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Feria de San Isidro | Sobresaliente detalle

Solo un toro, el tercero, dio sensación de pelea, y en eso es verdad que casi siempre triunfa el temple del pacense que se acreditó una oreja. No ayudó Jandilla, no hubo opciones de triunfo

Foto: El diestro Alejandro Talavante. (EFE/Kiko Huesca)
El diestro Alejandro Talavante. (EFE/Kiko Huesca)

Plaza Monumental de Las Ventas, 13 de mayo de 2022

Corrida de la Cultura.

Lleno de no hay billetes en una tarde calurosa y sin viento.

Foto: El diestro Antonio Ferrera, con el primero de la tarde, durante la corrida de la Feria San Isidro. (EFE/Javier Lizón)
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Cinco toros de Jandilla y uno, el tercero, de Vegahermosa, el otro hierro de la casa, de entre 522 y 556 kilos. Muy bien presentados, serios, con cuajo y proporcionados. Bajitos, sin exceso de peso y con mucho trapío. Aleonados en general haciendo honor a su casta. Con movilidad y dificultades poco evidentes. El mejor, el fiero tercero de Vegahermosa, que embistió con poderío y continuidad. Cuarto, quinto y sexto, muy a la defensiva, impidieron cualquier tipo de lucimiento.

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Mano a mano que supone la reaparición en Madrid de Alejandro Talavante después de tres años sin torear en España. Lo esperado del evento se manifestó al terminar el paseíllo, obligando el público a saludar a los actuantes, incluyendo al sobresaliente Álvaro de la Calle, que venía de actuar en Madrid, también como sobresaliente, en la encerrona del pasado Domingo de Resurrección de Emilio de Justo y en la que tuvo que hacerse cargo de la muerte de cinco de los seis toros anunciados tras el percance del matador titular.

Se negó a saludar montera en mano Curro Javier por las banderillas al sexto, a pesar de los fuertes aplausos que arrancó en ese tercio.

Sobre salir tengo amigos capaces de escribir enciclopedias. Pero también presumo de tener de los que sobresalen. Algunos conocen bien las entrañas de la noche. Saben que siempre amanece al final de sus jornadas, aunque salgan en realidad como si no hubiera un mañana. Otros son grandes referencias en sus complicados sectores. Eximios sirviendo copas y excelsos en la elaboración de platos sublimes, unos, y lechuzos, por nocturnidad, no por falta de talento, otros, a todos considero igual de amigos que de necesarios. Disfruto con gran felicidad de sus virtudes en las antípodas de la producción y el gasto. Las disfruto por la noche sin complejo y las reniego sin remedio en el repetido lance matinal de mi obsesivo calibrado anatómico. En el solitario enfrentamiento a la impertinente báscula que me suele recordar con calificaciones cada vez más cercanas a los cien puntos, léase kilos, mi nula capacidad de rechazar la invitación de un amigo y el inexistente mando de mi fuerza de voluntad para alejarme de aves nocturnas varias, rapaces la mayoría. Si sobresalir es salir cinco veces a la semana, hay semanas que sobresalgo. Mayo para mí es un mes sobresaliente sin ir más lejos. Podría culpar a San Isidro de mis excelentes notas.

Sobresalir, también desde hace algún tiempo, parece el objetivo de mi panza, que a fuerza de acumular encuentros, celebraciones, motivos para el olvido y efemérides varias, se expande desalentando botones, empequeñeciendo camisas y atrayendo la mirada de quien no me vio hace meses hacia esa redondez en frenética expansión y cuyo protagonismo vence a mi capacidad de ocultarla. Lo reseño para trabajarla.

Hay una cortesía implícita en la contratación del suplente, mucho más acertada la expresión sobresaliente

Pocas veces he sido sobresaliente. No de nota, que en eso aún mucho menos, sino de contrato. No era algo que te aportara mucho como torero. Penalizaba el prestigio, parecía un conformismo, un asalariado a la baja. Pero a veces el hambre se imponía. El de ingresar un dinero o el de pegar unos lances. Y ahí que te anunciabas, pedías que con letra pequeña o peleabas un seudónimo, con la remota esperanza de que algo le ocurriera al espada titular, a pesar de repetir hasta que se te hacía verdad lo de que "Dios no lo quiera". Hay una cortesía implícita en la contratación del suplente, mucho más acertada la expresión sobresaliente, que consiste en la cesión de unos segundos de un toro. Es como si en Fórmula 1 te contrataran por si acaso y al menos estás seguro de que te van a dejar montarte y arrancar el monoplaza. Sabe a poco si eres piloto, tienes coche y buen contrato. Pero puede ser motivo para seguir entrenando a quien de normal está en la grada, pensando más que explicando, cómo conduciría un toro, como se adelantaría a un quite, o como apretaría el acelerador en busca de un par de vueltas a la plaza.

Rara vez se ha dado el caso de que la humildad y la paciencia de anunciarte muy abajo se te convierta en palanca que catapulte tu carrera. Suele ser en esos toreros atados a sueños despiertos al final agónico de su profesión los que se aferran al azar de una herida que haga hueco, toro con condiciones y milagro de faena. Pero como el mundo es infinito en el número de circunstancias, siempre llegará el momento que cuadren todas las estrellas y den la razón al más loco, al más optimista, al que más haya intentado humildemente el atajo del destino.

Y entre esos está Álvaro, De la Calle para entendidos. De la calle para entendernos. Le tocó la lotería de cinco toros en chiqueros con un Emilio de Justo atado a una camilla, atrapado por el hule, que no regresó al albero. Cinco toros variopintos, Domingo de Resurreción, metáfora de nueva vida, prolegómeno evidente para ascender a los cielos. Sus lances no le convirtieron en un nuevo Mesías del toreo, pero salió airoso del trance.

Hoy repetía el intento, con la misma pose de no desear mal a nadie, y con la estadística en contra al anunciarse dos toreros. Que los dos se incapacitaran durante el devenir de la lidia y permitiera eso a Álvaro retar de nuevo a su futuro hubiera sido como apostar treinta y seis veces al doce y que no fallaras una. No quiso la casualidad que hablemos hoy de la carambola más remota de la historia. Pero sí que haya habido premio.

Una ovación increíble al final del paseíllo que con sentimiento torero y generosidad que le hace grande, Talavante, en su condición de homenajeado principal, ha querido compartir con su compañero de cartel y con el ínclito expectante. Ovación para Álvaro, que me tuvo la tarde pensando que los premios en los toros pueden ser de mil calibres. Ojalá que la simpatía demostrada por un público sensible con las historias peleadas deje algún resquicio para que una tarde cualquiera, de esas de temporada, su nombre no esté en un cartel al final de ningún sitio. Que sea uno de los tres que nos haga ir a verle sin desear la cornada.

No tuvo en toda la tarde hueco para pelear un lance. No lo tuvieron tampoco Talavante ni Juan Ortega. Solo un toro, el tercero, dio sensación de pelea y en eso es verdad que casi siempre triunfa el temple del pacense que se acreditó una oreja. No ayudó mucho Jandilla, no hubo opciones de triunfo. Hubo un gesto muy notable que premió a un sobresaliente que queremos ver en junio.

Plaza Monumental de Las Ventas, 13 de mayo de 2022

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