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Pataleos y bronca en el Congreso y crispación en la calle: "Mamarracha, traidor"
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Investidura de Feijóo

Pataleos y bronca en el Congreso y crispación en la calle: "Mamarracha, traidor"

El Congreso ha vivido en absoluto frenesí durante 12 horas. En una de las calles anexas, decenas de personas se daban relevo para insultar a políticos de distinto signo

Foto: José Luis Ábalos increpa al PP durante el pleno. (EFE/Kiko Huesca)
José Luis Ábalos increpa al PP durante el pleno. (EFE/Kiko Huesca)

Seis trabajadores pintan con esmero, sobre un andamio, la fachada de un edificio. Lo hacen durante horas, casi sin volverse, y los compases de alguna canción llegan brevemente al complejo del Congreso de los Diputados, unos metros más abajo. Es la calle Zorrilla, que permanece casi ajena a la primera jornada del pleno de investidura de Alberto Núñez Feijóo, más allá del trajín de los coches oficiales de los ministros en funciones y presidentes autonómicos que desembarcan en la carrera de San Jerónimo. Cruzando el patio de la Cámara, a menos de un centenar de metros, destaca el escenario improvisado para que decenas de ciudadanos sirvan como termómetro de la crispación.

Se van dando relevo para gritar "traidor" a Pedro Sánchez, "mamarracha" a Isabel Díaz Ayuso, "golfa" a María Jesús Montero y "etarras" a los diputados de Bildu. Feijóo, que estrenó este martes el pinganillo para escuchar la traducción en castellano de los discursos en catalán, se quedó con la mejor parte: "¡Presidente, presidente!", le aclamaron. Lo hicieron al filo de las 12, cuando arrancaba el pleno, y volvieron a hacerlo pasadas las 21:15.

La Cámara Baja ya bullía de actividad a las nueve de la mañana, antes de una jornada que se presuponía maratoniana. Ujieres, camareros, policías, taquígrafas y personal de limpieza se afanaban en sus cometidos, pero sus señorías tomaban posesión de sus escaños ya a mediodía. "Nos hemos mentalizado, la semana va a ser dura", decía uno de ellos. "Estoy harto de estar de pie", apuntaba otro. "Y mañana, más". "Para nada", apuntaba un tercero. En el andamio, repasaban una capa de color blanco que rodeaba una de las ventanas.

Foto: Investidura de Alberto Núñez Feijóo, en directo | EFE Juan Carlos Hidalgo

No se enteraron de que la presidenta del Congreso, Francina Armengol, tuvo que renunciar a mantener un perfil bajo en una sesión que se tornó bronca tras las palabras de Óscar Puente. Fue el exalcalde de Valladolid, al que el PSOE hizo portavoz del partido y apartó del cargo al poco tiempo, quien encendió el debate. "¡Fuera de aquí", respondieron desde el PP. "La gente que está escuchando se merece que estemos a la altura de las circunstancias", intentó conciliar la presidenta. Desde las bancadas del PP le contestaron "¡Fuera!", mientras afeaban a Armengol que el diputado hubiera sobrepasado holgadamente su tiempo de palabra. "He sido generosa con el tiempo", respondía. "¡Generosa con el tiempo!", voceaban a la tercera autoridad del Estado.

"Señores y señoras diputados, no se puede patalear en el Congreso", insistió, sin éxito. Puente ya había mencionado la "amistad" de Feijóo con el narcotraficante Marcial Dorado. El candidato despachó al diputado socialista a toda velocidad, afirmando que no iba a participar "en el Club de la Comedia". José Luis Ábalos, Carmen Calvo y Adriana Lastra ya interpelaban directamente a los diputados del PP, a voces. Ábalos llegó a levantarse para hacerlo. "Esto no es un patio de colegio", reiteró Armengol. Los insultos, como ocurre a menudo, no se colaban por los micrófonos. No llegaron a los manifestantes agolpados frente a las puertas. Ni a los trabajadores del andamio.

Foto: Alberto Núñez Feijóo tras su discurso del debate de investidura en el Congreso de los Diputados. (Reuters/Juan Medina)

Sánchez escuchaba sin mediar palabra, como Yolanda Díaz. Fueron los grandes ausentes, aunque Díaz no renunciara a mandar un recado a raíz de la polémica por sus palabras sobre las élites que quieren huir de la Tierra en cohetes. Bajo el brazo, entre papeles, llevaba el libro de Douglas Rushkoff que incorpora las reflexiones que causaron revuelo cuando ella las parafraseó hace escasos días. Santiago Abascal midió el tono de su discurso con el líder del PP, y Feijóo hizo lo propio con el de Vox. Hasta el punto de que muchos escaños quedaron huérfanos en esta parte. "Yo quisiera ir mucho más allá, pero es un comienzo", que diría el líder de Vox.

El uso de las lenguas oficiales en las respectivas comunidades autónomas tuvo lugar con normalidad, mientras Carles Puigdemont pedía la palabra a Armengol en catalán, a través de Twitter, desde Bélgica. Él sí estaba presente en el debate, aun a miles de kilómetros, y Feijóo se ocupó de visibilizarlo frente a una ERC que peleaba su sitio y un Junts que mantenía posiciones. Desde el Parlament, el presidente catalán, Pere Aragonès, hacía lo propio.

Nadie del Gobierno en funciones pronunció la palabra amnistía, tampoco del PSOE, aunque el principal interpelado fuera Sánchez, y Sumar se quedó solo en esta lucha. En la pelea por naturalizar un alivio penal para el procés, contra lo que se concentraron decenas de miles de personas el sábado, en un acto convocado por el PP. Se habló más de la amnistía en el patio y en los pasillos que en la tribuna de oradores, y en la calle las preocupaciones eran otras.

Fuera de la burbuja parlamentaria, a decenas de metros del edificio en rehabilitación, Victoria, terapeuta ocupacional, se manifestaba con dos pancartas. Reclamaba una "democracia real", que los partidos "más votados" sean los que gobiernen. Su perro, Tobby, tirado en el suelo, representaba el sentir de algunos de los diputados que hoy hacían acto de presencia para asistir a una investidura fallida.

Foto: Pere Aragonès en el Parlament de Catalunya. (EFE/Andreu Dalmau)

En el variopinto grupo de compañeros de acera, José Luis aseguraba que Sánchez permite que el CNI actúe de manera ilegal, y lo tildaba de "hijo de puta" en una pancarta. Soledad y Ángela, dos jubiladas venidas Murcia, reivindicaban "un Gobierno que defienda los derechos humanos y la naturaleza". "No un Gobierno negacionista", afirmaban, en referencia a Vox. Sus camisetas y chapas las identificaban como representantes de la asociación Mar Menor Vivo. Viajaron para manifestarse, pagándolo de su bolsillo, aprovechando el foco mediático. Ni una palabra sobre la amnistía. Y pocos se confesaban abiertamente votantes de Feijóo o de Sánchez.

Dos parejas venidas desde Barcelona aguardaban expectantes. Acudían a hacer turismo, pero aprovecharon para acercarse a ver qué se cocía a las puertas de la Cámara Baja. "Con lo que me habría gustado ver a Pedro Sánchez", se lamentaba Ana, una de ellas. No sabía que el presidente accede al patio en coche oficial. Y que no iba a pronunciar una palabra en la jornada de este martes, ni al entrar ni al salir, ya pasadas las 21:00. Al otro lado de la calle, el andamio lucía, por fin, desierto. Pero los gritos a las puertas del palacio de la carrera de San Jerónimo continuaban.

Seis trabajadores pintan con esmero, sobre un andamio, la fachada de un edificio. Lo hacen durante horas, casi sin volverse, y los compases de alguna canción llegan brevemente al complejo del Congreso de los Diputados, unos metros más abajo. Es la calle Zorrilla, que permanece casi ajena a la primera jornada del pleno de investidura de Alberto Núñez Feijóo, más allá del trajín de los coches oficiales de los ministros en funciones y presidentes autonómicos que desembarcan en la carrera de San Jerónimo. Cruzando el patio de la Cámara, a menos de un centenar de metros, destaca el escenario improvisado para que decenas de ciudadanos sirvan como termómetro de la crispación.

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