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Un paseo por el infierno: esta plaza es la peor 'isla de calor urbana' de Madrid (y del mundo)
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Informe sobre altas temperaturas

Un paseo por el infierno: esta plaza es la peor 'isla de calor urbana' de Madrid (y del mundo)

El estudio 'Urban Heat Snapshot', de la consultora Arup, determina que la capital española registra la mayor diferencia térmica entre el centro urbano y sus alrededores. En la plaza Juan Pujol, la media es 8,5 grados más alta que en las afueras

Foto: Plaza Juan Pujol de Madrid. (A. F.)
Plaza Juan Pujol de Madrid. (A. F.)

Lagor busca las sombras como puede. Pasear en estas fechas no es el escenario ideal para un perro. Su dueño explica que, lógicamente, no puede sacarlo solo por las noches. A las tres y media de la tarde, el canino hace lo posible por localizar espacios sin sol donde refugiarse. La ola de calor no da tregua y quienes se quedan en Madrid en agosto parecen estar hechos de otra pasta. En mitad de la plaza Juan Pujol —en el emblemático y moderno barrio de Malasaña— hay un parque infantil con cero unidades de niños, dos bares, una decena de árboles un tanto escuetos y 25 motos aparcadas. Algún que otro turista toma un refresco con mucho hielo y se abanica. El resto es un desierto de cemento y asfalto gris. Nadie quiere estar en la peor isla de calor de la capital.

La temperatura de este 17 de agosto supera los 34 grados, aunque hubo días peores durante la ola de calor de principios de mes. La consultora de desarrollo sostenible Arup, autora del estudio, cogió como fecha de referencia el 15 de junio de 2022, uno de los más calurosos del año pasado. El informe Urban Heat Snapshot analizó la temperatura de las ciudades de El Cairo, Los Ángeles, Nueva York, Londres, Bombay y Madrid. Y esta última se llevó el palmarés: la capital española es la que más diferencia térmica registra entre el centro urbano y los alrededores, con hasta 8,5 grados de diferencia.

Foto: La Plaza Mayor, poca sombra y 'privatizada'. (M. McLoughlin)

Esto no significa que en Madrid haga más calor que en El Cairo o en Bombay, sino que pone de relevancia la importancia de las tramas verdes. Existe un oasis en la capital que provoca, precisamente, que la diferencia de temperatura sea tan elevada. El alto porcentaje de vegetación y agua (hasta un 89%) en la Casa de Campo permite que la ciudad respire. “Es un punto de referencia por el impacto de la vegetación”, señala. Un pulmón verde a escasos kilómetros de la olla a presión en que viven los vecinos de Malasaña. El estudio localiza el punto más frío en el norte del parque madrileño.

Para llegar a estas conclusiones, los analistas de datos analizaron el efecto de la isla de calor en torno a 150 kilómetros cuadrados desde del centro urbano durante el día más cálido del año. Jugaron con varias variables: la altura de los edificios, las infraestructuras verdes, la radiación y permeabilidad de la superficie y la población y densidad de la urbe.

placeholder Lagor, buscando la sombra. (A. F.)
Lagor, buscando la sombra. (A. F.)

¿Por qué es este punto tan cálido? Los expertos lo achacan a que el 90% del suelo es impermeable, característico de las ciudades y resistente a la filtración del agua (lo que puede provocar inundaciones). No obstante, estos materiales de la superficie sí tienden a absorber y retener el calor. Eso, unido a un 3% de vegetación, genera el cóctel molotov perfecto para que sea la isla de calor por excelencia. "Es una plaza dura, con poca vegetación y áreas de sombra, muy expuesta a la radiación solar y en la que sus parámetros horizontales y verticales absorben mucha cantidad de energía durante el día que se libera durante la noche", señala Susana Saiz, portavoz de Clima y Sostenibilidad de Arup en Europa.

El término isla de calor gana popularidad; año tras año, cada vez son más las voces que alertan del fenómeno. Básicamente, una isla de calor es un efecto térmico producido en zonas urbanas donde la temperatura es superior a la de la periferia. Saiz apostilla que esta "acumulación de calor" se produce por los materiales que componen la estructura urbana como el hormigón, el asfalto o los ladrillos. "Tienen una gran capacidad de almacenaje de energía térmica. Durante las horas en las que la temperatura es más baja (por la noche), liberan este calor, impidiendo el efecto de fresco nocturno".

Foto: ¿Habrá cuarta ola de calor este fin de semana? Esta es la previsión de la Aemet (EFE/Rafa Alcaide)

Según datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), esto se agudiza en las olas de calor —aumentando, también, el número de noches calurosas al año— y provoca "efectos negativos para la salud, en particular para aquellos grupos de riesgo que viven en grandes urbes".

Curiosamente, apenas unos metros al oeste de la plaza del infierno, bajando por la calle de San Andrés, descansa un cartel con la definición del concepto de salud pública: "Es la disciplina encargada de la protección de la salud de la población humana". El último informe del Instituto Carlos III, publicado el 15 de agosto, atribuye 332 muertes a las altas temperaturas en Madrid en lo que llevamos de 2023. Además, las altas temperaturas también inciden en el insomnio y pueden producir "efectos psicológicos negativos", según la experta. Y en este barrio también hay población vulnerable: un 15,9% de residentes es mayor de 65 años y un 7,1%, menor de 16.

placeholder Definición de salud pública. (A. F.)
Definición de salud pública. (A. F.)

¿Dejará de ser un horno?

La esperanza de reducir el calor radica en reconceptualizar el modelo de ciudad. Una de las claves está en "enfriar las urbes con el diseño de las calles". La arquitecta especializada en el diseño del paisaje urbano Dina Zogheib distingue entre cuatro líneas imprescindibles para mejorar la calidad de vida: más árboles, más superficies permeables, más aprovechamiento del espacio, más islas de frío y más concienciación. Pero ¿es posible aplicar toda esta teoría en Madrid?

La escasez de zonas verdes en el centro de Madrid no es ninguna novedad. Y tiene lógica si se echa la vista atrás. Durante el levantamiento de la urbe y la creación del Ensanche en el XIX, no existía la conciencia de parque público que se tiene hoy día. Lo que descendía la temperatura de la ciudad era la presencia de arroyos y huertas, hoy inexistentes. El centro está más orientado a la movilidad a pie, pero sin apenas presencia arbórea. "Por eso la periferia tiene más árboles. En los sesenta y los setenta es cuando se empezó a apostar por los espacios públicos con vegetación", explica el sociólogo urbano José Ariza de la Cruz. Eso, y que en la zona norte siempre ha corrido más el viento.

Foto: Jardín en la azotea del edificio Shard de Londres. (EFE)

"Las soluciones basadas en la naturaleza consiguen un efecto de refrescamiento por los propios fenómenos fisiológicos que realizan, la evapotranspiración y fotosíntesis, que consiguen reducir su temperatura superficial", explica Saiz. Y, para ello, es indispensable conservar el arbolado urbano y no cerrar los alcorques vacíos.

"Si se talan los árboles que están enfermos, es porque no se han protegido bien", explica Jesús Martín, de Ecologistas en Acción y autor del texto Las ciudades frente a la crisis ecológica. "Las zonas verdes no son solo un refugio para la fauna y la flora —y así cumplir, además, con la estrategia europea por la biodiversidad—, sino que son esenciales para mejorar la calidad del aire y generar sombras", continúa.

placeholder Persianas bajadas en la plaza. (A. F.)
Persianas bajadas en la plaza. (A. F.)

La cuestión es que las ciudades están diseñadas para generar calor. El propio desarrollo del ser humano en calles y avenidas eleva la temperatura. Es un problema sistémico. Coches, aire acondicionado, estufas, adoquines, etc. Por ello, y para adaptar los edificios, se pueden aplicar sistemas de climatización pasivos. "Efectos de sombra en las ventanas, mejor aislamiento de los edificios entre el interior y el exterior, instalación de cubiertas verdes para que mitiguen la disipación de calor por la cubierta... Son medidas concretas y fáciles", continúa Martín.

Pongamos varios casos prácticos donde la naturalización del entorno está funcionando. En Barcelona, han aumentado los refugios climáticos como parques o espacios con sombra. En Madrid, el parking del Wanda Metropolitano cuenta con pavimentos porosos que permiten la filtración de la lluvia. En Londres, el uso de la inteligencia artificial ha permitido detectar el estado de salud de los edificios y apostaron por incluir techos fríos —con pintura reflectante y paneles solares—. "El proyecto muestra cómo las adaptaciones a escala reducirán las temperaturas dentro y fuera de los edificios, lo que tendrá un impacto positivo en la salud y el bienestar de los londinenses", refleja el estudio.

El proceso es largo y Madrid todavía se encuentra en una prefase alejada de otras grandes urbes europeas. Jesús Martín apostilla que algunas medidas son solo parches a corto plazo. Ponerlo en práctica llevará tiempo: no solo mejorar las infraestructuras de la urbe ya existente, sino aplicar nuevas metodologías a las construcciones venideras. De esa forma, quizá Lagor pueda en unos años pasear por una plaza Juan Pujol reconvertida en refugio climático repleto de sombras.

Lagor busca las sombras como puede. Pasear en estas fechas no es el escenario ideal para un perro. Su dueño explica que, lógicamente, no puede sacarlo solo por las noches. A las tres y media de la tarde, el canino hace lo posible por localizar espacios sin sol donde refugiarse. La ola de calor no da tregua y quienes se quedan en Madrid en agosto parecen estar hechos de otra pasta. En mitad de la plaza Juan Pujol —en el emblemático y moderno barrio de Malasaña— hay un parque infantil con cero unidades de niños, dos bares, una decena de árboles un tanto escuetos y 25 motos aparcadas. Algún que otro turista toma un refresco con mucho hielo y se abanica. El resto es un desierto de cemento y asfalto gris. Nadie quiere estar en la peor isla de calor de la capital.

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