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Los obstáculos económicos y (sobre todo) políticos del movimiento hostil de BBVA
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Oferta por Sabadell

Los obstáculos económicos y (sobre todo) políticos del movimiento hostil de BBVA

La salida en tromba desde el Gobierno para mostrar su rechazo a la operación evidencia la gran dificultad que encaran Torres y su equipo para sacar adelante la absorción de Sabadell

Foto: Carlos Torres, presidente de BBVA, y Josep Oliu, presidente de Sabadell. (EC/H. Bilbao/Morell)
Carlos Torres, presidente de BBVA, y Josep Oliu, presidente de Sabadell. (EC/H. Bilbao/Morell)
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BBVA quiere hacerse con el negocio de Sabadell y no piensa conformarse con la negativa del consejo del banco de origen catalán. Después de varios días de especulaciones sobre si la entidad que preside Carlos Torres mejoraría su oferta o arrojaría la toalla, tras el rechazo de su homólogo en Sabadell, BBVA ha acabado optando por la opción que parecía menos probable: la de la opa hostil.

No puede negarse que el movimiento tiene lógica económica. Si BBVA está tan convencido, como evidencian sus estimaciones (aunque son muchas las voces en el mercado que las han puesto en cuestión) de los beneficios que conllevaría la operación para ambos grupos, no hay razones para conformarse con la negativa de un Oliu cuyas motivaciones, podría sugerirse, no obedecen al interés real de sus accionistas.

En un banco que no cuenta con un núcleo inversor fuerte, BBVA estaría tratando de convencer a esos miles de pequeños accionistas de que su propuesta es la manera más directa para exprimir la rentabilidad de su inversión.

El primer problema al que se enfrenta el movimiento del banco con sede en Bilbao es, precisamente, convencer a esos inversores de que su oferta es tan "excepcionalmente favorable" como asegura. BBVA se aferra a que su propuesta de una acción propia por cada 4,83 de Sabadell implica una prima del 30% respecto al precio anterior a que se conociera la oferta y de hasta el 50% sobre los niveles en que se movía cuando BBVA aprobó lanzar la oferta.

Foto: Josep Oliu y Carlos Torres. (EC Diseño)

Sin embargo, sobre esta visión pueden aportarse distintas objeciones. La primera es que esa reducción en la prima desde el 50 al 30% lo que oculta es el buen tono mostrado en bolsa por Sabadell en las últimas semanas, y que no es achacable al interés de BBVA –por entonces todavía secreto– sino a la buena acogida que mostraron sus cuentas, que evidenciaron la capacidad del banco catalán para seguir mejorando sus cifras de negocio con independencia de las perspectivas (a la baja) de los tipos de interés.

Es decir, el de Sabadell (también el de BBVA, pero en menor medida) es un proyecto que ya venía en notable remontada en los últimos tiempos, de modo que firmas como Alphavalue, UBS o Santander ya le otorgaban valoraciones muy por encima de los 2 euros por acción (actualmente cotiza a 1,85 euros), sin necesidad de contemplar el ángulo de las operaciones corporativas.

Una prima que mengua

A esto, además, se añade la débil evolución de las acciones del banco vasco desde que se conocieron sus intenciones. Una situación que este jueves se ve agudizada con un nuevo descalabro del 6%, que, unido a la respuesta positiva de la cotización de Sabadell, reduce la prima real de la oferta en el momento actual al entorno del 8%.

Debe entenderse que la propia insistencia de BBVA en adquirir el negocio de Sabadell, incluso con la oposición del consejo, representa una evidencia del valor oculto en la entidad que dirige César González-Bueno, cuyas valoraciones con descuento respecto a la media del sector pueden verse como indicativo de su potencial de mejora.

En esas circunstancias, ¿se dejarán seducir los accionistas de Sabadell por los cantos de sirena de un proyecto cuyos números aún están por probar y que de primeras ofrece un potencial de ganancias no muy superior al que ya le otorgaban los analistas al proyecto independiente del banco con sede en Alicante?

Que una de las partes dude de las ventajas facilita el rechazo de la fusión por las autoridades

En todo caso, la verdadera razón por la que el mercado observaba la opción de una opa hostil con escepticismo no es tanto la respuesta (imprevisible) de los accionistas de Sabadell sino la (mucho más previsible) de las autoridades, que este jueves no han tardado en salir en tromba para manifestar su oposición a la operación.

Toda la cautela que había presidido las manifestaciones del Gobierno mientras se valoraba la posibilidad de una integración consensuada ha sido dejada de lado una vez que se ha conocido la intención de BBVA de sacarla adelante a pesar de la oposición del consejo de Sabadell.

Cabía esperar que parte de esta resistencia política aflorara tanto si la operación seguía adelante de forma consensuada como hostil, ya que en un momento de resultados récord en la banca una nueva muesca a la competencia bancaria, aderezada por cierres adicionales de oficinas y miles de despidos, resulta un trago difícilmente digerible para cualquier gobierno.

Foto: Carlos Cuerpo, ministro de Economía. (Europa Press / Ortega)

Pero precisamente la necesidad de lidiar con esas resistencias hace del consenso entre las partes implicadas un valor fundamental, pues si una de las entidades implicadas se muestra dudosa de las ventajas de la fusión se abre una brecha en el relato que allana el camino a la oposición política.

De este modo, el camino emprendido por BBVA parece plagado de obstáculos económicos y, sobre todo, políticos. El premio que conllevaría un movimiento exitoso bien podría valer la pena, pero la insistencia en sacar adelante esta operación también corre el riesgo de poner el foco en las debilidades del proyecto individual del banco (valoraciones exigentes, perfil de crecimiento limitado, sobreexposición a mercados emergentes) justo cuando el mercado parecía más cautivado por sus fortalezas.

BBVA quiere hacerse con el negocio de Sabadell y no piensa conformarse con la negativa del consejo del banco de origen catalán. Después de varios días de especulaciones sobre si la entidad que preside Carlos Torres mejoraría su oferta o arrojaría la toalla, tras el rechazo de su homólogo en Sabadell, BBVA ha acabado optando por la opción que parecía menos probable: la de la opa hostil.

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