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El museo judío (Hatchwell y Gallardón) puja por un edificio de Metro tras fallar La Ingobernable
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CESIÓN A 30 AÑOS POR 60.000 EUROS AL MES

El museo judío (Hatchwell y Gallardón) puja por un edificio de Metro tras fallar La Ingobernable

La Fundación Hispano-Judía es una entidad sin ánimo de lucro que actualmente preside David Hatchwell (Excem) y cuyo vicepresidente es Alberto Ruiz-Gallardón

Foto: Fachada del edificio de Metro de Madrid en la calle Castelló 21. (Google Maps)
Fachada del edificio de Metro de Madrid en la calle Castelló 21. (Google Maps)

Su ubicación es inmejorable. En la calle Castelló 21, en pleno barrio de Salamanca y a escasos metros del parque del Retiro. Aunque a simple vista un viandante podría pensar que tras su fachada y balcones se esconde un edificio de viviendas, lo cierto es que nada más lejos de la realidad: se trata de un inmueble industrial que esconde las entrañas de una de las subestaciones eléctricas más antiguas de Metro de Madrid.

Un edificio vacío desde hace años, pero que, en un futuro no muy lejano, podría albergar el ansiado museo judío, que desde hace años lleva buscando instalar en Madrid la Fundación Hispano-Judía, una entidad sin ánimo de lucro que actualmente preside David Hatchwell Altaras, director general de la socimi Excem, y cuyo vicepresidente y antiguo presidente es el exministro de Justicia y exalcalde de Madrid Alberto Ruiz-Gallardón. De hecho, en las últimas semanas, se ha podido ver al propio Hatchwell entrando en este edificio, un inmueble cuyo cambio de uso a viviendas se barajó en el pasado.

La fundación estuvo a punto de instalar su museo en Prado 30, okupado por La Ingobernable

La fundación, como figura en su web, tiene como objetivo principal la apertura de un museo judío en Madrid que sirva "para dar a conocer a la sociedad española y a los turistas internacionales la milenaria historia del pueblo judío, y con ello contribuir mediante la educación al establecimiento de puentes que fomenten el conocimiento mutuo y estrechen la colaboración entre la cultura de habla hispana y el mundo judío".

Un objetivo que se frustró en el verano de 2020, cuando el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, dio carpetazo a la cesión durante 50 años del codiciado edificio de Prado 30, okupado en el pasado por el colectivo La Ingobernable, al no haberse cumplido los requerimientos de documentación. Aquel edificio fue cedido finalmente por Almeida el año pasado a Isabel Díaz Ayuso para la construcción de un centro de salud. Ahora, dos años después, según la documentación consultada por El Confidencial, la fundación está a punto de conseguir su objetivo al presentar la mejor oferta al concurso convocado por Metro de Madrid el pasado mes de febrero, para que alguien se encargase de devolver esta subestación eléctrica abandonada a la vida como espacio cultural o museo.

Sin embargo, según la información consultada por este diario, la Fundación Hispano-Judía deberá realizar varias subsanaciones en la documentación administrativa de la oferta presentada y que afectan a la firma de la documentación. Por otro lado, según fuentes cercanas a Metro de Madrid consultadas por El Confidencial, la adjudicación definitiva podría producirse en cuestión de días.

Un canon mensual de 60.000 euros al mes

Tal y como recoge el pliegue del concurso, el adjudicatario podrá explotar este edificio de 2.000 metros cuadrados (2.021 metros, exactamente), pagando un canon de 60.000 euros al mes: un canon mínimo de licitación de 59.464 euros al mes, IVA excluido, un canon anual de 713.580 euros y un canon total a 27 años de 19,3 millones, a pagar durante 30 años, que es lo que dura la concesión, si bien se contempla una carencia de tres años. Según los pliegos, el concurso tiene un valor estimado sin impuestos de 19,26 millones de euros, 23,31 millones, impuestos incluidos, con una duración de 30 años —con tres años de carencia—.

Una vez adjudicado, se cumpliría el deseo de Metro de Madrid de poder abrir en esas instalaciones un espacio cultural o, incluso, un museo, para poder recuperar de esta manera espacios históricos y convertirlos en espacios culturales, como ha hecho en otros inmuebles sin uso de su propiedad, como la Nave de Motores de Pacífico, que ahora alberga una exposición permanente sobre la historia de Metro de Madrid.

placeholder La ubicación del inmueble. (Google Maps)
La ubicación del inmueble. (Google Maps)

"Se recuperará una joya del patrimonio histórico del suburbano. Ahora queremos que se convierta en un espacio educativo que pueda albergar exposiciones, certámenes o incluso se pueda convertir en un museo", declaraba el pasado mes de febrero a El Mundo David Pérez, consejero de Transportes de la Comunidad de Madrid, propietaria en última instancia del inmueble. "Metro ha potenciado la cultura desde hace años, surgieron los museos de la Nave de Motores, Chamberí, Caños del Peral y el vestíbulo de Pacífico. Esto no responde a un impulso puntual o algo circunstancial, sino que es el resultado de la continuación de una idea latente desde hace tiempo", recogían los pliegos del concurso.

Tanto los expertos consultados como el propio Metro de Madrid reconocen lo elevado del canon. De hecho, en los pliegos del concurso, la empresa pública dice que "30 años se estima que es el periodo de explotación necesario para poder garantizar la amortización de la inversión para poder acondicionar el inmueble para su explotación", al tiempo que añade que, al ser de uso dotacional, de vocación de servicio al ciudadano, "no debe considerarse prioritariamente bajo la óptica de la rentabilidad, como ocurre con otros. Por ello, se ha optado por un periodo de explotación de 30 años, al considerar que la importante cantidad de inversión que se ha de acometer requiere un largo periodo de retorno, por ser el nivel de ingresos en estos usos, normalmente, muy inferior al que se contempla para los usos lucrativos".

Es decir, el futuro concesionario deberá acometer determinadas inversiones para la puesta a punto del edificio. Así se recoge también en el pliego. Metro pondrá a disposición del cesionario el inmueble "en el estado en el que se halla, siendo por su cuenta y riesgo la ejecución de las obras necesarias para su explotación. El cesionario también debe asumir el abono de cualquier impuesto, tasa o gravamen que fueran de aplicación al inmueble o a la ejecución de la obra o al ejercicio o desarrollo de su actividad, así como la realización de las labores de conservación, limpieza, mantenimiento y seguridad de las diferentes edificaciones de la parcela".

Inversión inicial para su puesta a punto

Y añade que "la explotación del inmueble se realiza a riesgo y ventura de los cesionarios, asumiendo estos plenamente los riesgos empresariales inherentes a su negocio". Y es que, la falta de uso del edificio, desafectado de la explotación ferroviaria y en desuso, está produciendo una serie de desperfectos que pueden incluso afectar a un futuro uso del mismo, reconoce Metro de Madrid, que cuando sacó el concurso reconocía que no tenía previsto su utilización a corto, medio y largo plazo.

Metro de Madrid también exige a los licitadores cierta solvencia. En concreto, un volumen anual de negocios mínimo de un millón de euros "para garantizar la solvencia económica del adjudicatario". Metro de Madrid cuenta con 120 subestaciones eléctricas distribuidas por varias zonas de Madrid, que dotan de energía al suburbano madrileño, permitiendo así que los trenes puedan circular y las estaciones den el servicio adecuado (luminaria, escaleras mecánicas, ascensores, torniquetes, etcétera).

El adjudicatario deberá pagar un canon mensual de 60.000 euros, unos 23 millones en 30 años

El edificio de Castelló 21 fue diseñado por Antonio Palacios en el año 1922 —autor también del famoso rombo de Metro— y es una de las primeras subestaciones eléctricas de la compañía. La subestación dejó de funcionar a finales de los años setenta y en los ochenta se convirtió en un gimnasio gratuito para los empleados de Metro. Se trata de un edificio histórico y algunos de sus elementos están protegidos, como la fachada principal, la fachada de otra de las naves y una escalera interior.

De hecho, se trata de un edificio industrial con uso dotacional cultural muy poco habitual en una zona, en pleno corazón de uno de los distritos más caros de la capital y donde los edificios a la venta, precisamente para levantar viviendas, son especialmente codiciados.

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"Se construyeron dos subestaciones, una en el barrio Salamanca (1923), en la calle Castelló, y otra en el barrio Quevedo (1926), en la calle Olid. La primera se inserta en el tejido urbano del Ensanche, en una parcela entre medianeras, y asume la apariencia de un bloque más de viviendas, con la misma dignidad que sus construcciones vecinas. Por tratarse de un edificio en altura y por la composición de huecos y el tratamiento de los volúmenes, se corresponde a una tipología residencial más que a una industrial. En este caso, el uso real queda enmascarado por una fachada que resulta equívoca", recoge, en La arquitectura industrial de Antonio Palacios. Estudios de casos y perspectivas de futuro, Susana Olivares Abengozar.

La subestación eléctrica de Catelló 21 era, según Metro de Madrid, "esencial para el funcionamiento de la red. Se modernizó trasladándose a una ubicación cercana donde quedó soterrada con un equipamiento totalmente renovado y mucho más compacto. En consecuencia, el edificio pasó a ser un mero contenedor de material en desuso que fue desmontado en fases sucesivas, estando completamente vacío en la actualidad y sin condiciones para poder prestar un servicio a la infraestructura, origen y motivo por el que fue construido en tiempos en los que las subestaciones eran edificaciones sobre rasante, que ocupaban un importante volumen construido. Dicha tipología industrial ha quedado completamente superada hoy en día".

Su ubicación es inmejorable. En la calle Castelló 21, en pleno barrio de Salamanca y a escasos metros del parque del Retiro. Aunque a simple vista un viandante podría pensar que tras su fachada y balcones se esconde un edificio de viviendas, lo cierto es que nada más lejos de la realidad: se trata de un inmueble industrial que esconde las entrañas de una de las subestaciones eléctricas más antiguas de Metro de Madrid.

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