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La primera mujer al frente de los economistas de Madrid tiene una solución para la sequía
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ENTREVISTA A AMELIA PÉREZ ZABALETA

La primera mujer al frente de los economistas de Madrid tiene una solución para la sequía

La decana del colegio de la capital, experta en gestión de recursos hídricos, reclama una política única para toda España: "Necesitamos unos Pactos de la Moncloa por el agua"

Foto: Amelia Pérez Zabaleta, en la sede del Colegio de Economistas de Madrid. (J.I.R.)
Amelia Pérez Zabaleta, en la sede del Colegio de Economistas de Madrid. (J.I.R.)
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Desde el salón principal del Colegio de Economistas de Madrid, decenas de hombres gozan de una vista privilegiada de la plaza de las Descalzas, un enclave en pleno centro de la capital que vio nacer la Real Academia Española en 1713. Son las fotografías de los presidentes de la institución, que asisten impávidos a un cambio imparable en el devenir de la sociedad —y también de la ciencia lúgubre—. En el centro de la escena, luminosa, emerge una mujer de carne y hueso: es Amelia Pérez Zabaleta (Madrid, 63 años), la primera presidenta de un organismo con más de 8.000 socios, entre los que se encuentran insignes personalidades, como el vicepresidente del Banco Central Europeo, Luis de Guindos, o el fallecido Isidoro Álvarez, expresidente de El Corte Inglés.

Pérez Zabaleta ha sido la primera decana de Economía de la UNED, y hoy es su actual vicerrectora y también la primera decana del antiguo Colegio Central de Economistas, como se denominó la institución hasta 1977. Ese año, en un contexto no tan diferente al actual —espiral inflacionista, efervescencia electoral y una falta de precipitaciones preocupante—, los partidos políticos se pusieron de acuerdo para atajar la crisis que amenazaba la estabilidad de la incipiente democracia española. Casi cuatro décadas después, la directora de la cátedra Aquae sobre gestión de recursos hídricos pide recuperar aquel espíritu para atajar la sequía.

PREGUNTA. ¿Falta una política nacional del agua, estamos teniendo una política nacional equivocada o ninguna de las dos?

RESPUESTA. Claramente, necesitamos una política o un plan estratégico del agua. Un pacto, como los Pactos de la Moncloa, que también tendría que producirse en otros sectores, como la educación, la sanidad o la política exterior. Quiero fijarme, por ejemplo, en Israel, que ha logrado un plan estratégico que va en la línea de la inversión en aguas regeneradas y la creación de tuberías. Han generado un solo abastecimiento. Todo el país tiene unas infraestructuras que le permiten avanzar y, lo que hasta hace nada era un ejemplo de sequía, se permite en estos momentos hasta exportar agua. Yo creo que en España falta eso, ese plan estratégico del agua, ese pacto que pueda permitir que avancemos y que no se generen conflictos entre tres gobiernos, no solo el Gobierno nacional y los autonómicos, sino entre distintas autonomías e incluso con gobiernos locales que están luchando por el agua en distintos territorios.

P. Esto lo debería fijar, según usted, el Estado.

R. Está claro que debe fijarse un plan nacional por parte del Estado, con la colaboración de las comunidades autónomas y de todos los afectados, por supuesto, porque todos tienen que participar. Y también con la participación y el conocimiento público y privado. La iniciativa privada en el tema del agua es importante, no solo porque los regantes son personas, y pueden ser empresas o autónomos, sino porque hay compañías en el sector del agua que están funcionando muy bien. En el abastecimiento de agua urbana, tenemos referentes como el Canal de Isabel II en Madrid o el grupo Aguas de Barcelona.

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Fotografía: J.I.R.

P. Que están en el extranjero...

R. Están en el extranjero y además con un montón de tecnología. Están invirtiendo grandes recursos para poder mejorar y ser más eficientes en la gestión del agua. No sé si nos damos cuenta, pero estas empresas nos están diciendo "ahorra agua", porque el agua es importante. Qué curioso. Es de los pocos sectores en que las empresas te están dando la consigna del ahorro. Normalmente, la consigna es de consumo, ya que ganan más.

P. Hablemos de Barcelona. Ahí se planteó la municipalización del agua. No sé si cree que esas políticas pueden funcionar o es mejor que esté en manos privadas.

R. El agua es un bien escaso, un bien capital y que tiene que salir fuera de esa polémica de público o privado. Yo creo que se debe buscar la eficiencia, y en cada lugar hay distintos modelos que pueden garantizarla y ofrecer una agua y un saneamiento de calidad. Por tanto, la polémica entre público y privado tiene que estar al margen. Es más, lo que debemos luchar es por la colaboración público-privada. Estamos en una línea totalmente contraria. Se desperdician esfuerzos en esa polémica, en lugar de buscar acuerdos que permitan llegar a un pacto nacional y a buscar soluciones estratégicas para resolver el problema del agua en Cataluña.

"Si no hay recursos hídricos, pues lógicamente la agricultura tiene que replantearse"

Como los violinistas durante el hundimiento del Titanic, algunos políticos siguen con su cantinela de debates estériles mientras crecen las fugas de agua (la referencia al barco es obligada: el espectacular acceso al colegio, situado en un palacio burgués del siglo XIX, ha servido como escenario para recrear las escaleras donde Jack esperaba a Rose).

Zabaleta cree que las discusiones ideológicas no ayudarán a resolver la situación, y recuerda un dato: de toda el agua que se consume en España, solo el 10% se emplea para el abastecimiento urbano. La clave de la sostenibilidad del sistema se halla en la agricultura, que acapara la mayoría del total y ha protagonizado algunas de las mayores polémicas de las últimas semanas, a cuenta del acceso de los regantes a los acuíferos de Doñana.

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Fotografía: J.I.R.

P. A las puertas de unas elecciones, y supuestamente para ganar una diputación provincial, se plantea dar más agua de un parque nacional a los agricultores. ¿Hasta qué punto es posible conciliar una opinión pública muy sensible que vive en el corto plazo, y al final es la que vota, con un problema a largo plazo del que ya se ocuparán otros gobiernos y que no va a afectar a los políticos que están ahora mismo en el cargo?

R. La utilización del agua como elemento político es irresponsable, por eso tenemos que ir en la línea de buscar un plan nacional. En los periodos de elecciones es cuando se plantea. Es triste que tengamos que encontrarnos en unas elecciones con momentos de sequía y que se utilice ese tema en lugar de otros. Yo he estado en el Consejo Nacional del Agua [el órgano consultivo del Gobierno en la materia] durante más de 15 años. He estado con distintos partidos políticos y todos tienen en su base un acuerdo, y dicen que el agua es un elemento imprescindible. Pero a la hora de la verdad no es importante. El que abandonemos todas estas polémicas es verdaderamente crucial.

"Si dentro de unos meses empieza a llover, no se van a tomar medidas: tiene un coste político"

P. ¿Qué hacemos con los agricultores? Es un sector muy sensible, que consume el 80% del agua y solo representa el 3% del PIB. ¿No hay una desproporción ahí?

R. Hay que analizar la demanda y la oferta futuras, y plantear a los agricultores y poner sobre la mesa en ese pacto lo que va a ser la agricultura en los próximos años para que se tomen las medidas adecuadas. No voy a ser tan drástica como para decir que se ha agotado la mina, pero habrá que pensar que a los mineros hay que darles una respuesta. Si no hay recursos hídricos, pues lógicamente la agricultura tiene que replantearse. Quizá no es la desaparición, pero a lo mejor hay otra serie de técnicas o modelos que permitan obtener productos agrícolas con menos coste o con el agua obtenida de otra forma. Esas son las respuestas que se deben dar, pero no se puede en la situación actual. En estos momentos, lo que estamos viendo es que hay muchos agricultores que ya están perdiendo sus cosechas. Tenemos que tomar medidas a corto plazo, hay ayudas que se están ya concediendo para que esa situación se proteja en cierta medida, pero tenemos que verlo con una perspectiva a largo plazo. Para esos agricultores o los agricultores cercanos a Doñana tenemos que buscar nuevas formas de cultivo o nuevas actividades o tecnologías que les permitan tener una mayor productividad.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una sesión de control en la Cámara Baja. (EFE/Zipi)

P. ¿Esa política de transformación de la agricultura la puede absorber el propio sector o hay que articularla con un presupuesto público importante?

R. En cada lugar puede haber distintas opciones, pero la estrategia debe ser conjunta y el análisis debe ser conjunto. Lo que no puede mantenerse es que cuando ha habido agua se hayan aumentado el número de regadíos y luego decimos: "¿Qué pasa?". Ahora sabemos que no podemos sostener las tierras de regadío porque no hay agua suficiente, pero teníamos que haberlo pensado un poco antes. Yo creo que hay que hacer...

P. Unas políticas del agua contracíclicas...

R. Claro. Yo estoy absolutamente convencida de que, si dentro de equis meses empieza a llover, no se van a tomar medidas oportunas. ¿Por qué? Porque el coste político que tiene es bastante grande. Pero insisto, yo creo que debería ser una estrategia política clara de llegar a acuerdos y poner a todos los agentes sociales y económicos a trabajar conjuntamente. Porque es lo que es la Agenda 2030. Los objetivos de desarrollo sostenible no son un elemento decorativo.

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Fotografía: J.I.R.

Por primera vez en mucho tiempo, los ciudadanos están notando en su propio bolsillo los efectos de la sequía. La decana del Colegio de Economistas de Madrid cree que la escasez de lluvia va a suponer un mayor encarecimiento de los alimentos, que acabará trasladándose a la cesta de la compra. Sin embargo, reconoce que esta estimación forma parte de la economía de incertidumbre: "No sabemos lo que va a pasar si llueve".

P. ¿Tienen sentido los controles de precios?

R. Es complicado. Si uno controla precios, lo que va a haber es escasez, porque se acabará el producto rápidamente. Las políticas se tienen que tomar pensando en los efectos que van a tener. Si uno controla precios, estará apoyando a las personas más vulnerables, pero es posible que se agoten las existencias y el precio, nos guste o no, es un elemento que permite la información para la toma de decisiones. Yo soy más partidaria de políticas más activas, políticas que contribuyan a la mejora de la situación de las personas más vulnerables, y no de las políticas restrictivas o prohibitivas que estrangulan muchas veces la economía.

"El valor del agua, que es enorme, no está reflejado en el precio, que es relativamente bajo"

P. En España, para la poca agua que tenemos, es relativamente barata. ¿Apoya establecer una señal de precios a través de impuestos, como promueve la Unión Europea en el ámbito de la energía, para fomentar el ahorro?

R. El valor del agua, que es enorme, no está reflejado en el precio, que es relativamente bajo. Es cierto que cuando estamos hablando de consumo urbano hay ciudades y determinados núcleos de población que están pagando más por el agua que otros, pero nunca el precio que vale. No da señales, que es lo que necesita el ciudadano, de cuál es la escasez. Si nos fijamos en el precio de la energía, ha subido y ha disminuido el consumo. El precio del agua debería señalar esa escasez que tiene, pero yo creo que no es suficiente. No se trata solamente de eso, sino también de que se proporcione a los más vulnerables. Es necesario que exista una mayor concienciación, una mayor sensibilización y una mayor educación de la ciudadanía en este sentido, algo que también se ha dado, por ejemplo, en Israel y en otros países de una forma mucho más activa que en España. Lo que pasa es que el precio de agua es un tema complejo, porque cada ayuntamiento tiene su forma de fijación. Las tarifas tienen unos criterios que no son exactamente los más económicos.

P. ¿Habría que hacer una transición del agua?

R. Creo que sí, en cierto modo. La elasticidad de la demanda del agua es bastante rígida, porque los precios son muy bajos. Si fueran más altos, a lo mejor se tomaban decisiones más coherentes con la escasez del bien. Pero si es preciso una política de precios, seria preciso una política de tarifas que permitiera crear un marco en el que las decisiones no estuvieran tan ligadas a la parte política y tan independientes en cada municipio.

Foto: La sequía ha arruinado las cosechas de secano, como la almendra. (EFE/Morell)

La conversación regresa al principio: la idea de una política hídrica nacional, con el consenso de todos los actores políticos y territoriales. Pérez Zabaleta, que vivió en primera persona la polémica de inicios de siglo sobre el trasvase del Ebro, no se muestra demasiado partidaria de las obras faraónicas, pues considera que España "ya tiene muchas" y ninguna permitirá, por sí misma, resolver el problema. El nuevo plan debería contemplar otras alternativas, que, como ocurre con las energías renovables, en su día no eran rentables, pero ya forman parte de las soluciones del presente. "Yo creo que no es cuestión de decir 'trasvases sí o trasvases no'. La tecnología ha cambiado mucho. España es pionera en la utilización de aguas regeneradas en agricultura y los precios de las desaladoras han bajado mucho", asegura.

Sobre el trasvase Tajo-Segura, otra de las polémicas que ha introducido el agua en la agenda política en vísperas de las elecciones territoriales del 28 de mayo, la economista madrileña prefiere no mojarse. Pese a su conocimiento del sector, el cargo institucional que ocupa le obliga a pisar con mucho tiento el noble suelo del colegio, un vestigio de la que en su día fue sede del sindicato vertical de la madera y corcho. Al fondo del salón principal, unas puertas lacadas en blanco dan acceso a otra estancia con amplios ventanales y forma de media luna. Sobre la mesa, un pequeño MacBook de color rosa. Esta vez, el "despacho oval" —como lo llaman cariñosamente— lo ocupa una mujer.

Desde el salón principal del Colegio de Economistas de Madrid, decenas de hombres gozan de una vista privilegiada de la plaza de las Descalzas, un enclave en pleno centro de la capital que vio nacer la Real Academia Española en 1713. Son las fotografías de los presidentes de la institución, que asisten impávidos a un cambio imparable en el devenir de la sociedad —y también de la ciencia lúgubre—. En el centro de la escena, luminosa, emerge una mujer de carne y hueso: es Amelia Pérez Zabaleta (Madrid, 63 años), la primera presidenta de un organismo con más de 8.000 socios, entre los que se encuentran insignes personalidades, como el vicepresidente del Banco Central Europeo, Luis de Guindos, o el fallecido Isidoro Álvarez, expresidente de El Corte Inglés.

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