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Vox pone en la diana a Ciudadanos y se lanza a capitalizar el cabreo social de la calle
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ESTRATEGIA EN LAS INSTITUCIONES Y EN LA CALLE

Vox pone en la diana a Ciudadanos y se lanza a capitalizar el cabreo social de la calle

El partido de Abascal intenta debilitar al partido naranja en Madrid a costa de la crisis surgida en la comunidad, mientras defiende las protestas y trata de aglutinarlas este sábado

Foto: Protestas de ciudadanos en la calle Ferraz de Madrid, frente a la sede del PSOE. (EFE)
Protestas de ciudadanos en la calle Ferraz de Madrid, frente a la sede del PSOE. (EFE)

Vox tiene claro que la “revuelta de las caceroladas y los balcones” no ha hecho más que empezar. El lunes confirmó que seguía adelante con la convocatoria de una gran manifestación en coche prevista para el sábado en todas las provincias de España —por ahora, solo tiene el no de las delegaciones del Gobierno en Cataluña y Castilla y León— y este miércoles, Santiago Abascal advertía en el Congreso de que el movimiento en la calle “no es cosa de pijos, porque ya está en barrios populares, humildes y pudientes” y, sobre todo, dijo: “Es imparable”.

Así ha sido la jornada en el Congreso: Sánchez gana la quinta prórroga del estado de alarma

Mientras PP y Ciudadanos, los partidos que gobiernan en Madrid, donde surgieron las primeras protestas en pleno barrio de Salamanca, han defendido el derecho a la manifestación siempre y cuando se respeten las distancias de seguridad, el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, reconoció que parecía improbable controlar los dos metros entre personas, y la vicealcaldesa, Begoña Villacís, no tuvo reparos en tildar las caceroladas en la calle como “un riesgo de contagio”. Estas últimas palabras le bastaron a la dirigente de Ciudadanos para encontrarse con un ataque frontal de Vox en el consistorio de la capital.

El lunes saltaron chispas en el Palacio de Cibeles cuando el concejal del partido de Abascal Pedro Fernández pidió incluso la dimisión de la vicealcaldesa. “Con una mano les daba la medalla a los madrileños en San Isidro y con la otra, un bofetón. Usted se ha cargado la unidad y el consenso”, le soltó el concejal de Vox, subiendo más tarde el tono para culpar a Villacís de promover una moción de censura contra Almeida. La sorpresa fue mayúscula y terminó con una contundente acusación de “difamador” al concejal de ultraderecha.

placeholder La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (i), conversa con la portavoz de Vox en la Asamblea, Rocío Monasterio (d), en presencia del líder de Vox, Santiago Abascal (2d). (EFE)
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (i), conversa con la portavoz de Vox en la Asamblea, Rocío Monasterio (d), en presencia del líder de Vox, Santiago Abascal (2d). (EFE)

Pese a todo, en Ciudadanos preocupa mucho el hecho de que la formación de Abascal haya encontrado en la guerra —ya no soterrada— del Gobierno de la Comunidad de Madrid una grieta por la que pretende debilitar y atacar al partido naranja en la región. Algunos dirigentes reconocen que los enfrentamientos públicos entre Isabel Díaz Ayuso e Ignacio Aguado han terminado provocando que Vox entre en la batalla, teniendo a los naranjas como principal objetivo. Hace días, Monasterio ya se enfrentó a Aguado, tildándole de “desleal” y posicionándose en favor de la presidenta. Ese mismo día, acudía Abascal como asesor del grupo parlamentario a la Asamblea —ya que las visitas no estaban permitidas— y se dejó fotografiar junto a la presidenta.

Poco después, se producía el episodio en Cibeles, trasladando la crisis de la comunidad al ayuntamiento, a pesar de que en la institución municipal no hay enfrentamiento alguno en el seno del Gobierno. Y todo ello coincidiendo con la estrategia nacional de Ciudadanos de mantener la negociación con Pedro Sánchez para una nueva prórroga del estado de alarma (aprobada ayer en el Congreso) exigiendo que el mando único se extienda solo por 15 días y no un mes, tras lo que se hizo público un acuerdo entre PSOE, Unidas Podemos y EH Bildu para derogar la reforma laboral.

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal, desde la tribuna del Congreso. (EFE)

En todos los frentes abiertos, Vox ha puesto a Ciudadanos en el punto de mira. El propio Abascal decidió llevar el asunto a la tribuna del Congreso, donde llegó a reprochar al partido naranja “haber decidido ser útil al Gobierno socialcomunista, apoyado por separatistas, para ser una bisagra y colocarse en una posición equidistante ante el Ejecutivo que ataca las libertades públicas”, dijo el presidente del partido sin ocultar la intencionalidad pretendida. “No solo eso, sino que se deslizan por la pendiente de los insultos a los manifestantes”, concluyó, sin citar a Villacís, pero avalando la estrategia de su grupo municipal. Pasar al ataque.

Desde que Arrimadas decidió entrar en una negociación periódica con el Gobierno central —inaugurando esa estrategia de “utilidad” para la cuarta prórroga de la alarma—, la mayor preocupación para líder naranja era borrar cualquier duda de que los gobiernos autonómicos y municipales en coalición con el PP podían peligrar. Así lo trasladó a los principales dirigentes del partido, dejando claro que no podían surgir vacilaciones al respecto.

Foto: La líder de Cs, Inés Arrimadas. (Pedro Ruiz)

Pero la guerra en la Comunidad de Madrid continuó con el episodio del piso en el que se aloja la presidenta autonómica desde hace dos meses, que pertenece a la cadena del empresario Kike Sarasola, y que se vio aún más empañado con la confusión de unos contratos que se publicaron en la web de la institución de manera anónima y durante un corto periodo de tiempo. El suficiente para que un medio de comunicación se hiciera con ellos.

En mitad de la batalla madrileña, se produjo una reunión de los líderes nacionales, Pablo Casado y la propia Arrimadas, en la que quisieron mostrar una buena sintonía y disipar cualquier rumor de crisis. Querían zanjar la historia de Madrid y mostrar el camino a sus respectivos representantes en la comunidad. Algo que, a la vista de los últimos acontecimientos, aún no ha ocurrido. Pero Vox se percató de la situación y todo apunta a que continuará con Ciudadanos en la diana.

placeholder Vecinos de la calle Núñez de Balboa de Madrid. (EFE)
Vecinos de la calle Núñez de Balboa de Madrid. (EFE)

Eso en las instituciones. Paralelamente, la formación de Abascal pretende capitalizar el enfado social que desde hace días se concentra a las nueve de la noche en distintos barrios de España. La mecha se encendió en la madrileña calle Núñez de Balboa y poco a poco ha ido proliferando en otros barrios. El partido de Abascal se desvincula de la organización de las protestas, pero algunos de sus dirigentes llevan días participando en ellas, como el diputado Iván Espinosa de los Monteros y la líder en Madrid, Rocío Monasterio.

Aunque sin organizarlas, el de Abascal es hoy por hoy el único partido que alienta su continuidad y que pretende aglutinar todo ese enfado el próximo sábado en la primera manifestación que sí convoca su partido, aunque en vehículos particulares por distintas provincias de España. “La revuelta es imparable”, advertía el líder de Vox al presidente del Gobierno desde la tribuna.

Vox tiene claro que la “revuelta de las caceroladas y los balcones” no ha hecho más que empezar. El lunes confirmó que seguía adelante con la convocatoria de una gran manifestación en coche prevista para el sábado en todas las provincias de España —por ahora, solo tiene el no de las delegaciones del Gobierno en Cataluña y Castilla y León— y este miércoles, Santiago Abascal advertía en el Congreso de que el movimiento en la calle “no es cosa de pijos, porque ya está en barrios populares, humildes y pudientes” y, sobre todo, dijo: “Es imparable”.

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