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El agua del grifo de estas ciudades españolas contiene microplásticos (y Madrid es la peor)
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¿Cuántos microplásticos podemos beber?

El agua del grifo de estas ciudades españolas contiene microplásticos (y Madrid es la peor)

El agua del grifo en varias ciudades españolas contiene cantidades muy pequeñas de microplásticos. El problema es que falta una regulación para saber cuáles deberían ser los parámetros saludables

Foto: Foto: Europa Press/María José López.
Foto: Europa Press/María José López.

Sabemos que están por todas partes, aunque su diminuto tamaño hace que pasen inadvertidos: los microplásticos son una amenaza invisible. En la definición entran incluso partículas de cinco milímetros, pero pueden ser de apenas una micra. Procedentes de todo tipo de productos y de la descomposición de plásticos mayores, estas pequeñas partículas son un potencial peligro para el medio ambiente y, cada vez más, para la salud humana. En los últimos años, se han multiplicado los estudios que tratan de averiguar hasta qué punto estamos en contacto con ellos.

Uno de los más recientes e interesantes acaba de salir publicado en la revista Water Research. Científicos españoles de varias universidades y centros de investigación del CSIC que forman parte de EnviroPlaNet, una red temática de investigación especializada en el estudio de la contaminación por residuos plásticos, han colaborado en un trabajo que analiza los microplásticos que se pueden encontrar en el agua de la red de ocho ciudades de la península Ibérica y Canarias. El resultado era el esperado: sí, hay microplásticos, pero ¿demasiados?

Foto: Microplásticos extraídos del mar. (iStock)

Las cantidades encontradas por los investigadores son muy bajas. En concreto, una media de 12,5 microplásticos por metro cúbico. Dicho de otra forma, hay 0,0125 diminutas partículas de plástico por cada litro. ¿Cómo sabemos si esto es poco o mucho? Este es el gran problema. En realidad, la información sobre la presencia de estas partículas plásticas en las aguas de consumo es muy dispar en todo el mundo y de momento en Europa no existe una regulación que fije unos parámetros mínimos aceptables. Hay datos de concentraciones de agua de red altísimos y otros muy bajos. Los peores, por comparación, registrados en países como China e Irán, son hasta 1.000 veces mayores.

“Las concentraciones de plástico en las aguas de España están en el rango bajo comparadas con las que encontramos en la literatura mundial en este tipo de aguas”, afirma a El Confidencial Roberto Rosal, catedrático de Ingeniería Química en la Universidad de Alcalá y coordinador del trabajo. El origen de las mayores contaminaciones registradas en el planeta puede ser muy variado y responder a motivos concretos en cada una de las localizaciones. Los investigadores no descartan, incluso, que en algunos análisis la manipulación de las muestras no haya sido del todo correcta.

El estudio se llevó a cabo de forma simultánea en dos periodos de tiempo (mayo y julio de 2022) en seis ciudades peninsulares (Madrid, Barcelona, Vigo, A Coruña, Murcia y Cartagena) y dos canarias (San Cristóbal de La Laguna y Las Palmas de Gran Canaria). Los peores datos correspondieron a Madrid, que llegó a superar los 30 microplásticos por metro cúbico de agua. Por el contrario, Cartagena (7) es el punto que menos registró. El resto de ciudades analizadas se mantenía entre 10 y 15 partículas de microplásticos por metro cúbico. En realidad, con estos guarismos, “las diferencias no son muy grandes”, asegura el experto.

placeholder Agua corriente.
Agua corriente.

Cada una de estas localizaciones tenía varios puntos de muestreo relativamente distanciados entre sí, sumando en total 24. En cada uno de ellos se recogieron 150 litros para análisis y fueron enviados a laboratorios de Madrid para que fueran examinadas con la misma metodología. Los científicos habían colocado filtros metálicos, especialmente diseñados para este fin, en grifos de casas particulares que colaboraron voluntariamente en el estudio para detectar los pequeños trozos de plástico “uno a uno”, contabilizándolos y midiéndolos al detalle, además de identificar el tipo de plástico. Al conocer la densidad de estos materiales, los investigadores averiguaron su masa, que no pasa en ningún caso de algunas decenas de nanogramos por litro. Según los expertos, esta cantidad es similar a la concentración de cualquier contaminante habitual del agua, por ejemplo, antibióticos y otras sustancias.

¿Qué tipos de plástico?

En cualquier caso, ¿de dónde proceden estos plásticos microscópicos? “Pensamos que las canalizaciones podrían influir, y que nos darían plásticos típicos como el PVC, pero no es así”, comenta el investigador. Otra hipótesis que barajaban los científicos es que, en localizaciones donde se usan desaladoras para potabilizar el agua del mar, como Barcelona o Canarias, podrían aparecer restos de las membranas de desalación, pero esto tampoco ocurre. En realidad, aparecen los mismos plásticos en todas partes y, además, en una proporción similar al uso que tienen en la sociedad. Los principales polímeros sintéticos detectados fueron poliamidas, poliésteres y poliolefinas.

placeholder Microplásticos.
Microplásticos.

Las plantas de tratamiento de agua potable sacan el agua de los ríos, así que está claro que ahí hay que buscar la fuente de contaminación. Por eso, los resultados podrían responder a situaciones particulares, más que a la situación general de contaminación por microplásticos del país. Por ejemplo, en el embalse del Manzanares, en Madrid, “la toma del agua está casi pegada a la desembocadura de una canalización de una depuradora y las depuradoras son una de las principales fuentes de aporte de microplásticos al medio ambiente acuático”.

Lo único que sorprendió a los investigadores es que, por primera vez, un estudio de estas características encuentra bioplásticos. “Son plásticos que pueden eliminarse de forma relativamente sencilla mediante un proceso de compostaje, es la típica bolsa que te dan ahora en los supermercados”, comenta el autor del trabajo. En realidad, su uso se ha generalizado desde hace poco tiempo y es normal que comiencen a detectarse. Su ventaja es que llegan a desaparecer completamente en procesos de compostaje industrial, pero en el medio ambiente se van desintegrando y, como el resto de plásticos, pueden acabar en cualquier parte.

placeholder Embalse. (EFE)
Embalse. (EFE)

En general, el agua del grifo goza de una buena calidad en España, pero los microplásticos no están entre los contaminantes regulados, así que técnicamente estas cantidades “no son ni mucho ni poco, porque no hay parámetros de referencia”. La Unión Europea está trabajando para incluirlos en la legislación comunitaria y los expertos confían en que se fijen normas más pronto que tarde. “Hay que poner orden en las fuentes de las que se toma el agua potable y en los procesos de tratamiento antes de que llegue a la red de abastecimiento”, opina el catedrático. En estos momentos, solo se tiene en cuenta la calidad microbiológica, pero no las pequeñas partículas de plástico o de otro tipo, como las arenas.

De hecho, aunque el estudio no se centra en esa cuestión, los investigadores han encontrado otros contaminantes que no son plásticos, pero tienen una apariencia muy similar. Se trata de partículas como las fibras de algodón, pero no las de origen natural, sino sintético, y que llevan un procesado industrial que incluye el uso de muchos compuestos químicos. “Las hemos clasificado como contaminantes antropogénicos y hay casi el triple que microplásticos”, apunta el autor del trabajo.

¿Y el agua embotellada?

Después de esta publicación, la red EnviroPlaNet va a repetir el estudio con agua embotellada. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) se ha encargado de seleccionar marcas de amplia distribución en las cadenas de supermercados y los científicos van a escrutarlas con un procedimiento similar, salvo algunas leves diferencias en el protocolo de análisis. “Las tenemos ahora mismo en el laboratorio y las estamos analizando, en breve tendremos datos”, señala el experto, que adelanta que las concentraciones también van a ser bajas, según sus datos preliminares. No obstante, hay que realizar este tipo de estudios para saberlo, porque en el conjunto del mundo “con el agua embotellada pasa lo mismo, hay una disparidad enorme, desde miles de microplásticos por litro hasta investigaciones que no encuentran nada”, comenta el ingeniero químico.

Foto: Agua embotellada. (EFE Brais Lorenzo)

Los alimentos suelen estar más en contacto con los plásticos, tanto por los métodos de elaboración como por los envases en que se comercializan. No obstante, influyen muchas circunstancias. “Los moluscos filtrantes, como los mejillones, tienen cantidades enormes de plásticos y nos los comemos enteros, sin quitarles el aparato digestivo”, señala el catedrático de la Universidad de Alcalá. Las concentraciones también suelen ser elevadas en otro tipo de bebidas, como la cerveza, y otras sometidas a procesos de elaboración industrial.

“Hay concentraciones de plásticos en cualquier sitio. Nosotros los hemos encontrado en los lugares más variados, en una zona de la Antártida a la que solo acuden científicos desde los años sesenta y en aviones militares volando sobre Madrid”, comenta Roberto Rosal en referencia a una investigación publicada en 2021 en la revista Science of The Total Environment. En definitiva, “vivimos en un mundo de plástico”. Por eso, los datos del agua del grifo son bastante positivos. Teniendo en cuenta las cantidades y el impacto detectado por otros estudios, es muy improbable que esto genere “algún tipo de peligro para la población, por mucha agua que beba del grifo”.

Sabemos que están por todas partes, aunque su diminuto tamaño hace que pasen inadvertidos: los microplásticos son una amenaza invisible. En la definición entran incluso partículas de cinco milímetros, pero pueden ser de apenas una micra. Procedentes de todo tipo de productos y de la descomposición de plásticos mayores, estas pequeñas partículas son un potencial peligro para el medio ambiente y, cada vez más, para la salud humana. En los últimos años, se han multiplicado los estudios que tratan de averiguar hasta qué punto estamos en contacto con ellos.

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