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Este pueblo lleva toda la vida bebiendo agua con pesticidas. Ahora una norma europea lo prohíbe
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Este pueblo lleva toda la vida bebiendo agua con pesticidas. Ahora una norma europea lo prohíbe

Alarma en el mundo rural. El agua que abastece a más de 160 municipios de Zamora y Salamanca dejó de ser potable por superar los niveles de sustancias tóxicas permitidas. Las administraciones trabajan contrarreloj para paliar el problema

Foto: Valeriano recogiendo agua potable de esta máquina en la plaza del ayuntamiento. (A. F.)
Valeriano recogiendo agua potable de esta máquina en la plaza del ayuntamiento. (A. F.)

El fin de semana pasado fueron las fiestas del pueblo. Los banderines de colores todavía atraviesan la plaza de Requejo —–el lugar de encuentro por excelencia— y el ambiente de jolgorio no ha terminado. Las terrazas están llenas y los vecinos se permiten algún que otro paseo cuando deja de apretar el calor. Agosto en Bermillo de Sayago, en Zamora, es un horno a altas temperaturas. Los más de 30 grados no impiden que los que se acercan al pueblo en verano —hijos y nietos de quienes se criaron en la zona— reciban con los brazos abiertos las calles pequeñas, los buenos días a los vecinos de enfrente y el disfrute de los bocadillos de panceta del bar Paco. Pero hace dos semanas ocurrió algo que cambió las reglas del juego.

Año tras año, estas fechas siempre han sido una excusa para reunirse, charlar, bailar y hacer comunidad. Entre decoración y decoración, hay un elemento extraño que ahora descansa en la plaza Requejo, justo debajo de los ya mencionados banderines festivos. Una máquina del tamaño de una antigua cabina telefónica que dispensa algo que jamás imaginaron que necesitarían: agua potable.

placeholder Una extraña máquina en el pueblo. (A. F.)
Una extraña máquina en el pueblo. (A. F.)

Valeriano amaneció el jueves pasado con ganas de cocinar. Salió de su domicilio con dos garrafas de cinco litros vacías y se acercó a esta extraña fuente artificial del pueblo. Le dio al botón. Llenó ambas botellas y volvió a casa. “Esta la utilizo para guisar”, explica a este periódico. Lejos de tratarse de un futuro distópico o una incongruente alegoría del mundo que viene, es la realidad que viven desde el 20 de julio más de 160 pueblos de la España rural. Una normativa europea les impide hoy día consumir y cocinar con el agua de su casa por altos niveles de plaguicidas en su composición química por los trabajos del sector agrario. En España, la medida entró en vigor en el mes de enero tras la aprobación de un real decreto. ¿Y ahora qué?

Lo curioso es que estos municipios llevan 40 años consumiendo agua del grifo sin problema, pero ahora no pueden ni lavarse los dientes con ella. “Si fuera solo un pueblo afectado…, pero es que estamos abasteciendo a 54 de la comarca. Hay que ayudar al mundo rural”, señala Carlos Vega, presidente de la Mancomunidad.

placeholder Plaza de Requejo de Bermillo. (A. F.)
Plaza de Requejo de Bermillo. (A. F.)

Valeriano es uno de estos vecinos. Tiene 75 años y, como la gran mayoría de los residentes, llevan toda la vida bebiendo agua del pueblo. El pantano de La Almendra abastece la mancomunidad de Sayagua y Cabeza de Horno (en Salamanca) desde hace cuatro décadas. Una mujer acaba de salir de comprar el pan: “A veces se me olvida y, cuando quiero darme cuenta, estoy lavando la lechuga debajo del grifo”.

Con suerte, esta situación que consideran de ciencia ficción pasará más pronto que tarde. Pepe, quien también se ha acercado a la plaza a recoger agua potable, reconoce que es la primera vez que ve algo así. Esta máquina es una de las más de 20 que han repartido la Mancomunidad y la Diputación de Zamora por la zona para facilitar la situación a los vecinos. También disponen de dos camiones cisterna y 46 aljibes de 2.000 litros en los enclaves más pequeños. En total, entre ambas provincias, son 160 los pueblos afectados en los que, además, la población se triplica en época estival.

La norma que lo cambió todo

Carlos Vega es el presidente de la Mancomunidad de Sayagua desde hace siete años, pero nunca se había visto en una situación parecida. Recibe a este diario en el edificio administrativo a las afueras de Bermillo. Lleva casi tres semanas sin descansar por gestionar el conflicto con el agua. Lo que ocurre es que los niveles de plaguicidas superan los 0,03 microgramos por litro, algo que es incompatible con el consumo humano desde el 11 de enero, tal y como aparece en el Boletín Oficial del Estado (BOE). “En el caso de detectarlo se avisará inmediatamente a la autoridad sanitaria y a la Confederación Hidrográfica”, versa la norma. Hasta entonces, el límite estaba en 0,05.

placeholder Pepe, otro vecino, transportando sus garrafas de agua potable. (A. F.)
Pepe, otro vecino, transportando sus garrafas de agua potable. (A. F.)

Este real decreto “establece el marco jurídico para proteger la salud humana de los efectos adversos de cualquier contaminación del agua de consumo al garantizar que sea salubre y limpia”. Y responde a la directiva europea de diciembre de 2020. La Comisión aprobó una nueva norma relativa a la calidad de las aguas y el derecho español debía incorporar las exigencias de dicha normativa.

Cuando se enteraron de que la Mancomunidad salmantina de Cabeza de Horno, que también recibe agua del embalse, dio la voz de alarma, se pusieron manos a la obra. Los primeros resultados de las analíticas llegaron el 7 de agosto y estaban por encima 0,03. Por ello, y con la prisa de por medio, tuvieron que desplazarse en camión hasta Vitoria para conseguir todos los aljibes. Después, fueron descargándolos pueblo por pueblo. “Los camioneros de los [camiones] cisterna son de Benavente y no conocen bien las carreteras. Hay aldeas muy pequeñas donde es difícil llegar, por eso voy con ellos”. Vega lleva toda la semana acompañando a los camiones por todos los municipios. “Ayer estuve de tres de la tarde a nueve de la noche”, explica.

placeholder Carlos Vega revisando los municipios donde tiene que llevar agua. (A. F.)
Carlos Vega revisando los municipios donde tiene que llevar agua. (A. F.)

Mientras relata su historia, revisa el recorrido que tiene que realizar esa misma tarde. “Los próximos días volveremos para ir rellenando los aljibes”, explica. “No tenemos los mismos medios que en las ciudades. Es diferente que esto pase en Madrid o Barcelona a que pase aquí”, sentencia dejando entrever el calvario y trajín que está suponiendo esta situación.

La Diputación de Zamora se ha encargado de proporcionar las plantas potabilizadoras portátiles como la de Bermello y los camiones cisterna, pero la ejecución es financiada por la Mancomunidad. En total, Vega calcula que se han invertido unos 50.000 euros. “No tenemos una varita mágica, pero estamos intentando arreglarlo”. Para ello, han apostado por inyectar carbono en el agua para contrarrestar los niveles de plaguicidas.

placeholder "Hay que poner una depuradora en condiciones", reflexionan Luis Felipe e Inma. (A. F.)
"Hay que poner una depuradora en condiciones", reflexionan Luis Felipe e Inma. (A. F.)

“Hay una estación de tratamiento del agua potable (ETAP) que recoge el agua del embalse. Una química se está encargando de comprobar los niveles constantemente. Se está inyectando carbono activo para reducir el porcentaje de metacloro (la sustancia perjudicial para la salud)”, expone. No obstante, esta situación es solo fruto de una serie de catastróficas desdichas. Los agricultores de regadío del maíz usaron, como de costumbre, los plaguicidas a los que estaban habituados. La casualidad quiso que días después cayese una tromba de agua tremenda. Y las sustancias tóxicas se filtraron hasta el río Tormes —del que se abastece La Almendra— con mayor facilidad.

La Diputación de Zamora no cesa de hacer analíticas. Y parece que la estrategia del carbono está funcionando. “La última ha salido bien, pero hay que hacer una segunda prueba. Si el resultado, que esperemos que llegue el miércoles o jueves, es inferior a 0,03, se enviará a Sanidad”, explican fuentes de la administración provincial. Será la Junta de Castilla y León quien dé el visto bueno al consumo humano de nuevo.

“Sayago es para supervivientes”

El fenómeno se produce en mitad de una crisis por sequía sin precedentes. Europa se seca y las consecuencias se expanden como una mancha de aceite. Ya son más de nueve millones de personas en España con restricciones de agua. Temperaturas extremas y ausencia de lluvia. Según datos de la Aemet, las precipitaciones medias acumuladas del año hidrológico 2021-2022 es de 492 mm, un 23% menos que el valor normal. Las consecuencias no solo afectan a los habitantes, sino también a quienes dependen del agua para trabajar.

En Andalucía y Cataluña, ya van más de 500 municipios con dificultades. La aridez expande sus tentáculos. Pero quienes se abastecen de la presa de La Almendra —de 2649 hectómetros cúbicos— no esperaban que el golpe también fuese a darle a ellos. Porque aquí sí hay agua, pero aparentemente en mal estado. Marisa es una afortunada que tiene su propio pozo en casa. “Tiene 100 metros de profundidad y no tenemos problema, por eso nos dimos de baja del servicio municipal”.

placeholder El bar Paco. (A. F.)
El bar Paco. (A. F.)

El presidente de la Mancomunidad alerta de los problemas a los que se enfrenta el mundo rural. “Sayago es para los supervivientes”, explica. Y es que, por si no fuera suficiente con la cuestión del agua, Zamora es la provincia de España que más habitantes pierde al año. La despoblación no facilita el desarrollo. “En invierno estamos solo los de plantilla”, señala refiriéndose a los pocos que están empadronados en la Mancomunidad. El boom del verano es solo una utopía efímera. “Aquí necesitamos recursos. Si hay un problema con el agua en Madrid, con subir un poco la factura al mes a cada residente se apaña. ¿Pero aquí? No hay gente, se requieren ayudas”.

La provincia de Salamanca es la otra afectada. Desde la Diputación explican que el modus operandi es similar al de Zamora. Cuentan con camiones cisterna de entre 12.000 y 28.000 litros. De hecho, y gracias a que “está la cosa tranquila” en relación con los incendios forestales, están pudiendo recurrir a los camiones de los bomberos para abastecer a los municipios afectados. “Es la primera vez que ocurre algo así. Lo normal es que la Diputación deba encargarse de suministrar agua por averías o por sequía puntual. Esto ha sido por la nueva normal. El año pasado, esta agua se podía beber”.

El fin de semana pasado fueron las fiestas del pueblo. Los banderines de colores todavía atraviesan la plaza de Requejo —–el lugar de encuentro por excelencia— y el ambiente de jolgorio no ha terminado. Las terrazas están llenas y los vecinos se permiten algún que otro paseo cuando deja de apretar el calor. Agosto en Bermillo de Sayago, en Zamora, es un horno a altas temperaturas. Los más de 30 grados no impiden que los que se acercan al pueblo en verano —hijos y nietos de quienes se criaron en la zona— reciban con los brazos abiertos las calles pequeñas, los buenos días a los vecinos de enfrente y el disfrute de los bocadillos de panceta del bar Paco. Pero hace dos semanas ocurrió algo que cambió las reglas del juego.

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