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Pontejos, la mercería centenaria de Madrid que hace una caja de tres millones de euros al año
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Pontejos, la mercería centenaria de Madrid que hace una caja de tres millones de euros al año

Con 80.000 productos a la venta, al mítico Almacén de Pontejos entran 1.500 personas al día, lo que ha garantizado su supervivencia a pocos metros de la Plaza Mayor

Foto: Interior de la mercería Pontejos, con clientes y curiosos. (L.F.)
Interior de la mercería Pontejos, con clientes y curiosos. (L.F.)

Una mañana entre cientos de botones, viejas lámparas de gas y mostradores de madera en el Almacén de Pontejos es un viaje en el tiempo al Madrid de 1913. Allí la expresión que más se repite es "dar la vez", mientras los clientes se acomodan en la cola. Cada día entran a la mercería entre 1.500 y 3.000 personas, explica su dueña, María Rueda, de 50 años.

Rueda es la cuarta generación que trabaja para la empresa familiar, que se ha mantenido durante 110 años en la plaza de Pontejos, a pocos metros de la Plaza Mayor. Mantenerse allí no ha sido fácil, y no todos han tenido su suerte. Su competidor más cercano, Almacenes Cobián, tuvo que cerrar sus puertas hace unos años. Ahora, en su remplazo hay un gran bazar chino.

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Superadas una guerra civil, una pandemia y tras haberse enfrentado al monstruo del comercio online, a la mercería centenaria le va mejor que nunca. Según cifras del Registro Mercantil, en 2022 tuvieron un resultado de explotación (ebitda) de 431.000 euros tras registrar una facturación de 2,7 millones de euros, la mejor al menos desde hace 4 años.

placeholder Los hermanos Rueda, al frente del negocio. (L.F.)
Los hermanos Rueda, al frente del negocio. (L.F.)

El secreto del éxito, sin duda, es el equipo que forman María y su hermano, Antonio Rueda. Organizada milímetro a milímetro, la tienda es fiel reflejo de la estructurada mente de su dueña, que conoce como la palma de su mano los 450 metros cuadrados del local. Tanto es así que, dado que la tienda tiene un mostrador de 35 metros, ha contratado exactamente a 35 trabajadores para que cada uno de ellos toque exactamente a un metro de tienda. Todos son especialistas en lanas, botones, cordones o mercería.

Cada sección tiene una escalera que lleva a un sótano donde tienen almacenados más de 75.000 productos entre cajas perfectamente diferenciadas por medio de colores. El espacio alberga 48.000 metros de encaje, 350 kilómetros de cordones, 4.230 kilómetros de hilo, 150.000 botones y 750 kilos de ovillos que conforman parte del inventario del lugar.

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El almacén abre sus puertas todos los días a las 8 de la mañana a sus más de 600 proveedores, que llegan muy temprano con toda la mercancía para abastecer al local. A las nueve, se abren las puertas al público, que cada día espera impaciente. "Necesito este mismo color de cremallera. Tiene que ser este mismo tono de gris. Lo que no se consigue aquí, no existe", dictamina convencida una mujer con un retazo de tela mientras el trabajador busca entre los más de 100 tonos de cremalleras que tienen a la venta. Pontejos lleva cubriendo las necesidades estéticas de los madrileños desde hace más de un siglo.

Y lo ha hecho siempre más o menos igual: el tren de la digitalización pasó hace unos años por delante del negocio centenario casi sin hacer parada. Rueda no tiene redes sociales. Por no tener, no tiene ni ordenador en casa. Sin embargo, gracias a su hermano ha terminado entendiendo la importancia de estar en internet. Desde la pandemia, de hecho, abrieron su tienda online. Hoy son tendencia en redes.

placeholder La mercería Pontejos en 1934. (Cedida)
La mercería Pontejos en 1934. (Cedida)

El motivo es que las influencers han descubierto Pontejos, un lugar al que acuden en respetuoso peregrinaje para volver sus vestuarios únicos y encontrar lo que no les ofrece el Zara de turno. A ello hay que añadir que las modistas y modistos más reconocidos solo confían en los botones italianos del almacén, y que hasta los diseñadores de la Madrid Fashion Week siempre terminan dejándose caer por Pontejos para solucionar cualquier emergencia o detalle de último minuto. "Aquí los vimos a todos llegar corriendo antes de los desfiles de la semana pasada", confiesa Rueda.

"Se requiere mucha pasión para levantarse con las mismas ganas durante 30 años, y yo todavía las tengo", asegura Rueda mientras contempla orgullosa su mercería desde su despacho. ¿Continuará el negocio una quinta generación? No lo puede asegurar, pero confía en que sus sobrinos le vayan cogiendo amor al oficio y les apetezca continuarlo.

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La historia de Almacenes Pontejos se remonta a Antonio Ubillos, quien abrió la mercería en 1913. Cuando este falleció, el negocio pasó a manos de su yerno, Máximo Rueda, el bisabuelo de María y Antonio. Toda la familia Rueda ha crecido entre escaparates llenos de productos, y entienden como nadie lo que significa regentar el Almacén Pontejos. Para María, lo más difícil del trabajo es lidiar con el personal: "Necesito trabajadores dispuestos a quedarse muchos años en un lugar en donde no se puede teletrabajar, y eso cada vez es más difícil de encontrar".

Esto no quiere decir que el negocio no evolucione. Hace 10 años, para celebrar su centenario, hicieron talleres de manualidades en la propia plaza de Pontejos. Fue tal el éxito que decidieron abrir su propia academia de costura. Los talleres se dictan encima de la tienda, y se imparten clases de ganchillo, punto y patronaje. Con ello, una nueva generación está aprendiendo el amor por la sofistería y las mercerías, con lo que la supervivencia del local queda más cerca.

"El negocio es cada vez más rentable porque la gente no ha dejado de venir", explica María, que es muy consciente de que venden productos a muy bajo costo para miles de personas. Por eso, escuchar a cada cliente es muy importante dentro de la filosofía del local. Traen hasta 100 productos diferentes cada semana, según las peticiones específicas de sus más fieles compradores. Sin ellos, Pontejos no existiría, aunque sin Pontejos, una parte de la historia de Madrid y su gente desde luego desaparecería. El matrimonio ha durado ya más de 100 años, y todo apunta a que serán aún más.

Una mañana entre cientos de botones, viejas lámparas de gas y mostradores de madera en el Almacén de Pontejos es un viaje en el tiempo al Madrid de 1913. Allí la expresión que más se repite es "dar la vez", mientras los clientes se acomodan en la cola. Cada día entran a la mercería entre 1.500 y 3.000 personas, explica su dueña, María Rueda, de 50 años.

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