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"Hoy todavía no he vendido nada": la cruda realidad de las pequeñas droguerías de Madrid
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"Hoy todavía no he vendido nada": la cruda realidad de las pequeñas droguerías de Madrid

Este tradicional negocio es cada vez menos rentable. Los que consiguen aguantar resisten por la fidelización del cliente. No hay relevo generacional, pero hay quien tiene un as en la manga

Foto: Puerta de la droguería Alejandro, en la calle Marcelino Camacho, de Carabanchel. (A. F.)
Puerta de la droguería Alejandro, en la calle Marcelino Camacho, de Carabanchel. (A. F.)

Son las 12 de la mañana y María del Mar todavía no ha vendido ningún producto de su droguería de la calle Marcelino Camacho. Dentro del establecimiento hay un hombre mayor que, de tanto en tanto, se acerca a darle conversación. Algunas de las baldas están vacía; se vende jabón Lagarto, maquillaje Revlon y vaselina de S’nomas por 1,10 —la marca blanca del supermercado Mercadona alcanza 1,60 €—. Afronta el agosto con paciencia, pero a sabiendas de que es complicado que la cosa vaya a mejor.

Su padre Alejandro inició el negocio familiar en 1959, en tiempos en los que el termómetro de las ventas era el lineal de las botellas de lejía. Si a final del día estaba vacío, es que la jornada había ido fenomenal. Ella lo heredó con ilusión, pero llegaron las grandes superficies, la subida de precios y la competencia directa. A escasos dos locales de su tienda, hay otra droguería del grupo Abraham que se instaló en 2008. También tiene una estética tradicional, pero mucho más grande y con varios puntos de venta repartidos por la capital. “A veces escuchas a gente decir 'no, aquí no, ya que estamos, vamos a la del al lado', y duele, pero no puedes hacer nada”, explica a este diario. En definitiva, María del Mar compite con los gigantes y con otra droguería a 20 metros.

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Ser una droguería de barrio, en concreto en Carabanchel, no es fácil. La Federación Nacional de Perfumistas y Drogueros España congrega a las asociaciones territoriales. La de la Comunidad de Madrid echó el cierre a principios de 2022. Su presidenta era Mara Arranz, al frente de la perfumería Madrid-París en la calle Reina Victoria. “La asociación empezó en 1977 y había en torno a 3.000 socios. Yo asumí la presidencia en 2000, pero ya ha sido insostenible”, explica a este diario. Desde su punto de vista, una de las claves del declive es la ausencia de ayudas reales a los autónomos del pequeño comercio. “Hay incentivos, pero todo relacionado con la digitalización. Yo creo que con recibir 2.000 euros al año para poder cambiar las luces y arreglar la fachada, llegaría. Ahora mismo, ganamos para sobrevivir”, explica.

La caída en picado de los negocios tradicionales no es nada nuevo. A esto hay que sumarle la subida de los costes de la cesta de la compra del último año. No obstante, esto ha provocado que la droguería que regenta Juan Roque sea más rentable. ¿Por qué? Básicamente, sus productos son más baratos que los de las grandes superficies. “Siempre tenemos la fama de ser más caros, pero ahora muchos clientes vienen porque han visto que con la subida de los últimos meses, mis precios son más bajos”. Roque resiste incluso teniendo un Alcampo y un Mercadona. "Un súper tiene el papel higiénico de Foxy a 3,80 € y yo lo tengo a 3,20 €", explica. Sin ampliar con exceso su margen comercial, ya es más asequible que las grandes corporaciones. De esta forma, afianza nuevos clientes, además de los clásicos de "toda la vida" que conocen el negocio desde que lo pusiera en marcha su familia en 1961. "¡Y vivo!". Cierra tres tardes a la semana.

placeholder María del Mar, en la droguería Alejandro. (A. F.)
María del Mar, en la droguería Alejandro. (A. F.)

Fue con el boom de los supermercados cuando muchos buscaron la forma de reinventarse. Por un lado, algunos apostaron por favorecer el autoservicio —de manera que el vendedor solo está para el mostrador para cobrar, no para entregar los productos—, complementar las ventas con complementos de moda o profundizar en elementos de ferretería. Cada uno hizo lo que pudo. Hay quienes, como las droguerías Abraham, tuvieron más suerte: han conseguido mantener a flote varios puntos de la capital. Uno de ellos está en la Avenida de Carabanchel Alto, abierto desde 1998. María Jesús, de 75 años, lleva siendo clienta desde hace 23. Es precisamente esa fidelización la que permite que, para determinados productos, ponga la droguería por delante del Mercadona.

Mara Arranz y María del Mar son dos ejemplos de esa segunda generación que apostó por continuar el negocio familiar. La cosa va regular. Lo dicen ellas y lo dice incluso la Federación Nacional: “Las tiendas pequeñas están en recesión”. Pero ¿hasta cuándo? “Pues… hasta ya”. María del Mar no cierra porque, al ser autónoma, su derecho a paro será escaso y su situación familiar es compleja. Confía en que su hija termine de estudiar y consiga salir adelante.

placeholder La droguería Abraham, en Carabanchel Alto. (A. F.)
La droguería Abraham, en Carabanchel Alto. (A. F.)

Poco a poco, también se ha complicado conseguir la mercancía. Si bien hace años existían multitud de almacenes de droguería y perfumería en Madrid, ahora los dos grandes se ubican en el exterior. La mayoría de los negocios se abastece principalmente del Grupo Escribano y Bemalú. "Antes íbamos a medio día a Fuenlabrada a recoger material para reponer. Ahora, yo trabajo todo con un almacén de Albacete y otro de Murcia".

Fuentes de la Federación explican que las que se mantienen en pie lo hacen por dos motivos: por la fidelización del cliente que va a comprar el detergente a su droguería de confianza; o por disponer de productos muy específicos como polvos para limpiar cortinas. No obstante, calculan que cuando se jubilen quienes están ahora detrás del mostrador, no habrá relevo generacional en muchas de ellas. “Incluso las grandes [Druni, Primor…] están cerrando en los barrios para irse al centro”, continúan. Mantenerse en el centro es más sencillo: la presencia de grandes superficies es menos frecuente y hay más transeúntes por la calle. Los dos grandes nombres de las droguerías en Madrid son Abraham y Océano.

Todas las droguerías consultadas coinciden en que sus precios no son desorbitados. Pero Hermanos de Lucas, una de las clásicas de la ciudad ubicada en el barrio de Zofio, explica que el cliente ya no busca las cosas baratas, sino hacerlo toda la compra de una vez. Al final, una pieza fundamental para evitar el cierre es aprovecharse de la experiencia. "Nosotros no damos palos de ciego, compramos lo que sabemos que necesitamos", explica. "Con la subida de costes, hemos apostado por segundas marcas para que la gente se lo pueda permitir".

Son las 12 de la mañana y María del Mar todavía no ha vendido ningún producto de su droguería de la calle Marcelino Camacho. Dentro del establecimiento hay un hombre mayor que, de tanto en tanto, se acerca a darle conversación. Algunas de las baldas están vacía; se vende jabón Lagarto, maquillaje Revlon y vaselina de S’nomas por 1,10 —la marca blanca del supermercado Mercadona alcanza 1,60 €—. Afronta el agosto con paciencia, pero a sabiendas de que es complicado que la cosa vaya a mejor.

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