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Los 800.000 votos que han llevado a Sánchez a proscribir a Iglesias
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Sumar y PSOE coinciden

Los 800.000 votos que han llevado a Sánchez a proscribir a Iglesias

El presidente quería un partido a su izquierda que recogiera a todos los votantes que no iban a apostar por el PSOE. Pero ha cambiado de opinión y Yolanda Díaz está de acuerdo con la nueva posición

Foto: Pedro Sánchez en un acto de precampaña de esta semana. (EFE/Jero Morales)
Pedro Sánchez en un acto de precampaña de esta semana. (EFE/Jero Morales)
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El arranque de esta campaña electoral dividida en dos partes, el 28-M y las generales, parte de una convicción asentada entre las empresas demoscópicas y entre los mismos partidos desde hace meses: la mayoría de las encuestas señala que, si las elecciones se celebraran hoy, las derechas ganarían y contarían con la mayoría suficiente para gobernar.

Es decir, en el tiempo que falta hasta las generales, de las que incluso se ha empezado a rumorear fecha, el 10 de diciembre, el bloque de izquierdas está obligado a remontar. Ha arrancado el año electoral por detrás de las derechas, lo que condiciona sus acciones: recuperar la desventaja requiere de esfuerzos extra, de nuevos posicionamientos y de tácticas diferentes.

Foto: Iglesias, en la Fiesta de la primavera de Podemos en Zaragoza. (EFE/Javier Cebollada)

Es hora de acelerar, además, porque las encuestas han venido ofreciendo una estabilidad notable en cuanto al voto que recibirá cada bloque. Las diferencias en los resultados de sus últimos meses tienen lugar en las transferencias dentro de cada bloque, pero apenas hay desplazamiento de voto entre izquierdas y derechas.

Sánchez como objetivo

En ese escenario dividido, hay dos ideas dominantes. Las derechas han colocado en el centro de su discurso la animadversión contra Pedro Sánchez. Por los motivos que sea, razonables o no, el aprecio que el presidente suscita en buena parte de la sociedad española es muy limitado, y eso resulta peligroso para el PSOE, porque moviliza a sus opositores y desanima a votantes socialistas a la hora de acudir a las urnas. Es un discurso que está funcionando: el PP ni siquiera ha necesitado mostrar un programa político o una serie de ideas sólidas sobre el futuro del país para encabezar las encuestas, le basta con señalar este momento como crucial, en la medida que resulta imprescindible que Sánchez se marche.

La izquierda carece de un elemento movilizador tan poderoso. Su oferta es la de conservar el Gobierno, pero ese es un aspecto que juega a la interna. Hacia afuera, la idea fuerza es la llamada a la defensa de la sociedad contra el advenimiento de la ultraderecha al Ejecutivo, pero su recorrido electoral es, hasta el momento, bastante corto.

El giro del presidente

Para hacer frente a esta situación, la izquierda ha oscilado entre dos posturas, ambas tácticas. La novedad en estos días es que el PSOE está tomando partido por una de ellas. Hasta hace unos meses, Sánchez estaba convencido de que la fórmula correcta era la existencia de un espacio complementario al PSOE que reuniera el voto del resto de las izquierdas: todos aquellos que no iban a votar a los socialistas no se podían quedar en casa, tenían que acudir a las urnas y sumar.

La separación de Iglesias podría aportar al PSOE 800.000 votos, los de los socialistas que no quieren tener a Podemos de socio

Sin embargo, conforme ha ido pasando el tiempo, las tesis del socialismo caoba, como lo llama Iván Redondo, han ido ganando peso, porque entienden que la presencia de Podemos en el bloque de izquierdas acorta el recorrido del resto de partidos.

A los socialistas les impide ampliar el espacio por el centro, ya que parte de sus electores tradicionales ven con malos ojos que Podemos esté en el Gobierno. Las estimaciones cifran en 800.000 votos los que el PSOE podría perder, los de electores a los que les genera menos animadversión Alberto Núñez Feijóo que Pablo Iglesias. La separación radical de Podemos ayudaría a traer esas personas de vuelta al socialismo.

El "cansancio" de España

Desde el lado de Sumar, la presencia de Podemos es percibida como un permanente palo en las ruedas. No solo en términos internos, por los problemas que causa con su actitud de confrontación permanente, así por la tensión que podría generar en la campaña, sino porque Iglesias, que está "cansado de España y molesto con ella", genera rechazo en los votantes. En un instante en el que la opción de Díaz necesita ampliar espacio, Podemos se lo reduce.

Tanto el PSOE como Sumar entienden que Iglesias va a ser una rémora y afirman que prescindir de él es puro pragmatismo

Ambos espacios políticos afirman que no hay en sus consideraciones elementos ideológicos: se trata de un cálculo electoral pragmático, ya que consideran que, a la hora de atraer votantes a las urnas, Iglesias va a ser una rémora. Ese es el mensaje que están trasladando en estos días, una posición que se escenificaría después de las elecciones del 28-M, cuando Sánchez podría expulsar del Gobierno a las ministras de Podemos.

Esta es la preferencia en la Moncloa y en el Ministerio de Trabajo, porque perciben que es la más conveniente en términos electorales. Pero eso no significa que vaya a llevarse a cabo. Y no solo porque las negociaciones estén abiertas aún, sino porque el retrato que dejen las elecciones del 28-M tendrá mucho peso en la decisión final.

Iglesias quiere entrar

Podemos está intentando jugar sus bazas para hacerse bien visible en esta pugna, tanto para mostrar que no puede arreglar muchas cosas, pero puede romper unas cuantas, como para subrayar que continúa teniendo fuerza social, aunque sea por la vía de los medios. En este sentido, las tesis internas que señalan que Podemos da por descontado que las izquierdas van a perder las elecciones y que les resulta conveniente, porque contra Vox vivirán mejor, chocan con la realidad. Podemos está en un momento de subsistencia pura y dura, con problemas a la hora de movilizar voto, pero también de encontrar recursos para Canal Red, y, si gana la derecha, no será ni de lejos el principal partido de oposición. Podría ocupar un espacio muy minoritario, pero poco más, también en lo mediático. Además, ERC y Bildu, los socios de Iglesias, tendrían mucho más recorrido en sus territorios si tuvieran influencia sobre el Gobierno central, como ha ocurrido habitualmente con PNV y Convergencia. Los incentivos para ir con Sumar son mucho mayores que los de quedarse fuera, y están intentando entrar en ese espacio con el máximo de fuerza que les sea posible, aunque sea a base de tensar la cuerda en lugar de ofrecer la mano.

El actor clave en este escenario es el presidente del Gobierno, y será él, en última instancia, quien más poder de convicción tenga para que las izquierdas vayan unidas o desunidas. No porque pueda dictar qué hacer a espacios políticos ajenos, ni por su capacidad para disolver las tensiones personales, sino porque es quien más palancas tiene en su mano para forzar unas posiciones u otras. Por ejemplo, echar del Gobierno a Podemos, y más si fuera en breve, rompería el espacio político definitivamente.

El socialismo que quiere fortalecerse electoralmente mediante la recuperación de parte de su electorado centrista, que es el que está triunfando en la Moncloa, entiende que la mejor posición táctica es que Podemos no figure en el tique de las generales. Las elecciones del 28-M serán importantes para ratificar o no esa posición, porque el PSOE no se jugará únicamente el Gobierno; también puede quedar amenazada su posición como partido dominante en la izquierda, y esa posibilidad estará cada vez más presente en los cálculos socialistas.

El arranque de esta campaña electoral dividida en dos partes, el 28-M y las generales, parte de una convicción asentada entre las empresas demoscópicas y entre los mismos partidos desde hace meses: la mayoría de las encuestas señala que, si las elecciones se celebraran hoy, las derechas ganarían y contarían con la mayoría suficiente para gobernar.

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