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Mohamed VI y el 11-M: desvincular a Marruecos y mostrar empatía con la sociedad española
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La reacción de Rabat en 2004

Mohamed VI y el 11-M: desvincular a Marruecos y mostrar empatía con la sociedad española

Crónica de cómo fue la última entrevista que dio el soberano alauí, dedicada, en parte, a hablar de los atentados terroristas, a cuyas víctimas honró un año después en Madrid

Foto: El rey de Marruecos, Mohamed VI (3i), en el Bosque de los ausentes de El Retiro el 11 de marzo de 2005. (Getty Images/Carlos Álvarez)
El rey de Marruecos, Mohamed VI (3i), en el Bosque de los ausentes de El Retiro el 11 de marzo de 2005. (Getty Images/Carlos Álvarez)
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El rey Mohamed VI fue el fiel reflejo de la sociedad de su país, solo que con algunos meses de retraso. El monarca alauí guardó silencio en público tras el 11-M pese a que la mayoría de sus autores eran marroquíes. Tardó diez meses en pronunciarse y cuando lo hizo declinó cualquier responsabilidad en la tragedia, pero mostró su empatía con España, golpeada por el mayor atentado terrorista (191 muertos) perpetrado en la Europa continental.

Su mutismo no significó inacción. Cuarenta y ocho horas después de la voladura de los trenes en Madrid quedó claro que sus autores eran sobre todo marroquíes. El general Hamidu Laanigri, jefe de la Dirección General de Vigilancia del Territorio (DGST, según sus iniciales en francés), llamó entonces al embajador de España en Rabat, Fernando Arias Salgado. “Tengo instrucciones de su Majestad” para viajar a Madrid con un equipo policial, le dijo. Iñaki Astarloa, secretario de Estado de Seguridad, difirió la visita unos días. Hubo otros ejemplos de cooperación.

Solo cuando faltaban días para que los Reyes de España hiciesen, en enero de 2005, su primera visita de Estado a Marruecos, Mohamed VI se decidió a hablar. Recibió el 10 de enero al director de El País, Jesús Ceberio, y a mí mismo, en su residencia real de Ouarzazate, a las puertas del desierto, un edificio modesto comparado con los palacios reales. Allí primero nos rindió honores una hilera de sirvientes reales.

Fue una entrevista laboriosa. La Casa Real pidió que se le enviara un cuestionario y el monarca se preparó las respuestas. En el porche de la residencia estaban todos los importantes del reino, Rochdi Chraibi, entonces jefe de gabinete real; Fadel Benyaich, su asesor para las relaciones con España; y Fouad Ali el Himma, apodado entonces el virrey de Marruecos porque era el que más poder tenía después del soberano. Ambos son además amigos desde que compartieron pupitre en el Colegio Real. Incluso irrumpió brevemente, y saludó en español a los periodistas, el príncipe Moulay Rachid, hermano del rey.

Foto: Jamal Zougam, Rachid Aglif, Rafa Zouhier y Abdelilah El Fadual, durante el juicio del 11-M. (Reuters/Pool/Paco Campos)

Mohamed VI, que tenía entonces 41 años, apareció de repente sin protocolo, sin que su llegada fuese anunciada. También recurrió al español, el idioma que aprendió de pequeño con sus niñeras, para saludar, pero cuando empezó a responder se pasó el francés. Se sentía probablemente más seguro. Dar una entrevista no era un plato de gusto -en seis años de reinado solo había dado cuatro- y la que concedió a El País fue la última. Cuando hablaba, por ejemplo, de sus reformas, como el nuevo código de la familia que impulsó ampliando los derechos de la mujer, lo hacía, sin embargo, con soltura.

¿Le preocupaba la imagen de Marruecos en España después del 11-M? "Sí", contestó, y “es uno de los motivos (...) por el que acepté conceder esta entrevista”. Se deshizo después en elogios hacia la sociedad española. “Alabo la sabiduría con la que reaccionó (...)”. “Ha sido muy comedida en un momento brutal y doloroso”, añadió, comparándola quizás, en su mente, con otros países europeos que también sufrieron atentados. No hubo en España brotes de racismo ni de islamofobia.

Foto: Un hombre se sitúa frente al altar dedicado a las víctimas del atentado en la estación de Atocha, en Madrid. (Getty Images/Ian Waldie)

Se empeñó a continuación el monarca en demostrar que, pese a la mala relación que mantuvo Marruecos con el Gobierno de José María Azar (1996-2004), “la cooperación entre los respectivos servicios nunca resultó alterada”. “Ni qué decir tiene que los marroquíes condenan el terrorismo, cualquiera que sea la nacionalidad de sus autores”, insistió.

Además, ¿eran de verdad marroquíes aquellos que reventaron los trenes? “Los atentados fueron cometidos por marroquíes de origen, pero, de hecho, estaban asentados en España desde hace años, tenían “papeles”, algunos estaban incluso casados con españolas”, recordó el rey. “En resumen, parecían perfectamente integrados en la sociedad española”.

Sospecho que el monarca se sintió aliviado cuando nos pusimos de pie para despedirnos. Se preocupó de que un coche nos recogiera para llevarnos hasta nuestro hotel, en el centro de Ouarzazate. Apenas estábamos en camino, cuando sonó mi móvil. El Himma quería saber qué me había parecido la entrevista. Entre todos los colaboradores del rey que conocí en aquellos años era el que mejor comprendía la manera de funcionar de la prensa europea.

Foto: Un hombre rinde homenaje a las víctimas de los atentados del 11-M en la estación de Atocha, Madrid, el 11 de marzo de 2004. (Reuters) Opinión
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Mohamed VI o sus asesores se debieron quedar algo insatisfechos por aquellas declaraciones reales. Fouad Ali el Himma llamó después al periódico porque el soberano quería agregar algo más a sus palabras. “Quisiera que los españoles sepan que comprendo perfectamente que la imagen de Marruecos suscite recelos en la opinión pública después de lo que pasó el 11-M”, me dictó al teléfono. “El hecho de que fueran perpetrados por personas de origen marroquí ha supuesto para mí y mis compatriotas un gran golpe moral”, concluyó citando al rey. Añadió así a la entrevista ciertas dosis de empatía.

La pesadilla del 11-M no acabó ahí para Mohamed VI. El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero organizó, al cumplirse el primer aniversario del atentado, un homenaje a las víctimas en el Bosque de los Ausentes, en el parque del Retiro, al que acudieron los Reyes de España, una veintena de jefes de Estado y de Gobierno y Kofi Annan, entonces secretario general de la ONU.

Mohamed VI envió a su hermano, Moulay Rachid, de avanzadilla a Madrid para que pronunciase la víspera un discurso, en su nombre, condenando el terrorismo en un foro montado por el Gobierno. El monarca alauí ya rehuía en aquellos años las citas colectivas con dignatarios de medio mundo, pero hizo de tripas corazón. Era consciente de que su ausencia sería malinterpretada. Además, su rival, el presidente de Argelia, Abdelaziz Bouteflika, confirmó rápidamente su asistencia.

Foto: Atentado terrorista perpetrado por Al Qaeda en la estación de cercanías de Santa Eugenia, al sur de Madrid. (Europa Press)

El Himma me llamó por teléfono para anunciarme que el rey estaría ese día en Madrid. Parecía feliz de poder darme esa noticia, que fue portada de El País, como si fuese mérito suyo haberle convencido. Para acudir a la cita, tuvo que acortar una gira de trabajo que efectuaba por África subsahariana.

Trató además de dejar un rastro para la historia de su presencia. Tras algunos titubeos, optó por difundir un comunicado, a través de su embajada, también cargado de empatía. “Comparto la emoción del pueblo español dado que tenemos heridas comunes”, escribió. Comparaba así el 11-M con los atentados que ensangrentaron Casablanca, en mayo de 2003, en los que hubo 33 víctimas mortales, cuatro de ellas españolas.

Los colaboradores del monarca barajaron que tuviera un encuentro con, por ejemplo, las familias de los cuatro marroquíes reventados por las explosiones en los trenes. Solían ser actos en los que Mohamed VI se lucía porque daba rienda libre a sus emociones. Al final no lo organizaron. Temían que la prensa lo malinterpretase si sólo recibía a víctimas marroquíes y no a españolas.

En la tarde del 11 de marzo de 2005, el monarca voló de Madrid a París para descansar unos días en el castillo de Betz, propiedad de la familia real, a unos 75 kilómetros al noreste de la capital.

El rey Mohamed VI fue el fiel reflejo de la sociedad de su país, solo que con algunos meses de retraso. El monarca alauí guardó silencio en público tras el 11-M pese a que la mayoría de sus autores eran marroquíes. Tardó diez meses en pronunciarse y cuando lo hizo declinó cualquier responsabilidad en la tragedia, pero mostró su empatía con España, golpeada por el mayor atentado terrorista (191 muertos) perpetrado en la Europa continental.

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