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Una vida entre túneles: anécdotas y confesiones de los maquinistas que mejor conocen el metro
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LAS HISTORIAS DEL SUBURBANO

Una vida entre túneles: anécdotas y confesiones de los maquinistas que mejor conocen el metro

Llevan hasta 30 años en el Madrid subterráneo y en ese tiempo han vivido experiencias de todo tipo. Aprovechan un descanso entre ruta y ruta para contárselas a El Confidencial

Foto: Zapata, con dos compañeros, entre ruta y ruta en el metro. (Cedida)
Zapata, con dos compañeros, entre ruta y ruta en el metro. (Cedida)

Cuando baja por las largas escaleras mecánicas del metro de Madrid para adentrarse en sus túneles, la gente entra en otro mundo. Es lo que explica Susana Zapata, de 59 años. El suburbano lleva abierto desde 1919. Hoy, más de medio millón de viajeros pasan anualmente por ellos. Tras más de un siglo, sus maquinistas forman parte de la historia viva de la ciudad. Zapata lleva 30 años trabajando como maquinista en el metro. Fue una de las primeras mujeres en hacerse conductora, una de las que abrió el camino a muchas otras que vinieron después de ella.

Recuerda que el comienzo no fue fácil, pues algunos pasajeros, cuando veían que la que iba conduciendo era una mujer, tomaban la decisión de esperar al siguiente tren: desconfiaban. "Fue muy retador hacerse un hueco en una profesión de hombres. Al comienzo, cuando yo entraba en la cabina, todos se callaban. Ahora muchos viajeros cuando me ven conduciendo me felicitan", asegura. Entró a los 23 años como taquillera y cuando pudo optó por una plaza como maquinista con tres mujeres más. En el 94 se convirtieron en las primeras maquinistas del metro de la ciudad.

Foto: Escaleras mecánicas de una de las estaciones de la línea 6 del metro de Madrid. (Ana Beltrán)
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Ahora, después de casi 30 años y de haber pasado muchas aventuras en diferentes líneas, está en el turno de noche. "Mucha gente no lo sabe, pero aunque no lo vean, el metro nunca cierra", cuenta. Su trabajo empieza a las 11:30 horas de la noche en los últimos servicios y dura hasta bien entrada la madrugada, cuando se encarga de preparar todos los coches para que estén listos para el siguiente turno de la mañana. "Hay muchas diferencias entre el público de cada línea. Esto depende también mucho del horario. Una avería a primera hora de la mañana pone a la gente mucho más nerviosa que por la tarde, por ejemplo", afirma.

Para el maquinista Eduardo Marcos, de 43 años, es una cuestión de gustos personales. Después de llevar 17 años en el metro y haber sido conductor del metro ligero, ahora está en la línea 4. "Mi recorrido dura 35 minutos. Lo puedo hacer cuatro veces en un día, usualmente de cabecera a cabecera", cuenta. A Marcos le encanta su ruta porque los trenes son nuevos y no suelen tener muchas averías. Además, asegura que los viajeros que la usan son muy tranquilos. "Cambian mucho según por el lugar por donde pasa la línea del metro. Se podría hacer una radiografía de la ciudad desde sus túneles por el tipo de usuarios que tiene cada estación", cuenta.

Foto: Los cortes en las líneas han provocado largas esperas. (EFE/Fernando Alvarado)

Para los maquinistas, las líneas más complicadas de gestionar son la 1, la 9 y la 10 por lo largas que son y los barrios por donde pasan. Desde que Marcos y Zapata empezaron a trabajar como maquinistas, los trenes también han cambiado. Antes, casi toda la conducción era manual, con lo que tenían que estar muy atentos a todo lo que iba pasando. Hoy, casi todo es automático. Eso sí, todavía tienen que estar muy atentos a todo lo que se les pueda cruzar en los túneles, sobre todo en las entradas y salidas de las estaciones. A Marcos, una vez un hombre se le subió encima del vagón del metro ligero y tuvo que parar el tren para que se bajara y no le pasara nada.

placeholder Los maquinistas han vivido prácticamente de todo en sus años en los túneles. (Cedida)
Los maquinistas han vivido prácticamente de todo en sus años en los túneles. (Cedida)

"Ver a una persona suicidarse tirándose a la vía del tren es de lo peor que te puede pasar en este trabajo", asegura Zapata, que lo tuvo que vivir. Al maquinista Carlos Manzano, que lleva 18 años trabajando como maquinista, lo más extraño que le ha sucedido es que conduciendo la línea 5 tuvo que ir detrás de un perro durante más de media hora para que no le fuera a pasar nada. "Todos los ojos se centran en ti, y eso produce mucha presión cuando algo sale mal. Al final eres el responsable de cientos de viajeros", afirma Manzano, que aunque encuentra su trabajo algo monótono, agradece mucho a la gente que le da las gracias cuando pasa por la cabina.

Una vida entre vagones

A Marcos, lo que más le gusta de su trabajo es cuando un niño con sus padres se acerca a saludarlo. "Toco la campana y el silbato para ellos, lo disfruto mucho porque se ve la ilusión que les hace. Hace el trabajo muy ameno", cuenta. Marcos, al igual que sus compañeros, espera jubilarse trabajando en el metro de Madrid. "Me da miedo que la tecnología avance y un día los maquinistas dejemos de ser importantes", confiesa después de haber dedicado toda su vida a estar entre vagones, estaciones y anuncios de megafonía.

A Zapata le quedan cinco años para prejubilarse, y afirma que su cuenta atrás ya está hecha: "Yo aquí voy a pasar toda mi vida". A diferencia de sus compañeros, a Manzano le gustaría ascender en la empresa y salir de los túneles: "Siempre busco trabajar en líneas que vayan por la superficie, me gusta ver si en el día hace sol o llueve". La vida entre los túneles también muestra cómo se mueve una ciudad que nunca para.

Cuando baja por las largas escaleras mecánicas del metro de Madrid para adentrarse en sus túneles, la gente entra en otro mundo. Es lo que explica Susana Zapata, de 59 años. El suburbano lleva abierto desde 1919. Hoy, más de medio millón de viajeros pasan anualmente por ellos. Tras más de un siglo, sus maquinistas forman parte de la historia viva de la ciudad. Zapata lleva 30 años trabajando como maquinista en el metro. Fue una de las primeras mujeres en hacerse conductora, una de las que abrió el camino a muchas otras que vinieron después de ella.

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