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PLAZA DE LAS VENTAS

Feria de San Isidro | No todo en el toro brilla

El toreo que no es gloria es el reino de lo ingrato. Porque pasas los mismos apuros para abordar la puerta grande que para sufrir el mal juicio de aficionados ignorantes

Foto: El diestro Javier Cortés da un pase a su primer toro. (EFE/Mariscal)
El diestro Javier Cortés da un pase a su primer toro. (EFE/Mariscal)

Plaza Monumental de Las Ventas, 18 de mayo de 2022

11ª de la Feria de San Isidro.

Menos de media plaza en una de las más flojas entradas hasta ahora de la feria. Tarde primaveral, sin viento y perfecta para la ejecución del toreo.

Seis toros de Pedraza de Yeltes de entre 553 y 610 kilos, grandes, algo desiguales, aunque todos serios, especialmente los dos negros, cuarto fue protestado por cariavacado, aunque para mí era un tío, lo que confirma lo subjetivo de la percepción del trapío. Sexto grande, sin ninguna duda, y difícil. El resto, colorados, bien presentados, el primero un poco al límite de lo que pide Madrid. Aplaudido segundo, el mejor del encierro, y el tercero en el arrastre que se movió con raza pero sin demasiada clase. El resto no dio opciones a los toreros que por momentos pasaron dificultades. Tarde de esfuerzos baldíos, de exposiciones sin premio.

López Chaves, de azul marino y oro, ovación con algunos pitos y silencio.

Javier Cortés, que sustituía a Diego Carretero, de verde y oro, ovación tras aviso y silencio.

Jesús Colomo, de azul ultramar y oro, silencio y silencio.

No todo en el toro brilla. No todo es oropel o triunfo. El arte también pica piedra, también suda gota gorda. También se da de bruces contra un muro de hormigón, contra un cruel burladero. El toreo se hace grande a base de tardes pequeñas como las que vivimos este miércoles. El mismo miedo acumulado, la misma ilusión en el traje, silencios desamparados, pensando en futuro rentable, se viven en la furgoneta camino del gran examen que define tu carrera. Igual de miedo y de trago para salir victorioso, que para salir silenciado, pasas un par de semanas. Meses de cuidar la dieta, de caminatas cuesta arriba, de cuentos de la lechera, de pesadillas furtivas, hacen preludio del día que matas un toro en Las Ventas. Tragas la misma saliva, noches a duermevela, enfados con la cuadrilla, inseguridades, certeras, se acumulan en la fecha que te juegas tu carrera. Son las mismas con un triunfo que con una tarde cualquiera.

Hay un día que te dicen que estás anunciado en San Isidro. Para un torero modesto es día de celebrar y día de pensárselo en serio. Después, el apoderado te dice que es la de Yeltes y el gesto queda truncado hasta que encuentras motivos para ver la cara buena de jugarte a una carta lo que te queda de carrera. Es mejor el porcentaje, por pequeño que parezca, de estar anunciado en mayo en la mejor plaza del mundo con toros de ya veremos, que jugarte a la justicia de triunfar fuerte en otras plazas para que el nuevo engranaje de esas ferias no mediáticas te coloquen en tu sitio.

Con la ilusión de una moneda dando vueltas en el aire, luces adornan tu cuerpo como si fueras estrella, sacrificios importantes dan una opción remota, das la cara y sale cruz en una cruel constatación de que el toro es el que manda, y el destino se recrea. Y hace que, hagas lo que hagas, el sitio al que pretendes a toda costa encaramarte, sea una pared lisa y alta cuyo acceso es imposible porque hoy no ha sido el día para reconducir tu vida. Ha sido un esfuerzo en vano, un sacrifico perdido, un sufrimiento tan estéril que acabas replanteando, al volver a la capilla que dejaste a media vela en un hotel que no es el Wellington, si tanto miedo pasado, tanto pudo ser y no pude, no son sino indicaciones para replantearte futuros.

El toreo que no es gloria es el reino de lo ingrato. Porque pasas igual de apuros para abordar la puerta grande que para sufrir el mal juicio de aficionados ignorantes. El término medio es un área que debe trabajar tu entorno si es que todavía a algo aspira. Al final de un día sin premio, después de tantas esperanzas, frustrarse es lo natural y lo torero juzgarse. El milagro, tras los silencios, para poder considerarse sobrenatural portento, basta con sobreponerse.

Hubo méritos para animar a la terna. Hubo valor, hubo honra, hubo técnica. Pero no siempre el esfuerzo, en el azar del toreo, recoge premio

Este miércoles hubo méritos de sobra para animar a la terna. Hubo valor, hubo honra, hubo deseo, hubo técnica. Pero no siempre el esfuerzo, en el azar del toreo, recoge premio seguro. Talante manando a raudales, talento inundando la plaza, no siempre acaban tan bien como en reconocimiento y pañuelos. Un pelín rápido, la muleta, un toro que anda 'manseando', un pinchazo que no esperas, un viento descontrolado. Son infinitos los signos que condenan a tus sueños. Porque hoy sueños había, en tres capotes de paseo, como para describir un cielo.

No pudo ser porque no. Porque no lancean matemáticas. El álgebra no es ningún arte. Las ecuaciones son falsas si las preceden clarines. Dos más dos pisando el ruedo son tres, cinco o veintisiete. Es parte del algoritmo que en ese libre albedrío de determinarse lo bueno, a veces encumbra toreros y a veces arrincona aspirantes. Ninguno de los actuantes, en análisis objetivo, restan méritos para el éxito. Los toros pudieron triunfar, el público ser más espléndido, pero la cruda realidad es que de hoy no recordaremos más que no quiso el azar que de hoy nos acordemos.

Plaza Monumental de Las Ventas, 18 de mayo de 2022

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