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Javier Campano, el fotógrafo de la felicidad perdida que retrató un Madrid que ya no existe
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Javier Campano, el fotógrafo de la felicidad perdida que retrató un Madrid que ya no existe

La monografía del autor madrileño, elaborada con los fondos del Archivo Lafuente, puede visitarse en la Fundación Lazaro Galdiano hasta el 28 de agosto, dentro del ciclo PHotoESPAÑA

Foto: Madrid, 1977. (Archivo Lafuente)
Madrid, 1977. (Archivo Lafuente)

Decía la escritora Lalla Romano que el tiempo maravilloso era siempre el tiempo pasado. Ella, que había recorrido el siglo XX de punta a punta, nacida en Demonte en 1906 y fallecida en Milán en el año 2001, sabía bien de lo que hablaba porque había podido echar la vista atrás en una de esas memorias fascinantes y bellas, ‘La penumbra que hemos atravesado’, escrita en 1964 y editada en español recientemente por Periférica, en una traducción exquisita de Natalia Zarco. Un recuerdo de infancia, “con páginas nunca demasiado melancólicas ni demasiado dolorosas”, que se adentra en aquello tan indeterminado y vaporoso como es la felicidad perdida.

Foto: Retrato de Guillermo Mora.

Sirva esta referencia y recomendación para atravesar, a la manera de Romano, algunas de las fotografías que Javier Campano realizó entre 1975 y 1987. El fotógrafo madrileño es una de esas figuras ocultas, adscritas a La Movida, pero que fue mucho más allá con sus retratos y vistas de ciudades, siempre recorriéndolas en domingo o septiembre como le comentaba a la comisaria Elsa Fernández-Santos. ‘El ojo errante’ recoge 150 de esas instantáneas, pertenecientes al Archivo Lafuente, que recientemente ha sido adquirido por el Museo Reina Sofía, y que cierra una serie de exposiciones, firmadas en los últimos cinco años, en colaboración con el mencionado centro de documentación.

Melancolía perdida

“Sus fotografías tienen algo de melancólico”, confiesa Fernández-Santos cuando se le pregunta por lo especial de la mirada de Campano. La investigadora, también periodista de El País, se declara admiradora y seguidora del retratista madrileño. “Cuando visité su casa y me enseñó su archivo, pude comprobar que no tenía ni una fotografía mala. Tiene un ojo especial, su estilo estaba definido desde muy joven”.

placeholder Tenerife, 1987. (Archivo Lafuente)
Tenerife, 1987. (Archivo Lafuente)

Y eso se puede apreciar en muchas de sus series, con encuadres diferentes, con un exquisito blanco y negro, donde la arquitectura, el urbanismo o las gráficas de tiendas y comercios inundan su trabajo. “Su obra es la de un paseante, sin prisa ni pausa, a través del tiempo”, destaca.

Campano comenzó como un autodidacta, tras el regalo de una cámara rusa por parte de su padre, que era militar. Y continuó adscribiéndose a la escuela Photocentro, a la revista 'Nueva Lente' o al colectivo Ojo Móvil, que luchaba por hacer ver que un urbanismo más social era necesario para que los habitantes de los barrios madrileños pudieran vivir en igualdad de condiciones. “Resulta llamativo que el Ayuntamiento no se haya hecho con estas fotografías y documentos de Campano, retratan un Madrid que ya ha desaparecido”, apunta Fernández-Santos.

Madrid cultural

En la exposición también hay todo ese Madrid cultural que bullía a finales de los setenta y principios de los ochenta, y al que estaba vinculado Campano. “Él estuvo en el rodaje de ‘Pepi, Luci y Bom’ o en el viaje que llevó a muchos de los integrantes de La Movida a Galicia, en el llamado tren Madrid-Vigo”, continúa desgranando Fernández-Santos.

Foto: Uno de los documentos expuestos. (Biblioteca Nacional)

Su hermano, el pintor Miguel Ángel Campano, también lo relaciona rápidamente con el ambiente galerístico de la época. “Y estuvo muy asociado a revistas como 'Buades' o 'Poesía'. Con estos últimos realizó la aventura de retratar el Guernica. Una aventura apasionante, de trabajo en analógico, a tamaño real, con un sistema de andamios e hilos que dice mucho de cómo se trabajaba antes”, describe la curadora.

La serie de carpetas fotográficas que documentan las performances de Allan Kaprow y Charlotte Moorman, en la galería Vandrés, en 1975, son otros de los hitos que ayudan a situar la importancia de su fotografía.

Deambular la ciudad

Sin embargo, donde mejor se ve el talento de Campano es en su visión de las ciudades. “Tiene una manera de fotografiar asociada al caminar y al azar”, resume Fernández-Santos. El catálogo trae una conversación entre ella y el artista que es una delicia. “No se le habían realizado demasiadas entrevistas, así que pensé que podía estar bien abrir con ella”.

placeholder  Madrid, 1975. (Archivo Lafuente)
Madrid, 1975. (Archivo Lafuente)

Campano habla de forma clara y cordial sobre muchas de sus dinámicas: “Cada domingo me iba a hacer fotos. Sin rumbo. Solo a pasear. Cambiaba de barrio y buscaba temas que me interesaban. Ahí empezaban a surgir mis propias obsesiones: la geometría, las letras...; el azar era muy importante, pero también lo era buscar temas concretos. Cuando volvía sin fotos, que me ocurría a veces, me enfadaba mucho. Yo nunca disparo al tuntún, me pienso bastante las fotos. Es como ir a pescar y volver de manos vacías”.

El ojo viajero

También recuerda sus viajes a ciudades como Barcelona, Cádiz, Sevilla, Florencia, Roma o El Cairo: "En vacaciones me iba siempre de viaje, pero fuera de temporada. Procuraba cogerme septiembre, porque en agosto se iba todo el mundo y me gustaba quedarme en Madrid. Luego, pasado el verano, me iba a Italia, a Egipto o a Francia, y me pasaba un mes o todo el tiempo que me diera el dinero. Al viaje a Egipto me animó mi amigo Javier Grandes, que ya había estado y me recomendó coger el barco Ak Deniz, de las líneas marítimas turcas, que hacía una ruta parando en distintas ciudades del Mediterráneo: Barcelona, Marsella, Génova, Nápoles, hasta Alejandría. Podías desembarcar hasta las seis de la tarde y luego volvías a dormir al barco, así durante seis días”.

La fotografía de Campano tiene una sensibilidad y elegancia que no son habituales en el oficio

La pasión, sencillez, y entrega con la que Campano se expresa conversando con Fernández-Santos es maravillosa: “Todas las ciudades que visité me impresionaron, Venecia, Florencia, Verona, Nápoles... Aunque visité algún museo, lo que más me gustaba era callejear, ir a los parques, incluso al cine en Venecia, donde había un ciclo, para el público general, relacionado con el Festival. Hice bastantes fotos delante de unas lonas donde solo veías las piernas y los pies de los viandantes cuando el aire las levantaba ocasionalmente”.

placeholder Italia, 1975. (Archivo Lafuente)
Italia, 1975. (Archivo Lafuente)

En definitiva, la fotografía de Campano tiene una sensibilidad y elegancia que no son habituales en el oficio. Su obra está cercana a la de contemporáneos como Luis Baylón, Salvador Costa, Alberto García-Alix, José Miguel Gómez, Jordi Socías o Miguel Trillo. Y su gusto por el urbanismo, la tipografía y una forma de mirar, continuamente renovada, son realmente especiales. Porque como dice Fernández-Santos parafraseando a Campano: “Cualquier ciudad, estará siempre llena de secretos que solo están esperando a que alguien los descubra, signos, números, paredes, grietas, carteles, escaparates, cines, cielos”.

Decía la escritora Lalla Romano que el tiempo maravilloso era siempre el tiempo pasado. Ella, que había recorrido el siglo XX de punta a punta, nacida en Demonte en 1906 y fallecida en Milán en el año 2001, sabía bien de lo que hablaba porque había podido echar la vista atrás en una de esas memorias fascinantes y bellas, ‘La penumbra que hemos atravesado’, escrita en 1964 y editada en español recientemente por Periférica, en una traducción exquisita de Natalia Zarco. Un recuerdo de infancia, “con páginas nunca demasiado melancólicas ni demasiado dolorosas”, que se adentra en aquello tan indeterminado y vaporoso como es la felicidad perdida.

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