Las fotos que recuerdan cómo los madrileños de los años 20 imitaban la moda 'british' y de París

El Archivo de la Comunidad de Madrid, que se encuentra depositado en las instalaciones de la antigua fábrica de cervezas El Águila, en las proximidades de la estación de Atocha, almacena mucha de la historia vivida en nuestra ciudad. “Ahora tenemos casi 60 kilómetros de documentos, fechados desde 1330 hasta el presente. También contamos con más de dos millones de imágenes fotográficas”, comenta orgullosa Nieves Sobrino, de 55 años, comisaria de la muestra "Los 20 del XX".

Un garbeo por la capital que puede verse hasta principios de enero en la mencionada institución. La exposición se encarga de mostrar, a través de los fondos documentales de este archivo, cómo era la vida en el Madrid de hace un siglo. Cuando la capital se transforma en una de las metrópolis más estimulantes de Europa. A través de seis apartados diferentes, el proyecto penetra de forma.

Fondos que nos guían

“Una de las mayores dificultades que tiene hacer una exposición, un proyecto de este tipo, es seleccionar qué vas a poner en función también del espacio que tienes para montar esa muestra”, indica la también directora del Archivo Regional, que ha centrado este trabajo en cómo vivía la gente de hace 100 años, cómo era la vida de las personas de la década de los años 20: “No quisimos entrar en hechos históricos que cualquiera puede consultar en Wikipedia, en Internet, en cualquier publicación, sino que lo que queríamos era contar un poquito y mostrar cómo vivían nuestros antepasados de hace un siglo".

Entre los temas relevantes que había que mostrar se encontraba el de la mujer a lo largo de esta década, también la función de la educación. “Nos pareció importante la transformación urbanística que experimenta Madrid en ese momento, sobre todo porque esa transformación en su urbanismo permanece hoy en día y hace que la ciudad de hace 100 años sea perfectamente reconocible por nosotros, que vivimos un siglo después”, continúa con una explicación que también bucea en la innovación y el progreso.

“Y luego nos quedaron dos sectores que casi se fueron haciendo hueco ellos por sí mismos”, cuenta. Uno fue el ámbito de la prensa. “Nos dimos cuenta de la cantidad de periódicos y de revistas que surgen en esa época y el fácil acceso que tenía la gente a esos medios de comunicación, porque la mayor parte de ellos eran relativamente asequibles económicamente”.

Por último están los modos de vida. “Sigue habiendo pobreza, sigue habiendo desigualdad, sigue habiendo situaciones que nadie querría, pero empieza a verse, empieza a atisbarse que hay un cambio en la forma de vida, hay un cambio en la mejora de las condiciones laborales”, analiza de aquel momento, donde los propios fondos aparecen como guías, conduciendo a esos bloques temáticos.

Nuevas ideas y tendencias

Los años 20 sirven para que estas nuevas ideas y formas de pensar se vayan consolidando. “Digamos que va evolucionando a lo largo de todos los años”, sopesa Sobrina. “Sí hay un avance, pero sobre todo hay una consolidación que debería haber tenido luego una continuación en la década de los treinta”. Para la comisaria a nivel estético y arquitectónico, el Madrid de esa década se modela. Los nuevos edificios que se construyen tratan de imitar los grandes rascacielos norteamericanos.

“Entonces, por ejemplo, La Telefónica o el edificio del Palacio de la Prensa, que está en Callao, también en Gran Vía, son edificios que se diseñan y que se construyen siguiendo los modelos de los rascacielos que están empezando en esa década también en Estados Unidos, especialmente en Nueva York”, señala de estas dos construcciones, recordando como el primer arquitecto que estuvo a cargo del edificio de Telefónica, Juan Moya, firma un diseño que no llega a buen puerto.

“Ese proyecto finalmente no sale y la persona que se hace cargo del proyecto al final, Ignacio de Cárdenas, lo que hace es imitar los rascacielos norteamericanos”, destaca de una influencia norteamericana que también se podrá apreciar en el diseño de la ciudad universitaria, que comienza en los años 20”. Cuando comienza a plantearse el diseño de la ciudad universitaria, digamos que la Junta, la Comisión, intenta por todos los medios imitar los campus estadounidenses de las grandes universidades. Harvard, Yale, Columbia”, resalta de uno de los trazados que aún pervive cerca de Moncloa.

La imitación de lo 'british' y de la moda parisina

Otro elemento importante, que también es significativo dentro de la exposición, es la imitación por parte de la alta sociedad madrileña de todas las costumbres de ocio de la sociedad británica. “Quizá fuera por influencia de la reina, era Victoria Eugenia, que era de origen británico, o quizá porque en aquel momento se consideraba que lo british, si se me permite la expresión, era lo más”, apunta de aquellos momentos de inspiración. Algunas de esas modas que consiguen lograr importar serán la asistencia a carreras de caballos, que se hacían en el hipódromo que estaba en la Castellana, donde ahora están los nuevos ministerios.

“Y luego la moda, especialmente la moda femenina, es importantísima en esta década”, continúa explicando Sobrino. “Imita y sigue todas las tendencias y todas las novedades que hay, especialmente en París, que ya en ese momento empieza a ser un poco el foco importante”. La moda, aunque parezca una banalidad, según dice Sobrino, es uno de los símbolos de los años 20.

“Te puede gustar más o menos, pero la moda femenina lo que te está diciendo es que la vida ha cambiado, la forma de pensar ha cambiado, los vestidos se acortan, el pelo se corta. Ya no es un pelo que va con un moño antiguo, sino que las mujeres dicen no, no me lo corto y me dejo una melena con ondas”. Todo esto serán imitaciones de movimientos y tendencias que estaban ocurriendo en Europa y en Estados Unidos.

Un tesoro: madrileños en los 20

Por último, Sobrino pone en valor las colecciones con las que se ha confeccionado la exposición. De hecho, se nutre fundamentalmente de cuatro fondos. Uno de ellos es la colección Madrileños, luego están los fondos fotográficos de Gerardo Contreras y de Cristóbal Portillo y el cuarto fondo relevante es el de Nicolás María de Urgoiti y Achúcarro. “Hay documentos y fotografías de otros fondos, pero digamos que estos son los principales”, analiza la también conservadora jefe.

La colección Madrileños ha resultado fundamental. “Esta colección está formada por imágenes digitales de fotografías que los ciudadanos madrileños quisieron entregar hace más de quince años. Se hizo un proyecto para que todos aquellos ciudadanos que de forma particular quisieran entregar sus fotos pudieran hacerlo”, relata de aquella experiencia. “Se hizo una copia digital de esas imágenes y es lo que nosotros guardamos aquí en esta colección que llamamos madrileños, porque realmente estás recogiendo a los residentes de distintas épocas”.

Cuando comienza a formar el grueso de la exposición, comprobando el material con el que pueden disponer, llegan a la conclusión de que este archivo es una verdadera mina en estos años 20. “Y eso es muy raro, porque la fotografía entonces es un auténtico privilegio”, reflexiona. “Tener una cámara era un lujo y poder tener un poquito de dinero para un retrato, el día de tu boda o de tu hijo en una comunión o en cualquier otra actividad, era realmente raro”.

Es así como se consigue que gracias a todo este material, las fotografías, los fondos, los recuerdos de los madrileños, se pueda ver como era el ciudadano real de aquella época. En fotografías que a lo mejor incluso tú, tu familia todavía tiene de aquella época. “Estas nos muestra al madrileño real, al sereno, al peón y al albañil, al militar. Nos muestra la gente que estaba tomando un chato en una taberna, al señor de clase alta que va a un acontecimiento o está paseando con su familia”. En definitiva, una exposición que pone en valor al retratista anónimo, por encima de aquellos fotógrafos profesionales o de gente importante. Un proyecto hecho con mucha dedicación y cariño hacia el madrileño.