Es noticia
Así sobreviven los últimos videoclubs de España en tiempos de coronavirus
  1. Alma, Corazón, Vida
el declive de un negocio

Así sobreviven los últimos videoclubs de España en tiempos de coronavirus

A principios de los 2000, esta industria que en otro momento fue exitosa, experimentó un rápido declive. ¿Cómo resiste en 2020 y qué previsiones tiene tras el coronavirus?

Foto: Video Club Arfe en Madrid.
Video Club Arfe en Madrid.

Fueron la sal de nuestros días y la diversión de nuestras noches. Las plataformas como HBO o Netflix contienen, en su catálogo, ese halo nostálgico de volver a casa después de un día duro y sentarse con los seres queridos a disfrutar de una historia en formato televisivo. Antes de que existieran, incluso antes de que apareciera el DVD en nuestras vidas, los videoclubs estaban ahí para llenar nuestras tardes de los viernes. El plan era llegar, elegir, conquistar. Caminabas entre sus estanterías, observabas las carátulas, leías la sinopsis (esta te la habían recomendado) y te decidías por una.

Atrás queda la vieja costumbre de rebobinar la cinta para devolverla en su perfecto estado, pues se trataba de un acto de decencia comparable a saber diferenciar cuál es el orgánico a la hora de reciclar. Los videoclubs fueron uno de los lugares preferidos por muchos españoles hasta finales de los años 90, y su estela fue apagándose poco a poco a principio de los 2000, a medida que la piratería cobraba fuerza en nuestro país. Hoy, que podemos ver una película tranquilamente en el móvil mientras viajamos en el metro, esa idea de ir a un sitio a alquilar una cinta parece un tanto excéntrica, reservada para unos pocos románticos. Ya nadie parece tener tiempo para leer sinopsis.

El californiano George Atkinson fue el primero, en los años 70, al que se le ocurrió la idea de alquilar películas en formato Betamax y VHS

La idea del videoclub, ese lugar en el que por unas cuantas pesetas te llevabas a casa varios títulos alquilados que podías disfrutar unos días, surgió en los años 70. La primera persona que montó uno fue el californiano George Atkinson en 1977. En su particular vida había sido actor, especialista e incluso había estado al frente de una tienda minorista de venta de proyectores y películas de Super 8. La idea de alquilar películas en formato Betamax y VHS en lugar de venderlas la ilustraba con la frase: "Uno escucha a Beethoven o a los Beatles una y otra vez. Pero no está deseando ver a Burt Reynolds una y otra vez". Adquirió la colección de Fox, puso un anuncio en el periódico explicando que la alquilaba y el resto es historia. La suscripción anual era de 50 dólares.

Auge y caída de Blockbuster

En 2006, Blockbuster cerró sus 94 tiendas en España, despidiendo a 688 trabajadores. En esos momentos se explicó que se debía a razones económicas, cambios en los hábitos de ocio de los consumidores y el perjuicio derivado de la piratería y las plataformas digitales de televisión. La empresa había sido creada en 1985 por David Cook y su primer videoclub abrió sus puertas ese mismo año en Dallas. En los años 90 experimentó un gran crecimiento, hasta el punto de que fue adquirida por Viacom por más de 7.700 millones de dólares. A principios de los años 2000 contaba con más de 9.000 establecimientos a nivel mundial y en 2010 declaró la bancarrota con una deuda superior a los 1.000 millones de dólares.

placeholder Video Club Arfe, en Madrid. Uno de los pocos videoclubs aún en pie.
Video Club Arfe, en Madrid. Uno de los pocos videoclubs aún en pie.

Es el ejemplo más impactante, pero no el único. A día de hoy, todavía existen videoclubs en España. Algunos han aguantado hasta hace muy poco: es el ejemplo de Import Vídeo, el videoclub más antiguo de Madrid, situado en Vallecas, que cerró sus puertas el año pasado porque Fernando Navarro, su dueño, se jubilaba tras 40 años al frente. Según la Asociación Nacional de Empresarios Mayoristas del Sector Videográfico, en 2005 había en España unos 7.000 videoclubs y hoy no quedan más de 300 en todo el territorio.

El videoclub en España tras el coronavirus

Algunos de ellos son: Ficciones de Cine y Video Club Arfe en Madrid, Video Instan en Barcelona, Videoclub Puente Cineclub en Cantabria o Video Récord en Gijón. Han sabido adaptarse a los nuevos tiempos o navegan entre las turbulentas aguas del pasado, más aún en plena epidemia del coronavirus, que ha azotado con especial fuerza a la industria cultural del país.

"El coronavirus ha hecho mucho daño, ha sido la puntilla, pero quiero darle una última oportunidad, así que aguantaré todo el invierno"

Video Club Arfe, por ejemplo, abrió sus puertas en 1977 como una tienda de decomisos centrada en fotografía y equipos de música, "en 1983, ante el auge del vídeo doméstico decidimos incluir películas en VHS y Beta, y poco a poco la parte del videoclub fue ganando terreno en el negocio, convirtiéndose en la actividad principal", cuenta su propietario, Nacho Álvarez Arias. "Los perfiles de personas que acuden son de todo tipo, jóvenes y gente mayor, padres con niños, solteros, casados, españoles, extranjeros... Lo que sí puede diferir en diferencia con otros videoclubs que preguntes, es que a mí el cine clásico no me funciona, la gente quiere sobre todo estrenos, películas que no ofertan en plataformas o las ofertan más caras".

Nacho explica que, aunque la industria del videoclub se vio muy afectada, en su caso el declive se vivió más tarde: "Los mejores años fueron los principios del 2000, con la entrada del DVD, pero hasta 2014 más o menos el alquiler de películas siguió siendo la actividad principal de la tienda", explica. "Llevamos 43 años abiertos, si seguimos aquí es por la cercanía, honradez y amabilidad. Cuando la gente necesita algo viene a vernos e intentamos darles servicio".

"Necesitamos que se estrenen películas y se editen en formato físico para poder alquilarlas y, ahora mismo, hay pocas a la vista"

Y, ¿qué previsiones tienen ahora, debido al coronavirus? "Soy un amante del cine pero no un iluso. El coronavirus ha hecho mucho daño, ha sido la puntilla, pero quiero darle una última oportunidad ya que el resto de actividades de la tienda me permiten dársela, así que aguantaré todo el invierno y la primavera. No solo depende del público de la tienda, también de la industria del cine, necesitamos que se estrenen películas y se editen en formato físico para poder alquilarlas y ahora mismo hay pocas a la vista. Si la situación no mejora seguramente el año que viene quitaré la parte de videoclub (o al menos la reduciré bastante) para dedicárselo a otra cosa", concluye.

VideoClub Puente, en Cantabria, es más reciente. Abrió sus puertas en 1999, según cuenta Julián Bárcena, su dueño actual: "En el 2016 lo adquirí a sus antiguos propietarios, los cuales se han convertido en unos grandes amigos. Yo ya era cliente habitual del videoclub, y me surgió la oportunidad de trabajar de algo de lo que realmente disfruto y es un hobby para mí: el cine, y sobre todo el de calidad. El alquiler desde sus mejores años ha ido decayendo, aunque en los últimos años la media se mantiene, los socios son fieles al buen cine, al trato personalizado, y al poder hablar sobre cine en este gran punto de encuentro donde se encuentra situado el videoclub" (en el Valle de Reocín).

"Hace diez años éramos nosotros los que teníamos un problema, pero ahora lo tienen todos los negocios"

Para sobrevivir, el negocio se ha tenido que diversificar y no se basa únicamente en el alquiler de películas sino, en palabras de su propietario, todo lo que tenga que ver con el séptimo arte. "Snacks, chuches, bebidas, helados, merchandising... disponemos desde hace dos años de una sala privada de proyecciones insonorizada y 13 Butacas donde proyectamos pelis de todas las épocas y géneros, de miércoles a domingo por las tardes, en dos pases. También se reserva la sala en exclusiva para cumples, eventos o charlas. Es otra forma de disfrutar el cine de una forma más íntima y reservada, cambiando así las formas a las que estamos habituados. Aquí en Cantabria somos los únicos con este tipo de sala", explica.

placeholder La sala con 13 butacas de Videoclub Puente
La sala con 13 butacas de Videoclub Puente

Sin embargo, ve con optimismo las previsiones de futuro tras la pandemia. "Personalmente no me puedo quejar con la respuesta y la vuelta de los socios, nos siguen apoyando. Siempre que me dicen que la industria del videoclub está tocada contesto que hace diez años éramos nosotros los que teníamos un problema, pero ahora lo tienen todos los negocios de a pie (una zapatería, una tienda de ropa...). Nosotros, los comercios de barrio, siempre vamos a tener una cosa que las grandes empresas no tendrán, el contacto, el aprecio mutuo y el poder darnos los buenos días", concluye.

"Somos la resistencia"

Video Instan, en Barcelona, fue el primer videoclub en abrir sus puertas en España, en 1980: "Mis padres eran cinéfilos y se compraron un aparato de VHS", cuenta Aurora Depares, "pero como no había películas que alquilar, mi padre que era muy emprendedor decidió abrir su propio videoclub. Viajó a otras ciudades de Europa como Londres, para coger ideas. Yo soy la segunda generación al frente, y el negocio, como tantos otros, se ha tenido que diversificar para poder sobrevivir".

Después de 38 años, Video Instan adquirió recientemente otro local en el que ha puesto un minicine y una cafetería. "Nos gusta referirnos a él como centro cultural, pues ya no es un sitio al que vayas a alquilar una película y te marches. Ahora puedes ver una película y luego hacer un video fórum para comentarla, merendar en la cafetería, conocer gente, hacemos fiestas de cumpleaños para niños...", explica. "Nuestro 'target' es bastante amplio. Tenemos, por supuesto, clientes fieles de hace más de 35 años que no entraron en la piratería cuando esta se puso de moda, a principios de los 2000, y también familias. Intentamos fomentar el cine familiar, que ahora es más complicado porque, teniendo plataformas en casa, al final cada miembro de la familia ve una cosa en una habitación, pero pensamos que es importante recuperar eso de que todos vean una misma película junta".

"Nos gusta fomentar el cine familiar. Con las nuevas plataformas, esa idea de ver juntos una película se está perdiendo"

¿Y el covid? "Es un asunto complicado. Ha tenido un lado positivo porque, al estar confinados, era un buen momento para aprovechar y ver películas. Los videoclubs somos más económicos y te recomendamos personalmente en lugar de que lo haga un algoritmo, pero tenemos el hándicap de que mucha gente tenía miedo a salir de casa... gracias a nuestra tarifa plana y a la gran oferta de películas, nuestros clientes más fieles han podido disfrutar, pero lo que es difícil ahora es conseguir que vengan nuevas personas. Estamos intentando volver a la normalidad poco a poco", explica.

Tiene una respuesta ante la clásica queja de que los videoclubs están, desgraciadamente, desapareciendo: "Nosotros no nos hemos ido nunca, los videoclubs no se están perdiendo. Somos la resistencia y seguiremos allí. Sois vosotros los que tenéis que volver".

Fueron la sal de nuestros días y la diversión de nuestras noches. Las plataformas como HBO o Netflix contienen, en su catálogo, ese halo nostálgico de volver a casa después de un día duro y sentarse con los seres queridos a disfrutar de una historia en formato televisivo. Antes de que existieran, incluso antes de que apareciera el DVD en nuestras vidas, los videoclubs estaban ahí para llenar nuestras tardes de los viernes. El plan era llegar, elegir, conquistar. Caminabas entre sus estanterías, observabas las carátulas, leías la sinopsis (esta te la habían recomendado) y te decidías por una.

El redactor recomienda