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La resaca del covid cero en China: ¿éxito o fracaso de las políticas pandémicas de Xi?
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¿adiós a la pandemia en Pekín?

La resaca del covid cero en China: ¿éxito o fracaso de las políticas pandémicas de Xi?

Tras un gran repunte de los contagios estos últimos meses en China, las cifras parece que se estabilizan y llegan a un punto en que el Gobierno ha podido decretar el fin de esta ola

Foto: Una persona con traje de protección en la estación de Pekín. (Reuters/T. Peter)
Una persona con traje de protección en la estación de Pekín. (Reuters/T. Peter)

Ahora que parece que la primera ola en China ha pasado, según ha declarado el propio Gobierno de Pekín, ¿la política covid cero impuesta por el presidente Xi Jinping ha sido un éxito o un fracaso?

Es difícil dar una respuesta teniendo en cuenta que la Organización Mundial de la Salud, el jueves 9 de febrero, cifra en 117.687 el total de muertes. Mientras, la consultora médica británica Airfinity eleva esa cifra, según sus cálculos, y solo desde el pasado 1 de diciembre, a 1,3 millones. Y mientras, los últimos datos oficiales del Centro Chino de Control de Enfermedades hablan de 3.278 muertes en el periodo comprendido entre el 27 de enero y el 2 de febrero, por las 6.364 reconocidas entre el 20 y 26 de enero.

Foto: Millones de personas viajan durante la celebración del Año Nuevo chino. (Reuters/Aly Song)

Según el máximo organismo sanitario chino, desde el 8 de diciembre habían fallecido en hospitales por covid 82.238 personas. Entre 1,3 millones y 88,238, hay 1,2 millones de muertos de diferencia. Muchos para poder hacer cuentas y sacar conclusiones. Unos dicen la verdad y otros mienten, aquí no hay término medio posible.

Hay diversas formas de evaluar el éxito o fracaso de un país en su lucha contra el covid. La pandemia, que empezó siendo un ataque de ansiedad global en el que todo el mundo se sentía en riesgo, ha acabado siendo en muchos análisis una ecuación entre fallecidos, libertades y costes económicos.

China ha sido —por ahora— el inicio y fin de esta pesadilla. Los números oficiales no son fiables y los números no oficiales, tampoco. ¿Cómo medir entonces qué ha pasado en el país en que hace tres años se empezó a hablar de una extraña neumonía en la ciudad de Wuhan?

Foto: Trabajadores se preparan para envasar comprimidos contra la fiebre en la oficina del Grupo Farmacéutico Youcare. (EFE/Mark R. Cristiano)

Parece evidente para la gran mayoría de analistas que se pueden afirmar dos cosas. Por un lado, el covid cero de 2020 y 2021 salvó millones de vidas en China. Si el país hubiera optado por las aperturas y relajo en las medidas preventivas que se tomaron en la mayoría de países occidentales, la cifra de fallecidos hubiera sido mucho mayor. El ratio de mortalidad del inicio de la pandemia tiene que ver con un mayor desconocimiento médico para afrontarla, un peor equipamiento y tratamiento, y una menor destreza en la contención.

Por otro lado, los más de dos años y medio de encierro y estricto control y recorte de libertades (más aún) han servido de muy poco ante la llegada de la primera ola. La presión social interna obligó a que China abriera cuando no estaba preparada. Lo que se descubrió es que la superpotencia había perdido el tiempo con su ensoñación de que la respuesta a la pandemia era levantar un muro. Ni sus vacunas son tan fiables como las occidentales, ni se había hecho acopio de tratamientos eficaces, ni el país había equipado sus hospitales para afrontar un alto número de contagios. Eso es una muestra de debilidad que al régimen chino le cuesta digerir.

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Aceptadas mayoritariamente esas dos premisas, las cifras de muertes dadas por el Gobierno de Pekín parecen razonablemente cuestionables. Lo ha reconocido la propia OMS: "Creemos que las cifras que se publican actualmente en China no reflejan el verdadero impacto de la enfermedad en términos de ingresos hospitalarios, en términos de ingresos en la unidad de cuidados intensivos y, sobre todo, en términos de muertes", dijo en enero Michael Ryan, director de emergencias.

El New York Times acaba de publicar un reportaje de investigación para intentar entender el verdadero ratio de mortalidad ante la cortina echada por las autoridades. Para ello, ha investigado las muestras de condolencia y obituarios publicados en redes sociales por alumnos de los más prominentes académicos. Hasta la ola de contagios del invierno, la media de fallecidos era similar a las de los últimos años. Sin embargo, poniendo nombre y apellidos, los obituarios se disparan y multiplican a partir de diciembre. En general, el ratio de muertes de académicos se ha multiplicado por cuatro y por cinco en diciembre y enero. "Después de que el covid arrasara China sin control, el Gobierno anunció que habían muerto 80.000 personas. Pero eso es probablemente una gran subestimación", dice el periódico estadounidense tras su investigación.

Desde dentro, nadie se atreve a hablar y dar su nombre por medio a las represalias. El control de la información por parte de Pekín es férreo, así que los testimonios se han filtrado por cuentagotas. Pero hasta para China es complicado ponerle puertas al campo de internet, así que ha habido imágenes y testimonios de todo tipo. Muchos no se han podido verificar, muchos han sido borrados tras publicarse, muchos eran falsos y muchos mostraban realidades dantescas similares a las que se vieron tres años antes por todo el globo. En medio de esa confusión de verdades, medias verdades y falsedades, el ruido se impone. ¿A quién favorece eso?

En ese control social radica otra de las críticas que se hacen a la gestión de la pandemia por parte de China. Para un estado autoritario, el covid ha sido un perfecto experimento. China lo ha llevado al extremo. Un país de 1.400 millones de habitantes ha sido controlado a través de aplicaciones en los teléfonos hasta conseguir que nadie pudiera bajar a la calle sin pasar por el control de las autoridades. Algunos analistas han puesto ahí el acento sobre otros motivos añadidos del covid cero de Xi Jinping.

Foto: Una mujer camina con una mascarilla por un túnel en Pekín. (EFE/Wu Hao)

"El ejemplo más visceral del poder y las prioridades de Xi es la respuesta del gobierno chino a la pandemia de covid. Esa política fue muy eficaz en la construcción de hospitales improvisados, la realización de pruebas masivas a los ciudadanos, la aplicación de confinamientos estrictos y el traslado de personas a la cuarentena, a veces por la fuerza. Sin embargo, esta movilización no se centró en vacunar a las poblaciones más vulnerables ni en aumentar la capacidad del sistema de salud de China para atender a los pacientes durante una ola de covid. Xi logró movilizar a un funcionario del gobierno por cada 250 adultos para librar una 'guerra' contra la pandemia y arrestar metódicamente a los estudiantes que protestaban por las políticas de covid cero, pero se invirtieron menos recursos en el desarrollo de la capacidad de respuesta al virus", señala en The Diplomat el analista Karman Lucero en un artículo que se titula ¿Es China un tigre de papel?

Incluso, se ha producido un segundo fenómeno que en China algunos califican irónicamente como "el gran salto atrás", en recuerdo de las medidas tomadas a finales de los 50 por el presidente Mao Zedong bautizadas como "el gran salto".

Foto: Ciudadanos chinos con mascarillas. (Reuters/Tingshu Wang)

En noviembre de 2021, el Partido Comunista chino publicaba un largo manifiesto donde abogaba por el refuerzo en los jóvenes de los valores del nuevo socialismo chino que proclama Xi. En uno de los párrafos alerta sobre la influencia extranjera y los enlaza a la revuelta de Tiananmen, quizá el mayor reto al que se ha enfrentado el poderoso Partido Comunista chino hasta las actuales revueltas por el covid: "Los últimos años de la década de 1980 y principios de la de 1990 fueron testigos de la desaparición de la Unión Soviética y los cambios drásticos en los países de Europa del Este. A finales de la primavera y principios del verano de 1989, tuvo lugar en China un grave disturbio político como resultado del clima internacional y nacional de la época, que fue incitado por fuerzas anticomunistas y antisocialistas hostiles en el exterior. Con el respaldo del pueblo, el Partido y el Gobierno tomaron una posición clara contra la agitación, defendiendo el poder estatal socialista de China y salvaguardando los intereses fundamentales del pueblo", señala el texto.

Los dos años y medio de encierro por la pandemia han provocado que muchos extranjeros que vivían en China hayan decidido marcharse. Muchos de ellos eran profesores de idiomas, miembros de escuelas internacionales, artistas, periodistas, pequeños inversores… Una especie de limpia de influencia occidental que se ha producido de forma natural. No se ha tenido que echar a nadie, sino que muchos han optado por marcharse. En 2020, las autoridades retiraron los libros de texto extranjeros de la primaria y secundaria y asesores gubernamentales recomendaron dejar de evaluar el inglés como asignatura académica en lugares tan "cosmopolitas" como Shanghái.

Foto: Una mascarilla en en suelo en una imagen de archivo. (EFE)

China ha decidido durante la pandemia regresar a sus propios cimientos ideológicos y ha sacado pecho de su respuesta frente a una enfermedad en la que los dogmas patrios hasta niegan que sean ellos el país de origen. "A juzgar por cómo los diferentes liderazgos y sistemas (políticos) de todo el mundo están manejando esta pandemia, se puede ver claramente quién lo ha hecho mejor", dijo el presidente chino, Xi Jinping, a principios de 2021 en la Escuela Central del Partido Comunista en Pekín. Aceptar el fracaso que algunos apuntan que ha sucedido dos años después de esa sentencia es complicado para el rígido sistema político chino y para su todopoderoso presidente.

Pero lo cierto es que China apunta a que todas esas críticas forman parte de una visión negativa que Occidente proyecta siempre del país. Si China hubiera abierto y apenas tomado medidas para no perjudicar su economía, se hubiera dicho que el país no respeta la vida ni los derechos humanos de sus ciudadanos y se preocupaba más por sus cuentas.

China no es una democracia, con covid o sin covid, es una dictadura bajo eso que se llama socialismo chino, y para los chinos los análisis occidentales filtran todo desde esa visión crítica al propio sistema.

Foto: Una persona procedente de China llega al aeropuerto de Heathrow, en Londres. (EFE/Andy Rain)

La economía China creció en 2022 un 3%. Su segundo peor dato en décadas tras el 2,2% de 2020, el primer año de la pandemia. El cerrojazo chino ha abierto además una fuga de empresas internacionales que han decidido cambiar su estrategia de producción y diversificarla ante el temor de nuevos cierres o medidas restrictivas. Vietnam, India, Malasia, Tailandia… pueden recibir en los próximos años inversiones que hasta ahora se centraban en China. Este año 2023, sin embargo, se espera un rebote que lleve el crecimiento a superar de nuevo el 5%.

El económico es otro coste que añadir a la política covid cero de Xi. Vidas, libertades y dinero son la ecuación a realizar para poner nota a la respuesta dada. Pero para ello, para poder tener una cuadro fiable que evaluar, hace falta que el examen y las respuestas sean creíbles.

En Europa han muerto decenas de miles de personas por covid. Las cifras parecían indigeribles antes de iniciarse la pandemia y unos meses después se quemaban contenedores contra las restricciones y el debate era sobre terrazas, mascarillas y vacaciones. La mayor parte del mundo ha pasado página y China la está pasando también.

Ahora que parece que la primera ola en China ha pasado, según ha declarado el propio Gobierno de Pekín, ¿la política covid cero impuesta por el presidente Xi Jinping ha sido un éxito o un fracaso?

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