El Madrid del Siglo de Oro que no te contaron en el colegio: muchos pícaros, sexo y vino
La editorial La Librería, especializada en literatura de la capital, publica ‘La vida canalla en el Madrid del Siglo de Oro’. La obra bucea en el pasado más vicioso y menos glorioso de la ciudad
Antonio Pasies y Teresa Cecilia tienen más de setenta años. Están jubilados. Sin embargo, siguen trabajando a destajo. Lo hacen entre libros, legajos y antiguos archivos. Suyo es ‘La vida canalla en el Madrid del Siglo de Oro’, uno de los mejores ensayos de documentación que se han escrito recientemente. No solo por todo el valor que tienen las fuentes, sino también por la mirada que realizan, acercándose de una forma desenfadada y anecdótica a muchos de los fenómenos que sucedieron entre 1561 y 1700, las fechas en las que el matrimonio sitúa un relato plagado de pobreza, muerte, sexo y mucho vino.
“Mi mujer ha sido fundamental en la realización del libro”, apunta Pasies, que dedicó toda su vida a dar clases de electrónica en la Universidad Politécnica. “Ella ha sido bibliotecaria y archivera, por lo que ha sido todo más fácil. Cuando nos sacaban los cartapacios llenos de documentos, ella era capaz de analizarlos rápidamente y ver lo que era fundamental”. Y da la impresión de que había mucho. “Podía haber escrito dos libros más”, indica Pasies. De momento, las casi cuatrocientas páginas de ‘La vida canalla’ hacen un repaso pormenorizado por el deambular de pícaros, jugadores, ladrones, bribones, timadores, rameras, clérigos y abadesas de aquel Madrid que poco tenía de lustroso.
Mucha suciedad y diversión
Es evidente que la confluencia de artistas y literatos en aquellos años influyó en cómo se ve aquella época hoy día. Lope de Vega, Quevedo, Góngora, los hermanos Calderón de la Barca, Ruiz de Alarcón, Tirso de Molina y muchos otros vivían en poco más de doscientos metros cuadrados. Se cruzaban, se enfrentaban y hasta se desahuciaban como hizo Quevedo con Góngora en la antigua calle del Niño. “Si dejamos a los grandes autores literarios y a los artistas, España en aquella época iba camino del desastre”, destaca Pasies, que llega a acuñar el término Siglo de Hojalata.
“La expulsión de los moriscos, en nombre de la religión, provocó la despoblación y la desolación del país. Las luchas en Europa en defensa de los Austrias y del catolicismo fue un derroche de hombres y dinero. En América los problemas se acrecentaban día a día y, por si fuera poco, en la propia España, Cataluña, Portugal y hasta Andalucía querían separarse”.
Y la capital no fue menos a este abandono. “Madrid era una ciudad cutre, fea y sucia, con mucha gente rayando la miseria aunque muy animada y vital”, dice Pasies. Las calles de la ciudad —que tenían nombres tan definitorios como Sal Si Puedes, En Hora Mala Vayas, Arrastra Culos, Del Tufo o Quebranta Piernas— estaban repletas de desperdicios y aguas sucias. Pasies apunta como la mayoría de casas no tienen retrete, por lo que las necesidades se hacían en patios, corrales o incluso la calle. “En algunas de un poco más de categoría, el cuarto de baño era un agujero sobre un pozo negro que se vaciaba periódicamente”, recuerda.
No se lavaba a los niños porque se creía que la roña era buena
Otro aspecto reseñable era la higiene, que se creía “propia de moros”. No se lavaba a los niños porque la creencia era que la roña era buena. “Pensaban que la grasa embellecía los cabellos y la tardanza en cambiarles la ropa hacía que los pequeños convivieran con los excrementos”, escribe Pasies, cuya investigación le ha llevado una década, husmeando en archivos y bibliotecas de todo tipo.
El repaso por los bajos fondos madrileños va mucho más allá. Hay capítulos inenarrables sobre las mujeres, donde se cuenta que el ideal femenino de aquella España es el de una mujer decente, recogida y sumisa, que apenas salía de casa salvo para ir a algún oficio religioso. Las que se aventuraban por las calles lo hacían tapadas. Los oficios callejeros, ejercidas por buscavidas, pícaros y gentes ingeniosas y socarronas, que serían retratadas hasta la extenuación por la literatura barroca; la iglesia, que tras el Concilio de Trento y el consiguiente celibato eclesiástico, provocará "el amancebamiento descarado de los clérigos, que no se resignan a pasar la vida sin una hembra", a veces con el beneplácito de los maridos; o la vida picaresca, con parásitos y marginados que, para poder comer algo, "se transformaban en mendigos, vagabundos e incluso maleantes".
La obra también muestra los lugares de juego, en los que la gente iba a apostar o simplemente a pasar el tiempo y donde se explica que era el barato, "que consiste en repartir una parte de las ganancias entre los que rodean al ganador, aun sin conocerlos”; o los espacios de sexo, Pasies escribe que "para poder entrar una joven en una mancebía debía tener al menos doce años, no ser virgen, ser huérfana o abandonada por la familia”.
Más de 25.000 tabernas
La obra recorre más de un siglo de una ciudad en perpetuo bullicio: “Los corrales de comedias llenos, cuando no se corrían toros siempre había alguna verbena donde comer, beber sin freno y bailar o tener algún escarceo amoroso con alguna hembra soltera”. Y donde las tabernas, mesones, bodegas y posadas tuvieron una importancia vital para el disfrute del vino y la comida. Pasies localiza y registra más de 1.700 tabernas en el siglo XVII, algunas de ellas es capaz de ubicarlas de manera aproximada en un plano de la época que aparece en el libro.
“Toda mi vida me la he pasado en tabernas. Desde 1985 me ha gustado inventariarlas y buscarlas”, apunta. Primero empezó con las que existían en el Madrid de los ochenta y poco a poco, documento a documento, periódico a periódico fue incorporando a un excel todas las que iba descubriendo. “Tengo catalogadas más de 25.000. No se me escapa ni una”.
¿Qué saca en conclusión después de esta investigación? “Me ha impactado que todavía se recuerden esos años como el Siglo de Oro, cuando fue un desastre total, con reyes nefastos, un país arruinado y una ciudad muy sucia”, finaliza Pasies.
Editorial madrileña
Su trabajo no habría podido ser publicado sin la ayuda de La Librería, una editorial fundada en 1986 y que ha sacado a la luz más de setecientos libros especializados en Madrid. “No hemos recibido nunca ni una ayuda pública. Todo ha sido privado. Es una lucha con las administraciones, que nunca han querido ayudarnos”, comenta Manu García, encargado del proyecto editorial desde hace siete años, cuando se incorporó para ayudar a Miguel Tebar, fundador y creador de la editorial, que también es librería, primero ubicada en la calle Santiago y ahora en el número setenta de la calle Mayor.
Durante estas más de tres décadas, La Librería ha sido partícipe y responsable de la edición de muchos trabajos de investigación que han acercado Madrid a sus vecinos y a todos aquellos interesados en la vida de la metrópolis. “‘Madrid Oculto’ va por las once ediciones. Abrió un camino que otros escritores han continuado, fijándose en lo curioso y enseñando una ciudad diferente”, continúa García, de cuarenta años y también al cargo de la comunicación. Otra de las obras que mejor ha funcionado y más ha gustado, en sus propias palabras, es el ‘Atlas ilustrado de Madrid’, que realiza una completa evolución urbana y cronológica de la capital.
Para este año hay previstas treinta publicaciones, una de ellas acaba de salir: ‘Fuimos indómitas. Los oficios desaparecidos de las mujeres de Madrid’. “Está escrito por Victoria Gallardo, una periodista de raza que ha contactado con multitud de mujeres y sus descendientes para documentar el libro”, indica de un breve volumen —de poco más de cien páginas— en el que se habla de lavanderas, cigarreras, verduleras, castañeras o aguadoras. Un tema de actualidad, a pesar de que hoy parezca parte del pasado, que La Librería pone en circulación para que se tome conciencia.
Antonio Pasies y Teresa Cecilia tienen más de setenta años. Están jubilados. Sin embargo, siguen trabajando a destajo. Lo hacen entre libros, legajos y antiguos archivos. Suyo es ‘La vida canalla en el Madrid del Siglo de Oro’, uno de los mejores ensayos de documentación que se han escrito recientemente. No solo por todo el valor que tienen las fuentes, sino también por la mirada que realizan, acercándose de una forma desenfadada y anecdótica a muchos de los fenómenos que sucedieron entre 1561 y 1700, las fechas en las que el matrimonio sitúa un relato plagado de pobreza, muerte, sexo y mucho vino.