del Norte la próxima vez?", declaró el senador de Virginia, el demócrata Tim Kaine.
Republicanos, demócratas, analistas, oenegés. Todo el mundo pide una estrategia, pero nadie tiene una. Estados Unidos parece condenado a transitar una línea muy fina en Siria: castigar al "Animal Asad", en palabras de Trump, pero sin provocar su caída, para no generar un incierto vacío de poder, ni dañar a los efectivos rusos o iraníes desplegados allí en apoyo a Assad.
De momento la política de Trump en Siria tiene dos pilares. El primer pilar busca destruir al grupo terrorista Daesh. Para ello Washington ha combinado bombardeos (que empezaron a finales de 2014, con Barack Obama) y un número creciente de tropas sobre el terreno. Ahora mismo, según el Pentágono, hay 2.000 efectivos estadounidenses apoyando a grupos afines y luchando contra el Daesh en el este del país.
El segundo objetivo es evitar que el dictador sirio, Bashar al Assad, utilice armas químicas. El expresidente Barack Obama se había mostrado indeciso al respecto: prometió actuar si se cruzaba esta "línea roja", pero cuando esta se cruzó, no hizo nada, y Rusia se metió como garante de que Assad renunciaría al uso de armas químicas. La Administración Trump, en cambio, sí respondió: bombardeó una base aérea siria como respuesta al uso de gas sarín, en 2017, y atacó tres instalaciones químicas tras el aparente uso de gas cloro la semana pasada. Ataques químicos que Siria y sus aliados han negado.
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El problema es que estos dos objetivos pueden resultar contradictorios: el presidente Trump expresó hace unos días el deseo de retirar esos 2.000 efectivos de Siria en los próximos meses. Pero el ataque aéreo del viernes y los que pueden suceder en el futuro, según ha dicho el presidente, aumenta el riesgo de enfangarse aún más en la guerra siria. Además, el bombardeo de 2017 fue celebrado en EEUU como un acto de justicia contra las acciones de Asad, pero no ha modificado ni su comportamiento ni el curso de la guerra.
El propio Donald Trump reconoció en su discurso del viernes por la noche que "ninguna cantidad de sangre o dinero americano puede llevar paz y seguridad duraderas al Medio Oriente". "Es una paz problemática. Intentaremos mejorarla, pero es una paz problemática”.
Mientras, la guerra siria continúa destruyendo el país y desestabilizando los países vecinos. Según cálculos de Naciones Unidas en 2016, el conflicto ha expulsado de Siria a unos cinco millones de refugiados. La nación que más refugiados sirios ha absorbido es Turquía, aproximadamente 2,7 millones. Luego Líbano, con 1,5 millones, y Jordania con entre 650.000 y un millón. La Unión Europea ha recibido en torno a medio millón, el 80% por vía marítima; Estados Unidos ha acogido menos de 20.000, la mayoría en 2016. En lo que va de año Washington solo ha aceptado a 11 refugiados.
El responsable de política humanitaria de Oxfam America, Noah Gottschalk, también exige a la Casa Blanca una estrategia. "El actual baño de sangre y crímenes de guerra en Siria son un duro recordatorio de que los civiles sirios necesitan nuestro apoyo más que nunca", declaró en un comunicado. "Pero a la Administración Trump todavía le falta una estrategia coherente para acabar realmente con el conflicto y en lugar de ello ha tratado de recortar la ayuda humanitaria y cerrar la puerta a los refugiados sirios".
El bombardeo a Siria ha vuelto a dejar claro que las profundas ramificaciones de la geopolítica tiran más que cualquier afinidad personal entre líderes. Donald Trump, que ha elogiado innumerables veces a su homólogo ruso, Vladímir Putin, y que aún estos días ha hablado de "llevarse bien" con Rusia, vuelve a notar el peso de la púrpura, la inercia de mandar en Oriente Medio.
El comandante en jefe ha intentado aprovechar este momento para ganar algo de popularidad e incluso ha recuperado esa vieja frase victoriosa: "Misión cumplida". Unas palabras ensuciadas por el expresidente George W. Bush, que las reivindicó al poco de empezar su guerra de Irak, como si 15 años después el país árabe no siguiera sumido en un conflicto sin salida clara.
El ataque también ha podido servir a los otros dos aliados: Reino Unido y Francia. Londres ha devuelto el apoyo vocal que Estados Unidos le ha brindado en su último lance diplomático con Rusia, a quien se acusa de envenenar al exespía Sergei Skripal en suelo británico. Aunque la oposición laborista ha considerado el bombardeo "legalmente cuestionable".
El presidente francés, Emmanuel Macron, llevaba meses preparando a la opinión pública para una posible intervención en Siria como respuesta al uso de armas químicas. Este ataque lo acercaría más a Donald Trump, con quien ha desarrollado una buena sintonía. Macron visitará Washington a finales de mes y en mayo se reunirá con la otra parte, el presidente Vladímir Putin. La extrema derecha y la izquierda francesas han criticado los bombardeos.
El Gobierno ruso convocó una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU y ha acusado a Estados Unidos, Francia y Reino Unido de violar la legalidad internacional. Moscú ha prometido represalias, pero al mismo tiempo ha dado señales de que el bombardeo no ha sido una afrenta gravísima. Ha reconocido que sus posiciones no han sido afectadas y el parlamento ruso esperará a la semana que viene para estudiar una respuesta.
Los que sí estarían manos a la obra son los soldados rusos de internet. Según el Pentágono, la actividad de los 'troles' rusos en las redes sociales ha aumentado un 2.000% en las últimas 24 horas.
La palabra "quirúrgico", según el libro de propaganda militar de Estados Unidos, resuena desde el viernes en Washington, como si un cirujano hubiera sacado un quiste con un corte de bisturí. El cirujano sería Donald Trump, el bisturí un centenar de misiles y el paciente un país afectado por una guerra civil de siete años a varias bandas. La operación estaba clara: destruir tres instalaciones químicas del régimen sirio en respuesta al aparente uso de gas cloro el pasado 7 de abril. Pero ¿cuál es el tratamiento?