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Manuel Chaves, la caída en el olvido del socialista tranquilo
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inhabilitado por el caso de los ERE

Manuel Chaves, la caída en el olvido del socialista tranquilo

El expresidente siempre fue un político con suerte, referente nacional del PSOE que terminó su carrera recorriendo un calvario judicial que concluye con nueve años de inhabilitación

Foto: El expresidente andaluz, Manuel Chaves. (EFE/Emilio Naranjo)
El expresidente andaluz, Manuel Chaves. (EFE/Emilio Naranjo)
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Manuel Chaves González (Ceuta, 1945) ha llevado durante años pulseras de cáñamo del Amazonas en su mano derecha, estaban bendecidas por un chamán y eran regalo de un amigo desde el 2000. Fantaseaba diciendo que eran un amuleto, pero ya era de sobra un político con suerte. Tras cuatro años al frente del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social con Felipe González, este lo obligó a trasladarse en 1990 a Andalucía para sofocar una crisis interna entre Alfonso Guerra y José Rodríguez de la Borbolla, que entonces era el presidente de la Junta de Andalucía. Y, a pesar de su recelo, llegó y venció con una mayoría absoluta que abrió la puerta a un liderazgo de 19 años, los que estuvo al frente del Gobierno andaluz antes de renunciar para regresar al Ejecutivo de la nación de la mano, esta vez, de José Luis Rodríguez Zapatero, que lo nombró ministro de Política Territorial y también vicepresidente tercero y luego segundo. Un año antes, cuando afrontó su última campaña electoral en Andalucía que le dio el pase para presidir su sexta legislatura, había encuestas que apuntaban que el 97% de los andaluces conocían a Chaves, un histórico del socialismo que ha batido récords, pues a su currículum institucional se suman 12 años en la presidencia del PSOE federal y otros 16 al frente de la federación andaluza de su partido.

Una trayectoria caída en el olvido desde que hace ya casi una década inició un particular calvario judicial por su imputación en el caso de los ERE, que derivó en 2019 en una condena de nueve años de inhabilitación especial para empleo o cargo público por delito de prevaricación y que hoy ha confirmado el Tribunal Supremo. Habían pasado ya varios años hasta que alguien del partido reivindicó en la pasada campaña de las andaluzas la figura de Chaves, también la del expresidente Griñán. Fue precisamente José Luis Rodríguez Zapatero quien defendió en un mitin de Juan Espadas “su honestidad”.

Foto:  Los expresidentes andaluces Manuel Chaves (i) y José Antonio Griñán (d) durante el juicio celebrado en 2018. (EFE)

Muchos lo han definido como un hombre tranquilo, haciendo un guiño a la célebre película de John Ford que se titula así, una de las favoritas de un cinéfilo empedernido que puede presumir de tener ese talante del boxeador que interpretaba John Wayne cuando regresa a su Irlanda natal para recuperar su granja y afrontar un asfixiante contexto local. Después de su desembarco exitoso en Andalucía, convertido en barón, sofocó en 1997 el conflicto entre guerristas y renovadores, y en el año 2000 se puso al frente de la gestora que se hizo cargo del PSOE tras la dimisión de Joaquín Almunia. Quizá no hay más secreto que su disciplina y su amplio conocimiento de las tripas del PSOE, una experiencia que le ha permitido siempre compaginar con habilidad la vida orgánica y la institucional. Ambas se apagaron de un segundo tras la sentencia de los ERE, un fallo que Chaves recurrió ante el Supremo al considerarlo plagado de “prejuicios, juicios de valor, elucubraciones, sospechas y presunciones contra reo”.

Chaves llegó al PSOE en 1968, año en el que se afilió también a UGT junto a Nicolás Redondo, amigo personal y secretario general del sindicato con quien vivió uno de los conflictos más amargos de su carrera: la que fue la protesta sindical más importante de la democracia, en diciembre de 1988, una huelga que no supo parar como ministro de Trabajo. Es el quinto de nueve hermanos, varios de ellos también con vida política, y pasó su infancia entre Ceuta, Melilla y Cádiz por los desplazamientos de su padre, que era militar. Amigo personal de Felipe González, siempre ha tenido poder, aunque quienes mejor lo conocen asegura que nunca lo ha buscado. Es uno de los integrantes de la mítica foto de la tortilla, el clan que refundó el PSOE, una instantánea donde también posa el fotógrafo Pablo Juliá, que fue quien prestó la cámara y que ha definido al expresidente como “un líder de masas intermedias”.

Foto: Los expresidentes de la Junta de Andalucía Manuel Chaves y José Antonio Griñán. (EFE/Raúl Caro)

En su etapa en la Junta de Andalucía logró tres mayorías absolutas para el PSOE, nombró el primer Gobierno en España con más mujeres que hombres y superó momentos muy críticos, como la famosa legislatura de la pinza entre el PP e IU, que forzó un adelanto electoral en 1996 y obligó a los socialistas a buscar al PA como socio de gobierno. Sus mandatos estuvieron marcados por la confrontación continua con el Gobierno central presidido por José María Aznar, con capítulos muy sonados como el enfrentamiento por el sistema de financiación autonómica, rechazado y recurrido por la Junta antes el Tribunal Constitucional. Hubo años muy convulsos laboralmente con crisis de empresas y cifras de desempleo muy altas. En ese contexto, en el año 2000 la Junta de Andalucía implantó un sistema para agilizar el pago de ayudas a las empresas en crisis que más tarde derivó en el escándalo que ha sentado a los expresidentes socialistas en el banquillo. En 2004, tres días después de los atentados del 11-M en Madrid, Chaves aplastó en sus quintas elecciones autonómicas, recuperó la mayoría absoluta que perdió en 1994 y promovió la reforma del Estatuto de Autonomía y la Segunda Modernización de una Andalucía que los socialistas soñaron imparable.

Tras su procesamiento fueron otros capítulos de su vida política y personal los que saltaron a primera línea, como su desalojo de la Casa Sundheim, palacete sevillano donde vivió de manera oficial unos años, o posteriormente las obras de remodelación del palacio de San Telmo, sede de la Junta de Andalucía, donde habilitó una residencia para presidentes.

Foto: El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. (EFE/Raúl Caro)

Es doctor en Derecho por la Universidad de Sevilla y, después de haber trabajado en sus inicios políticos en un despacho laboralista, obtuvo plaza de profesor titular de Derecho del Trabajo en la Universidad de Córdoba, un retiro que quizás algún día pensó, pero que descartó. Hombre de trato afable, enemigo de los conflictos, agnóstico y tímido en público, y recordado por muchos por sus grandes deslices verbales que se hicieron populares por los guiñoles de Canal Plus. Casado con Antonia Iborra, que compartía con él las mismas inquietudes políticas, aunque no dio el paso a primera línea, es padre de dos hijos, Iván y Paula; un bético confeso en cuyo rostro, como curiosidad, algunos veían similitud con el escudo del Barcelona que ha sido un gran deportista. De hecho, jugó al baloncesto en su juventud.

En septiembre de 2013, Chaves fue imputado en el caso de los ERE junto a su sucesor en la Junta, José Antonio Griñán, que renunció meses antes facilitando el acceso a la presidencia de Susana Díaz y a cinco exconsejeros del Gobierno andaluz. Y ahí comenzó una nueva etapa, con distintas paradas. En 2015, tanto él como Griñán, ya procesados, decidieron adelantarse a su partido y solicitar la baja en la militancia del PSOE. Chaves tampoco puso resistencia y entregó su acta de diputado. Por primera vez en la historia de la autonomía, la Junta ejerció la acusación a expresidentes autonómicos. En noviembre de 2019, Chaves fue condenado a nueve años de inhabilitación, pena que hoy ha confirmado el Supremo.

Foto: José Antonio Griñán a su llegada a los juzgados de Sevilla durante la vista oral de los ERE. (EFE/Raúl Caro)

Ahora, acaba de cumplir 77 años, cuidando su faceta de abuelo y jubilado. Hace ya siete años que inició su particular retirada. El expresidente Zapatero reivindicó su figura, también la de José Antonio Griñán, en la última campaña de Juan Espadas a la Junta de Andalucía. “Pasarán a la historia como personas honestas”, dijo de ellos. A Chaves no había nada que lo indignara más que cuestionaran su honestidad y, hoy, aquello que él ciñó en su origen a un asunto “de cuatro golfos” no solo lo ha inhabilitado, sino que lo ha condenado a la mayor de las penas para un político: el olvido tras ser un referente del socialismo de España.

Manuel Chaves González (Ceuta, 1945) ha llevado durante años pulseras de cáñamo del Amazonas en su mano derecha, estaban bendecidas por un chamán y eran regalo de un amigo desde el 2000. Fantaseaba diciendo que eran un amuleto, pero ya era de sobra un político con suerte. Tras cuatro años al frente del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social con Felipe González, este lo obligó a trasladarse en 1990 a Andalucía para sofocar una crisis interna entre Alfonso Guerra y José Rodríguez de la Borbolla, que entonces era el presidente de la Junta de Andalucía. Y, a pesar de su recelo, llegó y venció con una mayoría absoluta que abrió la puerta a un liderazgo de 19 años, los que estuvo al frente del Gobierno andaluz antes de renunciar para regresar al Ejecutivo de la nación de la mano, esta vez, de José Luis Rodríguez Zapatero, que lo nombró ministro de Política Territorial y también vicepresidente tercero y luego segundo. Un año antes, cuando afrontó su última campaña electoral en Andalucía que le dio el pase para presidir su sexta legislatura, había encuestas que apuntaban que el 97% de los andaluces conocían a Chaves, un histórico del socialismo que ha batido récords, pues a su currículum institucional se suman 12 años en la presidencia del PSOE federal y otros 16 al frente de la federación andaluza de su partido.

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