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SOS Rural y su partido político, contra Vox: las incógnitas de la revuelta
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SOS Rural y su partido político, contra Vox: las incógnitas de la revuelta

La evolución de las manifestaciones está llena de dudas. Nadie parece estar al frente y asociaciones y partidos se ven tensionados. También en el sector que menos se esperaba

Foto: Tractores en Barcelona. (Europa Press/David Zorrakino)
Tractores en Barcelona. (Europa Press/David Zorrakino)
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Los mensajes en las redes desde posiciones progresistas han menospreciado las protestas del campo, dibujándolas a menudo como una movilización de señoritos subvencionados que pretenden mantener sus privilegios. Al mismo tiempo, los mensajes de los grupos de WhatsApp presionaban en la dirección de llevar la movilización a Madrid, y especialmente a Ferraz, sin esconder su naturaleza política ligada a la extrema derecha. En este sentido, la convocatoria de la Plataforma 6-F para entrar en la capital con tractores el próximo sábado y dirigirse a la sede del PSOE es esclarecedora.

Sería fácil, por tanto, reducir las movilizaciones a un intento de Vox de instrumentalizar las protestas para poner presión sobre Pedro Sánchez, y de paso sobre el PP, y a la permanente denuncia de la izquierda de ese propósito y de sus protagonistas.

Pero la realidad no son los grupos de WhatsApp ni las redes sociales. Y esta revuelta del campo, sobre la que aún existen muchas incógnitas, alberga muchos elementos más.

La tensión entre bases y asociaciones

El primero tiene que ver con la sorpresa de las organizaciones del sector y sobre sus dudas acerca de cómo manejar la situación. Cuando se pulsó el botón de activación hace dos sábados a través de los grupos de WhatsApp, lo que fue interpretado como un movimiento muy extraño, las asociaciones fueron cogidas a contrapié. Más aún en la medida en que la acogida de los agricultores a la propuesta de movilización fue muy favorable. Eran sus propias bases las que incitaban a que las manifestaciones tuvieran lugar. Desde entonces, han tratado de lidiar con una situación sobrevenida, pero están atrapados en alguna medida entre unos agricultores mucho más movilizados de lo que preveían y los intentos de instrumentalizar políticamente las protestas.

Lo que pase a partir de ahora es una incógnita. Las próximas manifestaciones servirán para saber quién va ganando la partida

Esa dificultad para manejar el momento de una forma ordenada se ha multiplicado una vez que las movilizaciones han tomado carácter local. Cada territorio ha adoptado un camino distinto con reivindicaciones diferentes. No es igual el País Vasco, donde se eligió como lugar de manifestación un centro logístico de grandes superficies, que Cataluña, donde entraron en Barcelona y fueron recibidos por Aragonès; tampoco es lo mismo León, donde intervinieron los antidisturbios, que Andalucía, donde Moreno Bonilla y Vox compiten por el apoyo a la agricultura.

Lo que pase a partir de ahora es una incógnita, aseguran fuentes del sector. Las manifestaciones convocadas en Ávila, Salamanca o Ciudad Real, y el viernes en Zamora y Benavente, servirán para definir quién va ganando la partida entre las asociaciones sectoriales y las informales: allí comenzará a verse el poder de convocatoria de unas y otras. Un elemento adicional es que las manifestaciones no autorizadas ni respaldadas legalmente por una asociación se arriesgan a enfrentamientos con la policía y a sanciones, lo que puede desanimar esas movilizaciones. “Según cuentan nuestros afiliados”, aseguran desde COAG, “hasta el martes hubo menos intervención de las fuerzas de seguridad, pero ayer empezaron a tomar más matrículas y a tener otra actitud”. Sin embargo, en otros casos, la policía no ha ejercido como factor disuasorio, y puede ocurrir que la violencia, si se produce, encrespe más los ánimos.

Los movimientos de los partidos

En este entorno enrarecido, los partidos también mueven sus piezas para no salir perjudicados. Desde Ferraz, se asegura que “vamos a respetar siempre a los agricultores: no hay ningún Gobierno en democracia que haya destinado tantos recursos al campo como nosotros”. Al mismo tiempo, los socialistas señalan que “varios medios de comunicación han hecho informaciones bastante clarificadoras”. La intención de la Plataforma 6-F de ir hasta Ferraz fue contestada en X por Ion Antolín, director de Comunicación del PSOE: "Acabáramos. Ya es casualidad. No al Ministerio de Agricultura, o al Congreso, o al Senado, o a la Puerta del Sol, o al paseo de la Castellana, o a Mercamadrid... A Ferraz. Que hablen con los del rezo del rosario y las banderas con aves, para ir ordenados".

El PP, por su parte, si se moviliza será de la mano de las asociaciones del sector, como Asaja. Génova prefiere poner el foco en la amnistía, en el Constitucional y en el Supremo que entrar de lleno en un ámbito donde no puede marcar el paso. Sumar prefiere centrarse en la subida del salario mínimo y en la acción de la inspección de Trabajo que en el ecologismo, siendo como es un partido claramente verde, porque en este momento ese es el marco en el que más minados quedarían.

Cada vez cobra más fuerza la posibilidad de que SOS Rural se presente como partido político a las elecciones europeas

Vox, que sería el teórico ganador con todas estas movilizaciones y quien según las fuerzas progresistas las estaría instigando, tiene que afrontar sus propios problemas. No solo por el mal recibimiento que tuvo Juan García-Gallardo cuando acudió a una de las manifestaciones, sino porque cada vez cobra más fuerza la posibilidad de que SOS Rural, la organización que emergió con fuerza en esta revuelta, se presente como formación política a las elecciones europeas. Hace un par de meses, ya se rumoreaba acerca de la posibilidad de la creación de un partido corporativo del campo, que se apoyaría en algunas asociaciones agrarias y en federaciones de caza. Tras las movilizaciones, y si estas tienen cierto éxito, esa intención tendrá visos de realidad.

En Vox, perciben esta posibilidad como un inconveniente por los votos que les podría restar: “Sería un partido como Izquierda Española, que no tendría recorrido, pero que nos quitaría apoyos. Hay rumores al respecto, pero creemos que la gente no está para operaciones relámpago y es muy difícil que una cosa que se monte a principios de marzo tenga buenos resultados en julio”. En el sector agrario, se vincula la nueva organización a gente que salió rebotada de Vox, pero piden prudencia, porque afirman que “no se sabe muy bien cómo puede acabar lo de SOS Rural”.

La revuelta que no se detiene

Pero, más allá de las asociaciones sectoriales y de los partidos, está el campo, su momento complicado y su malestar. Está fraguándose un clima distinto, que se deja sentir en varios aspectos. Uno de ellos es “la brecha generacional en las movilizaciones. Aunque tengamos que analizarlo más, parece que se está consiguiendo movilizar a gente muy joven, que normalmente no acude a asambleas o a manifestaciones”.

Ese clima es relevante en muchos sentidos. En primera instancia porque, en el ámbito europeo, la revuelta más parecida a la española es la italiana. Comenzó más tarde que la francesa, y tras un primer instante de manifestaciones pacíficas, el movimiento se extendió por todo el país y los tractores tomaron las carreteras para ralentizar el tráfico. Un convoy se dirige a Roma, donde se espera una manifestación a gran escala con los tractores cercando la capital.

Foto: Protesta de agricultores en Zaragoza. (EFE)

Sin embargo, y por más que Meloni haya mostrado su apoyo a los agricultores y haya reivindicado como una victoria la marcha atrás anunciada por Von der Leyen en la obligación de reducir a la mitad el uso de pesticidas (la típica maniobra de Bruselas: el Parlamento ya lo había rechazado y la Comisión iba a manifestarse en el mismo sentido, solo tuvo que adelantar el anuncio), los agricultores no han parado.

Como en España, el sector no está unido y mezcla reivindicaciones diversas que provienen de distintos colores ideológicos, desde la extrema derecha hasta antiguos activistas antiglobalización, pasando por defensores de la agricultura ecológica o pequeños propietarios.

"Hay riesgo de que la movilización no acabe; cuando se pide una enmienda a la totalidad, la gente puede estar de continuo en la calle"

En nuestro país, la heterogeneidad, más que ideológica (que también), es territorial: cada comunidad encuentra unos puntos de fricción distintos. Los costes de la transición ecológica, las exigencias de Bruselas, la posición contra los tratados de comercio y contra la competencia desleal o las tensiones con las cadenas de distribución son transversales, pero cada uno de los territorios pone énfasis en unos y otros y añade otros factores.

Foto: Manifestación de ayer lunes frente la Consejería de Agricultura de Castilla y León. (EFE/R. García)

Esa misma diversidad hace más complicado prever cuándo finalizará esta revuelta. Cuando hay un objetivo común y bien articulado (como los subsidios al combustible en Alemania), las movilizaciones se terminan cuando este se consigue. Pero cuando no existe, como es el caso español, es más difícil fijar una estación de término. Como señalan fuentes del sector, “esa falta de unidad en los objetivos puede generar frustración y desánimo y, al constatar que no se logra nada palpable con la movilización, puede provocar que la gente regrese a casa”. Pero esa misma indefinición también “genera el riesgo de que no acabe nunca; cuando se pide una enmienda a la totalidad, la gente puede estar de continuo en la calle”.

Exactamente eso fueron los chalecos amarillos: un conjunto heterogéneo de personas y de ideologías, un malestar de fondo sostenido, una pluralidad de reivindicaciones que exigían un cambio sustancial de modelo y un movimiento que no pudo articularse políticamente. Esa revuelta tuvo un carácter existencial: eran gentes de un entorno que se percibía como claramente perdedor y que clamaban por no desaparecer. Mucho de esto hay en la actual revuelta española, y también en la italiana. Si este carácter se impone, las tensiones serán fuertes, porque el mundo rural estará levantado y tendremos nuestros propios chalecos amarillos varios años después.

Los mensajes en las redes desde posiciones progresistas han menospreciado las protestas del campo, dibujándolas a menudo como una movilización de señoritos subvencionados que pretenden mantener sus privilegios. Al mismo tiempo, los mensajes de los grupos de WhatsApp presionaban en la dirección de llevar la movilización a Madrid, y especialmente a Ferraz, sin esconder su naturaleza política ligada a la extrema derecha. En este sentido, la convocatoria de la Plataforma 6-F para entrar en la capital con tractores el próximo sábado y dirigirse a la sede del PSOE es esclarecedora.

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