Es noticia
Quevedo, el escritor canallita que desahució a su archienemigo e inspiró a Shakira
  1. España
  2. Madrid
DUELOS Y PIQUES LITERARIOS

Quevedo, el escritor canallita que desahució a su archienemigo e inspiró a Shakira

Odiado por muchos y admirado por otros, Quevedo fue capaz de llevar el arte del insulto en verso a otro nivel. En sus 64 años de vida, sembró el odio en un barrio de Madrid, llamó coja a la cara a una reina y desahució a Góngora

Foto: El escritor, poeta y político español, Francisco Gómez de Quevedo. (Getty Images/Hulton Archive)
El escritor, poeta y político español, Francisco Gómez de Quevedo. (Getty Images/Hulton Archive)

El pluriempleo era ya algo común en pleno Siglo de Oro español. Francisco Gómez de Quevedo dio buena cuenta de ello. El escritor no solo destacó con las letras, también desarrolló su carrera como político, militar e incluso como espía en Venecia. Sin embargo, su fama ha llegado a nuestros días por ser capaz de llevar el arte del insulto en verso a otro nivel. En sus 64 años de vida logró sembrar el odio en un barrio de Madrid, llamar coja a la cara a una reina, siéndolo él también, inspirar a artistas como Shakira y desahuciar a su archienemigo, Luis de Góngora, sin ningún tipo de remordimiento.

Quevedo supo hacer suyo el dicho de que hay solamente una cosa en el mundo peor que hablen de ti, y es que no hablen de ti. Recién estrenado el siglo XVII, la corte del rey Felipe III se trasladaba de Madrid a Valladolid, debido a una orden oficial publicada el día anterior. El monarca no se marchó solo. Junto a él fue la crème de la crème de la época. Los artistas eran conscientes de que cerca del rey había más posibilidades de encontrar algún mecenas. Quevedo no quiso ser menos. Sin pensárselo mucho, cogió las maletas y se fue junto al Pisuerga, donde permaneció hasta el regreso de la Corte a su ciudad natal, intentando hacerse un hueco en el mundo de las letras. No se le ocurrió mejor forma que metiéndose con otro escritor, casi veinte años mayor que él y con más experiencia, que no dudó en entrar al trapo.

La rivalidad entre los dos genios parece ser que comenzó por unos versos satíricos de Francisco que ridiculizaban otros del cordobés sobre el río Esgueva, según relata Javier Pérez Castilla en libro Madrid en la literatura. Este poema abrió la veda a años de insultos, ironías y metáforas despectivas que han llegado hasta nuestros días. Góngora criticaba la afición a las tabernas del madrileño, al que apodó como Quebebo, y le tildaba de mal poeta: "Musa que sopla y no inspira", llegó a afirmar. Quevedo, en cambio, respondía metiéndose con su físico con sonetos tan famosos como el de "Érase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa, érase una alquitara medio viva, érase un peje espada mal barbado".

El pique entre los dos escritores fue in crescendo, hasta que un día Quevedo cruzó la raya acusando a Góngora de ser judío, uno de los mayores desprecios en una época en la que la Inquisición merodeaba a sus anchas. "Yo te untaré mis obras con tocino, porque no me las muerdas, Gongorilla, perro de los ingenios de Castilla, docto en pullas, cual mozo de camino. Apenas hombre, sacerdote indino, que aprendiste sin christus la cartilla; chocarrero de Córdoba y Sevilla, y, en la Corte, bufón a lo divino", escribió el poeta madrileño.

Foto: Dibujo del Teatro Callejero enviado por Mundet.

Esta contienda literaria tiene su origen en las distintas corrientes estéticas de las que bebían cada uno. Quevedo, que tenía tan solo un año cuando Góngora publicó su primer poema, era conceptista. Este movimiento literario defiende la premisa de lo bueno, si es breve, dos veces bueno y prioriza el contenido frente a la forma. "Poderoso caballero es don Dinero", es una de las letrillas satíricas del escritor que mejor reflejan este estilo.

En cambio, el cordobés era culteranista, otra subcorriente del Barroco que se caracteriza por usar formas poéticas enrevesadas, basadas en abundantes y complicadas metáforas como refleja en su poema A un sueño: "Varia imaginación que, en mil intentos, a pesar gastas de tu triste dueño, la dulce munición del blando sueño, alimentando vanos pensamientos". Las rimas de Quevedo eran muy fáciles de memorizar y, en muchas ocasiones, se convertían en las comidillas del momento; mientras que las de Góngora estaban dirigidas a un público más culto, con acceso a cierto nivel de educación, algo muy complicado en una sociedad en la que la mayoría de la gente era analfabeta.

Foto: Castañas asadas en el centro de Madrid (EFE/Rodrigo Jiménez)

Con el paso de los años, el rifirrafe entre Quevedo y Góngora fue mucho más allá de un mero intercambio de versos. Tras viajar por Granada, Salamanca, Cuenca y Toledo, Góngora alquiló una casa en la calle del Niño, actual calle Quevedo, en el Barrio de las Letras. No le tuvo que salir muy barata, ya que escribió sobre ella: "He alquilado una casa que, en el tamaño es dedal y, en el precio, plata".

En su nueva vida en la Villa y Corte, el autor de Las Soledades dilapidó gran parte de su fortuna. Quevedo se enteró de la situación de debilidad y adquirió la vivienda. No contento con su proeza, aprovechó el primer impago de su archienemigo para desahuciarle. Hay un poema que cuenta la hazaña y que asegura que el escritor conceptista tuvo que "desengongorar" la casa quemando libros de Garcilaso para tapar el olor de su adversario. "Con tufo tan vil de Soledades, que para perfumarlas y desengongorarla de vapores tan crasos, quemó como pastillas Garcilasos: pues era con tu vaho el aposento, sombra del sol y tósigo del viento", rezan los versos. A los meses de ser desahuciado, Góngora regresó a su Córdoba natal, donde finalmente acabó muriendo en la pobreza.

Góngora no fue el único que tuvo algún que otro encontronazo con Quevedo. Los vecinos de la madrileña calle del Codo también tuvieron que hacer frente al peculiar carácter del escritor. El autor de El Buscón tenía la costumbre de orinar de vez en cuando allí, sobre todo después de frecuentar las tabernas de la zona. Los residentes en este vecindario pusieron en marcha una serie de medidas para evitar que esto ocurriese. Una de ellas fue poner una cruz con una inscripción que decía "Donde hay una cruz no se orina". Cuando el escritor vio semejante consejo decidió responder a los vecinos con su característico ingenio, asegurando que "donde se orina no se ponen cruces".

El calambur que inspiró a Shakira

Sin embargo, hubo un día donde cruzó la raya. Cuenta la leyenda que Francisco de Quevedo se apostó con unos amigos que tenía el valor suficiente como para llamar "coja" a la reina Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV. El escritor utilizó su perspicacia y se acercó a la reina con un clavel blanco en una mano y una rosa roja en la otra y le dio a elegir entre las dos flores con el calambur más famoso de la historia de España: "Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja".

Este juego de palabras, que hizo a Quevedo ganar su apuesta, consiste en modificar el significado de una palabra o frase, agrupando de distinto modo sus sílabas. La figura literaria que coronó al escritor del Siglo de Oro como el rey de calambur ha inspirado en las últimas décadas a artistas como Shakira, quien este año lo utilizó en su sesión junto al argentino Bizarrap en la ya conocida estrofa que dice "tiene nombre de persona buena... Clara-mente no es como suena".

El escritor no siempre se salió con la suya. En 1620, la caída del Duque de Osuna, uno de sus más fieles aliados, le llevó al destierro en La Torre de Juan Abad, en Ciudad Real.

Foto: El depósito elevado del Canal de Isabel II. (Cedida) Opinión

Cuando Felipe IV llegó al poder se le levantó el castigo y volvió a hacer de las suyas por las calles de Madrid. Aunque una supuesta conspiración con Francia terminó con Quevedo de nuevo en la cárcel, esta vez en León. Realmente se desconoce el motivo exacto por el cual el escritor acabó otra vez en prisión. Algunos historiadores hablan de un complot, mientras que otros lo atribuyen a sus comentarios mordaces contra el poder establecido.

En 1643 quedó libre y regresó a Ciudad Real, en concreto a Villanueva de los Infantes, donde falleció el 8 de septiembre de 1645. "El que quiere de esta vida todas las cosas a su gusto, tendrá muchos disgustos", escribió Quevedo. Una cita que resume a la perfección el paso por Madrid de uno de los autores más brillantes de la literatura española, recordado más allá de por su peculiar carácter, por su ingenio y su capacidad para la sátira.

El pluriempleo era ya algo común en pleno Siglo de Oro español. Francisco Gómez de Quevedo dio buena cuenta de ello. El escritor no solo destacó con las letras, también desarrolló su carrera como político, militar e incluso como espía en Venecia. Sin embargo, su fama ha llegado a nuestros días por ser capaz de llevar el arte del insulto en verso a otro nivel. En sus 64 años de vida logró sembrar el odio en un barrio de Madrid, llamar coja a la cara a una reina, siéndolo él también, inspirar a artistas como Shakira y desahuciar a su archienemigo, Luis de Góngora, sin ningún tipo de remordimiento.

Noticias de Madrid Historia
El redactor recomienda