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¿'Ecologeta' de libro? El enredado viaje en coche eléctrico de la secretaria de Energía de EEUU
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Bloquean un cargador con uno de gasolina

¿'Ecologeta' de libro? El enredado viaje en coche eléctrico de la secretaria de Energía de EEUU

Jennifer Granholm, secretaria de Energía de EEUU, quería conocer de primera mano cómo era viajar en un eléctrico por el país. La ruta de cuatro días por varios estados no acabó como se esperaba, pues su séquito trató de preparar el terreno

Foto: El Cadillac Lyriq fue uno de los eléctricos usados por la secretaria de Energía. (GM)
El Cadillac Lyriq fue uno de los eléctricos usados por la secretaria de Energía. (GM)

Desde hace casi 20 años, el término ecologeta se ha hecho un hueco creciente en redes sociales, en las conversaciones de la gente e, incluso, en los medios de comunicación. Aunque atribuida, por contraposición, a los calificados como negacionistas, palabra revitalizada en los últimos tiempos y comúnmente vinculada con ideologías conservadoras, de extrema derecha o trumpistas, se ha convertido en la forma más directa de definir lo que muchos estiman un "ecologismo hipócrita". Es decir, la defensa de ideas sobre ecología, sostenibilidad y protección del planeta que, en muchos casos, conducen a políticas y legislaciones locales, estatales o globales muy restrictivas o encarecedoras, pero que contrastan con las acciones de quienes precisamente las promueven y, por tanto, más ejemplo deberían dar.

Quienes acuñaron y emplean el término sitúan en el olimpo de lo ecologeta a la joven activista sueca Greta Thunberg o al multimillonario estadounidense George Soros, entre otros, pero en ese club hay sitio ya para un presidente de Gobierno que predica lo sostenible y después realiza un uso masivo del avión oficial o el helicóptero a la menor ocasión. Sin dar nombres. O para una ministra de Transición Ecológica, defensora del coche eléctrico y la bicicleta, que llega a una reunión en Valladolid pedaleando los últimos 900 metros del trayecto mientras varios coches de su escolta, todos con motor de combustión, circulan a su alrededor. Cuando pides al consumidor que cambie de hábitos e invierta más en ser ecológico, parece lógico que te miren con lupa si obras de forma, cuanto menos, discutible.

La última nos llega de Estados Unidos, donde su secretaria de Energía, Jennifer Granholm, se ha visto envuelta en una polémica durante un viaje de cuatro días en coches eléctricos por la zona sureste del país, exactamente entre Charlotte, en Carolina del Norte, y Memphis, en Tennessee. Una ruta organizada durante el verano para demostrar, precisamente, el crecimiento de la infraestructura de recarga y su compatibilidad con los viajes de los usuarios que se van pasando al vehículo de batería. La propia Granholm, gobernadora de Michigan en el pasado durante dos mandatos consecutivos, es una entusiasta de los eléctricos y tiene actualmente como coche familiar un Ford Mustang Mach-E.

placeholder El Chevrlet Bolt EUV fue uno de los tres coches eléctricos utilizados en la ruta por carretera.
El Chevrlet Bolt EUV fue uno de los tres coches eléctricos utilizados en la ruta por carretera.

La secretaria de Energía, que en la crisis financiera de 2008 fue clave para la salvación de la industria de automoción local con su apoyo decidido a los grandes del sector, se ha embarcado ahora en el impulso a los vehículos sin emisiones, y su deseo de promocionar el coche eléctrico le llevó a compartir ruta con sus colaboradores por una de las regiones donde peor ha pintado siempre la cosa. Porque la distribución de las estaciones en el país es muy desigual, y frente a la alta densidad de postes en California, por ejemplo, otros lugares son auténticos desiertos para la recarga, como Virginia Occidental, un estado que hoy cuenta solo con 11 puntos de carga ultrarrápida, pese a estar a tiro de piedra de Washington DC, la capital.

Su séquito practicó el 'ICEing'

La caravana de coches eléctricos de Granholm y su equipo estaba compuesta por un Cadillac Lyriq, un Chevrolet Bolt EUV y un Ford F-150 Lightning, acompañados durante los cuatro días por vehículos de apoyo y escolta... con motor de gasolina. Todo marchaba sin problemas, o al menos solo con los problemas habituales causados por la escasez de estaciones y la lentitud de recarga eléctrica de algunas de ellas, pero la cosa cambió cuando la comitiva planeaba su siguiente escala en Grovetown, un barrio a las afueras de August (Georgia). La avanzadilla comprobó que, en el lugar previsto, uno de los cuatro cargadores se encontraba averiado y que otros dos estaban ocupados, y decidieron bloquear la única plaza libre, estacionando un coche para guardar el sitio ante la inminente llegada de la secretaria de Energía. Nada debía salir mal, debieron pensar los asesores de Granholm.

Pero pocos minutos después el que llegaba a la estación era un vehículo eléctrico, ocupado por una familia con bebé, con la intención de recargar su batería en esa calurosa jornada veraniega. Al comprobar que la única plaza libre se encontraba ocupada realmente por un vehículo de combustión, y que el conductor federal del mismo se negaba a moverlo de allí, el usuario decidió llamar a la policía y denunciar el hecho. Pero, curiosamente, el agente de la oficina del sheriff desplazado hasta el lugar nada pudo hacer para solucionar la situación: las leyes de Georgia no contemplan el caso, y en ese estado no está prohibido aparcar un vehículo no eléctrico en una plaza reservada a la recarga de eléctricos. Al parecer, la situación es tan frecuente en el país que esa conducta incívica ha recibido nombre: ICEing, derivado del término ICE (internal combustion engine).

placeholder Un Ford F-150 Lightning recarga su batería en un poste público en Estados Unidos.
Un Ford F-150 Lightning recarga su batería en un poste público en Estados Unidos.

Sin embargo, cuando los tres coches eléctricos llegaron por fin a Grovetown, el personal del Departamento de Energía que acompañaba a la secretaria Granholm puso remedio al problema, enviando algunos de sus vehículos a cargadores más lentos, a la espera de que los rápidos quedasen libres. Eso, no obstante, no hizo más que poner de manifiesto el problema de la recarga en esa zona del país, donde hay pocas estaciones, escasean las de carga rápida y hay muchas que no funcionan correctamente. Si el viaje de la secretaría de Energía tenía como objetivo demostrar que los viajes en coche eléctrico ya eran posibles, el tiro había salido por la culata.

Cada vez más urgente

La situación preocupa a los fabricantes de automóviles eléctricos, que han invertido ingentes cantidades de dinero en desarrollar los vehículos que los políticos les han marcado, pero que ahora suelen tener problemas de movilidad cuando sus propietarios emprenden viajes por carretera. De hecho, muchas marcas están adoptando la tecnología de recarga de Tesla para avanzar en la solución, ya que la firma de Elon Musk es, por ahora, la única que ha demostrado garantizar recargas rápidas en los principales corredores del país. Además, el propio Gobierno de EEUU está invirtiendo 7.500 millones de dólares (6.980 millones de euros) en infraestructura pública, pues es esa la parte que más preocupa a los americanos que conducen coches eléctricos, que normalmente residen en casas donde la recarga sí es sencilla, pues la proporción de vivienda unifamiliar es allí mayoritaria.

Además, en Estados Unidos empiezan a crecer de forma notable las ventas de vehículos eléctricos: en lo que va de año, las matriculaciones de BEV (battery electric vehicle) son aproximadamente un 60% superiores a las del mismo periodo en 2022, suponiendo ya un 7,1% del mercado total durante el primer semestre, frente al 4,9% del ejercicio anterior. Y como la red de recarga no parece crecer por ahora al mismo ritmo, los cuellos de botella podrían multiplicarse, como acaba de comprobar la secretaria de Energía: "Necesitamos más cargadores de alta velocidad, sobre todo en el sur", declaraba a los periodistas que formaban parte de la caravana eléctrica.

placeholder La secretaria de Energía, Jennifer Granholm, en un reciente acto en Puerto Rico. (EFE/Thais Llorca)
La secretaria de Energía, Jennifer Granholm, en un reciente acto en Puerto Rico. (EFE/Thais Llorca)

Por último, los consumidores estadounidenses siguen denunciando que faltan cargadores rápidos, los únicos útiles cuando viajas, y que mientras la velocidad máxima de carga de los últimos coches eléctricos lanzados sí es muy superior a la de antes, en la red de carga siguen instalados muchos postes de baja potencia, que ya no permiten aprovechar esa celeridad de los vehículos en reponer la electricidad en su batería.

Por no hablar de la falta de fiabilidad de los cargadores y el excesivo número de averías. Un estudio reciente de J.D. Power concluía que los conductores de vehículos eléctricos que no son Tesla se marchaban de la estación de carga sin realizar la operación en un 20% de los casos, ya fuese por exceso de ocupación o porque no funcionaban correctamente. De ahí que la Administración Biden haya incorporado una condición extra a los operadores de recarga eléctrica pública si desean beneficiarse de las ayudas federales: que el punto de carga haya estado operativo, como mínimo, el 97% del tiempo.

Desde hace casi 20 años, el término ecologeta se ha hecho un hueco creciente en redes sociales, en las conversaciones de la gente e, incluso, en los medios de comunicación. Aunque atribuida, por contraposición, a los calificados como negacionistas, palabra revitalizada en los últimos tiempos y comúnmente vinculada con ideologías conservadoras, de extrema derecha o trumpistas, se ha convertido en la forma más directa de definir lo que muchos estiman un "ecologismo hipócrita". Es decir, la defensa de ideas sobre ecología, sostenibilidad y protección del planeta que, en muchos casos, conducen a políticas y legislaciones locales, estatales o globales muy restrictivas o encarecedoras, pero que contrastan con las acciones de quienes precisamente las promueven y, por tanto, más ejemplo deberían dar.

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