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Cómo España se convirtió en el país donde todos pagamos 150 euros por ir a una boda
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"HACE 20 AÑOS ERA IMPENSABLE"

Cómo España se convirtió en el país donde todos pagamos 150 euros por ir a una boda

Desde fuera les parece de mala educación, pero los países mediterráneos han sido pioneros en que el regalo de bodas sea el coste del cubierto en la boda. ¿Cómo llegamos aquí?

Foto: Foto: Getty/Manuel Medir.
Foto: Getty/Manuel Medir.
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"Todavía me sorprende cómo en España hoy se espera que todo el mundo pague por lo menos 100 euros para ir como invitado a una boda… Parece que los verdaderos invitados son los novios" (visto en Twitter).

Es posible que el lector recuerde la reciente polémica viral que acusaba a los suecos de no invitar a sus amigos a comer a su casa. Lo que es menos probable es que recuerde que, como defensa, algunos usuarios nórdicos (y unos cuantos ingleses, que se apuntan a un bombardeo) esgrimieron un contraargumento bastante contundente: "Vale, pero al menos no hacemos pagar a nadie por venir a nuestra boda".

Para la mayoría de extranjeros, lo que ocurre desde hace unos años en países mediterráneos como España, Italia o Grecia es un ‘shock’ cultural incomprensible. Las redes están llenas de mensajes indignados ante ese pacto implícito por el cual los invitados a una boda española pagarán una cantidad de dinero equivalente al coste del cubierto del restaurante. "¿Están arruinados o qué? No, hombre, no son una ONG"; "Es de mala educación pero terminaría pagando"; "Venga, hombre, la única razón por la que alguien aguanta ese circo que son las bodas es la comida gratis".

"Hay invitados que van al restaurante a preguntar cuánto cuesta exactamente el cubierto"

"Somos los PIGS los que lo hacemos", recuerda con humor Diana Rubio, directora académica del Instituto Académico de Estudios de Procotolo IMEP. En Asia y Pacífico, los regalos abarcan un amplio espectro, desde la fruta hasta el dinero. En Marruecos, Arabia Saudí o Baréin, se regalan viajes o cosas para la casa. En Francia, aunque se entrega una cantidad de dinero, esta no tiene por qué ser exactamente lo que ha costado el cubierto del restaurante. En Latinoamérica también se dan regalos, "salvo que sea una familia muy adinerada". Lo del cubierto es más mediterráneo.

Como explica Rubio, "en España me he llegado a encontrar a parejas de invitados que van al restaurante donde se celebra la boda para preguntar cuánto cuesta exactamente el cubierto". Hoy, en la España de 2022, está más o menos establecido que cada comensal depositará unos días antes de la boda entre 100 y 200 euros en la cuenta corriente que los novios han introducido de forma cada vez menos sutil en la invitación (ahora también número de Bizum). Una conversación que todos hemos tenido alguna vez: "¿Y tú, cuánto vas a poner?".

Foto: La potente industria de confirmar tu amor en público. (iStock) Opinión

"Una de las tendencias que hemos visto es que en las invitaciones es cada vez más evidente el número de cuenta. Antes se ponía en pequeño, lo correcto sería ponerlo en una nota aparte o con una anotación tipo ‘si nos quieres hacer un regalo, puedes utilizar este número de cuenta’, pero es que ahora muchas veces está en grande al lado del ‘confirma tu asistencia", explica la experta en protocolo.

Norte y sur, otra vez

"Eran luteranos, había misa y luego un ‘lunch’. Cuando entramos en el pabellón, vimos una mesa con los regalos y fue un 'shock', la gente iba con los regalos como aquí hace mil años. Juegos de toallas, juegos de mesa, cafeteras, algún mantel, cosas de 'camping'… Yo aluciné. Nosotros les regalamos dos relojes porque preguntamos cuánto dinero se daba y ella decía que no quería dinero, que un detalle" (asistente a una boda finlandesa).

Los países nórdicos siguen abonados a la vieja lista de bodas o al ‘detallito’. Pablo de la Serna, expatriado español en Suecia y autor del blog 'Svea y Pablo', explica que "lo habitual es que los novios paguen la ceremonia y el almuerzo o cena, pero estas no son fastuosas, sino más bien una típica comida entre amigos con el motivo especial del enlace nupcial, pero la mayoría de las veces se hacen en casa de los novios". El regalo, coincide, es modesto. "No suelen ser nada caros, incluso hay gente que no regala nada; lo más habitual es una buena botella de vino, ramos de flores o tarjetas de regalo".

"Las bodas son una especie de transacción económica en la que se calcula el regalo en función de lo que se cree que el otro te va a dar"

A los que también les parece grosero es a los ingleses. La periodista Jessica Lindsay, de la edición británica de ‘Metro’, publicó hace unos años un artículo en el que se preguntaba si estaba bien tener que pagarse la propia comida en una boda (respuesta: no). "Aquí en Reino Unido sería considerado de muy mala educación pedir a los invitados que paguen su comida. Ya que tienen que pagar por viajar y por hospedaje (así como por las bebidas en las bodas que no incluyen el alcohol), se espera que los novios paguen la cuenta", explica a El Confidencial. "Lo que se espera es que hagan un regalo de boda a los novios, aunque cuánto se gasten depende de su cercanía. Las listas de bodas son comunes".

Es decir, lo que ocurría hace no tanto tiempo en España, donde las cosas han cambiado. "Me parece que pagar el cubierto está mucho más aceptado en las ciudades que en los pueblos, donde la gente se conoce más", valora Alberto del Campo Tejedor, catedrático de Antropología Social de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y autor de ‘El gran teatro del fútbol’. "Cada vez más, la boda es una especie de transacción económica en la que uno calcula el regalo en función de lo que considera que el otro se va a gastar. Ahora es cada vez más explícito, porque hace 10 o 15 años era una grosería y hace 20 era impensable".

No ve una lista de bodas desde 2012: "Ya nadie las usa", ya que la mayoría de parejas suelen irse a vivir juntas antes de pasar por el altar

El ‘boom’ del cubierto pagado ha surgido en detrimento de la fórmula que tan habitual fue, para solaz de El Corte Inglés y otros grandes establecimientos: la lista de bodas, en que los primeros regalos que volaban eran los más baratos. La última que Rubio vio fue en 2012. "Ya nadie las utiliza", explica. Hay una razón obvia por la que esa fórmula cayó en desuso: la mayoría de parejas suelen irse a vivir juntas antes de pasar por el altar, por lo que se da por hecho que ya disponen de la mayoría de bienes necesarios para el hogar. Pero ¿por qué fue sustituida por el pago del cubierto?

Una hipótesis: la España de la burbuja (de las bodas)

"Mis padres les dieron dinero porque eran amigos de la familia. No comprendí por qué les daban dinero si están forrados de pasta. Lo que ofrecían en la invitación es que donaran el dinero a una ONG" (asistente a la boda de una celebridad).

Según los datos de Statista, el año en que las bodas salieron más caras en España fue 2005, cuando costaron de media 25.054 euros. Era la culminación de un proceso de inflación que había comenzado unos años atrás, a medida que las bodas se hacían cada vez más grandes e incorporaban una serie de servicios (DJ, autobús, fotomatón, maquillaje) que encarecían el precio final. La mayoría de fuentes coinciden en que fue precisamente durante los años de la crisis cuando comenzó a implantarse el sistema de pago por el cubierto.

"Hay parejas que piden créditos para casarse", recuerda Rubio. "El tema de que tus padres te echen una mano siempre se ha producido por tradición, pero últimamente los suegros no cuentan tanto a nivel económico como a nivel simbólico. Lo de la crisis puede ser un factor". Poco a poco, se admitía como reacción ante esta escalada que los invitados financiasen parte del fiestón.

Un factor importante, el aumento del número de invitados. "Me acuerdo de una boda que tuve en 2005 con 1.300 invitados, eso no era una comida, era un bufé libre", recuerda Rubio. Durante muchos años, explica, la media de invitados rondaba los 300. Durante los últimos años, especialmente a causa del covid, el número se ha reducido sensiblemente hasta los 70.

"En Suecia te puedes encontrar bodas con solo seis u ocho personas y donde se ha invitado a los amigos y no a los hermanos"

Pero a medida que fueron entrando familiares lejanos, amigos, compañeros de trabajo y compromisos varios, la boda se convirtió en un evento abierto a casi cualquier persona frente a la intimidad de los enlaces suecos, como explica De la Serna: "Las bodas suecas no son un acontecimiento social tan importante como en España, suelen ser celebraciones pequeñas, solo con los familiares y amigos más cercanos, y te puedes encontrar con bodas donde solo asisten seis u ocho personas y donde se ha invitado a los amigos y no a los hermanos, por ejemplo". Cobrar el cubierto en una boda con 200 invitados tiene un pase. Con seis, no tanto.

La tendencia es a convertir la boda en un espectáculo. "Cada vez más, las bodas se dirigen a los invitados, no a los novios, lo práctico se ha ido perdiendo para darle más prevalencia al público y que se acuerde de la boda como si fuese el gran evento de una empresa", recuerda la experta en protocolo. "En las últimas bodas en las que he estado ya vas pensando en cómo te van a sorprender, parece una competición cuando debería ser una experiencia para la pareja y no para los amigos". Al final es como pagar la entrada a un festival: terminarás teniendo que elegir entre ir al Primavera Sound o a la boda de tu primo segundo.

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Si no, lo ves desde casa. (Foto:Reuters/Jon Nazca)

Hubo, no obstante, un punto intermedio entre la lista de bodas y el frío ingreso en cuenta corriente: el sobre lleno de dinero que se entregaba durante la visita de los novios a cada una de las mesas de los comensales, y que muestra una diferencia generacional entre aquellos que sienten que tienen que hacer una entrega física de un regalo y los que no. "Mi madre no concibe ir a una boda sin el sobre con el dinero", recuerda Rubio.

El ritual del sobre propicia también una de las anécdotas más recordadas de las posbodas: el momento de abrirlos pasada la ceremonia y encontrarse con que alguno estaba relleno de papel. Como lo resume Del Campo, "una leyenda urbana, pero que es real". Así lo ratifica la experta en bodas, que conoce casos así: "Alguien quería acompañarles el día de su boda pero no podía permitírselo". Es un gesto que muestra el lado oscuro del regalo económico: no todo el mundo puede permitirse pagar una quinta parte del salario mínimo interprofesional.

La monetización de las relaciones personales

Hay una lectura antropológica muy interesante en este cambio de costumbres que señala que "las relaciones sociales y los intercambios estén cada vez más monetarizados", como explica el catedrático. "Yo he vivido en las Alpujarras y es impensable que te den dinero en una boda", añade. "Casi, casi sería ofensivo, porque estás dando a entender que necesitan dinero contante y sonante, pero también estás manifestando que no te une una red de reciprocidades que viene de lejos".

Foto: Boda en Turquía. (Reuters)

Las relaciones en las sociedades tradicionales se basaban en esa reciprocidad que nunca se llegaba a cerrar y que resume bien la figura del 'tornapeón', el labriego que ayudaba al vecino y que posteriormente recibiría la ayuda de este como parte de un circuito de favores, o simplemente la costumbre de que cada amigo pague una ronda. El dinero, por el contrario, implicaba lejanía: pagabas a quien no conocías para saldar definitivamente la deuda pendiente. "Incluso se regalaba algo de ti mismo, si tenías vino, vino, por ejemplo, algo que no es medible únicamente en términos económicos sino que forma parte de mi alma y mi personalidad, y eso se ha ido diluyendo".

Los vínculos, prosigue el antropólogo, aparecen cuando la reciprocidad es asimétrica, puesto que ello presupone que la relación se mantendrá en el tiempo. "Las bodas han sido durante muchos años uno de los elementos que ayudan a anudar las relaciones en las que uno queda en deuda”, explica."Siempre hay una asimetría en la que uno gasta más. Cuando calculas que uno se ha gastado 60 euros en el cubierto y que es lo que hay que poner, eso no genera ningún vínculo social, es una transacción económica".

¿Y ahora?

Poco a poco, la costumbre comienza a irrumpir en otros países. De forma implícita, claro, como se hizo en España. Desde que publicase su artículo, Lindsay ha comprobado un cambio de valores en Reino Unido: "Con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que más parejas piden dinero, lo que puede ser espinoso", explica. "Alguna gente considera que es de mala educación, pero suele pedirse de forma educada, en plan ‘Tu presencia en la boda es el mayor regalo, pero si quieres regalarnos algo, nos encantaría si pudieses contribuir a nuestro viaje de luna de miel".

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600 euros. (Reuters/Sebastián Castaneda)

Incluso en el caso de los suecos, poco a poco esta fórmula también se abre camino, como explica el expatriado: "Hoy las parejas empiezan a pedir dinero, pero más que otra cosa para comprarse algo que ellos quieren". Pero Rubio no ve tan claro que vaya a imponerse en todas las culturas, donde hay ciertas tradiciones difíciles de cambiar: "Más que de cultura general va de intracultura, lo que nos hayan enseñado a cada uno de nosotros; en la India se harán más prácticos, pero habrá cosas que no cambien nunca por tradición", valora. Salvo en el caso de que la pareja se plantee la boda como un negocio con el que salir de la capilla con más dinero en el bolsillo que con el que entró. Pero hagamos que eso no ha ocurrido.

"Todavía me sorprende cómo en España hoy se espera que todo el mundo pague por lo menos 100 euros para ir como invitado a una boda… Parece que los verdaderos invitados son los novios" (visto en Twitter).

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