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El autor que te hará odiar el trabajo: así son los tres pilares del 'workismo'
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"Es como una religión, el centro de tu vida"

El autor que te hará odiar el trabajo: así son los tres pilares del 'workismo'

Derek Thompson, un famoso periodista estadounidense, publica un libro en el que aborda cómo en su país la cultura laboral está hibridada en la sociedad como si fuera una creencia religiosa

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Todo el mundo tiene fe en algo. Aunque es un hecho que el número de creyentes en el mundo occidental está retrocediendo, eso no quiere decir que el ser humano ha evolucionado tanto como para dejar de lado un espíritu marcadamente religioso. La sociedad del consumo y los avances en tecnología ha hecho que pongamos el foco en otras cosas. Al fin y al cabo, muchas de las cosas que poseemos ahora podrían ser vistas como mágicas no hace tantos años: el hecho de que esté tan estandarizado algo como la videollamada que permite conectarte con gente desde una punta del mundo a otra en otras épocas sería impensable.

¿Qué hay del trabajo? ¿Cómo se relacionan ambos aspectos de la vida humana en nuestro tiempo? En Estados Unidos, una nación con una cultura laboral mucho más férrea que la mediterránea, se está empezando a hablar del "workism" (o "workismo" en español) a raíz de la publicación de un libro de Derek Thompson, periodista de The Atlantic, que analiza cómo el trabajo en sí mismo ha sustituido la función de dotar de sentido e identidad al individuo, que antes cumplía la religión. Más en una época en la que la autoexplotación está tan en boga, pues en muchos casos si no tienes trabajo debes inventártelo.

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El "workismo", según Thompson, es "la creencia de que el trabajo no tiene que ver solamente con la mera producción económica, sino que se ha convertido el centro de la identidad de las personas y su proyecto vital". Evidentemente, ya en el Mayo del 68, movimientos de izquierda como el situacionismo entendieron tanto el tiempo de trabajo como el tiempo libre parte de una misma alienación vital. Es decir, no solo es el tiempo que pasamos produciendo, sino también qué hacemos con la franja de horas que el horario laboral nos deja, y que en mayor medida están dedicadas a consumir, sea productos concretos y tangibles, como también tendencias sociales o contenidos televisivos propios de la industria del espectáculo.

Ocio y negocio

"El declive de la fe tradicional en Estados Unidos ha coincidido con una explosión de nuevos ateísmos", asegura Thompson. "Algunos rinden culto a la belleza, otros a identidades políticas y otros al cuidado de sus hijos. Pero todo el mundo cree en algo. Y el 'workismo' está entre las más potentes opciones al congregar a un montón de personas". Según él, la cultura laboral del país se ha mezclado con elementos de otras religiones como el budismo. "La felicidad significa hoy en día encontrar un equilibrio entre los negocios y el ocio", asegura en su libro, On Work: Money, Meaning, Identity, reseñado en un reciente artículo de la web de empleo Fast & Company.

El trabajo "incrementa la ansiedad académica entre niños y adolescentes y empeora el estrés por la economía de los adultos"

Si recurrimos a la etimología, "ocio" proviene de la palabra romana "otium", que era la que usaban para referirse a ese conjunto de actividades que no estaban dirigidas a la supervivencia o manutención. "Negocio", en este sentido, es la negación del "otium", el hecho de pensar en un medio para conseguir dinero o algún tipo de recompensa. Partiendo de esta asociación de ideas, lo que Thompson plantea como un problema, concebir la felicidad como ese equilibrio entre tiempo libre y tiempo de trabajo, no es tan malo y se basa en un principio aristotélico que cree que la virtud está en el medio. Sin embargo, cuando es el propio concepto de "felicidad" lo que se antoja como algo impositivo (algo a fin de cuentas inalcanzable, verlo como una meta), esa dualidad no encontrará nunca el equilibrio.

El "workismo" actúa en tres ejes o tiene tres pilares. En primer lugar, "que la gente crea que el trabajo le puede proveer de lo que antes le proveía la religión", que "las empresas y compañías creen un sentido de comunidad entre sus clientes" (algo que viene sucediendo desde bastante tiempo con productos o mercados sofisticados como puede ser Apple y la telefonía móvil), y que "el hecho de sentir devoción por tu trabajo te haga ser más productivo y aporte un significado a tu vida". Así, en un plano individual "el 'workismo' incrementa la ansiedad académica entre niños y adolescentes, empeora el estrés por la economía de los adultos, genera jornadas laborales desastrosas por la obligación de trabajar a todas horas en los empleados" y, en último término, "exacerba la sensación de soledad entre los jubilados".

Las (des)virtudes del trabajo

Evidentemente, todo esto suena obvio: desde que somos pequeños se nos administra la cultura del esfuerzo y de hacer una carrera o prepararnos para un oficio que sea rentable, que tenga unas expectativas sólidas de mantenerse en el tiempo y generar ingresos. Obviamente, el trabajo está íntimamente relacionado con el papel que tenemos que desarrollar en la sociedad, como una contraprestación por un bien o un servicio que otros necesitan y tú puedes otorgar. Más lúcido es el análisis que realiza el autor David Graeber de aquellos empleos que están despojados de una utilidad, los bullshit jobs, en los que las cotas de precarización y ansiedad laboral son más altas entre sus trabajadores.

Foto: Mason, este martes ante la fachada del Reina Sofía. (Foto: Joaquín Cortés/Román Lores. Museo Reina Sofía)

Pero lo que Thompson se refiere, así a simple vista, es la moral que ha despuntado en los últimos años entre los popes tecnológicos y compañías de alta tecnología, centralizadas en Silicon Valley, las cuales exacerban los valores de trabajar con ellas a la par que los valores de consumir sus productos. Y esto también forma parte de la idiosincrasia laboral de Estados Unidos. "La cultura de mi país se centra demasiado en el trabajo, somos uno de los únicos países de la OCDE sin bajas por enfermedad o permisos parentales a nivel nacional", afirma en la web de empleo.

Todo el mundo tiene fe en algo. Aunque es un hecho que el número de creyentes en el mundo occidental está retrocediendo, eso no quiere decir que el ser humano ha evolucionado tanto como para dejar de lado un espíritu marcadamente religioso. La sociedad del consumo y los avances en tecnología ha hecho que pongamos el foco en otras cosas. Al fin y al cabo, muchas de las cosas que poseemos ahora podrían ser vistas como mágicas no hace tantos años: el hecho de que esté tan estandarizado algo como la videollamada que permite conectarte con gente desde una punta del mundo a otra en otras épocas sería impensable.

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