¿Domar un IPC disparado sin una recesión? El milagro 'ricitos de oro' se aleja
La esperanza de una desaceleración de los precios que no provoque una recesión se desvanece con los últimos indicadores económicos y el repunte del precio del petróleo
Desde que comenzó la crisis inflacionista, los economistas han reflexionado sobre cómo llegar al ansiado escenario ricitos de oro. Este término, que se ha popularizado en Estados Unidos, se refiere al equilibrio exacto que buscan los bancos centrales. Una política muy dura puede conseguir frenar los precios pero, a cambio, provocar una crisis. Por el contrario, una política suave garantiza el crecimiento económico a corto plazo, pero genera un gran riesgo de que la inflación se descontrole.
El escenario ricitos de oro es justo el intermedio, en el que se encuentra el equilibrio. La política monetaria sería suficientemente estricta para frenar los precios y suficientemente laxa para evitar la recesión. Antes del verano, el objetivo parecía factible, ya que la inflación en Europa se había frenado intensamente (desde el 10,6% de octubre hasta el 5,5% en junio) y el PIB seguía creciendo a un ritmo del 0,2%. Sin embargo, los datos económicos cosechados desde entonces apuntan a un escenario más pesimista en el que el Banco Central Europeo podría verse obligado a endurecer su política monetaria ya sin margen para frenar más la actividad.
La inflación se ha mantenido por encima del 5% durante todo el verano. El dato adelantado de agosto apunta a una subida de los precios del 5,3% en tasa interanual. En algunos países, entre los que se encuentra España, la inflación incluso ha acelerado, hasta el 2,6%. Este repunte es consecuencia de la escalada de los precios del petróleo desde finales de junio. Los países de la OPEP+ decidieron recortar su producción para calentar las cotizaciones del barril y han conseguido elevar su precio hasta superar los 90 dólares, el nivel más alto desde noviembre.
Se trata de una subida del 25% en apenas dos meses y medio, lo que ha llevado al precio de los combustibles a máximos anuales. La experiencia de los últimos dos años indica que el alza de los costes de los carburantes se termina trasladando íntegramente a los bienes y servicios afectados, aunque con cierto retraso. Si se repite ese patrón, la inflación subyacente podría dar otro susto tras el verano.
Si la inflación se estanca en los niveles actuales, el BCE no tendrá alternativa a endurecer su política monetaria. "Nuestra visión es que al BCE todavía le queda un incremento más para llevar los tipos a un pico del 4%", señala CaixaBank Research en un informe. "Esta visión recoge la preocupación, enfatizada por el propio BCE, por una inflación demasiado alta durante demasiado tiempo".
Pero el margen que tiene la economía para seguir frenando ha desaparecido antes de lo esperado. Eurostat corrigió esta semana el dato adelantado que dio sobre el PIB de la eurozona y ahora calcula que el crecimiento en el segundo trimestre del año fue de un pírrico 0,1%. Ya no hay posibilidad de frenar más la actividad sin caer en terreno contractivo.
"Los últimos datos económicos decepcionantes, tanto en Europa como a escala mundial, son alimento para el movimiento dovish. Sin embargo, los últimos datos de inflación, que han tendido a sorprender al alza, se han convertido en alimento para los hawkish", escribe Martin Moryson, de DWS, en un informe.
"La debilidad mostrada por los últimos indicadores de actividad puede llevar al BCE a tomarse una pausa en septiembre y esperar a tener más visibilidad", apunta CaixaBank Research, pero cualquier tregua estará condicionada a los datos del IPC de septiembre. Si la inflación sigue por encima del 5% o si la subyacente se estanca, el BCE tendrá pocas alternativas.
El escenario ricitos de oro es ahora casi una quimera para los bancos centrales. La esperanza de estabilizar la economía a finales de 2023 o inicios de 2024 se ha desvanecido en los últimos días. Los dirigentes del BCE se reunirán el próximo jueves día 14 de septiembre para decidir si siguen endureciendo su política monetaria. También tendrán que actualizar las previsiones económicas y es complicado que, con los últimos datos, puedan evitar las malas noticias. Todo apunta a que tendrán que bajar el pronóstico del crecimiento y subir el de inflación, borrando así el camino hacia el ansiado escenario ricitos de oro.
Desde que comenzó la crisis inflacionista, los economistas han reflexionado sobre cómo llegar al ansiado escenario ricitos de oro. Este término, que se ha popularizado en Estados Unidos, se refiere al equilibrio exacto que buscan los bancos centrales. Una política muy dura puede conseguir frenar los precios pero, a cambio, provocar una crisis. Por el contrario, una política suave garantiza el crecimiento económico a corto plazo, pero genera un gran riesgo de que la inflación se descontrole.