Los juegos del agua que pueden secar la despensa de Europa
La situación de sequía agrava los problemas hidrológicos de España y pone en jaque a agricultores de todo el país
"Imagina todo lo malo y multiplícalo por 1.000". Así responde Antonio Miguel Mijano, agricultor y coordinador de la Plataforma para la Defensa de la Agricultura de la Axarquía ante la pregunta de cómo va el verano en su localidad, Benamargosa. En este rincón del interior malagueño, el cultivo del aguacate es eje central para la economía local, pero la escasez de lluvias y la sequía prolongada están acabando con las cosechas.
El embalse del que normalmente se abastecen, el de la Viñuela, está a menos de un 9% de su capacidad, por lo que no es posible regar con sus aguas y solo les queda recurrir al agua regenerada de tres puntos distintos: Mijas, Vélez-Málaga y el Rincón de la Victoria, con un precio superior al de la red pública y con un caudal bastante irregular. Mijano reconoce que tanto los agricultores como las administraciones han tenido parte de culpa. Unos, “por querer sacar sus buenos rendimientos con el cultivo del aguacate”, y los otros, “por haber visto los problemas [hidrológicos] venir y mirar para otro lado”.
Benamargosa es uno de los 14 municipios que se abastecían de este embalse, tanto para uso agrario como urbano. En la zona, hace años que cultivos tradicionales como el olivar o el almendro se dejaron de lado y todo se apostó al oro verde. La comunidad de regantes a la que pertenece Antonio, una de las más grandes de la zona, cubre unas 800 hectáreas de terreno. Ahora se han unido para elevar su voz a las administraciones.
La situación que atraviesan los agricultores malagueños derivada de la sequía no es puntual ni única y la sufren la mayoría de los agricultores que precisan de regadíos para ver crecer sus cosechas. Tal y como establece Juan Valero de Palma, presidente de la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España: "La sequía nos ha pegado un bofetón. Nos ha dejado sin agua y sin recursos".
Esta declaración no deja de ser cierta si se tiene en cuenta que, para aquellos cultivos que dependen de fuentes de agua de titularidad pública (como el embalse de La Viñuela en Benamargosa), el flujo destinado al regadío se corta por completo cuando el nivel del embalse o balsa se encuentre por debajo de un mínimo establecido. Siempre se pueden usar pozos y acuíferos de titularidad privada, pero no todo el mundo tiene acceso.
Sin embargo, en España, la demanda de agua total es de unos 31.000 hm³ o, para que se entienda de forma más clara, de unos 30 billones de litros de agua. De esta cifra, el 16,1% se destina al consumo humano, el 4,2%, a la industria y el 79,6% restante, a la agricultura de regadío. Si la mayoría de los recursos hídricos se destina al campo, ¿por qué los labradores españoles se encuentran en esta situación de necesidad? ¿Es un asunto puramente relacionado con el clima y el cambio climático? ¿O hay una mala gestión de las demandas del agua?
Entre 2004 y 2021, las hectáreas de regadío se incrementaron un 15,6% de forma general, con casi cuatro millones de hectáreas en régimen de regadío. Valero de Palma dice que, debido a la optimización en los sistemas de riego, este incremento está justificado. Lo cierto es que cultivos tradicionalmente de secano, como el almendro o el olivar, han experimentado algunos de los incrementos más acuciantes, con un ascenso del 348,4% y 82,7%, respectivamente. A estos les siguen otros, como los frutales no cítricos, entre los que se encuentran el mango o el aguacate, y que experimentaron subidas de más de un 50% de superficie cultivada en regadío.
Las variaciones están aún más descompensadas si se presta atención a la comunidad autónoma. En la Comunidad Valenciana o La Rioja, el cambio no ha sido apenas perceptible o ha disminuido. Por el contrario, en regiones predominantemente agrícolas, como Castilla-La Mancha, Extremadura o Andalucía, se ha experimentado un incremento de entre el 17% y el 20% en la última década.
En algunas de estas regiones, donde los cultivos de regadío han experimentado mayores incrementos, se ha sufrido un consiguiente aumento en la demanda de agua destinada a la agricultura, tal y como se ve reflejado en el tercer ciclo de planificación de los planes hidrológicos.
Para cualquier persona de a pie, completamente desvinculada de la gestión del agua pública, estos ciclos (renovables cada seis años) son los que establecen la cantidad de agua que un agricultor puede usar para regar o que una ciudad puede consumir. El problema radica en que el agua se está gestionando en España como gestiona el dinero un mileurista poco ahorrador: se tienen pocos recursos, que se invierten de forma desmedida y, cuando llega la escasez, ya es demasiado tarde. En muchas ocasiones, los agricultores españoles, como los mileuristas poco previsores, también gastan por encima de sus posibilidades.
Es el caso de la demarcación de los ríos Tinto y Odiel, ubicados en Huelva, que, de un plan al otro, pasa de 172 a 359 hectómetros cúbicos de agua para riego. Algo similar ocurre en las Canarias, en la del Ebro o el Júcar. Varias de ellas se encuentran en situación de sequía prolongada y presentan niveles altos de escasez de agua. Jesús Vargas, investigador y profesor en la Universidad Pablo de Olavide, expresa que seguir con este modelo es “insostenible”, ya que, con el reparto actual de las aguas de riego, “se están generando unos niveles de presión muy grandes y en muchas demarcaciones”.
El académico suma otro factor a tener en cuenta: el cambio climático, que provocará “menos precipitaciones, menos recursos hídricos y mayores temperaturas, lo que provocará una mayor necesidad de agua para las plantas”. Además, Vargas denuncia que los planes actuales no tienen en cuenta este factor, que citan “tímidamente” y “aludiendo a una incertidumbre” cada vez más certera.
Sí es cierto que, tal y como declara Valero de Palma, “en los últimos 25 años se ha hecho una transformación íntegra de los regadíos” que ha hecho disminuir la cantidad de agua necesaria para cultivar una parcela. Se ha cambiado el tradicional riego por gravedad, que necesitaba casi inundar los cultivos para que el agua llegase a todos los rincones, a un tipo de riego por aspersión o por goteo “controlado [en ocasiones] desde las comunidades de regantes y con compuertas que cierran y abren en función del agua que necesite la planta”, explica el agricultor.
Sin embargo, la innovación no ha conseguido traer consigo un descenso en las demandas de agua, expone Jesús Vargas. Quien hace la ley, hace la trampa: “En la práctica, se ha demostrado que las demarcaciones que han apostado por la modernización de los regadíos no han conseguido ahorrar agua. ¿Por qué? Porque como los agricultores tienen concesiones fijas, si hacen un uso más eficiente de esa agua, pueden utilizar la restante para poner una doble cosecha”, afirma el profesor universitario.
Junto a esta medida, ya implementada en torno al 80% de las plantaciones, hay otras que podrían resultar complementarias y que funcionarían con la “perspectiva de que va a haber escasez de agua”, expresa Iñaki Hormaza, doctor en Biología Vegetal y profesor de investigación del CSIC en La Mayora (Málaga). El experto aboga, además de por los ya extendidos “sistemas de riego más eficientes”, por una mejor gestión del conjunto de las aguas, entre las que cita las superficiales y subterráneas, unidas a los recursos procedentes de desaladoras y plantas regeneradoras, con agua “de peor calidad”.
Además, otras alternativas incluyen variedades más tolerantes a la falta de aguas o a aguas de peor calidad, pero son “trabajos a muy largo plazo, que tardan décadas en llevarse a cabo”, valora Hormaza, lo que muchas veces lleva a implantar otro tipo de cultivos más aptos al terreno. Algo que, en el caso de España, no sería especialmente rentable, ya que se trataría de cactáceos como el higo chumbo o la pitaya, que no tienen un mercado tan abierto como el aguacate. El investigador del CSIC defiende también el comercio de proximidad frente a la exportación a Europa que impera entre los agricultores españoles. Una medida, esta sí, más viable a corto y medio plazo.
"Imagina todo lo malo y multiplícalo por 1.000". Así responde Antonio Miguel Mijano, agricultor y coordinador de la Plataforma para la Defensa de la Agricultura de la Axarquía ante la pregunta de cómo va el verano en su localidad, Benamargosa. En este rincón del interior malagueño, el cultivo del aguacate es eje central para la economía local, pero la escasez de lluvias y la sequía prolongada están acabando con las cosechas.
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