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Cuanto más suban las pensiones, más viejos nos jubilaremos: la realidad de la manta corta
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Cuanto más suban las pensiones, más viejos nos jubilaremos: la realidad de la manta corta

Cuando hace frío, si tenemos una manta que no nos llega para cubrirnos de la cabeza a los pies, tenemos que elegir... Eso, o bien un poquito de ambas partes

Foto: Sería maravilloso que el dinero cayera del cielo... (EFE)
Sería maravilloso que el dinero cayera del cielo... (EFE)

"La mayor partida en pensiones de la democracia", presumía ayer el Gobierno en Twitter tras presentar su proyecto de Presupuestos. Un mensaje que van a poder reutilizar cada año, durante unas cuantas décadas, porque así seguirá sucediendo. Cada ejercicio, la partida será mayor y mayor y mayor. Irá creciendo como el famoso chicle kilométrico. Bum, bum, bum, bum, bummer.

Una noticia que sería fantástica, sin duda, si el dinero cayera del cielo. O pudiéramos imprimirlo en casa. Pero no. ¿Y ese mayor gasto en pensiones, que además se acelera este año al ligarlo a la subida del IPC, de dónde sale? Aquí es donde nos encontramos con la cruda realidad de la teoría de la manta corta.

Foto: El secretario de Estado de la Seguridad Social, Octavio Granado (Efe)

Cuando hace frío, si tenemos una manta que no nos llega para cubrirnos de la cabeza a los pies, tenemos que elegir: o dejamos que se nos congele la parte superior o la parte inferior. Eso, o bien un poquito de ambas partes. Esto último sería lo que, en el terreno de la jubilación, se conoce como pacto intergeneracional por las pensiones, que consiste en buscar un equilibrio entre los mayores y los trabajadores actuales y futuros.

Un pacto que, quizá sin que muchos de uno y otro lado lo sepan, ahora mismo está prácticamente roto. Los jubilados no están dispuestos a perder poder adquisitivo y, por eso, en cuanto volvió la inflación con la salida de la crisis, se lanzaron a la calle porque no podían consentir que el precio del gas, los medicamentos o la electricidad subieran más que su nómina pública. Como es lógico, pidieron tirar de la manta hacia su lado. Y los políticos no han dudado en hacerlo con fuerza, en la antesala de un superaño electoral, ante el enorme coste que les puede suponer.

[Sigue la guerra de ofertas para los planes de pensiones: ¿cómo elegir?]

Pero para cubrir sus cabezas, los pies se han quedado a la intemperie entre los cotizantes actuales. Especialmente quienes están más lejos de la edad de retiro, que ya ven muy cerca las dos orejas al lobo: primero, con las ya anunciadas subidas de impuestos; y segundo, con medidas como la reconocida ayer desde Trabajo y que poco a poco irán llegando: retrasar todavía más la edad de jubilación. Es decir, trabajar durante más tiempo, cobrando menos.

No piensen que esto es por culpa de los políticos españoles, que son unos corruptos y derrochadores, no se trata de un problema local. La mayoría de países de nuestro entorno atraviesan situaciones similares, por el invierno demográfico que ya respiramos, y progresivamente han ido postergando el retiro. Por no hablar de otros un poco más lejanos, como Rusia, que lo hizo 5 años de golpe...

El problema añadido de España es que la situación demográfica todavía es peor que entre nuestros vecinos, por lo que lo lógico es pensar que la presión fiscal y laboral sobre el cotizante actual irá en aumento. Y, precisamente, dado que el colectivo cercano al retiro cada vez será más numeroso, también crecerá su capacidad de presión, por el mayor volumen de votantes. Este gráfico lo deja muy claro:

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Hoy, menos viejos que jóvenes, pero en 2050 serán el doble

Ante este escenario, se hacen imprescindibles medidas por parte del Gobierno que favorezcan realmente el ahorro para la jubilación. Y no se trata de dar ventajas fiscales a productos financieros concretos, como los planes de pensiones, sino de ayudar a las generaciones que están más lejos de la jubilación a invertir una parte de sus ingresos si realmente quieren jubilarse sin perder poder adquisitivo. Quizá sea una de las pocas formas de alargar la manta.

Pero, de momento, ni siquiera se han atrevido a mandar la carta que deberían habernos enviado a cada uno a nuestra casa, indicándonos la pensión que nos correspondería, tal como se comprometieron por ley en 2014. Si ni siquiera nos quieren mostrar la realidad que nos espera a largo plazo, más difícil aún será que pongan en marcha las medidas necesarias para empezar a arreglarla.

Mientras tanto, quien no quiera depender de la pensión pública, que empiece a invertir cuanto antes. Y cuánto más joven mejor, para poder tolerar con más tranquilidad los altibajos de los mercados financieros y poner el paso del tiempo, el interés compuesto, de nuestra parte.

"La mayor partida en pensiones de la democracia", presumía ayer el Gobierno en Twitter tras presentar su proyecto de Presupuestos. Un mensaje que van a poder reutilizar cada año, durante unas cuantas décadas, porque así seguirá sucediendo. Cada ejercicio, la partida será mayor y mayor y mayor. Irá creciendo como el famoso chicle kilométrico. Bum, bum, bum, bum, bummer.

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