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Alberto Núñez antes de Feijóo: veinte años y cuatro mayorías absolutas en Galicia en cuatro fotos
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ELECCIONES GENERALES 23J

Alberto Núñez antes de Feijóo: veinte años y cuatro mayorías absolutas en Galicia en cuatro fotos

Un funcionario sin militancia previa con fama de buen gestor está llamando a las puertas de Moncloa. Repasamos la trayectoria de Feijóo en Galicia: de 'delfín' de Manuel Fraga que frenó a la ultraderecha a los pactos con Vox

Foto: Alberto Núñez Feijóo en 2013. (EFE/Lavandeira Jr.)
Alberto Núñez Feijóo en 2013. (EFE/Lavandeira Jr.)
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El hecho diferencial en la carrera política de Alberto Núñez Feijóo es que sabe esperar y adaptarse al escenario y/o al auditorio. Tiene la virtud de acertar con el momento adecuado para acomodarlo a sus intereses, sacar el killer con metralleta dialéctica que lleva dentro cuando es necesario —el candidato Sánchez ya lo (com)probó en el debate cara a cara— y es capaz de capear tormentas mediáticas, sobrevivir a lapsus y salir de los charcos con mucha retranca, o con sentidiño (sentido común), como le gusta decir. Una expresión que elevó a dogma institucional —y publicitario— de la Xunta en los tiempos no tan lejanos de la pandemia.

En su trayectoria política hay otra cualidad ventajosa: puede ser hermético incluso para los suyos y guardar un rotundo silencio que hace difíciles los vaticinios certeros. Ya lo hizo cuando se descartó por sorpresa para suceder a Mariano Rajoy en 2018, cuando ya tenía muchas papeletas para coger el timón del PP, y aguardó a un mejor momento que llegó en abril del 2022. Génova 13 como estación de paso hacia el destino ¿final?: Moncloa. Parecería un tránsito rápido para alguien que asumió la presidencia del Partido Popular en abril del 2022, pero Alberto Núñez Feijóo tiene muchos kilómetros políticos encima, y lo ha demostrado una y otra vez.

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En su haber tiene esa fama de buen gestor, pragmático, austero, más bien laico y de centro moderado que gobernó sin rival en un balneario mediático como Galicia, donde la televisión pública gallega y las grandes cabeceras no gustaban de contrariar a la Xunta y se minimizaban las privatizaciones y discrepancias.

¿Su gran aval? Cuatro mayorías absolutas consecutivas en Galicia (2009, 2012, 2016 y 2020), aproximando mucho pero sin superar los históricos porcentajes de voto de su mentor, Manuel Fraga Iribarne. Un par de años como conselleiro de Obras Públicas y Territorio, cuatro haciéndole una callosa oposición al brevísimo bipartito gallego de PSdeG y BNG (2005-2009) y otros 12 años al frente de la Xunta dieron para mucho.

Del birrete al niño de aldea

Nacido en Os Peares (Ourense) en 1961, Alberto Núñez Feijóo se reivindica como un futuro presidente nacido en la España rural y vaciada. Os Peares también es, administrativamente, uno de los más complicados de España: está entre dos provincias (Lugo y Ourense), cuatro ayuntamientos (Carballedo, Pantón, Nogueira de Ramuín y A Peroxa), tres partidos judiciales, dos diócesis y tres ríos: Miño, Sil y Búbal.

Cierto es que la pequeña aldea en la que vino al mundo, es un paraíso natural que apenas supera los 60 vecinos censados en la Ribeira Sacra donde ayudaba a su abuela Eladia en la tienda de ultramarinos. Aterrizó en la Xunta como funcionario de carrera en 1985, recién licenciado en Derecho y con una oposición aprobada en pocos meses a los 24 años —como él mismo relató— para arrimar el hombro en una familia trabajadora y modesta.

placeholder Os Peares (Ourense), pueblo natal de Feijóo. (Reuters/Miguel Vidal)
Os Peares (Ourense), pueblo natal de Feijóo. (Reuters/Miguel Vidal)

No obstante, y pese a estar enraizado en la Galicia más rural, no lo vieron como tal en el PPdeG. Durante años, se libró en el partido una contienda: la batalla de los birretes contra las boinas. Feijóo encabezó el sector del birrete, urbanitas y universitarios frente a un PP más de tractorada y fiesta gastronómica: los de la boina.

El cabecilla más visible y ruidoso de este último fue José Luis Baltar Pumar (padre), alias el cacique bueno —como él se denominó— y padre del todavía presidente del PP de Ourense, Jose Manuel Baltar Blanco, el hijo. El padre se enfadó con Mariano Rajoy —del birrete de Pontevedra— y amagó con escindirse y hacerle agua al PP en su mayor granero de votos en Galicia. Al hijo, su afición a correr en el coche oficial —y sus multas por exceso de velocidad— le costaron la Diputación de Ourense en las pasadas municipales, pero todavía está por ver que claudique. Con los años, ganaron, más o menos los del birrete por la vía de los hechos pero se les resistió Ourense; una Galia de boina rebelde que ni Feijóo ni los suyos habían logrado domar hasta hoy: poniendo fin a tres décadas de dinastía Baltar. Pese a su origen rural, parte de la afiliación del PP gallego consideró durante un largo tiempo a Feijóo un intruso en aldeas. Una imagen que él trabajó mucho por enmendar con kilómetros y kilómetros pateando lugares, parroquias y exaltaciones gastronómicas desde el Pan de Cea a la Festa da Lamprea de Arbo para apuntalar sus mayorías, sabedor de que nunca lo hubieran sido sin el voto interior y rural.

Tomó buena nota y ahora apela al voto de la España vaciada, sabiendo que ser un niño de aldea que puede ser presidente de pueblo para el pueblo da votos. Muchos.

De tecnócrata a delfín de Fraga

Ya anciano, José Manuel Romay Beccaría (A Coruña, 1934) podría contar mucho de los primeros años de Feijóo. No en vano, este exministro de Sanidad en el Gobierno de Aznar fue su padrino político y pilotó su aterrizaje en el PP. Primero se fijó en su perfil técnico y le encomendó la gestión del Insalud —Instituto Nacional de la Salud ya extinto— de 1996 hasta su disolución, en 2000.

Del Insalud pasó a la presidencia de Correos en Madrid hasta 2003

Feijóo, entonces Alberto Núñez, tenía 35 años, era funcionario del cuerpo de letrados de la Xunta en excedencia. Había hecho sus pinitos sindicales para mejorar las condiciones de sus compañeros, no había militado en las bases de ninguna formación y, como él mismo confesó, votó a Felipe González en 1982. Anecdótico y conveniente en un perfil flexible alejado de extremos. Del Insalud pasó a la presidencia de Correos en Madrid hasta 2003. Manuel Fraga, ya cerca de su ocaso, lo repescó para el Gobierno gallego en la crisis del Prestige para sustituir a Xosé Cuíña, adalid del sector de la boina caído en desgracia por enriquecerse vendiendo material para limpiar el chapapote en plena tragedia ecológica en las costas gallegas.

Cuíña, populista y galleguista, era el favorito en las quinielas del PPdeG a suceder a Fraga, pero Feijóo entró en el juego como conselleiro de Política Territorial, Obras Públicas y Vivienda de la Xunta y escaló hábilmente hasta la vicepresidencia primera del Gobierno autonómico haciendo las veces de portavoz y rostro visible del Ejecutivo. En 2006, pasó a controlar el PP de Galicia cocinando un liderazgo sin rival a largo plazo.

Fue una sucesión cantada, con el plácet de Fraga y con el respaldo absoluto de Madrid. Núñez Feijóo se impuso a otros tres candidatos, reclutó a un desconocido Alfonso Rueda —hoy presidente y amigo personal— y pronto acalló el rebumbio interno liderando una oposición implacable al bipartito de Emilio Pérez Touriño (PSdeG) y Anxo Quintana (BNG) del 2005 al 2009.

placeholder Alberto Núñez Feijóo y José Manuel Romay Beccaría. (EFE/Salvador Sas)
Alberto Núñez Feijóo y José Manuel Romay Beccaría. (EFE/Salvador Sas)

Fueron las únicas elecciones gallegas que Fraga perdió, ya anciano, con un cartel electoral retocado para rejuvenecerlo que era carnaza para los memes. Perdió por un escaño y fue un epílogo muy amargo para un exministro franquista que había ejercido el poder como un general sin complejos al son de la gaita. Sin embargo, y más allá de la sombra de Fraga, Feijóo mantuvo su lazo y su lealtad con Romay Beccaría a quien nombró Gallego del Año en 2018. Fue uno de los máximos exponentes del conservadurismo gallego, a quien en el propio partido llamaban El Obispo; fue también el padrino político de Mariano Rajoy, que le pidió auxilio para aplicar el Código Ético del PP en pleno azote de la trama Gürtel y lo nombró auditor de prácticas internas en 2009.

13 años, 4 mayorías y una mudanza

Alberto Núñez Feijóo fue investido presidente de la Xunta por primera vez el 16 de abril de 2009. Fue el séptimo en democracia y el primero del PP tras veinte años consecutivos de fraguismo. Ganó por sorpresa con muchos más votos de los que le pronosticaban los sondeos y recuperó la mayoría absoluta para la derecha (47,11%). La recta final hacia su primera victoria en 2009 estuvo trufada de fake news, que entonces aún no se llamaban así contra el bipartito gallego de PSOE y BNG. En Galicia, la batalla del relato por el Falcon y los pactos no deseados ya sucedió, aunque no era un avión, era un Audi (comprado por Fraga) y los socios nacionalistas eran del Bloque.

En el tramo final de aquellas autonómicas, ya con las redes sociales entrando al juego, circularon infundios sobre el idioma, contra Pérez Touriño por despilfarro y contra el vicepresidente Quintana por maltrato —este y su pareja se querellaron contra Baltar Pumar— y por pasearse en el barco de un conocido constructor. Irónicamente, fue el propio Feijóo quien tuvo que dar explicaciones por sus fotos en barco por la ría de Vigo el verano de 1995 con el contrabandista Marcial Dorado, antiguo capo de la ría de Arousa. Su antigua amistad lo puso en un brete que casi hace naufragar sus aspiraciones políticas. Feijóo sostuvo públicamente que no sabía a qué se dedicaba Dorado, que años después fue condenado a 14 años de prisión por narcotráfico. El gran derrape del político popular —que publicó El País en 2013— le persigue desde entonces pero no salió a colación en el debate.

Se aplicó a fondo con la austeridad y saneó las cuentas públicas

El primer mandato de Feijóo en la Xunta convivió con la crisis económica que se arrastró hasta 2014. "Se aplicó a fondo con la austeridad, recortó gastos e hizo alarde de sobriedad poniendo su empeño en sanear las cuentas públicas y contrajo el número de consejerías y altos cargos", recuerda un veterano cronista que lo ha seguido desde la estela del fraguismo hasta Madrid. Cambió el Audi por un Citroën, se afanó en controlar los tiempos y bajo su presidencia, la Xunta se transformó en una gran maquinaria estable de propaganda y acción exterior superando a su predecesor y capaz de ganar todas las elecciones mientras su talla política crecía dentro y fuera.

Alberto Núñez Feijóo nunca llegó a los porcentajes de voto apabullantes que obtuvo Fraga (52%) pero se le fue aproximando a base de trabajarse mucho la Galicia interior mientras la Atlántica y urbana —de A Coruña a Vigo— se le resistió siempre; incluso en las últimas municipales que tiñeron de azul el mapa de España. Con un PP sacudido por la corrupción, el presidente gallego encogió las siglas en carteles donde solo se veía su rostro. Aquella estrategia de mimetizarse: Xunta = Feijóo y Feijóo = Xunta funcionó y lo ganó todo.

placeholder Feijóo y Manuel Fraga. (Sergio Beleña)
Feijóo y Manuel Fraga. (Sergio Beleña)

A la primera victoria del 2009 le siguieron otras dos en 2012 y 2016. La cuarta y última fue julio del 2020, en plena pandemia y con una convocatoria electoral que tuvo que suspenderse en abril pero que el mismo Feijóo lanzó para el 12 de julio, también en periodo vacacional.

Esta victoria en 2020 fue, posiblemente, la más sabrosa. Los votos respaldaron su gestión en un momento crítico y además de superar con mucho a BNG y PSdeG (que cayó a tercera fuerza) barrió del mapa a Podemos-IU y Anova que habían llegado a los 9 escaños en 2012 con Yolanda Díaz,hoy vicepresidenta y líder de Sumar— y el histórico Xosé Manuel Beiras al frente de AGE (Alternativa Galega de Esquerdas).

El preludio: Feijóo versus Díaz

Alberto Núñez Feijóo y Yolanda Díaz Pérez se conocen bien y sus debates en la cámara gallega del Hórreo fueron intensos del 2012 al 2015, en la IX Legislatura. Encarnan dos mitades de una misma Galicia: la Atlántica, militante y obrera de la vicepresidenta y la interior, conservadora y moderada del Presidente del PP.

Feijóo y Díaz batallaron verbalmente con mucha contundencia. Ya entonces, la líder de Sumar era rocosa en los datos y muy vehemente en sus exposiciones. Una rival de réplica rápida que el popular no había tenido antes apretándole desde la bancada de la oposición pero a la que cortaba el vuelo dándole la vuelta al argumento. Díaz lo define como "un gran adversario" al que no conviene subestimar. El choque directo se pausó cuando Yolanda Díaz se incorporó al Congreso en 2016 y empezó a construirse la ministra-vicepresidenta y líder de Sumar que compite con Feijóo en la carrera por la Presidencia del Gobierno.

Una de las medidas más populares de la última etapa de Núñez Feijoo en la Xunta fue la gratuidad de las guarderías de 0 a tres años que implementó en 2021, ya siendo padre de un niño pequeño y que ahora se comprometió extender a toda España, si gobierna. Antes fue la Tarxeta Benvida, como parte del Programa de Apoyo a la Natalidad del Ejecutivo autonómico en una comunidad con una tasas más bajas de España (5.5 cada mil habitantes INE 2021).

Uno de sus grandes tropiezos, eliminar la gratuidad universal de los libros de texto que dejaron sus antecesores, la ruinosa fusión de las cajas gallegas y la anulación del plan eólico del bipartito, que el Supremo declaró ilegal. La instalación de parques se paralizó casi una década y volvió a explosionar hace poco con 140 solicitudes (66 autorizados) y mayor relajación ambiental que vecinos y ecologistas han ido recurriendo en los juzgados contra una invasión eólica que ya no toleran de buen grado.

Durante la campaña del 2020 y la pandemia del covid, la presencia de Alberto Núñez Feijóo en la televisión fue constante y su perfil público fue ganando enteros en toda España. No descuidó estar en los foros económicos claves de la capital y la campaña de imagen fue dando sus frutos dentro y fuera del partido hasta que media España retuvo su nombre como uno de los barones moderados capaz de liderar una alternativa al sanchismo. El Partido fulminó a Pablo Casado por encarar a Ayuso mientras que a Alberto Núñez Feijóo, ya más Feijóo y menos Alberto, se le abrieron las puertas de Génova ¿y las llaves de la Moncloa?

El hecho diferencial en la carrera política de Alberto Núñez Feijóo es que sabe esperar y adaptarse al escenario y/o al auditorio. Tiene la virtud de acertar con el momento adecuado para acomodarlo a sus intereses, sacar el killer con metralleta dialéctica que lleva dentro cuando es necesario —el candidato Sánchez ya lo (com)probó en el debate cara a cara— y es capaz de capear tormentas mediáticas, sobrevivir a lapsus y salir de los charcos con mucha retranca, o con sentidiño (sentido común), como le gusta decir. Una expresión que elevó a dogma institucional —y publicitario— de la Xunta en los tiempos no tan lejanos de la pandemia.

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