Los agricultores españoles lideran las subidas de precios en la Unión Europea
Los alimentos salen del campo español un 38% más caros que hace dos años, un incremento que solo superan los productores de Eslovaquia y Grecia dentro de la eurozona
El precio de los alimentos es uno de los grandes problemas nacionales desde hace casi dos años y, como tal, agricultores, transformadores, intermediarios y distribuidores se han acusado mutuamente de la escalada. Los datos de Eurostat ponen de relieve que el campo español es uno de los que más han subido los precios de Europa desde que comenzó la actual crisis inflacionista. Una parte de esta escalada responde al incremento de los costes, pero no toda. De hecho, la electricidad, los fertilizantes o las semillas han subido menos en España que en el conjunto de Europa.
Se ha producido un aumento de la facturación unitaria, que, en algunas ocasiones, se ha visto contrarrestada por la pérdida de cosechas por la sequía o el aumento de los costes laborales por las subidas del salario mínimo interprofesional (SMI). El precio de los productos de la agricultura (sin ganadería) ha subido un 38% en los dos últimos años, con datos hasta la primavera de 2023. Se trata de la tercera mayor escalada de todos los países del euro, solo por detrás de Eslovaquia (donde se han disparado los costes energéticos) y Grecia, con un 38,5% cada uno de ellos.
Si se compara el campo español con el del conjunto de la UE, la subida de los precios es casi 10 puntos superior. Es, además, el doble que el alza registrada en Francia, el país que se sitúa a la cola de incremento de precios, con un 19%. Estos datos agregados no responden a todos los casos concretos, ya que existe una gran heterogeneidad de precios. En algunos alimentos, el traslado de costes es total, incluso generando incrementos de beneficios, pero en otros, los productores no han podido trasladarlos y están soportando caídas de márgenes. Una buena parte de las diferencias responde a los alimentos en los que los productores nacionales tienen capacidad de fijar precios respecto a aquellos en los que son precio-aceptantes, esto es, en los que la evolución viene determinada por los mercados internacionales.
En esos casos, la fijación de los precios en origen no está determinada por la estructura de costes de agricultores y ganaderos. Estos no tienen otra alternativa que adaptarse a las condiciones de cada momento. En el pasado, muchos tuvieron que soportar pérdidas al vender por debajo de costes, en especial las pequeñas explotaciones sin margen alguno de negociación con sus clientes. Pero en otros momentos, como el actual, la subida de los precios en todo el continente permite empujar la facturación unitaria y así recuperar las pérdidas acumuladas en el pasado.
Una buena parte de este comportamiento diferencial de los precios de la agricultura en España respecto a Europa se debe a dos de los productos estrella del país: el aceite de oliva y el vino. En estos dos alimentos, España tiene una cuota de mercado suficiente para fijar sus propios precios, lo que explica que se haya ensanchado tanto la brecha de precios con el resto del continente.
En primer lugar, el aceite de oliva en origen ha subido nada menos que un 83% en España, frente al 59% de la media de la Unión Europea. Esto es, en España ha subido casi 25 puntos más. En cuanto al vino, en España ha subido un 16% frente a un 8% de la UE. Esto es, el alza ha sido del doble. Parte de esta subida no se ha ido a márgenes de beneficio, sino que es consecuencia de las malas cosechas por la sequía. Pero también los productores nacionales han tenido mayor capacidad de decisión a la hora de fijar las tarifas.
Su situación contrasta con la de las verduras, hortalizas o fruta, cuya subida en España ha sido similar o incluso inferior a la del conjunto de la Unión Europea. Por ejemplo, la fruta en origen se ha encarecido un 12% en España y un 16% en la UE, y los vegetales han subido un 23% en España y un 29% en la UE. Por el contrario, el conjunto de cereales ha escalado mucho más en España, un 30%, frente a un 15% de la Unión Europea.
En la ganadería, la situación es similar. El precio de la carne en el campo español ha subido un 44% frente al 38% del conjunto de la UE. En este caso, España ocupa el segundo puesto de toda Europa, solo en Portugal se ha encarecido más la carne, un 46%.
Los datos de Eurostat constatan un encarecimiento generalizado de los alimentos en origen por encima de los costes de producción. El incremento de los precios de origen es superior al producto final al que vende la distribución, lo que significa que la participación del campo en los beneficios ha aumentado gracias a la crisis inflacionista. Sin embargo, la traslación del precio en el campo al producto final no es directa, en gran medida, porque parte de la producción nacional se exporta al extranjero y un buen número de los alimentos consumidos en el país son importados.
Lo que está claro es que los costes de producción han subido en una cuantía inferior. Además, el alza a la que se ha enfrentado el campo español es menor a la que soportan los competidores europeos. El coste del conjunto de suministros de la agricultura y la ganadería (descontando la mano de obra) se ha incrementado en España un 29% en los dos últimos años, mientras que en el conjunto de la UE ha subido un 30%.
España se sitúa cerca de la media de Europa, muy lejos de los países del este del continente, que están soportando un alza de costes muy elevada por fin del suministro de energía barata desde Rusia. Los agricultores y ganaderos de Lituania soportan un incremento de los costes del 60%, más del doble que España. En Eslovaquia, el alza es del 47% y en Letonia y Estonia, supera el 35%.
En gran medida, el mejor comportamiento de los costes en España se debe al componente energético. La electricidad que pagan las empresas está ahora casi un 6% más barata que hace dos años, siendo el único país del euro en que ha bajado. Esta reducción se debe, principalmente, a la introducción de la excepción ibérica, pero no solo. La bajada de impuestos también ha afectado a la hora de moderar el coste de los suministros. Por el contrario, la gasolina ha subido mucho más en España, un 52%, frente al 33% del conjunto de la UE.
Otro de los problemas que han tenido los agricultores es el de los fertilizantes. Su precio se ha disparado un 63% en España desde 2021, un alza que viene explicada fundamentalmente por los precios de la energía. Sin embargo, los agricultores europeos están incluso en una situación peor, ya que soportan un alza del 68%.
El alza de los cereales se ha extendido al coste de los alimentos para el ganado, incluyendo los piensos. En España, se han disparado un 32% frente al 29% de la UE. Esto justifica, en parte, que la carne haya subido más en España.
El precio de los alimentos es uno de los grandes problemas nacionales desde hace casi dos años y, como tal, agricultores, transformadores, intermediarios y distribuidores se han acusado mutuamente de la escalada. Los datos de Eurostat ponen de relieve que el campo español es uno de los que más han subido los precios de Europa desde que comenzó la actual crisis inflacionista. Una parte de esta escalada responde al incremento de los costes, pero no toda. De hecho, la electricidad, los fertilizantes o las semillas han subido menos en España que en el conjunto de Europa.