Metro cede a la Fundación Hispano Judía un edificio en el centro de Madrid por 23,5M
Metro de Madrid ha adjudicado a la Fundación Hispano-Judía la cesión, durante 30 años, de un edificio de su propiedad situado en la calle Castelló 21, en pleno barrio de Salamanca
Metro de Madrid ha adjudicado a la Fundación Hispano-Judía la cesión, durante 30 años, de un edificio de su propiedad situado en la calle Castelló 21, en pleno barrio de Salamanca, una de las zonas más cotizadas de Madrid a nivel inmobiliario.
La fundación, una entidad sin ánimo de lucro que actualmente preside David Hatchwell Altaras, director general de la socimi Excem, y cuyo vicepresidente y antiguo presidente es el exministro de Justicia y exalcalde de Madrid Alberto Ruiz-Gallardón, pagará por dicha cesión 23,52 millones de euros, a razón de un canon mensual de 60.000 euros al mes.
Un edificio vacío desde hace años, pero que, en un futuro no muy lejano, podría albergar el ansiado museo judío, ya que desde hace años la Fundación Hispano-Judía lleva buscando un edificio en el que poder instalar dicho museo. De hecho, como figura en su web, el objetivo principal de la fundación es la apertura de un museo judío en Madrid que sirva "para dar a conocer a la sociedad española y a los turistas internacionales la milenaria historia del pueblo judío, y con ello contribuir mediante la educación al establecimiento de puentes que fomenten el conocimiento mutuo y estrechen la colaboración entre la cultura de habla hispana y el mundo judío".
Este objetivo se frustró en el verano de 2020, cuando el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, dio carpetazo a la cesión durante 50 años del codiciado edificio de Prado 30, okupado en el pasado por el colectivo La Ingobernable, al no haberse cumplido los requerimientos de documentación. Aquel edificio fue cedido finalmente por Almeida el año pasado a Isabel Díaz Ayuso para la construcción de un centro de salud.
Un canon mensual de 60.000 euros al mes
Metro de Madrid convocó el pasado mes de febrero un concurso para que ceder el uso del inmueble y devolver esta subestación eléctrica abandonada a la vida como espacio cultural o museo.
Tal y como recoge el pliegue del concurso, el adjudicatario podrá explotar este edificio de 2.000 metros cuadrados (2.021 metros, exactamente), pagando un canon de 60.000 euros al mes: un canon mínimo de licitación de 59.464 euros al mes, IVA excluido, un canon anual de 713.580 euros y un canon total a 27 años de 19,3 millones, a pagar durante 30 años, que es lo que dura la concesión, si bien se contempla una carencia de tres años.
Una vez adjudicado, se cumpliría el deseo de Metro de Madrid de poder abrir en esas instalaciones un espacio cultural o, incluso, un museo, para poder recuperar de esta manera espacios históricos y convertirlos en espacios culturales, como ha hecho en otros inmuebles sin uso de su propiedad, como la Nave de Motores de Pacífico, que ahora alberga una exposición permanente sobre la historia de Metro de Madrid.
"Se recuperará una joya del patrimonio histórico del suburbano. Ahora queremos que se convierta en un espacio educativo que pueda albergar exposiciones, certámenes o incluso se pueda convertir en un museo", declaraba el pasado mes de febrero a El Mundo David Pérez, consejero de Transportes de la Comunidad de Madrid, propietaria en última instancia del inmueble. "Metro ha potenciado la cultura desde hace años, surgieron los museos de la Nave de Motores, Chamberí, Caños del Peral y el vestíbulo de Pacífico. Esto no responde a un impulso puntual o algo circunstancial, sino que es el resultado de la continuación de una idea latente desde hace tiempo", recogían los pliegos del concurso.
Es decir, el futuro concesionario deberá acometer determinadas inversiones para la puesta a punto del edificio. Así se recoge también en el pliego. Metro pondrá a disposición del cesionario el inmueble "en el estado en el que se halla, siendo por su cuenta y riesgo la ejecución de las obras necesarias para su explotación. El cesionario también debe asumir el abono de cualquier impuesto, tasa o gravamen que fueran de aplicación al inmueble o a la ejecución de la obra o al ejercicio o desarrollo de su actividad, así como la realización de las labores de conservación, limpieza, mantenimiento y seguridad de las diferentes edificaciones de la parcela".
Inversión inicial para su puesta a punto
Y añade que "la explotación del inmueble se realiza a riesgo y ventura de los cesionarios, asumiendo estos plenamente los riesgos empresariales inherentes a su negocio". Y es que, la falta de uso del edificio, desafectado de la explotación ferroviaria y en desuso, está produciendo una serie de desperfectos que pueden incluso afectar a un futuro uso del mismo, reconoce Metro de Madrid, que cuando sacó el concurso reconocía que no tenía previsto su utilización a corto, medio y largo plazo.
Metro de Madrid también exige a los licitadores cierta solvencia. En concreto, un volumen anual de negocios mínimo de un millón de euros "para garantizar la solvencia económica del adjudicatario". Metro de Madrid cuenta con 120 subestaciones eléctricas distribuidas por varias zonas de Madrid, que dotan de energía al suburbano madrileño, permitiendo así que los trenes puedan circular y las estaciones den el servicio adecuado (luminaria, escaleras mecánicas, ascensores, torniquetes, etcétera).
Obra de Antonio Palacios
El edificio de Castelló 21 fue diseñado por Antonio Palacios en el año 1922 —autor también del famoso rombo de Metro— y es una de las primeras subestaciones eléctricas de la compañía. La subestación dejó de funcionar a finales de los años setenta y en los ochenta se convirtió en un gimnasio gratuito para los empleados de Metro. Se trata de un edificio histórico y algunos de sus elementos están protegidos, como la fachada principal, la fachada de otra de las naves y una escalera interior.
De hecho, se trata de un edificio industrial con uso dotacional cultural muy poco habitual en una zona, en pleno corazón de uno de los distritos más caros de la capital y donde los edificios a la venta, precisamente para levantar viviendas, son especialmente codiciados.
"Se construyeron dos subestaciones, una en el barrio Salamanca (1923), en la calle Castelló, y otra en el barrio Quevedo (1926), en la calle Olid. La primera se inserta en el tejido urbano del Ensanche, en una parcela entre medianeras, y asume la apariencia de un bloque más de viviendas, con la misma dignidad que sus construcciones vecinas. Por tratarse de un edificio en altura y por la composición de huecos y el tratamiento de los volúmenes, se corresponde a una tipología residencial más que a una industrial. En este caso, el uso real queda enmascarado por una fachada que resulta equívoca", recoge, en La arquitectura industrial de Antonio Palacios. Estudios de casos y perspectivas de futuro, Susana Olivares Abengozar.
La subestación eléctrica de Catelló 21 era, según Metro de Madrid, "esencial para el funcionamiento de la red. Se modernizó trasladándose a una ubicación cercana donde quedó soterrada con un equipamiento totalmente renovado y mucho más compacto. En consecuencia, el edificio pasó a ser un mero contenedor de material en desuso que fue desmontado en fases sucesivas, estando completamente vacío en la actualidad y sin condiciones para poder prestar un servicio a la infraestructura, origen y motivo por el que fue construido en tiempos en los que las subestaciones eran edificaciones sobre rasante, que ocupaban un importante volumen construido. Dicha tipología industrial ha quedado completamente superada hoy en día".
Metro de Madrid ha adjudicado a la Fundación Hispano-Judía la cesión, durante 30 años, de un edificio de su propiedad situado en la calle Castelló 21, en pleno barrio de Salamanca, una de las zonas más cotizadas de Madrid a nivel inmobiliario.