El mapa de los castañeros de Madrid: así se reparten los 74 puestos por la capital
Comienza el momento de los cartuchos y los fuegos. Estamos habituados a verlos en la vía pública, pero ¿cómo se logra una licencia? ¿Cómo se distribuyen por la ciudad?
"¡Han puesto las bebidas de Navidad en Starbucks!", exclama un grupo de jóvenes antes de cruzar hacia Callao. Los eventos canónicos que marcan el paso de festividad parecen haber cambiado. Sin embargo, para muchos lo tradicional sigue ganando. De hecho, mientras los jóvenes se emocionaban con la idea de su café de nombre interminable y en inglés, una pareja esperaba tras el humo del carbón: "Ya hay castañas".
Los 74 puestos ambulantes de Madrid preparan sus cartuchos y fuegos para inaugurar una temporada que termina cuando desmontamos el árbol de Navidad. Los transeúntes ya lo saben y muchos de estos puestos llevan tantos años que tienen hasta clientela fiel. Sin embargo, su estancia en la vía pública no solo depende de ellos.
Según la última relación de situados aislados en vía pública publicada por el Ayuntamiento de Madrid en febrero de este año, de esos 74, el 68,91% de los puestos tiene una licencia prorrogada. Por su parte, el 28,38% ha sido autorizado y un 2,07% queda vacante.
En cuanto a su distribución, la mayor concentración de puestos se encuentra en el distrito centro, donde se sitúan el 12,16% (9 puestos). Le siguen otros como Chamartín (7) y Tetuán (7), con un 9,45%. Aun así, los castañeros aseguran que cada vez hay menos puestos y que en ocasiones se mantienen por la tradición.
Abrir un puesto de castañas clásico no es sencillo, ya que el número de establecimientos está determinado por el Ayuntamiento. Así, si alguien quiere tener su propio puesto, lo primero que debe conocer es el procedimiento para "situados aislados en la vía pública". Esta modalidad de venta implica la ocupación de un espacio en la calle de forma habitual u ocasional que se engloba dentro de los puestos de enclave fijo y carácter no desmontable cuando su instalación pueda permanecer fija durante todo el periodo de autorización. Lo mismo aplica para los puestos de churros, helados, venta de melones y sandías o hasta flores y plantas.
"Esto ya no es desmontable", dice uno de los castañeros de los puestos del distrito centro mientras hace sonar la estructura de chapa negra y amarilla. Él abre desde noviembre e intenta apurar la temporada, pero conoce bien la estacionalidad del sector. Mantiene el puesto por tradición y lleva más de 60 años con él, renovando año a año la licencia.
Así, estos puestos están regulados bajo el marco de la Ordenanza Municipal Reguladora de la Venta Ambulante, de 27 de marzo de 2003. Aunque los encontremos en otoño y los despidamos una vez acabada la Navidad, su actividad está autorizada desde el 1 de noviembre hasta el 1 de mayo. "Pero la castaña no dura", asegura Pilar. Esta castañera regenta el puesto familiar que mantienen desde hace más de 30 años y recuerda cuando los cartuchos se montaban con los periódicos que sobraban en el kiosco de al lado.
Además, esta familia tiene una churrería, de la que vive, pero mantienen el puesto por tradición. "Cuando llegues a mi edad, más de la mitad de las cosas que existen habrán desaparecido", dice con pena al pensar en el número de puestos que se veían antes, mientras defiende la labor de mantener costumbres como las que transmiten estos puestos.
Al margen de las plazas que concede el Ayuntamiento, entre los requisitos que deben seguir Pilar y el resto de compañeros del sector está el tener carnet de manipulador de alimentos, de vendedor ambulante y hasta seguro de responsabilidad civil.
Estas son algunas condiciones comunes en este sector y que se cumplen a nivel nacional. De hecho, en un paseo de castañas por España, el olor de estos frutos secos inunda de otra forma las calles de algunas ciudades. Mientras el distrito Centro de Madrid cuenta con 9 puestos (0,06 por cada 1.000 habitantes), ciudades como Málaga alcanzan los 15 (0,18 por cada 1.000 habitantes) para el mismo distrito. Cerca de la cifra madrileña se encuentra Ciutat Vella, el centro de Barcelona, que cuenta con 7 (0,08 por cada 1.000 habitantes).
Eso sí, todos tienen en común una opinión respecto al precio. "Hemos tenido que subirlo 50 céntimos", cuentan los castañeros del distrito centro. Aseguran que es consecuencia directa de la subida generalizada de los precios y, en concreto, de la fruta asada en sí. Aunque muchos han diversificado su oferta añadiendo maíz o algodón de azúcar, indican que no se han visto en la necesidad de cambiar nada más del modelo de negocio. "Las manzanas de caramelo o la batata siempre han estado", confirma Pilar.
Un 'castañazo' de precio
Desde 2019, de acuerdo a los datos publicados por Mercamadrid, el precio del kilo ha pasado de rondar los tres euros a sobrepasar los cuatro euros en enero de este año. "Todo ha subido, pero la cosa es que haya castañas", reclama Pilar. La temporada de este fruto seco cada vez se acorta más y, como cualquier otro cultivo, se ha visto afectada por el cambio climático.
De hecho, la cantidad de sacos con los que pueden contar ahora mismo determina este corto periodo de venta. Al final, esto termina afectando también a la temporada de apertura de los puestos. "Puedes intentar alargar hasta mayo, otra cosa es que se pueda", añade la castañera.
Así, el mercado madrileño de la castaña nacional coloca en el ránking de venta desde 2019 a 2023 a las procedentes de Cáceres (más de 6.300.000 kilos). Seguido por Ourense (más de 2.730.000) y Ávila (más de 2.100.000). En 2023, hasta septiembre, se han vendido más de 166.000 kilos por valor de 1,2 millones de euros.
Las castañas internacionales también se han colado entre los fuegos, ya que durante 2019 y 2020 China vendió hasta 73.390 kilos, y en febrero de este año se comercializaron 2.240 de castaña turca, según los datos publicados por Mercamadrid.
Vengan de donde vengan, los castañeros siguen con su trabajo. "¿Me das un paquete de 12?", "Ponme uno de 18", "¿Me puedo llevar 30?". Son las siete de la tarde y, en cuestión de tres minutos, ya han pasado cuatro personas y dos familias por el puesto. "Tal vez se lo enseñaron sus abuelos, pero la gente joven sigue acercándose. En cuanto las hueles, ya las tienes en la cabeza", apunta el castañero, mientras una de las castañas del montón estalla por el calor.
"¡Han puesto las bebidas de Navidad en Starbucks!", exclama un grupo de jóvenes antes de cruzar hacia Callao. Los eventos canónicos que marcan el paso de festividad parecen haber cambiado. Sin embargo, para muchos lo tradicional sigue ganando. De hecho, mientras los jóvenes se emocionaban con la idea de su café de nombre interminable y en inglés, una pareja esperaba tras el humo del carbón: "Ya hay castañas".
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