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Sequía, primer aviso: el rendimiento y la productividad agrícolas ya se hundieron en 2022
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MENOS PRODUCCIÓN CON LA MISMA SUPERFICIE

Sequía, primer aviso: el rendimiento y la productividad agrícolas ya se hundieron en 2022

La cosecha por hectárea bajó un 18% y los ingresos por trabajador un 3,5% el año pasado, cuando se inició el déficit hídrico. La falta de lluvias amenaza la competitividad del sector

Foto: Trigo seco en una plantación en Córdoba. (EFE/Salas)
Trigo seco en una plantación en Córdoba. (EFE/Salas)

España vive una de las peores sequías de su historia. El déficit de precipitaciones ha llevado al campo a una situación límite, pero no es un hecho reciente. La situación se arrastra desde el año pasado, cuando el verano más seco en siete décadas dejó a gran parte del país en una situación crítica que solo ha ido empeorando con el paso de los meses. Actualmente, casi toda la mitad sur, Cataluña y el valle del Ebro están en situación de alerta o emergencia, y los expertos consideran que las lluvias de estos últimos días no servirán para salvar la situación. Si no se produce un cambio radical de la situación meteorológica, lo peor está por venir. También para la agricultura.

Lo que ocurrió en 2022 sirve de referencia para calibrar hasta qué punto la situación para el campo español puede llegar a ser especialmente grave durante este año. Y lo cierto es que las noticias no son buenas. Mientras asociaciones como Asaja advierten de que el déficit hídrico reducirá un 65% la cosecha de cereales durante el próximo invierno, los datos del inicio de la sequía lanzan un primer aviso sobre lo que nos espera.

El rendimiento agrícola ya se hundió el año pasado por culpa de la escasez de lluvias. Así lo corrobora un informe del centro de estudios de CaixaBank publicado recientemente, donde además se relaciona este problema con otro de los más graves que afectan a las familias españolas: la persistente subida de los alimentos. El documento, titulado El aumento del precio de los alimentos en España: ¿qué esperar?, explica que los precios en origen, es decir, los que se le pagan al productor, se han disparado un 63% desde 2020 tanto en España como en la Unión Europea. Pero con una diferencia: en el conjunto del continente la tendencia se ha tornado descendiente, mientras que en nuestro país persiste.

El economista Javier Ibáñez de Aldecoa, autor del estudio, destaca que esta diferencia se debe a un factor que ha golpeado especialmente a nuestro país: la sequía. No hay que olvidar que esta misma semana el índice de precio de los alimentos elaborado por la Organización de las Nacionales Unidas para la Alimentación (FAO) se situó en mínimos de hace dos años. En otras palabras: la cotización de los comestibles en los mercados internacionales está cayendo, pero los factores endógenos, en este caso la falta de precipitaciones, condenan a España y dificultan que se abaraten en la cuarta economía del euro.

Foto:  Fuente: iStock. Opinión

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la subida del precio de los alimentos respecto a hace un año se moderó desde el 16,5% de marzo hasta el 12,9 en abril —para mayo todavía no hay datos disponibles—, pero durante ese mes se encarecieron tres décimas. Es decir, los comestibles ya no se encarecen tan rápido, pero siguen siendo más caros que hace 30 días, y el Banco de España ha advertido de que todavía tardarán un tiempo en bajar. Lo cierto es que la sequía no ayuda, y todos los expertos la señalan como principal incertidumbre para el alivio que esperan los ciudadanos.

Más allá de las discusiones sobre cómo la cadena alimentaria acaba hinchando los precios para beneficio de los intermediarios o los distribuidores, el principal problema está en el origen. Y ahí España tiene un hándicap añadido por la falta de precipitaciones. Si los precios que se le pagan al productor han seguido subiendo, al contrario de lo que sucede en Europa, es porque la oferta se ha reducido. Y esto no tiene que ver con un déficit de superficie cultivable, que se mantiene prácticamente estable, según los datos provisionales para 2022 de la Encuesta sobre superficies y rendimientos de cultivos, que publica anualmente el Ministerio de Agricultura.

Foto: Amelia Pérez Zabaleta, en la sede del Colegio de Economistas de Madrid. (J.I.R.)

El diablo está en los rendimientos, es decir, en las cantidades producidas en relación con el área empleada. Aunque el informe del ministerio todavía no ofrece cifras sobre lo que ocurrió el año pasado, el estudio de CaixaBank Research ha cruzado los datos de producción y área de cultivo de cereales, leguminosas, tubérculos, frutales y viñedos que ofrece Eurostat, la oficina estadística de la Comisión Europea, para llegar a una conclusión preocupante: por cada hectárea utilizada, los agricultores españoles produjeron de media el año pasado un 18% menos que en 2021.

Aunque todavía no hay datos disponibles de aceitunas ni de verduras frescas, la cifra guarda un ilustrativo paralelismo con la de la evolución de las precipitaciones: el año pasado cayeron en España una media de 537 litros por metro cuadrado, un 16% menos que el anterior. Ya en el verano, la Comisión Europea había advertido a España de los efectos que tendría la sequía sobre el rendimiento agrícola, que es una medida de la productividad de la tierra y, por tanto, de la eficiencia de la actividad.

El empeoramiento del año pasado confirma la tendencia descendiente del último lustro y devuelve a la agricultura española a 2014

La superficie se mantiene, pero la producción cae. Y lo hizo de una manera generalizada en todos los cultivos: cereales (-24%), leguminosas (-19%), patatas (-7%), hortalizas (-15%), cítricos (-11%), frutales (-24%) y, especialmente, el olivar (-48%), que ha disparado el precio del aceite de oliva, gran símbolo del impacto del déficit hídrico en el bolsillo de los consumidores. Solo el viñedo (2%) aumentó su cosecha el año pasado, según las cifras del propio ministerio.

Frente en Bruselas

"Esta menor producción agrícola (...) ha presionado los precios al alza. Además, las caídas de producción parecen estar persistiendo en lo que llevamos de 2023, debido a que la sequía que se vive en España no parece tocar a su fin. Por ello, es muy probable que la escasez de la producción continúe presionando los precios de los alimentos domésticos en los próximos meses", explica el autor, no sin matizar que el ritmo de encarecimiento ya se está ralentizando.

Foto: El director de la Agencia Catalana del Agua (ACA), Samuel Reyes. (EFE/Quique García)

Por si quedaba alguna duda, Eurostat ofrece otro dato —en este caso no recogido en el informe— que corrobora cómo la eficiencia del sector primario está menguando debido a la falta de lluvias. Es la productividad del trabajo agrícola, que mide los ingresos que genera cada trabajador equivalente a una jornada completa. Las cifras son desalentadoras: frente a crecimiento de más del 12,4% en el conjunto de la Unión Europea, este indicador cayó el año pasado un 3,5% en España. Se trata de uno de los 10 países donde empeoró, la mayoría de ellos del sur, como Portugal —donde se hundió un 11,7%— o del Báltico, donde el problema fue justo el contrario: el exceso de precipitaciones.

El retroceso del año pasado confirma la tendencia descendiente del último lustro y devuelve a la agricultura española a 2014. La competitividad del sector primario, en el que España tienen una ventaja comparativa respecto a su entorno, se enfrenta a una grave amenaza por culpa de la falta de aguas. En ese contexto, nuestro país se ha unido a Francia, Italia y Portugal para demandar una mayor flexibilidad a la Comisión Europea en el uso de instrumentos financieros, así como anticipos de los fondos de la Política Agraria Común (PAC) para hacer frente a la situación. Las cuatro naciones harán piña en el Consejo de Ministros de Agricultura y Pesca que se celebra este lunes en Bruselas. No les queda otra.

España vive una de las peores sequías de su historia. El déficit de precipitaciones ha llevado al campo a una situación límite, pero no es un hecho reciente. La situación se arrastra desde el año pasado, cuando el verano más seco en siete décadas dejó a gran parte del país en una situación crítica que solo ha ido empeorando con el paso de los meses. Actualmente, casi toda la mitad sur, Cataluña y el valle del Ebro están en situación de alerta o emergencia, y los expertos consideran que las lluvias de estos últimos días no servirán para salvar la situación. Si no se produce un cambio radical de la situación meteorológica, lo peor está por venir. También para la agricultura.

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