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Suso33: el niño de 11 años que dejó de hablar ahora es historia viva del graffiti en Madrid
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Suso33: el niño de 11 años que dejó de hablar ahora es historia viva del graffiti en Madrid

El artista, pionero del arte urbano en España, empezó pintando trenes con su firma y ahora ilumina el Teatro Real. "Me gustan los mensajes directos, sin intermediarios"

Foto: Obra de Suso en Ifema. (Suso33)
Obra de Suso en Ifema. (Suso33)

Cuando Suso tenía 11 años, súbitamente, dejó de hablar. Le costaba mucho trabajo expresar lo que sentía con palabras, tartamudeaba. Como método de supervivencia, recurrió al arte, que se convirtió en su forma de vida. La primera vez que cogió un spray para rayar, que es como se conoce en la jerga urbana a la acción de pintar para hacer un grafiti, lo hizo apenas para escribir un nombre en una pared. Sin embargo, explica, pronto sintió que tenía superpoderes. Aquel gesto, incomprensible aún hoy para muchos, significó en su mente muchas cosas: que él era él, que estaba vivo, que se movía por la ciudad. Desde entonces, se dedicó a pintar las paredes, trenes y calles de Madrid con el nombre que escogió para su personaje: Suso33.

“La realidad es que cuando crecemos dejamos de dibujar, pero yo nunca paré de hacer garabatos”, asegura Suso ahora a sus 50 años.

placeholder Las características figuras de Suso en una casa a medio derruir en Madrid. (Suso33)
Las características figuras de Suso en una casa a medio derruir en Madrid. (Suso33)

Su historia empieza haciendo de la necesidad, virtud. Suso33 padece lo que en pedagogía se denomina lateralidad cruzada, es decir, a pesar de ser zurdo de manos y pies, de pequeño fue obligado a escribir con la derecha. Su condición, una importante fuente de padecimientos durante su infancia, se convirtió en una de sus principales señas de identidad cuando se convirtió en el único grafitero que era capaz de pintar con igual detalle con las dos manos a la vez. No es solo que pintara bien, es que lo hacía en la mitad de tiempo que los demás.

Poco a poco, casi sin darse cuenta, se fue adentrando en toda la cultura que rodea al grafiti. Su primer vínculo con esta expresión de arte urbano fueron las películas estadounidenses de mediados de los 80 que giraban en torno a la cultura del hiphop: “No era consciente de lo que hacía ni de que eso me iba a dar una vida. Jamás pensé que se pudiera vivir de una pasión”, explica.

placeholder Obra en la calle de Jesús y María, cerca de la plaza de Tirso de Molina. (Suso33)
Obra en la calle de Jesús y María, cerca de la plaza de Tirso de Molina. (Suso33)

Suso asegura que su formación ha sido la calle, donde ha aprendido de aquellos a quienes admiraba. Reconoce por otra parte que ha tenido la fortuna de haber trabajado con gente muy buena del mundo de las bellas artes. Por el camino, presume de haber transformado el grafiti en un arte que ha sido expuesto en decenas de museos alrededor del mundo. Para Suso33, el grafiti es la forma de expresión que pone en valor la libertad.

Grandes murales por todo el mundo

Después de pasar años pintando grafiti y rebasando la línea que separa lo legal de lo ilegal, en los 90 su sello evolucionó hacia su simbólica estrella de mar naranja con un ojo en el medio: finalmente, su manera de estar en el mundo.

Foto: Piezas expuestas en la muestra. (Museo Nacionalde Antropología)

Además, empezó a hacer enormes murales en Madrid de rostros de personas y sus sombras que terminaron llegando hasta la calles de Nueva York. Con los años, Suso33 ha expuesto en países como China, Italia, Jordania, Alemania, Francia, México, Rusia o Bélgica, por mencionar algunos. “Busco que mis obras despierten emoción en el espectador, contemplar tus primeras ausencias o presencias no te deja indiferente”, afirma.

Luz en movimiento

En estos últimos años, su arte se ha encaminado hacia el action painting o pintura con movimiento. El artista utiliza elementos como el agua, la luz y la música para crear un cuadro con vida. Finalmente, Suso33 emplea el vídeo para dar más importancia al proceso de creación de la obra que al resultado final.

Estos últimos proyectos han tenido gran acogida en Madrid, donde cientos de personas se han acercado ya a ver sus juegos de luz sobre el Palacio Real: “Me gustan los mensajes directos, sin intermediarios”.

placeholder Suso pinta en una pared de Nueva York. (Suso33)
Suso pinta en una pared de Nueva York. (Suso33)

Ahora insinúo cosas que no se ven a simple vista, sino que tienen que ver con la percepción. El objetivo no es llamar la atención, sino que el diálogo tenga que ver con el contexto y el lugar”, dice.

Después de 40 años de carrera, admite que ya no tiene grandes sueños que lograr en Madrid. Al fin y al cabo, esta ciudad se lo ha dado ya casi todo: premios, paredes y viejos trenes llevan su nombre.

Cuando Suso tenía 11 años, súbitamente, dejó de hablar. Le costaba mucho trabajo expresar lo que sentía con palabras, tartamudeaba. Como método de supervivencia, recurrió al arte, que se convirtió en su forma de vida. La primera vez que cogió un spray para rayar, que es como se conoce en la jerga urbana a la acción de pintar para hacer un grafiti, lo hizo apenas para escribir un nombre en una pared. Sin embargo, explica, pronto sintió que tenía superpoderes. Aquel gesto, incomprensible aún hoy para muchos, significó en su mente muchas cosas: que él era él, que estaba vivo, que se movía por la ciudad. Desde entonces, se dedicó a pintar las paredes, trenes y calles de Madrid con el nombre que escogió para su personaje: Suso33.

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