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La eurozona deja atrás los cuellos de botella y encara la batalla final contra la inflación
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AHORA PREOCUPA LA DEMANDA

La eurozona deja atrás los cuellos de botella y encara la batalla final contra la inflación

El indicador de BBVA Research alcanza la normalidad por primera vez desde el inicio de la espiral. Los precios industriales sufren el mayor desplome de su historia en España

Foto: Un carguero, en Hong Kong. (iStock)
Un carguero, en Hong Kong. (iStock)

Se acabaron los cuellos de botella. Por primera vez en dos años y medio, la eurozona ha dejado atrás las restricciones de suministros que dieron origen a la actual crisis inflacionista y condicionaron su desarrollo. Así lo corrobora la lectura de agosto del índice elaborado por el servicio de estudios de BBVA. La normalidad ha vuelto al lado de la oferta, tras varios meses de fuerte corrección impulsada por el abaratamiento de la energía, que en España ha provocado la mayor caída de los precios industriales que se recuerda. En ese contexto, la espiral de precios ha entrado en una nueva fase, la definitiva, en la que el Banco Central Europeo (BCE) se mantiene firme en su propósito de enfriar la demanda para embridar la inflación subyacente.

Lo que empezó como una crisis de suministros, provocada por el cierre de las economías durante la pandemia, y se agravó con la escalada de los precios de la energía, espoleada por la invasión rusa de Ucrania, se ha ido contagiando al conjunto de la economía. La energía y los alimentos no elaborados, que se eliminan de la ecuación de la subyacente por su volatilidad, llevan meses moderándose, y la primera incluso resta inflación. Según el último informe trimestral del Banco de España, gas, electricidad y carburantes redujeron un punto su contribución al IPC interanual de la zona euro entre abril y junio; los comestibles, medio. También los bienes industriales —excluida la energía— se batieron en retirada. Solo los servicios empeoraron su desempeño, al contribuir a la espiral de precios con dos décimas más en junio que en abril.

En román paladino: los elementos relacionados con la oferta han ido perdiendo incidencia en el problema, mientras que los relacionados con la demanda se enquistan. Esa inflación subyacente, la que impregna la economía hasta el tuétano y es muy difícil de curar, es la que más preocupa en Fráncfort, donde Christine Lagarde ha prometido que mantendrá los tipos altos —están en el 4,5%— "todo el tiempo que sea necesario". El BCE encara la batalla final contra la inflación con la misma arma con la que la inició, pero esta vez atesora razones mucho más poderosas: con los datos en la mano, la discusión transcurre entre quienes creen que Lagarde logrará un aterrizaje suave y quienes pronostican una recesión si se pasa de la raya, pero el argumento de que se está atacando la demanda para luchar contra una crisis de oferta pierde peso.

Los problemas de abastecimiento que engendraron la espiral ya forman parte del pasado, tras un largo proceso de normalización. El indicador de BBVA Research llevaba al alza desde principios de 2021, cuando las economías occidentales empezaron a retomar su actividad tras la pandemia, mientras China mantenía una política inflexible de covid cero. Los desequilibrios entre una demanda que había rebotado con fuerza después de meses de parálisis de la actividad durante lo peor del covid y una oferta todavía muy condicionada por la crisis pandémica generaron unas tensiones en las cadenas de suministro internacionales sin parangón desde la crisis del petróleo de los años setenta.

Foto: Una refinería de petróleo. (EFE/Ernesto Mastrascusa)

En ese contexto, el indicador acumuló más de un año de alzas prácticamente ininterrumpidas, hasta alcanzar su pico en la primavera de 2022, durante los primeros compases de la guerra en Ucrania. Desde entonces, se ha ido moderando casi a la misma velocidad con la que se disparó, pero no ha sido hasta ahora cuando ha llegado al valor mágico: el cero que representa la normalidad en las cadenas de suministro. En Estados Unidos, que además de ir un paso por delante de Europa en su ciclo económico ha estado menos influido por las disrupciones causadas por el covid y la guerra de Ucrania, esa situación ya se había conseguido en el último trimestre del año pasado.

Para construir el índice, los expertos de BBVA Research han utilizado numerosas variables, entre las que se encuentran el stock del comercio minorista, la escasez de materiales de construcción o los precios de los fletes. Los datos más recientes empleados en la lectura de agosto son de abril de este año, por lo que es probable que los cuellos de botella hubiesen desaparecido incluso antes de esta última revisión. Con todas las limitaciones metodológicas que pueda tener, el indicador certifica que la primera fase de la crisis inflacionista se ha dejado definitivamente atrás, en gran parte gracias a la reapertura casi total de la economía China, que abandonó la política de covid cero con la llegada de 2023.

Foto: Barco carguero. (EFE/Ernesto Mastrascusa)

Los problemas de abastecimiento dieron lugar a un aumento de los costes de las empresas, que acabarían desbocándose por el encarecimiento de los precios de la electricidad y los hidrocarburos. Pero la crisis energética también se ha ido evaporando, con permiso de lo que ocurra con el petróleo, que encara los 100 dólares por barril por el recorte de producción acordado entre Rusia y Arabia Saudí, y del gas, que todavía podría dar sustos si el invierno resulta más frío de lo habitual.

Se hunden los precios industriales

Los suministros no solo llevan restando inflación en España desde hace varios meses, sino que en agosto también lo hicieron en el conjunto de la eurozona, por primera vez desde el inicio de la espiral. Son datos interanuales, que tienen un fuerte componente base, al compararse con los récords de hace 12 meses. Pero sirven como referencia para entender cómo, más allá de las coyunturas de los mercados, la tendencia de fondo es hacia una moderación. Y eso se nota en los costes de producción.

Sin la influencia engañosa de la energía, la inflación subyacente todavía se sitúa en el 5,3% en la eurozona y el 6,1% en España

Este lunes se conoció el dato de los precios industriales en España. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), se hundieron un 10% en agosto, su mayor desplome interanual desde que hay registros. El índice lleva en caída libre desde hace un año —cuando llegó a superar el 40%— de forma prácticamente ininterrumpida, pero la cifra bruta esconde un matiz importantísimo: todo el descenso se explica por el componente energético. Si este se saca de la ecuación, el llamado IPRI todavía se situaría en el 1,7%. Es casi 10 veces menos que su récord del inicio de la guerra, pero una muestra de hasta qué punto la energía ha alterado los datos, tanto en la fase creciente de la curva como en la menguante.

Sin su influencia engañosa —ni la de los alimentos no elaborados—, la inflación subyacente todavía se sitúa en el 5,3% en la eurozona y el 6,1% en España. En ambos casos está ya por encima del índice general, y en nuestro país lo duplica. En la batalla final contra la inflación, ese el dato que cuenta.

Se acabaron los cuellos de botella. Por primera vez en dos años y medio, la eurozona ha dejado atrás las restricciones de suministros que dieron origen a la actual crisis inflacionista y condicionaron su desarrollo. Así lo corrobora la lectura de agosto del índice elaborado por el servicio de estudios de BBVA. La normalidad ha vuelto al lado de la oferta, tras varios meses de fuerte corrección impulsada por el abaratamiento de la energía, que en España ha provocado la mayor caída de los precios industriales que se recuerda. En ese contexto, la espiral de precios ha entrado en una nueva fase, la definitiva, en la que el Banco Central Europeo (BCE) se mantiene firme en su propósito de enfriar la demanda para embridar la inflación subyacente.

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