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Cuerpo a tierra, que vienen los suyos
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PRESIÓN A LA CNMC

Cuerpo a tierra, que vienen los suyos

Tras la fusión CaixaBank-Bankia, la concentración bancaria superó el 70%. O cerca del 80% si en lugar de los activos se tienen en cuenta los depósitos. No deja de sorprender que se actúe ahora con esa inusitada vehemencia

Foto: Sede del BBVA en Bilbao. (EFE/Luis Tejido)
Sede del BBVA en Bilbao. (EFE/Luis Tejido)
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Un dato lo dice casi todo. El año pasado, los seis mayores bancos del país lograron unos beneficios conjuntos algo superiores a los 26.340 millones de euros. Para hacerse una idea de lo que significa esa cifra sólo hay que tener en cuenta que representa el 75% de lo que recaudó el año pasado Hacienda por el impuesto de sociedades. Es decir, lo que grava el fisco por los beneficios obtenidos por el conjunto de las empresas españolas. Otra referencia puede ser significativa. Según un trabajo publicado por Funcas, y elaborado por los profesores Carbó y Rodríguez Fernández, los ingresos totales de los seis grandes ascendieron a 110.440 millones de euros. Eso significa, aproximadamente, que por cada cuatro euros que factura la banca, uno se queda en casa en forma de beneficios que, posteriormente, se distribuyen a través de los dividendos.

Obviamente, no siempre ha sido así. Lo que ha cambiado, fundamentalmente, es el giro en la política monetaria del BCE, que ha ensanchado no sólo los márgenes de intereses (la diferencia entre lo que cobra la banca por prestar dinero y lo que paga por los depósitos de sus clientes), sino, también por la generosa estrategia del banco central europeo, que sigue engordando los beneficios de la banca. El economista Carlos Arenillas, en un artículo publicado recientemente en este periódico, ha estimado que el Banco de España abonó el año pasado (las transferencias son nacionales) casi 8.000 millones de euros a la banca a cuenta de los 260.000 millones depositados en la llamada facilidad marginal de depósito. Es decir, unos de los instrumentos que utiliza el BCE para garantizar la liquidez del sistema financiero. Lo que hizo la banca, cuando los tipos estaban a cero, fue acumular miles de millones que hoy son remunerados al 4% por el BCE.

La alta rentabilidad de la banca, desde luego en los dos últimos años debido a la nueva estrategia monetaria del BCE, explica su revalorización en Bolsa. El Ibex de la banca, como muestra BME, prácticamente se ha duplicado desde julio de 2022, que es cuando Christine Lagarde anunció la primera subida de tipos en una década.

Una vuelta de tuerca

A la luz de estos datos, no es de extrañar que el BBVA, el banco que se había quedado más rezagado en el proceso de concentración bancaria tras la fusión de CaixaBank y Bankia, haya reiterado su apuesta por el Sabadell. No será el último, aún quedan pocas piezas sueltas, aunque sí, muy probablemente, a escala nacional. Haciendo un fácil juego de palabras, el ministro de Economía, y con él Moncloa, han dicho algo así como cuerpo a tierra. Es decir, hay que disparar contra cualquier movimiento de fusión que suponga una nueva vuelta de tuerca a la concentración bancaria en España, una de las más altas de Europa y, desde luego, la mayor en los cinco grandes países. Un proceso, como se sabe, acelerado tras la debacle de las cajas de ahorros, aunque ya venía de antes. Al menos, desde los tiempos de Carlos Solchaga. Ahora bien, si el actual Gobierno hubiera hecho el mismo análisis, con los mismos argumentos, cuando se produjo la fusión Bankia-La Caixa, es probable que aquella operación no hubiera salido adelante, pero el BBVA, cabe decir, no es de los nuestros.

Haciendo un fácil juego de palabras, el ministro de Economía y Moncloa, han dicho algo así como cuerpo a tierra. No caben más fusiones

Es verdad que el BCE lleva años animando a los bancos europeos para que hagan fusiones transfronterizas, pero hasta ahora (por la inexistencia de un mercado de capitales integrado en la UE) su estrategia ha sido un rotundo fracaso.

Esto es así porque la banca, como sucede en otros sectores, tiene dificultades para crecer en Europa, al contrario que en otros mercados exteriores, lo que indica un problema estructural difícil de resolver. Entre otras razones, como sostenía José Ángel Sánchez Asiain, el banquero más ilustrado junto a Luis Valls, porque la materia prima de la banca no es, como se suele creer, el dinero, sino la información. Una información, por supuesto, asimétrica. El banquero, sobre todo en la banca minorista, que es la genuinamente española, siempre tiene más información de la que posee el cliente que va a pedir un préstamo, y esto le hace imbatible. Y tener acceso a nuevos mercados con una cultura financiera tan variopinta, aunque haya moneda única, no es fácil para ninguna entidad.

Si en 2008 las cinco mayores entidades acaparaban el 42% del mercado en términos de activo total, en 2016 se situó en el 61,8%

Carlos Torres, el presidente del BBVA, lo sabe mejor que nadie. Pero se ha encontrado con que también el Gobierno tiene hoy información de primera mano y, por cierto, accesible a cualquier observador. Si en 2008 las cinco mayores entidades acaparaban el 42% del mercado financiero en términos de activo total, en 2016 su cuota conjunta de mercado se situó en el 61,8%. Pero, tras la fusión CaixaBank-Bankia, supera ya el 70%. O cerca del 80% si en lugar de los activos se tienen en cuenta los depósitos. No deja de sorprender que se actúe ahora con esa inusitada vehemencia.

Formalmente, no es un oligopolio (sobre todo en ciertas provincias), pero se le parece mucho. La propia CNMC, de hecho, ya observó en 2021 que la última fusión, tal y como fue planteada, representaba amenazas a la competencia efectiva en determinados ámbitos del mercado de banca minorista, y de ahí que impusiera límites a la concentración. Estimó, en concreto, que en 86 códigos postales (la mejor forma de identificar las poblaciones) la entidad resultante hubiera quedado en una situación de monopolio, duopolio o en una débil presión competitiva, de ahí que impusiera condiciones.

Una situación insólita

Ese es, precisamente, lo que tendrá que dilucidar ahora la CNMC si prospera la opa: poner límites. ¿Cuál es el riesgo? Ni más ni menos que el informe preceptivo de Competencia poniendo condiciones pueda desembocar en una situación insólita. Puede ocurrir que la operación salga adelante con los accionistas, pero que las condiciones sean tan exigentes que finalmente al BBVA no le compense la compra.

Hay otro factor especialmente relevante en este contexto. Frente a lo que sucedió en anteriores bailes bancarios –la opa del Bilbao sobre el Banesto de Mario Conde estaba avalada por el Gobierno de entonces– el BBVA cuenta a priori con el voto en contra del Ministerio de Economía, lo cual supone una presión adicional para Cani Fernández y su equipo. Es por eso por lo que sorprende la celeridad del ministro Carlos Cuerpo de hacer público un comunicado en contra de la operación, cuando quien tiene que hacer su trabajo es, precisamente, la CNMC, un organismo en su área de influencia (a la presidenta la nombra el Gobierno).

Tras la fusión CaixaBank-Bankia, esta superó el 70%. No deja de sorprender que se actúe ahora con esa inusitada vehemencia

Puede haber una razón adicional que explique la posición de Economía, y que hay que situar más en el ámbito de la política que en el estrictamente financiero. Algunos de los socios parlamentarios del Gobierno, en particular Sumar y los independentistas catalanes, se oponen. En primer caso, por un problema de competencia, y en el segundo porque se diluye el peso de Cataluña en el conjunto del sistema financiero. El PNV, eso sí, mantiene un discreto silencio, entre otras razones, porque el PSE-EE es su socio de Gobierno, pero es probable que no vea con malos ojos la operación. En todo caso, refuerza la idea de que el capitalismo financiero del siglo XXI es una función teatral en la que trabajan pocos actores. El problema es que todos hablan el mismo idioma, cuando el planeta se ha globalizado.

¿Dónde está el JP Morgan europeo, dónde está el Bank of America europeo?, se preguntaba hace unas semanas el profesor Luis Viceira en este periódico. La respuesta la dio hace ya más de un siglo Francesc Cambó cuando aprobó la ley de Ordenación Bancaria. "Vamos a crear la aristocracia bancaria". La nuestra.

Un dato lo dice casi todo. El año pasado, los seis mayores bancos del país lograron unos beneficios conjuntos algo superiores a los 26.340 millones de euros. Para hacerse una idea de lo que significa esa cifra sólo hay que tener en cuenta que representa el 75% de lo que recaudó el año pasado Hacienda por el impuesto de sociedades. Es decir, lo que grava el fisco por los beneficios obtenidos por el conjunto de las empresas españolas. Otra referencia puede ser significativa. Según un trabajo publicado por Funcas, y elaborado por los profesores Carbó y Rodríguez Fernández, los ingresos totales de los seis grandes ascendieron a 110.440 millones de euros. Eso significa, aproximadamente, que por cada cuatro euros que factura la banca, uno se queda en casa en forma de beneficios que, posteriormente, se distribuyen a través de los dividendos.

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