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Origen, auge y declive de las cabinas telefónicas
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Origen, auge y declive de las cabinas telefónicas

El inventor del teléfono diseñado para tener que dejarte tu dinero fue William Gray, que recibió la patente por su aparato en 1889

Foto: Fuente: iStock.
Fuente: iStock.

Quizá sean una muestra más del individualismo contemporáneo, pero en muchos sentidos los teléfonos móviles nos han salvado la vida. Llevar un ordenador portátil que cabe en el bolsillo del pantalón es muy útil cuando necesitas conocer un dato o contactar con alguien de manera instantánea. Estar continuamente disponibles tiene sus pros y sus contras, pero nos ayuda a permanecer siempre conectados a las personas que nos importan.

Antes, sin embargo, las cosas eran muy diferentes. Y con ese antes nos referimos a principios de los 2000, aunque cueste creerlo, no a un pasado remoto y antiguo. Aquel que necesitaba hacer una llamada urgente no tenía otro remedio que buscar la calderilla que tuviera en el fondo de su pantalón y meterse en una cabina telefónica. Pero, a no ser que seas un nostálgico empedernido, es difícil que en tu día a día las utilices o incluso que te acuerdes de ellas.

Según datos del Eurobarómetro de 2014, más del 88% de la población reconoce no haber usado nunca una cabina telefónica

Aunque la espada de Damocles lleva tiempo esperando asestar su último golpe a las cabinas telefónicas, todavía no lo ha hecho de manera definitiva. En 2019, la nueva Ley de telecomunicaciones anunció que para 2022 definitivamente desaparecerían todas las quedan en nuestras calles. No era una gran sorpresa, aunque sí una despedida amarga para aquellos aparatos que durante años acercaron unas personas a otras, separadas en la distancia. Se estimaba que para el 1 de enero de este año nos dijeran adiós definitivamente, pero los plazos no se han cumplido (y eso que, se suponía, deberían haber desaparecido en 2018).

Según cuentan fuentes de Telefónica a este periódico, no hay un plan de desmonte definitivo y aún se espera a la evolución de la Ley. En España, al cierre de 2020, había 14.824 cabinas de teléfono (que registraron una media de 0,17 llamadas al día, o, lo que es lo mismo, una llamada semanal de promedio). Y su uso se ha reducido a más de los últimos dos años.

Como explicábamos al principio, la irrupción de la telefonía móvil ha sido la causa principal de su declive, teniendo en cuenta que ya en 2006 se registraron más líneas de teléfonos móviles que habitantes. Según datos del Eurobarómetro de 2014, más del 88% de la población reconoce no haber usado nunca una cabina. Y no es algo exclusivo de nuestro país: otros, como Francia, Bélgica, Dinamarca o Estonia han ido suprimiendo este elemento de sus calles. Han quedado sumidas en el abandono, llenas de pintadas y pancartas de partidos políticos pegadas en sus extremos.

placeholder Una mujer haciendo una llamada en Israel en los 60. (Dan Hadani collection)
Una mujer haciendo una llamada en Israel en los 60. (Dan Hadani collection)

Es la crónica de una muerte anunciada. La cabina telefónica ha quedado relegada a utilizarse exclusivamente en las películas. Funciona así: el protagonista del 'filme', ambientado por lo general en los 80 o los 90, se mete en ella y suele hacer una llamada observando la luz apagada en una de las habitaciones del edificio de enfrente. En otras ocasiones, es la propia cabina la que suena, y un transeúnte que justamente pasa por esa esquina decide coger el teléfono, sin darse cuenta de que se está metiendo en una trampa mortal al hacerlo y la voz al otro lado del teléfono tratará de extorsionarle.

El inventor de un teléfono diseñado para dejarte el poco dinero que tienes fue William Gray, que recibió la patente por su aparato el 13 de agosto de 1889. Según cuentan, se le ocurrió la idea porque su esposa se encontraba en el hospital y desde la fábrica en la que estaba él no le dejaron llamarla. Lo instaló por primera vez en un banco en Hartford, Connecticut, así que si tuviéramos que hacer un recorrido hasta la primera cabina de todos los tiempos, empezaríamos en ese punto. Después, Gray fundó la Gray Telephone Pay Station Company, exitosa empresa con la que pudo comercializar su invento.

placeholder Unas pobres cabinas abandonadas en Toronto, aunque podría ser aquí. (Cedida)
Unas pobres cabinas abandonadas en Toronto, aunque podría ser aquí. (Cedida)

Aunque son las cabinas londinenses rojas las más famosas en el imaginario colectivo, se instalaron en todos los países del mundo. Y un detalle curioso: aunque estamos acostumbrados a ver en las películas eso que decíamos antes de una 'llamada imprevista', en realidad tiene un poco de leyenda urbana. Generalmente, no se puede devolver la llamada a un teléfono público, solo en pueblos pequeños con problemas de comunicación (ejemplos de empresas en las que puede hacerse son Bell en Canadá, Barafón en México o COPACO en Paraguay).

En realidad hay un poco de leyenda urbana: generalmente no se puede devolver la llamada a una cabina telefónica

En España, la primera cabina telefónica se instaló en 1928 en la caseta del Viena Park (hoy, Florida Park) en el Retiro de Madrid. Su despliegue fue paulatino, y si somos puristas, aunque esta caseta se considera la primera cabina del país, en realidad era un 'cajetín', diferente al concepto actual que tenemos de lo que es una cabina. Si nos referimos a ellas propiamente dichas, hay que ir hasta los años 60, cuando comenzaron a instalarse en las vías públicas.

Según cuenta el equipo de la web 'Historias de la telefonía en España', con quien contactó este periódico, fue en febrero de 1963 cuando, después de haberse instalado en Madrid y Barcelona, en otras ciudades del país como Bilbao comenzaron a ponerse en servicio las primeras cabinas telefónicas, solo válidas para realizar llamadas urbanas. "Los modelos eran en aluminio y vidrio, con un aparato de 'fichas' y con unos soportes especiales que servían para contener la 'Guía telefónica urbana' de la propia población, con las que se les dotaba y que no solía durar en condiciones por mucho tiempo". (Después de las fichas, en los años 70 llegarían las monedas).

Los modelos eran en aluminio y vidrio, con un aparato de 'fichas' y con unos soportes especiales que servían para contener la guía telefónica

Jose Luis Vázquez, desde luego, no ayudó mucho a crear una buena imagen de ellas con 'La cabina' de 1972. Si nunca se te había pasado por la cabeza la kafkiana situación de quedarte encerrado dentro de una, Antonio Mercero ya lo pensó por ti. Por suerte, las que se instalaron después no eran esos cajetines herméticos, por lo que era imposible quedarse encerrado en una.

Aunque la cabina de Mercero fue preparada para la película en cuestión (es decir, es imposible encontrar un modelo así en nuestras calles), a día de hoy todavía sobreviven algunas de estas cabinas cajetilla, con puerta y todo. Son auténticas piezas de anticuario, eso sí, y se puede considerar un logro arqueológico toparte con alguna.

De hecho, al equipo Historias de la telefonía en España, le sorprendió sobremanera este modelo de Becerril de la Sierra, pues no tenían constancia de que en la Comunidad de Madrid quedaran cabinas completas con su puerta. "Esta en concreto es un modelo de los años 70 con puerta plegable con dos hojas asimétricas para entrar (es decir, que no tiene pomo). Lamentablemente, ya está 'desarmada', es decir no tiene ya teléfono. La estructura de aluminio, todos los vidrios y su puerta están en aparente buen estado, solo ha perdido la junta de goma de su cierre". No es la única que han encontrado en nuestro país, también hallaron otra muy similar (aunque con una puerta diferente) en la Plaza del Ayuntamiento de Santiago de Calatrava en Jaén.

El problema de estos vestigios arqueológicos es, por supuesto, la hazaña de resistir al paso del tiempo sin muchos daños colaterales.

En la idiosincrasia de cada pueblo están las diferentes cabinas. En Londres, por ejemplo, el London Metropolitan Boroughs convocó en 1924 un concurso para realizar el diseño de una nueva cabina telefónica, y se presentaron entonces distintos arquitectos. El ganador fue un modelo basado en la tumba de otro arquitecto neoclásico diseñado por Sir Giles Gilbert Scott (1880-1960).

En España, la primera cabina telefónica se instaló en 1928 en la caseta del Viena Park

Tenían, por tanto, un marcado estilo neoclásico y es lo que las ha convertido en un símbolo de la ciudad y un emblema cultural. 'London calling', cantaban The Clash, y el diseño fue renovándose con el paso de las décadas. De hecho, en la actualidad no funcionan, pero nadie piensa en quitarlas porque decoran y son un auténtico icono. Quien piensa en Londres también piensa irremediablemente en sus cabinas rojas.

placeholder Ilustración de una cabina victoriana en París, a finales del siglo XIX.
Ilustración de una cabina victoriana en París, a finales del siglo XIX.

Pero aquí no han tenido tanta suerte. Como sucede con los videoclubs o los casetes de carretera, son productos obsoletos que han quedado para el recuerdo de tiempos pasados. A pesar de todo, siguen resistiendo. Bastantes medios de comunicación aseguraban el pasado diciembre que el 1 de enero desaparecerían de las calles, pero la burocracia española no lo ha hecho posible. Quizá algún día se pierdan definitivamente, pero hoy no es ese día.

Como piezas de museo, continúan colocadas en algunos lugares, fieles testigos de la historia llenas de grafitis y pegatinas. Son el recuerdo de un tiempo en el que si tenías que hablar con la persona amada, no te valía con escribir un mensaje de WhatsApp, sino que debías rebuscar en tus bolsillos e introducir moneda a moneda en una ranura. Cada moneda te acercaba más a su voz, y era la que marcaba realmente tu amor por la persona al otro lado de la línea.

Quizá sean una muestra más del individualismo contemporáneo, pero en muchos sentidos los teléfonos móviles nos han salvado la vida. Llevar un ordenador portátil que cabe en el bolsillo del pantalón es muy útil cuando necesitas conocer un dato o contactar con alguien de manera instantánea. Estar continuamente disponibles tiene sus pros y sus contras, pero nos ayuda a permanecer siempre conectados a las personas que nos importan.

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