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Feria de San Isidro | Silencios

Ovación del público al romper el paseíllo a Gonzalo Caballero tras su vuelta al coso madrileño tras su gravísimo percande de septiembre de 2019

Foto: El diestro Antonio Ferrera, con el primero de la tarde, durante la corrida de la Feria San Isidro. (EFE/Javier Lizón)
El diestro Antonio Ferrera, con el primero de la tarde, durante la corrida de la Feria San Isidro. (EFE/Javier Lizón)

Plaza Monumental de Las Ventas, 12 de mayo de 2022

5ª de la Feria de San Isidro

Tres cuartos de entrada en tarde primaveral, sigue el viento y el mal tiempo respetando San Isidro.

Foto: El diestro Morante de la Puebla, este miércoles. (EFE/Martín)
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Seis toros de El torero y un sobrero, quinto, de Montealto, todos ellos cinqueños. Tremenda presentación, estampas de seriedad máxima, ofensivos por delante. Un corridón de toros en las formas. Toros de impresionante presencia para ponerse delante que no desarrollaron ni clase ni virtudes suficientes para triunfar a lo grande. Tuvieron movilidad, pero les sobró genio. El sobrero de Montealto vulgar y reservón, no mejoró la media de comportamiento de la tarde.

Antonio Ferrera, de verde botella y oro, silencio y silencio.

Daniel Luque, de blanco y oro, silencio y silencio.

Gonzalo Caballero, de azul cielo y oro, silencio y silencio.

Ovación del público al romper el paseíllo a Gonzalo Caballero tras su vuelta al coso madrileño tras su gravísimo percance de septiembre de 2019, el tercero grave que sufrió en cinco paseíllos en Madrid.

Buena tarde en el tercio de banderillas, dadas las condiciones de los toros, con reconocimiento a Raúl Ruiz, José Chacón y Fernando Sánchez, que recogieron sendas ovaciones montera en mano.

Casi de intento de suicidio los nuevos servicios sociales categorizarían la vuelta de Gonzalo a San Isidro. Gonzalo, caballero, empecinado y firme, entregó carnes y sangre al logro del reconocimiento. En los últimos cuatro años, tres de las cinco tardes salió herido de esta feria, pies por delante, camino en volandas, que no a hombros, de asistencia y compañeros. A carne abierta, a tumba cierta, interpuso su integridad entre la valoración del público y la sensatez del paso atrás o el burladero. Muslos a disposición, con el pecho por delante, dio sangre, y dio motivos, para acabar el paseíllo del que ha sido su regreso entre palmas que eran premio a todo lo que ha sufrido. Tanta y tan grave herida materializada antaño reclamaba con justicia un intermedio de aplausos previos a esta vuelta a los ruedos de quien se entregó antes tanto.

Único ruido en Madrid tras dos horas de corrida. Silencios consecutivos encadenaron faenas que, y no por falta de méritos, intentos y disposiciones, hicieron este jueves poquito ruido. Seis silencios que hubieran reclamado como ejemplo de comportamiento cualquier convento entregado a firme voto de ausencia de ruido o disturbio sonoro. Silencio, que no indiferencia, mostraban balance trágico entre la disposición de la terna y el poco enervamiento del público que este jueves ha asistido. Que no ha sido poco, por cierto. Murmullos entre toro y toro describen la nimiedad por la que transcurrió la tarde. Sin ruidos que describieran la emoción que, aunque lo intentes, no puede ser contenida, pasó la tarde en un tono que quedó lejos de los gritos o vítores que se suelen producir para describir alegría de contemplar una faena que haga vibrar tus instintos. A los que das rienda suelta siempre vociferando.

Tarde casi de fotógrafos. De retratistas de toros. De captadores de 'caras' que protagonizan carteles en ferias que son toristas y necesitan apéndices para tapar procedencias. Que requieren cornamentas de perfecta simetría que vendan entradas anticipadas por largas y por astifinas. Esa queratina en punta, ese bisturí que es óseo, esa prolongación del hueso convertido en arma propia que impresiona más al público de lo que impresiona al torero.

Porque el mito de los toros cornalones o veletos como reto insuperable a quienes le muestran el pecho se desmonta con un hecho que poco público conoce. El torero frente al toro nunca mira los pitones. Salvo raras excepciones, se miran muy a los ojos. Eso desmontaría la importancia de la longitud de las astas, de su final astifino. Porque con la muleta en la mano tus ojos siguen los ojos del que embiste por derecho. A dos metros del morlaco nadie miraría su cuerna porque saldría corriendo. Como en cualquier lance bélico donde lo noble sí importa, la mirada del contrario es tu mayor fuente de genio. Por eso muchos toreros, a la vuelta del sorteo, preguntan a las cuadrillas si el lote es de frente ancha, de cara fosca y rizada, de sienes descomunales, de mazorca de calibre, que si es tuerto o es zarco. Todas esas descripciones definen y conforman la descripción de la expresión y la mirada de un toro. Que dice más de su bravura, de su peligro o su genio que cualquier encornadura.

Foto: El diestro Javier Cortés. (EFE/Martín)
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Lo veleto, lo astifino, lo amplío de cornamenta impresiona más al público que al que pone la muleta. Toros cornidelanteros se saben más efectivos en la consecución de la herida que otros corniveletos. Cornivueltos, cornipasos, playeros y corniabiertos muestran armas por delante que no siempre te dan miedo. Es la expresión lo que asusta. Es ese brillo de ojos, esa mirada agresiva la que conforma el trapío que te hace tan pequeño y te aconseja estudiar más para hacer oposiciones o dedicarte a vender por esa alergia a la herida que siempre desaconseja vestir tu miedo interior de luces. Hay un aforismo cierto hablando de efectividades. Las cornadas en los toros las dan siempre los riñones. Porque romo o cornicorto lo de penetrar tu carne depende siempre del empuje que el toro pueda aplicarte.

Este jueves los toros por delante eran de prestigioso museo. Final fino, delirante, con negro brillante de luto, acababan los pitones de los seis protagonistas. Estampas de herida segura si topaban con tu cuerpo. Fin de su anatomía, siendo a la vez un fin en sí mismo el de herir y el de dar miedo. La punta de un pitón fino, que a veces se llama uña, también se le dice veneno, tal es su capacidad de muerte si no logras evitarla. Y este jueves todos la lucieron.

Ni el consolidado Ferrera, ni la promesa que es Luque, ni el contrastado Gonzalo, gestionando con decoro trastos, técnicas y valores, arrancaron un sonido que mencionarse pudiera. Seis silencios consecutivos dejaron sin habla Las Ventas. Por no haber, este jueves no hubo ni siquiera una protesta.

Plaza Monumental de Las Ventas, 12 de mayo de 2022

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