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Del Califato a Madrid: la nueva vida de los 13 niños españoles criados en el odio de la yihad
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Del Califato a Madrid: la nueva vida de los 13 niños españoles criados en el odio de la yihad

Son los hijos de las mujeres que se marcharon a Siria siguiendo a sus maridos terroristas. Las familias, asuntos sociales y la Fiscalía comienzan ahora un proceso con el reto de su 'desradicalización'

Foto: Menores en el campo de refugiados de Al Hol (Siria), donde crecieron los niños españoles repatriados. (Getty)
Menores en el campo de refugiados de Al Hol (Siria), donde crecieron los niños españoles repatriados. (Getty)

Las dos mujeres repatriadas desde Siria tras años en un campo de refugiados para familias de yihadistas llegaron la madrugada del lunes a Madrid con 13 menores a su cargo. No todos son hijos suyos. Los hay nacidos en el Califato, otros criados bajo las estrictas leyes de la sharía y el odio a Occidente, y algunos tienen edad como para enterarse de lo que pasa a su alrededor. Asuntos sociales, la Fiscalía y sus otros familiares intervienen ahora en un proceso que pondrá a prueba la capacidad del Estado para hacer frente a su reinserción y desradicalización. Expertos en la materia aseguran que es posible borrar la huella del odio que les ha envuelto en sus primeros años de vida.

Luna Fernández y Yolanda Martínez ingresaron en la cárcel este miércoles después de prestar declaración ante la Audiencia Nacional. El juez Santiago Pedraz no se cree su testimonio, en el que se desmarcan de la violencia yihadista, y teme que vuelvan a fugarse. La Fiscalía había pedido también la retirada de la patria potestad de los menores, pero el magistrado lo ha rechazado. Explica que si sus madres están presas, entonces ya no hay posibilidad de que les sigan adoctrinando. En las prisiones españolas, las madres pueden estar con sus hijos hasta que cumplen tres años de edad, pero no siempre se autoriza por parte de las autoridades.

El plan con el que ha trabajado el Gobierno, todos estos meses de gestión diplomática a varias bandas para traer a estas familias, tenía la vista puesta en que los niños pasasen a depender de sus abuelos y tíos, su familia extensa. Todo ello, ante el previsible ingreso en prisión de sus madres. Yolanda Martínez, de 38 años, estaba casada con el yihadista Omar El Harchi. Tiene cuatro hijos que ahora han vuelto con ella. Luna Fernández, 37 años, se casó con el terrorista Mohamed El Amin Aabou. Ha vuelto con nueve menores a su cargo, de los cuales cuatro son de otras madres. Junto a ellas, en el mismo campo de refugiados bajo control kurdo, estaba Loubna Fares con tres hijos, que todavía no han sido repatriados.

Foto: Fátima Akil (izquierda), María Cala (arriba derecha) o Asia Ahmed (abajo derecha) son algunas de las mujeres condenadas. (EC Diseño)

Dos son los principales campos de refugiados en suelo sirio que acumulan familiares de yihadistas, Al Hol y Roj. Según datos de la organización Human Rights Watch (HRW), en ambos campos hay 38.000 ciudadanos extranjeros, es decir, aquellos que dejaron atrás sus países de origen siguiendo los cantos de sirena de la propaganda del Daesh para vivir en el Califato. De esa cifra de personas recluidas bajo control de las fuerzas kurdas, el 60% son niños. Ocho de cada 10 tienen menos de 12 años y el 30% tiene cinco años o menos, es decir, que no han conocido otra realidad que esa. Cientos de ellos, además, están recluidos en “centros de rehabilitación” cerrados o en prisiones militares con adultos sospechosos de pertenecer al Estado Islámico.

De ahí vienen estos 13 niños españoles que, según el Ministerio de Exteriores, aterrizaron la noche del lunes en el aeropuerto militar de Torrejón de Ardoz. Sus familias, representadas por el abogado y eurodiputado Javier Nart, han convocado este jueves a los medios de comunicación para dar su punto de vista y los pasos a seguir. Exteriores asegura que una vez los niños llegaron a España, quedaron bajo la competencia de los servicios sociales de la Comunidad de Madrid.

placeholder Luna Fernández Grande. (P. C.)
Luna Fernández Grande. (P. C.)

Un portavoz del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso confirmó este extremo a El Confidencial. Precisan que se trata de una medida de atención inmediata, pero no definitiva. En ese momento, sus madres tan solo estaban bajo custodia policial, a la espera de resolver su situación judicial. Una vez se ha constatado su traslado a prisión, se inicia un camino que no se antoja corto y en el que se tienen en cuenta diversos condicionantes. “No es tan sencillo como entregar a los niños a sus abuelos”, advierten desde el Gobierno central.

El papel de la Fiscalía

Lo confirman a este periódico desde el Área de Menores de la Fiscalía General del Estado. Sin entrar a valorar este caso concreto, fuentes fiscales anticipan los pasos a dar en los próximos días y semanas. Lo primero es diferenciar entre la situación de riesgo y la de desamparo. La primera se produce cuando el menor puede seguir en su ámbito familiar, pero con apoyo de los servicios sociales. En estos casos, se les adjudica un tutor, se les ayuda económicamente, se les presta apoyo psicológico, entre otras posibilidades. Es una asistencia coordinada entre varios departamentos.

La situación de desamparo es cuando no pueden seguir viviendo en su casa porque no existe el “legal representante”. En ese caso, pasan a depender de la comunidad autónoma en la que se encuentren, que evalúa “la situación de guarda” del menor. Este es el primer paso. La comunidad autónoma puede asumir la tutela y ahí se abren tres escenarios: ir con la familia extensa (abuelos, tíos, hermanos…), una familia de acogida o un centro de menores. Tras su paso por un centro de primera acogida, los 13 menores que han llegado desde Siria tendrán que esperar a que se estudie si sus familiares directos se pueden hacer cargo de ellos. Eso no tiene que ver solo con la voluntad de los abuelos de quedarse con ellos. Se valora si tienen capacidad económica o incluso emocional.

Foto: Foad, el hermano de Nora, de 15 años, quien escapó de su hogar en Avignon para llegar a Siria, muestra una foto de la joven. (Reuters)

Se puede dar el caso de que no sea recomendable, dados los antecedentes penales de algún familiar, o puede desaconsejarse que un anciano se haga cargo de un adolescente de la noche a la mañana. “Hay niños que pasarían en cuestión de horas de un campo de refugiados, que es lo único que conocen en la vida, a irse con un señor que dice que es su abuelo o su tío y al que no han visto nunca”, avisan desde la Fiscalía para calibrar los múltiples factores que se tienen en cuenta y los efectos negativos de un proceso con prisas.

No es automático, no hay plazo y lo normal es que pasen un periodo de transición en un centro con profesionales, técnicos, educadores. A partir de los 12 años de edad, además, hay que escuchar el deseo del menor, si bien no es vinculante. La Fiscalía es parte de todo este proceso, siguiendo la evolución de los niños y elaborando informes. La particularidad de estos menores es el entorno en que han crecido, un Califato islámico que considera enemiga la sociedad que ahora les acoge y justifica la violencia contra ella. Combatir la posible radicalización que acompaña a los menores no es tarea sencilla, pero tampoco imposible.

Foto: Vista de la web 'Stop Radicalismos' que ha creado el Ministerio de Interior. (EFE)

Esa es la tesis que defendió Human Rights Watch en un reciente informe elaborado en noviembre. Bajo el título Mi hijo es solo otro niño, a lo largo de 62 páginas muestra los resultados de encuestas a más de 100 niños, de dos a 17 años, que fueron traídos de regreso —o, en algunos casos, traídos por primera vez— a su país de origen entre 2019 y 2022. El lugar en el que han pasado sus primeros años de vida presenta condiciones infrahumanas en muchos casos. Hay delincuencia, miseria, malos tratos y abusos. No reúne las condiciones mínimas de salubridad, servicios o escuelas. El informe alerta de que el estado de los menores roza la tortura. Muchos son huérfanos o les han separado de sus madres.

Por ese motivo, las autoridades regionales, a través de la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria, liderada por los kurdos, llevaban años pidiendo la colaboración de los Estados para iniciar las repatriaciones. España es la primera vez que participa, pero otros países le llevan mucha ventaja. El 89% de los encuestados, compuestos por familiares, maestros y trabajadores sociales, informó de que al niño le estaba yendo “muy bien” o “bastante bien”. Solo el 4% dijo que el niño estaba teniendo dificultades. El 73% de los encuestados dijo que el niño se estaba desempeñando "muy bien" o "bastante bien" en la escuela.

HRW ofrece otros datos, como que el 82% describe el bienestar emocional y psicológico del niño como "muy bueno" o "bastante bueno". Solo el 6% dijo que el niño estaba teniendo dificultades. El extenso informe incluye testimonios de los encuestados que avalan la reinserción en estos casos. Así comentó sus impresiones un abuelo sueco tras tener de vuelta a sus nietos: “Es posible, totalmente posible, la reintegración y recuperación de los niños. Mis nietos son prueba de ello. Se han recuperado de la manera más increíble. Este es un ejemplo de que es posible… Todos los niños deberían tener la oportunidad de tener una nueva oportunidad en la vida”.

Las dos mujeres repatriadas desde Siria tras años en un campo de refugiados para familias de yihadistas llegaron la madrugada del lunes a Madrid con 13 menores a su cargo. No todos son hijos suyos. Los hay nacidos en el Califato, otros criados bajo las estrictas leyes de la sharía y el odio a Occidente, y algunos tienen edad como para enterarse de lo que pasa a su alrededor. Asuntos sociales, la Fiscalía y sus otros familiares intervienen ahora en un proceso que pondrá a prueba la capacidad del Estado para hacer frente a su reinserción y desradicalización. Expertos en la materia aseguran que es posible borrar la huella del odio que les ha envuelto en sus primeros años de vida.

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