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Deja de contarle a todo el mundo a qué te dedicas: puede ser una liberación
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COMPETICIÓN DE ESTATUS

Deja de contarle a todo el mundo a qué te dedicas: puede ser una liberación

Responde a la típica pregunta "¿a qué te dedicas?" con aplomo y trata de dejar más espacio para el resto de tu vida

Foto: Foto: Israel Andrade/Unsplash.
Foto: Israel Andrade/Unsplash.
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Cuando sales a cenar, o con tus amigos o en las gradas viendo el partido de fútbol, esta es siempre la segunda pregunta, si no la primera: "¿A qué te dedicas?". "Es como hablar del tiempo", dice Zac Boller, un ciudadano de Seattle de 45 años. Algunos nos aferramos a nuestros trabajos como si de una balsa salvavidas se tratara, convencidos de que son lo que hace que merezca la pena hablar con nosotros. Otros soltamos la pregunta porque es fácil, un tema de cháchara aceptable, o porque hemos dejado que nuestro trabajo nos robe tanto tiempo que no tenemos espacio para nada más.

Son innumerables los momentos en los que, aunque estemos lejos de la oficina, muchos de nosotros seguimos poniendo nuestro trabajo ante todo. Una profesional del marketing de Texas me contó que le preguntaron en qué trabajaba mientras estaba en lo alto de los árboles en un circuito de tirolinas, con el arnés puesto.

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¿Qué pasaría si no nos presentásemos con nuestra identidad profesional? Al principio, "es incómodo", opina Jon Levy, anfitrión de una serie de cenas en las que los invitados no pueden revelar a qué se dedican durante los primeros 90 minutos. Al llegar, algunos comensales nerviosos evitan el vino y recurren a conversaciones banales sobre, por ejemplo, la ortografía de sus nombres.

Pero, al final, el grupo es como una pandilla de viejos amigos de campamento, cuenta, unidos por la vulnerabilidad compartida de completar una tarea juntos —preparan la cena— y el hecho de que no pueden caer en los rutinarios guiones de "¿a qué te dedicas?" que han estado perfeccionando durante años.

Son muchas las interacciones que esconden una competición de estatus bajo la superficie. Liberados del uso de empleos como descriptores, "no hay que jugar a ese juego. Todo el mundo puede maravillosamente ser uno mismo", afirma Levy.

Foto: Foto: Unsplash/Yolk Coworking.
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“Ya no había nada de mi vida”

En su día a día, a Levy le gusta responder a la inevitable pregunta "¿a qué te dedicas?" con una frase autocrítica o una broma, por ejemplo, contestando que su vocación es hacer sombrillitas para cócteles tropicales. Sostiene que la broma rompe la rutina de la charla convencional, desarma a la gente y hace que se abran más. Ashley J. Hobbs consiguió una vez que un chico que conoció en una fiesta se alejara de ella después de que le contara en qué trabajaba. Trabajar en tecnología educativa en Maryland no era ni inapropiado ni ofensivo, pero no parecía ser lo que él, empleado del Capitolio, consideraba valioso, cuenta.

Prometió no ser nunca así, que no basaría la valía de alguien en su empleo. Sin embargo, en los últimos años, se ha dado cuenta de que su actividad en las redes sociales se había visto superada por las conversaciones sobre su trabajo, ahora como productora de pódcast. Constantemente, promocionaba el último episodio de su programa o publicaba un vídeo en el que aparecía recogiendo premios. Atrás quedaban los vídeos divertidos de su abuela.

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"Ya no había nada de mi vida", explica esta mujer de 37 años que vive en Rahway, Nueva Jersey. Borró su cuenta principal de Twitter, donde había acumulado unos 5.000 seguidores, y eliminó las menciones a su carrera de todas las biografías de sus perfiles, excepto de LinkedIn. Afirma que se siente liberada al no tener que ser Ashley, la productora de pódcast, en todo momento, tanto en internet como en la vida real.

Aun así, admite que le preocupan las oportunidades a las que está renunciando por no pregonar sus logros, por no tratar sus redes sociales y su vida como "una gran valla publicitaria que diga: 'Eh, contrátame".

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Pregúntame, por favor

Durante años, Kate Bernyk se lanzaba inmediatamente con la pregunta "¿a qué te dedicas?" cuando conocía a alguien, porque quería que le preguntaran. Su trabajo, en el ámbito de la comunicación para grupos activistas y el Gobierno, era como su personalidad, además de ser lo que impresionaba a los demás.

Foto: EC Diseño.

"Me sentía muy ansiosa por darlo a conocer para que nadie se preguntara: '¿Quién es esta idiota?", admite. Cuando por fin le tocaba responder, se sentía aliviada. Tuvo que conseguir —y luego dejar— un trabajo que le provocaba ataques de pánico para romper el ciclo. Aceptó un trabajo de menor categoría y peor pagado y, de repente, tuvo tiempo libre. Empezó a bordar, a viajar sola y a escribir ensayos personales.

Hoy en día, pregunta a la gente que conoce: "¿A qué dedicas tu tiempo libre?" o "¿Qué te hace feliz?". "Tuve que empezar a vivir una vida fuera del trabajo para tener algo de lo que hablar", dice. El peligro de estar demasiado apegado. No es intrínsecamente malo que tu trabajo sea la columna vertebral de tu identidad. Pronunciar nuestros títulos puede recordarnos nuestro impacto e infundirnos orgullo y confianza. Alicia Smyth, que trabaja en la industria aeroespacial y vive en Port Orange, Florida, está encantada de hablar de su trabajo.

Foto: La profesión más deseada a nivel mundial sería la de piloto (Remitly)

"Es la prueba de lo que he hecho con mi vida", dice Smyth, la primera de su familia en ir a la universidad. Pero los trabajos rara vez son para siempre, sobre todo en el panorama económico actual. Muchos de los mismos trabajadores del sector tecnológico que utilizaban los nombres de sus empresas —Facebook, Google— como sinónimo de éxito, y que sus padres también mencionaban a sus amigos, se enfrentan ahora a despidos.

Según Jen Dary, que asesora a líderes de ingeniería y jefes de producto, se sienten traicionados por sus antiguos jefes. Después de decirles que fueran al trabajo con todo su ser y de asegurarles que su empresa era como una familia, a muchos trabajadores los han dejado de lado de forma despreocupada, a menudo despedidos con un correo electrónico genérico. Buscan nuevos trabajos en los que la relación laboral sea menos íntima, afirma. Incluso los que quedan en pie pueden sentirse a la deriva cuando sus empresas pierden brillo.

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A la hora de hacer presentaciones, Dary recomienda hablar de las aficiones y la familia, y añadir el trabajo como último pensamiento. Puedes decir: "En mi trabajo diario..." o "La forma en que pago mis facturas es...". "Siempre tienes la opción —añade— de decir: 'Soy más que mi trabajo".

Desde que fue despedido repentinamente hace una década, Ed Baldwin ha pasado a presentarse por su campo, los recursos humanos, y a omitir su título y el nombre de su empresa.

No hay que atarse a esas cosas, afirma Baldwin, de Nashua, Iowa. Todo, desde el prestigio de los altos cargos hasta la facilidad de tener un círculo muy unido de amigos del trabajo, puede desaparecer fácilmente. "Ese es el peligro —añade— en ese tipo de enredo".

*Contenido con licencia de The Wall Street Journal

Cuando sales a cenar, o con tus amigos o en las gradas viendo el partido de fútbol, esta es siempre la segunda pregunta, si no la primera: "¿A qué te dedicas?". "Es como hablar del tiempo", dice Zac Boller, un ciudadano de Seattle de 45 años. Algunos nos aferramos a nuestros trabajos como si de una balsa salvavidas se tratara, convencidos de que son lo que hace que merezca la pena hablar con nosotros. Otros soltamos la pregunta porque es fácil, un tema de cháchara aceptable, o porque hemos dejado que nuestro trabajo nos robe tanto tiempo que no tenemos espacio para nada más.

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