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El gremio que mejor conoce a los madrileños: "Un día fui a comer a un sitio porque vi que sacaban buena basura"
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LOS SECRETOS DE LA CAPITAL

El gremio que mejor conoce a los madrileños: "Un día fui a comer a un sitio porque vi que sacaban buena basura"

Los basureros que recogen los cubos de Madrid noche tras noche admiten que su trabajo, aunque denostado en ocasiones, tiene una parte sociológica: así saben cómo cambia la capital a partir de lo que se desecha

Foto: Dos operarios de recogida de residuos en la parte posterior de un camión de basura. (Europa Press/Jesús Hellín)
Dos operarios de recogida de residuos en la parte posterior de un camión de basura. (Europa Press/Jesús Hellín)

Fernando Moreno, de 44 años, va frenético por el centro de Madrid recogiendo cubos de diferentes colores llenos de bolsas. Corre esquivando todos los obstáculos detrás del camión de la basura para terminar cuanto antes. En las madrugadas, el centro sigue lleno de gente, lo que hace más difícil su trabajo. No es para menos. Los tres millones y medio de personas que residen en la capital tienen un impacto directo sobre el volumen de basura que se genera. En la ciudad se producen 1,2 millones de toneladas de residuos al año.

Cada habitante produce anualmente casi 370 kilos de desperdicios, según los últimos datos publicados por el Ayuntamiento de Madrid. Los distritos donde más residuos se acumulan por vecino son Centro, Villa de Vallecas y Moncloa-Aravaca, y donde menos, Arganzuela, Latina y Hortaleza.

placeholder La actuación de los basureros fue clave para mantener las calles limpias tras el paso de Filomena. (EFE)
La actuación de los basureros fue clave para mantener las calles limpias tras el paso de Filomena. (EFE)

Moreno lleva la mitad de su vida recogiendo basura en el centro. Se licenció en Historia, pero después de hacer el servicio militar en el 2000 se convirtió en una de las 70.000 personas que en España se dedican a la recogida de residuos no peligrosos. Nunca se ha arrepentido de su decisión y asegura que en su tiempo libre todavía sigue leyendo y colaborando con publicaciones locales.

Después de 23 años en el puesto, Moreno cuenta que ha desarrollado todo un superpoder: salvo el pescado, no huele la basura. Solo en los periodos de vacaciones, cuando se relaja con su familia, su olfato recupera la capacidad de percibir el olor que desprenden los camiones que recogen los residuos de la ciudad a la que va.

Foto: Zapata, con dos compañeros, entre ruta y ruta en el metro. (Cedida)

El historiador empieza su turno a las 23.00, cuando la gente se está yendo a dormir, en el parque de recogida de residuos La Resina. Ahí el camión pone rumbo hacia el distrito Centro, donde empieza el trabajo. “La gente está terminando de cenar y volviendo a casa mientras yo voy recogiendo todos los residuos. A veces siento que soy invisible porque muchos solo se dan cuenta de que no estamos cuando se acumula la basura”, afirma.

Corre por las calles porque su turno termina cuando acaba la tarea que tienen programada, por lo que cuanto más rápido hagan su trabajo, antes se pueden ir a descansar. Además, hay un segundo motivo para tanta prisa: tratar de molestar lo menos posible. “Quitamos a la gente lo que no quiere, pero hacemos ruido y producimos mal olor”, explica Moreno, para quien la velocidad a la que se trabaja y el alto volumen de residuos que pueden llegar a recoger en un día convierte el oficio en algo más duro y peligroso de lo que muchos imaginan.

placeholder Un operario desinfecta unos contenedores de basura. (EFE/Fernando Villar)
Un operario desinfecta unos contenedores de basura. (EFE/Fernando Villar)

Detrás del volante de uno de los camiones que van por el centro está Alba del Río, de 24 años. Su servicio solo se encarga del vidrio, por lo que su trabajo consiste en hacer recogida puerta a puerta de los cubos verdes y limpiar la zona. Su turno empieza a las 10 de la mañana para evitar causar mucho ruido y termina sobre las cinco de la tarde en el vertedero de Valdemingómez. Al día recoge una media de cuatro toneladas de residuos.

¿Cómo acaba una chica de 24 años conduciendo el camión de la basura del vidrio? Bueno, las circunstancias se fueron dando. Tras acabar el Bachillerato, lo primero que hizo Del Río fue sacarse el carnet de conducir. Poco después, unos conocidos le hablaron de las condiciones de trabajo que hay en el mundo de la recogida de residuos y se interesó por llegar a conducir uno de esos camiones grandes blancos y verdes. “Las dimensiones son un reto, impone sobre todo la altura”, dice. Ahora, se ve jubilándose en el camión.

Radiografía de Madrid desde su basura

La gente bebe mucho en esta ciudad, los días más tranquilos son los martes y los miércoles”, sostiene Del Río, a quien su trabajo le permite conocer los usos y costumbres del ciudadano con mucho detalle. Al fin y al cabo, si uno es lo que come y lo que tira, nadie está en mejor disposición de penetrar el alma de Madrid que quienes recogen los residuos. El trabajo de los basureros permite hacer un estudio sociológico de la ciudad.

La basura en los barrios más ricos de la ciudad, comentan, tiene más envases y cajas de pedidos, y pesa menos. Sin embargo, en barrios como San Cristóbal de los Ángeles pesa más y está mejor separada porque la gente más humilde produce más desechos orgánicos, explica Moreno.

Foto: José Manuel Galocha, afilador y dueño del taller de afilado y vaciado JMG, posa en su local del barrio de Carabanchel. (A. M. V.)
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El historiador va todavía más allá: “En el centro, los cubos son más pequeños y se produce más basura, por lo que la gente suele reciclar menos porque no tienen espacio en sus pisos para separarla bien”.

Pero los basureros no solo conocen a los madrileños. Por saber, saben incluso si un negocio va bien o mal: basta con fijarse en sus desechos. Por ejemplo, si un bar saca muchas cajas o envases al final de la noche, su caja será mejor que el restaurante que apenas tira una bolsita.

placeholder Trabajadores de la limpieza de Madrid participan en un homenaje a los sanitarios durante la pandemia. (EFE/Víctor Lerena)
Trabajadores de la limpieza de Madrid participan en un homenaje a los sanitarios durante la pandemia. (EFE/Víctor Lerena)

Con el tipo de basura que generan los locales comerciales se puede ver incluso la calidad de la comida que ofrecen. Si tienen muchos desechos orgánicos, eso significa que todo lo producen ahí mismo y que la comida, al menos, es fresca. “Si un restaurante tira muchas bolsas de congelados, mala señal”, ilustra, por contra, Moreno.

Guardianes de nuestros más oscuros secretos, de cuando en cuando sienten la tentación de saber quién está detrás de tanta confesión involuntaria. “Un día decidí entrar a comer a un restaurante gallego solo porque tienen muy buena basura. Lo probé y se come de maravilla”, rememora Moreno, orgulloso de haber probado su hipótesis.

A Del Río y a Moreno les gusta el servicio que prestan a la ciudadanía y sus condiciones de trabajo. Sin embargo, de lo que más se sienten orgullosos es de la camaradería que se vive en el gremio: “Estamos muy unidos”, dice Del Río, que sigue abriéndose camino en un sector tradicionalmente masculino.

Fernando Moreno, de 44 años, va frenético por el centro de Madrid recogiendo cubos de diferentes colores llenos de bolsas. Corre esquivando todos los obstáculos detrás del camión de la basura para terminar cuanto antes. En las madrugadas, el centro sigue lleno de gente, lo que hace más difícil su trabajo. No es para menos. Los tres millones y medio de personas que residen en la capital tienen un impacto directo sobre el volumen de basura que se genera. En la ciudad se producen 1,2 millones de toneladas de residuos al año.

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