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El PSOE andaluz y el 'síndrome del cuchara': cuando la irrelevancia se vuelve cotidiana
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El PSOE andaluz y el 'síndrome del cuchara': cuando la irrelevancia se vuelve cotidiana

La que hasta no hace mucho era la Ejecutiva socialista más poderosa, una maquinaria de generar votos y con gran visibilidad nacional, condiciona sus expectativas electorales con una sumisión absoluta a Pedro Sánchez y evitando cualquier polémica

Foto: Pedro Sánchez y Juan Espadas en un acto de partido celebrado en Granada. (EFE/Miguel Ángel Molina)
Pedro Sánchez y Juan Espadas en un acto de partido celebrado en Granada. (EFE/Miguel Ángel Molina)

Allá por el año 2005, siendo Manolo Hierro secretario técnico del Málaga C.F., los periodistas que cubrían la actualidad del conjunto blanquiazul acuñaron un mote para referirse a él: El cuchara. "Porque ni pincha, ni corta", explicaban. Era su manera de describir, con cierta mala leche, su papel dentro del club. Esta es la sensación que se percibe ahora en el PSOE andaluz, desdibujado en el panorama político nacional tras aceptar disciplinadamente un nuevo rol de gregario de los intereses electorales de Pedro Sánchez. Es lo que piensan dirigentes purgados tras la extinción y absorción del susanismo, pero que también comparten —he aquí el matiz importante— actuales cargos del partido. Socialistas que observan cómo la formación se aleja de la centralidad, pero que públicamente se muestran entregados a la estrategia de Ferraz.

Foto: Juan Espadas en el registro de la enmienda a la totalidad al Presupuesto de la Junta. (EFE / José Manuel Vidal)

En la que no hace mucho era la Ejecutiva más importante del partido no se atisba ni un ápice de autonomía, ni un ramalazo de rebeldía a lo Emiliano García-Page o Javier Lambán. Ni tan siquiera un gesto de cara a la galería. Juan Espadas ha defendido el indulto a los líderes independentistas y la eliminación de la sedición. Ordenó un perfil bajo ante la modificación del delito de malversación y se ha adentrado en la polémica de la ley del solo sí es sí únicamente para avalar los cambios impulsados por la parte socialista del Gobierno.

No es lo que piensan en el seno de la actual Ejecutiva regional. Fuentes próximas al líder socialista rechazan esta falta de autonomía y "perfil propio" y aluden a las actitudes que mantenía, por ejemplo, Manuel Chaves, que tampoco se caracterizó por confrontar directamente con los líderes nacionales de su partido. Además, estas mismas fuentes recuerdan que Espadas no tendrá que "examinarse" hasta dentro tres años y medio, cuando deben celebrarse las elecciones autonómicas.

La tesis que defienden en el círculo del secretario general socialista es que, a diferencia de Espadas, el resto de barones territoriales se juega su futuro el próximo 28 de mayo en las autonómicas y es eso lo que les impulsa a mostrar esa visión crítica con las polémicas del Gobierno central. Eso no es incompatible con que en el PSOE andaluz preocupase el efecto que puede tener la ley del solo sí es sí en las expectativas de los alcaldes socialistas que se juegan su reelección. O más recientemente, el caso del Tito Berni. Por ese motivo, la consigna que sale de San Vicente, sede del partido en la comunidad, es que hay que poner todo el peso de la campaña en la gestión municipal de los últimos cuatro años.

En el PSOE andaluz consideran que los ataques de los otros barones del partido son estratégicos

La mayoría de los candidatos andaluces a las municipales del 28-M ha replicado el perfil bajo de Espadas. Tras la purga y reconversión de los fieles a Susana Díaz, se alinean tras su omnipresente líder, aunque eso implique tragarse el pensamiento propio y repetir de forma robótica las consignas que marca Madrid.

Un dirigente defenestrado por los nuevos tiempos se fija en la figura del candidato a la alcaldía de Málaga, Daniel Pérez, cuya propuesta fue apadrinada por el presidente en un acto a bombo y platillo en el que Pedro Sánchez realizó un nuevo ataque contra la clase empresarial. Pérez, hasta no hace mucho un susanista entregado, ha ido asumiendo la estrategia de Sánchez y despliega un discurso polarizador, hablando de barrios ricos y pobres y pregonando una supuesta entrega de la ciudad a especuladores y otros poderes ocultos. Denuncias en clave local que intercala con loas a la gestión del Gobierno central por el aumento de las pensiones, la reforma laboral o la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI).

Foto: Juan Espadas, con Juanma Moreno en el Alcázar de Sevilla en el 40 aniversario del Parlamento andaluz, celebrado hace unas semanas. (EFE / Raúl Caro)

En el PSOE tratan de rebajar los temores y deslizan que los votantes de las municipales se fijan en el alcalde o candidato, aunque en privado reconocen que el presidente puede ser un factor desestabilizador por el evidente rechazo que causa en un porcentaje importante de la sociedad con posicionamientos moderados. La imagen de solvencia con la que irrumpió Juan Espadas parecía querer contrarrestar la política canallita que emanaba de la dirección nacional del partido, pero el paso del tiempo ha ido difuminando a un secretario general del PSOE-A al que le cuesta conectar con los que no son socialistas de cuna. Arrollado en el Parlamento andaluz por la mayoría absoluta del PP, el exalcalde sevillano se aproxima poco a poco a la insipidez.

La docilidad de los socialistas andaluces es total. Nadie espera una declaración que exhale algo de independencia; menos aún, un golpe en la mesa en mitad de una polémica. Una actitud que parece obedecer a un cálculo de expectativas de Ferraz. Espadas y los suyos deben asegurarse la fidelidad de un porcentaje de electores para hacer bueno el incremento de votos que se presupone en Cataluña, y así poder conservar el Gobierno de España. Sacrificar las expectativas locales y regionales por una causa orgánica.

En el cálculo electoral del PSOE parece que no se concede a Andalucía el peso que tiene

Pero ese movimiento debe estar muy bien calibrado, porque los riesgos son elevados. Ignacio Varela analizaba en este periódico la importancia de la comunidad andaluza de cara a los próximos comicios y se desmarcaba de esta tesis al advertir que, si el próximo 28-M se produce un notable aumento del poder municipal del PP en la región, "Sánchez puede ir olvidándose de conseguir la victoria clara en Andalucía que necesita para mantenerse en Moncloa".

El último informe del Centro de Estudios Andaluces (Centra), más allá de las matizaciones partidistas que se puedan hacer para digerir sus resultados, ha desatado las alarmas anticipando el peor escenario dibujado por el analista. Los populares se impondrían en todas las capitales de provincia, incluida Sevilla, corazón del socialismo andaluz, y desdibujan a unos socialistas que a nivel local y regional no logran amortizar los años de legislatura transcurridos. No obstante, ganar no implica gobernar, y el bloque de izquierdas mantiene la esperanza de sumar mayoría absoluta en muchas de las capitales de provincia.

Foto: El líder de los socialistas andaluces, Juan Espadas. (EFE/José Manuel Vidal) Opinión
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Y en medio de esta irrelevancia casi cotidiana que en el panorama nacional interpreta la dirección socialista andaluza, comienza a asomar la pareja de los otros dos candidatos que se batieron contra Espadas en las primarias que supuso la rendición del PSOE-A al sanchismo. Susana Díaz, a la que se pensaba aparcada en el Senado, reapareció con un "bolo" —como lo definió un compañero de partido— en Málaga, al que han seguido unos cuantos más. Y Luis Ángel Hierro también hizo acto de presencia en Fuengirola, rodeado de controversia por las supuestas presiones de la Ejecutiva regional para que las jornadas en las que participaba fuesen desconvocadas.

Allá por el año 2005, siendo Manolo Hierro secretario técnico del Málaga C.F., los periodistas que cubrían la actualidad del conjunto blanquiazul acuñaron un mote para referirse a él: El cuchara. "Porque ni pincha, ni corta", explicaban. Era su manera de describir, con cierta mala leche, su papel dentro del club. Esta es la sensación que se percibe ahora en el PSOE andaluz, desdibujado en el panorama político nacional tras aceptar disciplinadamente un nuevo rol de gregario de los intereses electorales de Pedro Sánchez. Es lo que piensan dirigentes purgados tras la extinción y absorción del susanismo, pero que también comparten —he aquí el matiz importante— actuales cargos del partido. Socialistas que observan cómo la formación se aleja de la centralidad, pero que públicamente se muestran entregados a la estrategia de Ferraz.

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