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Un Boeing incendiado y un descuartizado: la huella del expolicía que reina en la ruta de la coca
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EL HOMBRE DE LOS GRANDES CÁRTELES

Un Boeing incendiado y un descuartizado: la huella del expolicía que reina en la ruta de la coca

Miguel Ángel Devesa, el presunto transportista de las redes sudamericanas, ha sido detenido en Costa de Marfil. Se le vincula con el incendio de un Boeing 747 usado para mover un alijo y con el descuartizamiento de un supuesto sicario

Foto: El expolicía tras su detención por parte de agentes marfileños. (EC)
El expolicía tras su detención por parte de agentes marfileños. (EC)

La escena era tan increíble como surrealista. Un Boeing 747, con sus más de 70 metros de longitud y 185 toneladas de peso, pasto de las llamas junto a un pueblo maliense, de poco más de 4.500 habitantes, llamado Tarkint. No había sufrido un accidente, ni una avería que provocara el siniestro. El incendio que lo devoraba había sido provocado para borrar cualquier rastro que permitiese identificar a las personas que habían viajado en su interior. Como los quinquis que en un descampado prenden fuego al coche robado con el que han dado unos ‘palos’. Pero a lo bestia. Porque esa aeronave, que había aterrizado en una zona que “escapa a los radares de aviación civil”, y en la que no existen ni carreteras, había sido utilizada para transportar un gran alijo de cocaína. Decenas, cientos y miles de kilos que introducir posteriormente en Europa a través de la conocida como ruta africana. Una operación que las fuerzas de seguridad españolas vinculan con un singular compatriota, un policía expulsado del cuerpo hace muchos años, afincado en Mali y que es considerado por los expertos en la lucha contra el narcotráfico como uno de los más importantes traficantes que operan en África. Su nombre: Miguel Ángel Devesa.

La Policía Nacional informaba días atrás de su detención en Costa de Marfil por su presunta implicación con un alijo de casi dos toneladas de cocaína que también se llevó por delante a su madre, una mujer de 73 que al parecer conocía a la perfección los tejemanejes de la organización, así como a su esposa. Los tres eran arrestados, junto a otras siete personas, en una operación conjunta de los agentes de la Unidad de Droga y Crimen Organizado (Udyco) Central y las autoridades locales abrochadas con los órganos de cooperación internacional. Su hijo, menor de edad, quedó a disposición de los Servicios Sociales.

Foto: Imagen: Irene de Pablo.
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Devesa y sus familiares, así como uno de sus lugartenientes, el marinero gallego José María M.C., fueron interceptados cuando trataban de abandonar el país con destino a Togo después de ser informados de la captura de su ‘maquillador’. Un colombiano llamado Gustavo Alberto V.S. supuestamente encargado de ‘transformar’ la droga, prensarla y ‘etiquetarla’ con un logo de Mercedes que era la confirmación para los clientes de que era un producto de gran calidad.

Gustavo Alberto, un cincuentón bragado en esas lides, cometió un fallo de principiante. Se le fue la mano con unas prostitutas y el revuelo atrajo a los agentes locales. Cuando los agentes registraron su habitación encontraron en ella 168 kilos de cocaína y un calabozo se convirtió en su siguiente estancia.

Una sierra eléctrica

El expolicía perdía de nuevo la partida que desde que hace un par de décadas comenzó a jugar con los que fueron sus compañeros. Natural de Vigo, a sus 51 años de vida acumula antecedentes por delitos tan graves como el tráfico de drogas, armas y explosivos o falsedad documental. A los que se suma alguno más sangriento y que construye la compleja personalidad de un individuo en quien depositan su confianza algunas de las organizaciones delictivas más peligrosas del mundo.

Miguel Ángel formó parte de la plantilla de la Policía Nacional entre 1999 a 2003. Agente de la escala básica, estuvo destinado en Madrid hasta que se le abrió un expediente. Fue suspendido del cuerpo por “traicionar la confianza de los ciudadanos con comportamientos gravemente atentatorios a los principios básicos de integridad, dignidad y disciplina”. Y finalmente acabó pasándose al otro bando.

Devesa fue vinculado con el hallazgo del cadáver descuartizado de un presunto sicario colombiano

Desde entonces, y contra su voluntad, Devesa no ha cesado de engrosar su historial delictivo. Sonada fue una detención en Costa de Marfil después de que en un almacén se descubriese el cuerpo de un hombre que había sido troceado con una sierra eléctrica y ocultado bajo una serie de sacos de cemento. El hombre que corrió esa suerte fue identificado como Juan Carlos G.S., más conocido como ‘Johnny’, un colombiano que viajaba con un pasaporte ucraniano falsificado.

La investigación concluyó que recibió varios disparos cuando presuntamente trató de ‘darle matarile’ al narco vigués por una deuda o “algún malentendido”. El supuesto autor, Souza M., fue más rápido a la hora de desenfundar y apretar el gatillo y alcanzó a su víctima en tres ocasiones. Después, presuntamente, descuartizaron el cadáver para hacer desaparecer su rastro. Aunque no lo consiguieron. La cabeza fue encontrada dentro de una bolsa de plástico y acabaron frente a las autoridades.

Pero si este episodio, que rememora la sangrienta seña de identidad de los cárteles mexícanos y colombianos, esboza la personalidad de Miguel Ángel, igual de revelador es el que ocurrió el 2 de noviembre de 2009 en Malí. Los investigadores lo sitúan en el centro de una operación de tráfico de cocaína en la que se empleó un Boeing 727 para el transporte de un alijo cuya cantidad se desconoce.

Los narcos eligieron el municipio septentrional de Tarkint para aterrizar la aeronave porque los radares no podían detectar su presencia. Después, para eliminar cualquier prueba incriminatoria, decidieron incendiarlo. Una obra de la ingeniería, una mole de acero, devorada por las llamas ante la mirada atónita de los lugareños.

Así es Miguel Devesa, un experto en la logística del narco, un “transportista” experto en la ruta marítima que se codea con grupos que son capaces de utilizar un avión de pasajeros que supera los 900 kilómetros de velocidad de crucero para atravesar el Atlántico. Igual que el que compra un coche. Ese es el nivel.

“Credibilidad” y caché

Los agentes que llevan años siguiendo sus pasos explican a El Confidencial que el gran valor de este narco es su fiabilidad. Su gran aval es que garantiza que la mercancía llegue a tierra” y después consigue diluir su huella hasta hacerla ilocalizable. Si debe recurrir a los sobornos, lo hace sin ningún problema. Lleva mucho tiempo en África y sabe cómo desenvolverse.

Foto: Los 750 kilos de cocaína intervenidos en esta operación. (EC)

“Es un referente” y sus servicios hay que pagarlos, advierten las fuentes consultadas, que explican que habitualmente suele exigir por adelantado “un 20 o 25%” de un pago que puede ser perfectamente de “500.000 o un millón de euros”. Unas ganancias con las que podía permitirse vivir en una vivienda de lujo en una de las mejores urbanizaciones de Costa de Marfil.

Su potencial estriba en “los servicios que ofrecía” y en su elevado porcentaje de éxito a la hora de introducir los alijos. Eso es primordial en un negocio en el que la “credibilidad lo es todo”. Y Devesa tenía caché porque cumplía.

Las fuentes consultadas estiman que en la actualidad estaría operando con “al menos cuatro” de las grandes organizaciones sudamericanas. Aunque le tira el terruño y se siente más cómodo negociando con las redes de su Galicia natal, trabaja para cualquiera que pueda pagar sus honorarios. Da igual que esté asentada en la Costa del Sol que en la zona de Levante. Es un profesional que se mueve con soltura en los puntos de Brasil o la Guajira colombiana desde donde parten las partidas de coca.

placeholder Vivienda de lujo en la que supuestamente residía Devesa en Costa de Marfil. (EC)
Vivienda de lujo en la que supuestamente residía Devesa en Costa de Marfil. (EC)

Un tipo con bagaje, con ese poso que deja el haberse visto engrilletado en varias ocasiones, y que trata de encontrar una salida. Cuando se encontró frente a los policías marfileños que frustraron su fuga trató de defenderse afirmando que “no tenía nada que ver”. Pero en esta ocasión, al menos, que se sepa, no trató de untar a los agentes, como hizo años atrás en Mali dejando encima de la mesa 20.000 euros para que le permitieran marcharse.

La insistente retahíla de que “no era conocedor de nada” se fue “a pique” cuando los agentes hallaron en su empresa 1,8 toneladas de cocaína. La sociedad Kibor África, ubicada en la localidad portuaria de San Pedro, en Costa de Marfil, es considerada por los responsables del caso como una tapadera que tenía con su principal socio: Aitor P.C., un guipuzcoano natural de San Sebastián, vinculado a alguna otra firma en España y que tiene antecedentes con la Ertzaintza y la Guardia Civil. En este último caso, “relacionado con el blanqueo”.

Aitor P., su principal socio, logró escapar al operativo policial y está en búsqueda y captura

Aitor, que logró escapar y en la actualidad se encuentra en búsqueda y captura, fue el origen de una investigación que se ha saldado finalmente con la detención de Miguel Ángel Devesa y otras nueve personas. El pasado 2 de diciembre es la fecha clave. Ese día, efectivos de Salvamento Marítimo de Ghana acudieron a socorrer una embarcación neumática que se encontraba a 300 millas de las costas de este país y que corría riesgo de naufragar. En la goma, llamada ‘La Civelle’, y equipada con motores de gran potencia, se encontraban Aitor P.C. y el marinero José María M.C., que levantaron sospechas cuando declinaron el rescate. Finalmente, aceptaron y dejaron allí la lancha, pero previamente se pusieron en contacto con un amigo: un tal “Miguel” —supuestamente, Devesa—, que a su vez hizo gestiones con la embajada española en Abidjan.

Ambos explicaron a las autoridades ghanesas que habían salido a disfrutar de una jornada de pesca y que tuvieron dificultades con la embarcación. Aitor, que se mostró altivo y desafiante, afirmó que era propietario de una fábrica de hielo en Costa de Marfil, en una localidad próxima a la frontera con Liberia.

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La organización, lejos de cesar sus actividades y mantener un perfil bajo, continuó moviendo cocaína por una ruta por la que se estima que cada año circulan entre 50 y 60 toneladas de esta sustancia.

Devesa, sus familiares y el resto de personas detenidas que se vinculan a su organización —entre los que hay un portugués, dos colombianos y un marfileño—permanecen en prisión y, según los indicios, parece que los principales investigados pasarán una temporada encerrados. Las dos toneladas de droga incautadas, cuyo destino final se desconocía, ardieron en mitad de un descampado ante la mirada de los agentes. Devesa, el infalible, ha fallado esta vez. Ahora queda saber si los que depositaron su confianza en él quieren cobrarse el error.

La escena era tan increíble como surrealista. Un Boeing 747, con sus más de 70 metros de longitud y 185 toneladas de peso, pasto de las llamas junto a un pueblo maliense, de poco más de 4.500 habitantes, llamado Tarkint. No había sufrido un accidente, ni una avería que provocara el siniestro. El incendio que lo devoraba había sido provocado para borrar cualquier rastro que permitiese identificar a las personas que habían viajado en su interior. Como los quinquis que en un descampado prenden fuego al coche robado con el que han dado unos ‘palos’. Pero a lo bestia. Porque esa aeronave, que había aterrizado en una zona que “escapa a los radares de aviación civil”, y en la que no existen ni carreteras, había sido utilizada para transportar un gran alijo de cocaína. Decenas, cientos y miles de kilos que introducir posteriormente en Europa a través de la conocida como ruta africana. Una operación que las fuerzas de seguridad españolas vinculan con un singular compatriota, un policía expulsado del cuerpo hace muchos años, afincado en Mali y que es considerado por los expertos en la lucha contra el narcotráfico como uno de los más importantes traficantes que operan en África. Su nombre: Miguel Ángel Devesa.

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