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La vida sin agua en el pueblo que pasó de tener lluvias torrenciales a la sequía intermitente
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Buscan captar aguas subterráneas

La vida sin agua en el pueblo que pasó de tener lluvias torrenciales a la sequía intermitente

Barruelo de Santullán (Palencia) tiene poco más de 1.200 residentes en invierno. En verano, llega a 7.000. Esta localidad de montaña lleva décadas con cortes hidráulicos en agosto, cuando antes las tormentas y la nieve eran habituales

Foto: En los pueblos de montaña la vida es muy diferente. (EFE/A. Álvarez)
En los pueblos de montaña la vida es muy diferente. (EFE/A. Álvarez)

Hace años, Barruelo de Santullán (Palencia) era un lugar conocido por sus lluvias y nevadas constantes. En este pueblo de la montaña castellanoleonesa apenas viven unas 1.200 personas en invierno. Pero cuando llega el sol, todo cambia. Con el tiempo se popularizó como destino estival. Durante julio y agosto, su población llega a multiplicarse por seis. Una buena noticia para el turismo rural, pero preocupante para sus desgastadas redes de abastecimiento hidráulico. "Esto no es el Mediterráneo: aquí no hay gotas frías", cuenta un vecino del municipio, que se eleva mil metros de altura. Hace años que viven cortes de agua temporales en verano, incapaces de llegar a toda la población flotante que se concentra en esos días. La sequía creciente, las altas temperaturas, la escasez de lluvia en invierno y las viejas infraestructuras no ayudan.

"Lo más curioso es que este verano también hubo cortes y, aún así, fue el mejor que recuerdo en años", cuenta Mariana, que regenta una casa rural en pleno centro. A finales de agosto limitaron el consumo de agua y lo habilitaron sólo durante el día, con parones nocturnos que iban desde las ocho o nueve y hasta la madrugada siguiente. En total, fueron seis días, cuando el año pasado la falta de agua se prolongó por 33 días. Se le ocurrió dejar garrafas o barriles grandes a sus huéspedes para que los llenaran y tuvieran provisiones para la noche. Ella vive en Cantabria y sólo va al pueblo para trabajar. Pero en los más de 20 años que ha estado yendo y viniendo al pueblo, los cortes de agua se han sucedido casi todos los veranos.

Foto: Problemas en Madrid por las lluvias de la noche. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Los períodos de sequía cada vez más intensos y recurrentes o las olas intensas de calor han cambiado el escenario en los últimos años. En Barruelo de Santullán, donde antes lo raro era cruzar la barrera de los 30 grados en verano, alcanzan ahora temperaturas de hasta 40º. Muchos pueblos donde nunca se esperó hablar de algo como la sequía tienen ahora que reinventarse e idear fórmulas con las que no quedarse secos. Incluso los que están en plena montaña.

Opción 1: una obra peligrosa

Sobre la mesa hay dos planes para acabar con la sequía intermitente. Uno está bajo tierra y el otro, a las afueras del pueblo. Recién entrado septiembre, varios técnicos de la Junta de Castilla y León se desplazaron hasta Barruelo de Santullán. Querían ver cómo iban las obras en las redes de suministro. El alcalde desde 2019, Cristian Delgado, admite que este es el gran problema que arrastran desde hace décadas y al que ahora trata de poner fin. Sus sistemas de abastecimiento se hicieron pensando en las "condiciones de alta montaña", pues nunca faltó la lluvia o la nieve. Pero con la crisis climática, todo cambió. Así que, en diciembre del año pasado, comenzaron a buscar captaciones subterráneas.

No lo tienen fácil. "Este terreno es muy delicado", explica el regidor. Para empezar, tienen que comprobar que el agua es potable. Barruelo de Santullán se alza sobre una zona minera, así que temen que sea imposible separar el agua subterránea de los sustratos que puedan contaminarla. España es un país con abundantes acuíferos y, aunque muchos tienen un potencial desconocido –pues apenas se investigan–, los hay que están sobreexplotados e intoxicados.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una visita al Parque Nacional de Doñana. (EFE/José Manuel Vidal)

De momento, en Barruelo de Santullán aún no empezaron a extraer agua. Primero tienen que lograr los permisos de excavación, lo que podría llevar entre dos y tres años a contar desde diciembre, según la previsión que hizo la Junta de Castilla y León. Pero nada está garantizado: el pueblo limita con un entorno protegido, el del Parque Natural Montaña Palentina, lo que podría ser un impedimento. Sin embargo, el alcalde no parece especialmente preocupado por esto último.

"Los primeros análisis que tenemos apuntan a que las zonas con agua subterránea no llegan al interior del parque, así que estamos fuera del perímetro blindado", expone. Sin embargo, vivir junto a un espacio protegido sí les limitó ante otras alternativas como, por ejemplo, crear "una gran presa" que surta a este y otros pueblos de la zona. Los municipios vecinos sí que se ubican dentro del propio parque, así que era imposible.

Opción 2: un nuevo depósito

Por si el plan subterráneo falla, existe otra idea a medio plazo. Helechar es un barrio pegado a Barruelo, aunque está algo alejado y pegado a la carretera. Aunque técnicamente, pertenece a su ayuntamiento. En esta otra zona nunca ha faltado el agua, incluso en los meses o años más secos. Así que el Consistorio puso en marcha, de forma paralela a la inspección para las captaciones, una obra para construir un segundo depósito de agua, más grande que el que ya poseen.

La idea es que este nuevo embalse surta a tres barriadas que ahora mismo están conectadas a su única red hidráulica: el del Río, el de San Juan y el de Bolaredo. Esta otra estrategia, al menos a nivel burocrático, parece menos compleja que la del agua subterránea, así que el Ayuntamiento espera que el depósito de repuesto esté preparado cuanto antes. No creen que sea antes del próximo verano, pero nada está escrito. "No me atrevo a dar fechas porque con las obras nunca se sabe, pero la idea es tenerlo listo a lo largo del 2024", avanza el alcalde.

Hace años, Barruelo de Santullán (Palencia) era un lugar conocido por sus lluvias y nevadas constantes. En este pueblo de la montaña castellanoleonesa apenas viven unas 1.200 personas en invierno. Pero cuando llega el sol, todo cambia. Con el tiempo se popularizó como destino estival. Durante julio y agosto, su población llega a multiplicarse por seis. Una buena noticia para el turismo rural, pero preocupante para sus desgastadas redes de abastecimiento hidráulico. "Esto no es el Mediterráneo: aquí no hay gotas frías", cuenta un vecino del municipio, que se eleva mil metros de altura. Hace años que viven cortes de agua temporales en verano, incapaces de llegar a toda la población flotante que se concentra en esos días. La sequía creciente, las altas temperaturas, la escasez de lluvia en invierno y las viejas infraestructuras no ayudan.

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